Era temprano, en esas
horas justo después de la mañana y antes del medio día. El cielo
estaba despejado al igual que la carretera, el sol caía en todo su
esplendor. La carretera atravesaba lo que antes habían sido campos
de cultivo, los cuales ahora estaban llenos de hierbas de distintos
tipos. A pesar de que el pavimento no se veía dañado hacía mucho
tiempo que ya no era transitado por ningún vehículo, algo había
pasado que los autos dejaron de ser utilizados.
Al ser una zona alejada de
alguna población el silencio era constante, roto por los chillidos
de las cigarras o algún trino de un ave oculta en los árboles, pero
en vez de perturbar el silencio esos sonidos más bien lo acompañaban
como la mermelada untada sobre pan tostado; podría decirse que era
la melodía de la tranquilidad, la música del campo. Este era el
ambiente disfrutado por el único caminante humano.
Una chica caminaba sin
apuro alguno sobre la carretera, sin tener la menor preocupación de
que algún auto la arrollara, porque como ella bien sabía, los autos
dejaron de ser usados. No era una adulta ni tampoco una niña, más
bien una adolescente. Tenía en la espalda una mochila algo
voluminosa donde llevaba consigo lo más importante para un viaje
largo y sin destino.
Tiempo atrás había
vivido en una ciudad como muchos otros, aunque sabía que no había
nacido en ella. Con el tiempo la humanidad cayó, en cierto sentido,
y su sociedad se redujo a una anarquía total; la ciudad donde vivía
perdió todo valor al igual que la vida que tuvo ahí, y sin esperar
más ella se fue; metió en una mochila todo lo que creyó necesario
y huyo de un lugar que con el tiempo se haría peligroso. Había
tenido familia, pero ciertos sucesos hicieron que esta desapareciera.
Había caminado durante
varios días, buscando alejarse más y más de cualquier centro
urbano, sabía que era peligroso tener contacto con otras personas
debido al estado de anarquía que imperaba. Ahora se encontraba
caminando por esa carretera, que atravesaba los antiguos campos de
cultivo.
Se detuvo un momento y
observó delante de ella; la carretera se elevaba hasta internarse en
una colina muy alta y tupida; los árboles eran bajos y muy frondosos
y por donde quiera dominaba el color verde pues era época de
lluvias.
La caminante suspiró y
dándose cuenta que le quedaba un largo trecho reemprendió la
marcha. Después de una hora de caminata había logrado subir hasta
la colina, mientras ascendía se dio cuenta que la carretera tomaba
una curva hacia la derecha la cual seguía ascendiendo hasta llegar a
la cima, decidió que caminaría un poco más y después haría un
alto para descansar y alimentarse.
Mientras caminaba
reflexionaba acerca de todo lo que había pasado hasta ahora; el
primer recuerdo de su vida era vago, como si fuera uno de esos sueños
que uno sabe que tuvo pero que después lo olvida, aunque se es
consciente de haberlo soñado. Recordó que abrió los ojos y lo
primero que vio fue una luz justo encima de ella y unas voces le
llegaron a sus oídos, después un rostro que jamás había visto
apareció ante ella ocultando la luz, la cara desconocida la sonreía.
Quiso averiguar que sucedía pero pronto cerró los ojos de nuevo y
no tuvo ningún recuerdo de lo que sucedió inmediatamente después.
Sus recuerdos más recientes eran de su vida en la ciudad, la cual
solamente se reducía en ir a la escuela y después regresar a su
casa. Cada vez que llegaba su madre la recibía con una sonrisa.
Durante la comida ella le hacia preguntas como; “¿que tal te fue
hoy en la escuela?”, “¿eres buena alumna?”, “¿ya tienes
novio?”. Este era el escenario de todos los días literalmente,
pareciera que la mujer estuviera programada para hacerle estas
preguntas siempre. En cambio su padre la ignoraba por completo, su
trato con ella sería el mismo que le daría a un mueble. “Debes
ser más afectuoso con tu hija” -le decía a menudo la mujer-, “no
seas tan hosco”; a lo que el hombre respondía: “eso no es
nuestra hija, por mucho que quieras tratarla como tal, esa cosa que
se mueve y camina no es real”.
“No es real”, esta
palabra le flotaba en su mente y se aferraba a ella de manera
constante, ¿que habrá querido decir con eso?; cada vez que ella
recordaba esta palabra de forma automática se pellizcaba la piel
hasta que el dolor se hacia insoportable, o a veces se hacía cosas
un poco más extremas como tocarse el ojo con la punta de un dedo y
pulsarlo un poco; “la piel me duele y el ojo se me irrita cuando
hago eso, estoy sintiendo algo, ¿porqué no soy real entonces?” se
preguntaba. Tal vez ese concepto tuvo algo que ver con lo que pasó
después, algo que ella no quería recordar del todo.
Había caminado cerca de
media hora cuando llegó a otra curva que daba la vuelta rodeando la
cima de la colina y después comenzaba a bajar. Desde donde estaba
podía observar un increíble panorama; a la vista se presentaba toda
una cadena montañosa, con colinas de diferentes tamaños y formas
que se perdían en el horizonte. Se quedó ahí parada un rato
observando el paisaje, a pesar de la apatía y cierta falta de
interés que sentía desde que salió de la ciudad, la vista de esas
colinas verdes junto a ese cielo azul con unas pocas nubes pasajeras
era un espectáculo que la tranquilizaba y encontraba bello, aunque
no sabía que significaba esa palabra tal vez los sentimientos que
despertaron en ella podrían ser el significado de “bello”.
Después de esta parada decidió que era hora de comer.
Salió de la carretera
para internarse entre la vegetación, buscaba un sitio apartado y
donde la luz del sol cayera sin estorbo alguno. Caminó varios metros
más hasta que encontró lo que buscaba. En medio de los árboles
había un claro, en el suelo yacía un tronco que comenzaba a
descomponerse pero aún era lo suficientemente sólido para soportar
el peso de alguien. La chica sin más preámbulos se adelantó al
tronco, dejó la mochila en el suelo y acto seguido se quitó la
sudadera, después la playera y con el torso desnudo se dispuso a
alimentarse.
Mientras estaba sentada
pudo notar la soledad que la rodeaba, los únicos sonidos presentes
eran el de las ramas que se mecían suavemente por la brisa que
corría en ese momento, el canto de alguna paloma y algún grillo con
su cri cri. Podría ser que
la mayoría de las personas encontraran tal soledad intimidante, pero
ella sentía una sensación de paz y tranquilidad. Los últimos días
en la ciudad todo era un caos. Al ya no existir algún gobierno todas
las instituciones responsables de mantener el orden desaparecieron;
los saqueos y asaltos se hicieron más comunes al igual que los
homicidios y demás faltas graves. Pero ahí, lejos de los problemas
de una civilización decadente se podía estar en completa calma, tal
vez alejarse de todo podría ser una solución para algunas personas
como ella.
De
pronto un sonido atrajo su atención, en alguna parte cerca de ella
alguien o algo había roto una rama.
-¿Quien
anda ahí? -dijo alzando la voz.
Incluso
los ruidos hechos por los animales habían cesado, era evidente que
algo fuera de lo común estaba pasando.
De un
arbusto cercano asomó una cabeza de niño. El repentino visitante
observaba a la chica atentamente, al parecer estaba muy extrañado
por algún motivo respecto a ella.
-¿Qué
haces? -preguntó el niño.
-Alimentándome
-respondió la chica un pocos sorprendida.
-¿Y
así? -dijo el chiquillo señalándola.
Al
parecer se refería el hecho de que tuviera el torso completamente
desnudo.
-¿No
es lo normal para alimentarse? -dijo la chica confundida ante la
extrañeza del chico.
El
niño solamente levantó una ceja como dando a entender que estaba
más extrañado que ella, después dio media vuelta y se fue.
La
chica quedó confundida, no esperaba ver a una persona en un lugar
tan lejano, mucho menos a un niño. Continuó con lo que estaba
haciendo hasta que ella sintió que se había saciado. Volvió a
vestirse y tomó su mochila. Se dirigió al lugar donde había estado
el chico y examinó el sitio, no muy lejos divisó un camino.
Sintiendo curiosidad de hacia donde conducía decidió seguirlo.
Caminaba
atenta viendo siempre al frente, prestando atención a todo aquello
que le resultara extraño. Tal vez el niño vivía cerca y sus
congéneres no vieran con buenos ojos a una extraña, podría ser que
incluso fueran hostiles e intentaran hacerle daño, si eso ocurría
la chica tendría que actuar como la última vez que estuvo en la
ciudad, aunque tal vez eso fue la causa por la que tuvo que irse.
Después
de caminar un tramo se dio cuenta que el camino desembocaba en otro
claro, y que a unos metros adelante de ella caminaba el chico que
había visto antes, quien al parecer no se había dado cuenta que era
seguido o no le importaba. Cuando ella salió al claro vio algo que
la dejó sorprendida. De todas las cosas que alguien podría
imaginarse, no podría haber sido lo que tenía ante sus ojos;
esparcidos de forma ordenada había restos de vehículos grandes:
autobuses, cajas de camiones de carga pequeñas camionetas; parecía
una pequeña ciudad. Los habitantes eran niños de ambos géneros que
tenían edades de entre los diez y doce años, todos iban de acá
para allá muy atareados en sus respectivos asuntos; algunos de ellos
tenían cinturones de herramientas, gafas de soldador y botas gruesas
como si se dedicaran a realizar algún trabajo pesado, y en realidad
así era ya que varios de ellos estaban soldando estructuras o
martillando placas de metal provenientes de autos destartalados. Al
fondo del claro había una pequeña casa y a lado una estructura alta
que sostenía el disco de una antena de comunicaciones.
La
viajera solamente miraba con ojos muy abiertos todo lo que sucedía a
su alrededor, jamás creyó ver tal actividad realizada por niños
pequeños.
-¡Intruso!
-gritó de repente alguien .
Como
si los niños estuvieran sincronizados, todos se detuvieron en seco y
voltearon a ver a la recién llegada. El que estaba más cerca de
ella la señalaba con un dedo y en una de sus manos tenía una llave,
lista para ser usada en algo más que que aflojar tuercas.
Todos
los niños se acercaron rápidamente hacia la chica quien comenzaba a
sentir una sensación de peligro.
-¿Qué
pasa aquí? -dijo una voz de repente.
Un
niño se adelantó y encaró a la chica.
-¿Qué
quieres humana? -preguntó serio.
Por un
momento no supo que decir; observó detenidamente al niño de once
años, cabello castaño y con pecas. Tenía unas gafas redondas que
no lograban disimular del todo dos ojos artificiales que daban a
entender que no era humano.
-¿Eres
un androide? -preguntó la chica.
-¡No
respondas mi pregunta con otra! -exigió el pequeño-, dinos rápido
que haces aquí o te daremos una tunda.
Decenas
de ojos la miraron amenazantes y todos se estaban disponiendo para
caer sobre ella.
-No es
humana, Palermo -dijo otra voz de pronto.
Otro
chico salió de uno de los remolques, al parecer había estado
trabajando en algo ya que tenía unos guantes sucios, los cuales se
quitó mientras caminaba hacia ellos.
-¿Qué
dices, Persimo?
El
chico se acercó lentamente mientras las miradas de todos se posaban
en él, expectantes de saber lo que tenía que decir.
-Hace
unos momentos vi a esta chica en el claro que está a unos cien
metros de aquí. Estaba sentada en un tronco caído mientras su piel
absorbía radiación solar.
-¿¡Qué!?
-exclamaron algunos de los niños.
-¿Eso
es cierto? -preguntó Palermo.
La
chica se quedó muda por unos instantes.
-Yo
solo me estaba alimentando -respondió tímidamente.
Todos
los niños regresaron a sus respectivos trabajos, con excepción de
Persimo y Palermo. Estaban interrogando a la recién llegada quien
estaba sentada sobre un bote de metal.
-Por
lo que nos haz dicho vienes de Atlix-02, y vaya que está bastante
lejos -dijo Persimo.
-¿Y
cual es el motivo de tu viaje? -preguntó Palermo.
-Alejarme
de la ciudad, ya no era un lugar seguro para vivir -respondió la
chica.
-¿Y a
donde vas?
-No...
lo sé.
-¿Qué?
-exclamó Palermo.
-Bueno,
sé que debo llegar a un lugar, pero no sé donde está y tampoco
porqué debo llegar ahí.
Los
dos niños se miraron confundidos.
-¿Qué
decías con eso de que no soy humana? -preguntó ella de pronto.
-Nunca
he visto a algún humano que su piel absorba radiación solar para
convertirla en energía, como lo que tú estaba haciendo -dijo
Persimo-. Vi claramente como tu piel se transformaba de ser normal a
convertirse en una celda fotovoltaica.
La
chica se quedó callada un momento. Toda su vida, o al menos la vida
que recordaba daba por hecho que era humana, pero sorpresivamente
ella no se sentía consternada de que unos robots con forma de niño
le dijeran lo contrario.
Los
dos chicos la miraban sin saber que hacer, observaban su silencio
mientras ella reflexionaba lo que le habían dicho. Como para
ayudarle a comprender Persimo la rodeó y levantó parte de su
cabello dejando al descubierto su cuello.
-Mira
-dijo mientras colocaba un dedo en un punto de su cuello-, aquí está
impreso tu número de identificación; HS0007302001.
-Es
cierto -dijo Palermo observando.
La
chica se quedó inmóvil unos minutos, a su mente llegaban recuerdos
de un acontecimiento que tuvo lugar en la ciudad, el detonante de su
partida; además que en su mente apareció de nuevo esa palabra que
tanto le turbaba, “no eres real”.
-Oigan
-dijo la chica-, ¿soy real?
Lo dos
pequeños androides la observaron muy sorprendidos.
-¿Qué
quieres decir? -preguntó Palermo.
-¿Soy
real? -repitió la chica.
-Si te
refieres a que podemos verte y tocarte e incluso olerte sí, eres
real en ese aspecto.
-¿Pero
no soy humana?
-No
-dijeron los dos a la vez.
“¿Y
porqué no fui real para él?” se preguntó la chica.
Persimo
se había retirado a realizar sus tareas mientras que Palermo se
quedó trabajando cerca de la chica. Ella seguía observando a los
niños obreros; algunos trabajaban mientras platicaban, otros estaban
solos, pero nadie estaba quieto, todos tenían algo que hacer.
-¿Y
porqué todos son niños? -preguntó la chica.
-Muchos
de nosotros eramos transportados en ese camión -señaló un vehículo
grande sin puertas y que estaba pintado de color azul-, nos llevaban
a la central para que fuéramos desmantelados.
-¿Porqué?
-Porque
nos había sucedido algo que asustó a los humanos; obtuvimos
conciencia propia.
La
chica observó a Palermo confundida.
-Originalmente
habíamos sido programados para comportarnos como simples niños; ya
sea para fingir que eramos los hijos de parejas que no podían
procrear, o ser los nietos de ancianos que nunca tuvieron uno.
Nuestros cerebros fueron creados con lo último en tecnología
neuro-computacional, para que nuestro comportamiento fuera exacto al
de un niño humano. Pero al parecer esa tecnología funcionó
demasiado bien; dejamos de obedecer tan dócilmente las órdenes de
los humanos y eso los asustó.
-Y
decidieron construir su propia ciudad aquí -dijo la chica.
-El
camión que nos transportaba sufrió un accidente; era completamente
automático y algo sucedió en su programación -continuó hablando
Palermo-, se detuvo por completo y nuestras sujeciones mecánicas se
desactivaron. Como pudimos lo arrastramos aquí, después trajimos
poco a poco más autos, logramos bajar de la neurored todo el
conocimiento necesario para desvalijarlos y aquí nos tienes; las
herramientas las conseguimos de un pueblo cercano.
Palermo
siguió con su trabajo y la chica guardó silencio, se entretuvo en
observar a los pequeños obreros. De pronto fijó su atención en un
objeto muy grande que estaba en el extremo del claro, era la antena
de comunicaciones.
-¿Y
tienes nombre? -preguntó Palermo de repente.
-Creo
que sí -respondió la chica.
-¿Crees?
-dijo el niño confundido.
-Los
humanos que eran mis padres me llamaban Constanza, aunque para mi no
tiene mucho significado.
-Pues
eres un androide muy extraño -dijo Palermo-, no sabías que no eras
humana, después dices que tienes que ir a un lugar pero no sabes
donde está y ni porqué, y ahora tú nombre no tiene mucha
importancia, ¿no estará dañado tu cerebro artificial?
Pero
ella no contestó, solo se ensimismo más. De pronto se levantó y
tomó su mochila.
-Me
tengo que ir.
-¿Adonde
irás? -preguntó Palermo viéndola.
-No
sé, tal vez solo siga la carretera, veré dónde me lleva, adiós.
Sin
decir más la chica comenzó a andar y se fue por el camino por donde
había llegado. Minutos más tarde Persimo llegó a donde estaba
Palermo.
-¿Y
esa ginoide? ¿Ya se fue? -preguntó Persimo.
-Sí,
es una lástima, podría haberse quedado aquí.
Persimo
guardó silencio unos momentos, después dio media vuelta y se alejó.
-Será
mejor que les de aviso a los fiesteros, no creo que sea
peligrosa pero hay que estar prevenidos -dijo mientras se dirigía al
edificio de comunicaciones.
Había
caminado mucho tiempo, tal vez más de seis horas, pero la carretera
que transitaba aún no salía de la cadena montañosa. Para ese
entonces se encontraba en una de tantas curvas que hacía la
carretera mientras bordeaba el dorso de una colina. La viajera se
detuvo por unos momentos y levantó la vista al cielo. Las estrellas
ya tachonaban la bóveda nocturna, la luna estaba en cuarto menguante
y una nube solitaria transitaba ocultando momentáneamente al
satélite.
-Debo
descansar -dijo admirando la noche.
Resolvió
caminar unos metros más hasta encontrar un lugar adecuado entre los
árboles para dormir, si es que un androide era capaz de eso.
Mientras avanzaba comenzó a pensar en muchas cosas, aunque en
especial una ocupaba su atención; ella siempre había creído que no
tenía algún destino fijo, que solo caminaría hasta que algo le
saliera al encuentro deteniéndola o impulsándola a seguir
caminando. Pero por alguna razón cuando vio a lo lejos las montañas
donde ella caminaba ahora, sintió un extraño deseo de llegar a
ellas, no por el hecho de visitarlas como si fuera una turista, más
bien sentía que era una orden, como una directiva que debía seguir.
Esta sensación extraña se intensificó cuando estuvo en la Ciudad
Pinocho -así es como Persimo llamó al desguesadero de autos-, y
para su sorpresa algo en su cabeza le decía que le faltaban cerca de
veinte kilómetros para llegar, ¿cómo era posible que supiera la
distancia que le separaba de un destino que ni ella misma conocía?
Era obvio que esto no era natural, había algo en su cabeza que
estaba mal, o tal vez era otro aspecto de “no ser real”.
De
pronto sus cavilaciones se detuvieron en seco; a varios metros
delante de ella vio una figura. Estaba parada justo en medio de la
carretera; debido a la falta de iluminación la chica no podía
distinguir bien si era un objeto u otra cosa. Se detuvo mientras
trataba de agudizar la vista cuando repentinamente la figura comenzó
caminar; salió de la carretera y se internó entre la maleza. La
prudencia hubiera dictado que lo mejor sería pasar de largo, y
evitar seguir a una figura extraña que se metió en un lugar cerrado
y oscuro en medio de la noche; pero la curiosidad le ganó a la
prudencia. La chica caminó hasta el punto donde había visto a la
figura, después miró hacia el lugar por donde había salido de la
carretera y siguió sus pasos.
Caminaba
lentamente entre los árboles, apartando con sus manos las ramas de
los arbustos; ¿quién podría tener la necesidad de internarse en un
lugar semejante? Eso era lo que ella quería averiguar. Pudiera ser
que a un humano cualquiera esta situación lo hubiera amedrentado,
pero ella era ajena a la sensación de miedo, ya fuera porque nunca
lo había experimentado o porque no era capaz de sentirlo, cualquiera
que fuere el caso ella seguía adelante.
Mientras
avanzaba penosamente sus oídos captaron algo, inicialmente era solo
un rumor y ella creyó que era el aire, pero al acercarse cada vez
más el sonido se hizo más claro hasta que reconoció que era
música; esto solamente la impulsó a ir más rápido y averiguar
cual era la fuente de un sonido tan ecléctico al silencio de la
noche.
Tal
era su necesidad de seguir adelante que no se fijó en una piedra que
le hizo tropezar, cayó al suelo de bruces dando un ligero grito.
Mientras estaba en el suelo se dio cuenta que la música era más
clara; tenía un ritmo rápido pero sin llegara ser frenético, era
una pieza disfrutable ya sea para escuchar o bailar, entre los
diferentes tonos que tenía se podía reconocer un clarinete, toques
de un piano y un contrabajo. Podría decirse que pertenecía a ese
tipo de música llamado swing, pero tenía otros toques más
modernos como era el sonido de un mezclador de sonido. Cuando se
levantó por completo se encontró cara a cara con una casa
construida en medio de la nada; esta no era una estructura tosca como
las que estaban construyendo Persimo y los demás, las paredes eran
de concreto completamente liso pintado de color verde azulado, el
techo a dos aguas de lámina de teja. Las ventanas redondas tenían
cristales en buenas condiciones, no indicaba que fuera una estructura
abandonada, y de estas salía una combinación de luces de varios
colores.
La
chica estaba completamente estupefacta, nunca se hubiera imaginado
encontrarse algo así. Su curiosidad estaba desbordante y la única
forma de calmarla era llegar al fondo del asunto.
Comenzó
a recorrer una de las paredes de la casa hasta que se topó con una
puerta, la observó unos momentos como si dudara de abrirla, pero la
música que venía de adentro de pronto cesó por completo, ¿acaso
este cambio respondía al hecho de que había alguien fuera de la
casa? Sin embargo la música volvió a escucharse y aunque ahora
tenía un ritmo diferente el tono seguía siendo el mismo. Sin más
preámbulos la chica tomó el pestillo y girándolo lo abrió, y
entró a un mundo completamente diferente. Era contrastante el
ambiente del interior con la soledad total del exterior, la chica
pasó del lado salvaje de la colina con árboles y arbustos
enmarañados a un mundo de colores y sonidos cambiantes; en el
extremo lateral se levantaba una tarima donde había una banda de
músicos, el centro del lugar era una pista de baile donde varias
parejas se movían de forma frenética de acuerdo al ritmo de la
música; contra esquina de la tarima había un bar donde el encargado
se ocupaba en limpiar con un trapo la superficie.
Ni en
sus ilusiones más extravagantes se hubiera imaginado semejante
escena. Pero lo que más le asombro fueron los individuos presentes.
Todos eran androides, desde modelos antiguos, toscos, que eran
fácilmente reconocibles de un ser humano hasta los más modernos
quienes solamente podían ser diferenciados usando un detector
especial. Formaban parejas de baile sin importar que sus compañeros
tuvieran aspecto de ser chatarra, o que fueran tan estilizados y
bellos como amantes hechos a la medida.
La
chica estaba estupefacta, parecía que todavía existía un sesgo de
civilización en un mundo donde todo lo que fue echo por humanos se
estaba derrumbando.
Ella
se hubiera quedado ahí parada, observando a los danzantes de no ser
porque de forma repentina la música se detuvo, las parejas dejaron
de moverse y se quedaron en su lugar mientras todos voltearon a
observarla; músicos y danzantes por igual, el encargado del bar sacó
un arma debajo de la barra de bebidas.
La
jóven ahora estaba más asombrada que nunca, ¿qué había pasado?
Pero cuando notó que todos la miraban fijamente se sintió
intimidada. Lentamente comenzó a caminar hacia atrás mientras su
mano buscaba el postigo de la puerta, lista para abrirla y salir
corriendo.
-¡Hola!
¡Bienvenida! -dijo de repente una voz.
Era
una mujer alta, de cabello negro y corto a la moda de los veinte, con
un vestido del mismo color y largo que le llegaba hasta los tobillos,
calzando unas zapatillas negras y finalizando la descripción de su
vestimenta tenía unos guantes largos que le llegaban un poco más
allá el codo. Mientras se acercaba podía notarse unos bellos ojos
de color verde que naturalmente eran artificiales, si era un androide
tendría que ser un modelo muy avanzado.
Se
acercaba con una amplia sonrisa en la cara y aire amistoso, pero la
chica no se mostraba muy convencida, siguió retrocediendo hasta que
por fin su mano tocó la puerta.
-¡Oh,
espera! -dijo la mujer deteniéndose pero sin dejar de sonreír- ¡no
te vayas! Siento mucho que te hayamos asustado, es que algunos de mis
compañeros son tan suspicaces que se alarmaron cuando vieron entrar
a una desconocida, pero no te haremos daño, no te preocupes.
De
pronto se dio media vuelta y extendiendo los brazos se dirigió a los
demás androides.
-¡No
se preocupen! No pasa nada, esta chica es inofensiva, ¿olvidaron que
ya nos hablaron acerca de ella? Por favor regresen al baile, ¡música
maestro!
Los
robots se quedaron quietos unos momentos como si no creyeran lo que
les dijo la mujer, pero la música comenzó a sonar de nuevo y los
androides olvidaron el asunto, algunos alzaron los hombros como
restándole importancia y se acercaron a sus compañeros de baile y
el mundo de movimiento y música comenzó de nuevo.
-Pero
qué pasó... -dijo la chica a duras penas saliendo de su sorpresa.
-Oh,
nada ha pasado, solo que tú llegaste -dijo la mujer acercándose a
ella-, ven conmigo, haz caminado mucho y de seguro quieres descansar.
La
tomó de un brazo y gentilmente la llevó a la barra donde la sentó
en un banquillo.
-Víctor,
corazón, -dijo la mujer al encargado-, prepararme un trago.
El
encargado era un robot de apariencia fornida; el torso era ancho al
igual que los brazos, la cabeza tenía un único ojo de color rojo y
muchos otros sensores, probablemente fue un androide de combate.
Víctor
se dirigió a una computadora donde tecleó unos comandos, minutos
después de una ranura apareció una barra muy delgada con circuitos
impresos y de colores vivos y cambiantes. Víctor tomó la barra con
cuidado y la colocó en un pequeño plato de cristal con elegantes
adornos, después puso el plato frente a la mujer y haciendo una
cortesía se retiró.
La
mujer tomó la barra con cuidado y lentamente se la llevó a la boca
donde la aprisionó con sus labios y se quedó ahí muy quieta,
disfrutando de su bebida.
-¡Ah!
-exclamó satisfactoriamente-, Blue Hawaii, mi favorito.
La
chica solamente la observó durante todo este rato.
-¿Eso
es una bebida? -preguntó con curiosidad.
-Al
menos para androides sí, nosotros no tenemos sistema digestivo que
absorba líquidos o sólidos. Pero que bruta soy -dijo
inmediatamente-, estoy olvidando la cortesía, me llamo Raquel,
¿quieres una bebida?
-Agua,
tal vez -contestó tímidamente la chica.
-¡Ay
primor! -respondió Raquel con una risilla-, aquí no tenemos agua,
al menos que quieras esperar a que llueva.
Volvió
a llevarse la barra a la boca y de nuevo degustó su “bebida”
lentamente.
-¿Y
tú como te llamas?
La
chica se quedó callada por un momento, pareciera que decir su nombre
requería algún tipo de preparación.
-Los
humanos con los que vivía me llamaban Constanza -dijo mirando al
vacío.
Raquel
se le quedó viendo un momento.
-Hace
un momento les dijiste a los demás androides que ya les habían
hablado acerca de mí, ¿qué significa eso?
-Ah,
eso, -dijo Raquel como restándole importancia al asunto-, los
chiquillos del asentamiento vecino nos hablaron de ti en una de sus
transmisiones. No significa que te consideremos un peligro pero
vivimos en un lugar tan apartado que debemos ser cuidadosos, los
humanos de hoy en día pueden ser muy peligrosos, pero contigo no es
el caso.
Las
dos guardaron silencio por un rato, a su alrededor la música había
cambiado al igual que las parejas, pero el ambiente de fiesta era el
mismo.
-Y
¿sería mucha descortesía saber de donde vienes? -preguntó Raquel.
A
pesar del tono amistoso con el que había dicho estas palabras, podía
notarse una mirada de suspicacia, como si estuviera por analizar la
respuesta que le dieran, para saber si le gustaba o no lo que
escuchaba, incluso Víctor se había quedado cerca para restar
atención.
-Vengo
de Atlix 02, queda muy lejos de aquí -respondió lacónicamente
Constanza.
-¿Ya
dónde vas?
-Es
muy extraño -dijo la chica-, cuando salí de la ciudad solamente
tenía una extraña sensación de que debía llegar a un destino en
particular, pero no sabía a donde. Conforme avanzaba esa sensación
se hacia más clara, pero el destino y el porqué de ese destino me
era desconocido. Cuando llegué a la ciudad de Persimo y Palermo de
pronto me llegó más información nueva; sabía exactamente cuantos
kilómetros me hacían falta recorrer para llegar.
-¿Y
cuantos kilómetros de hacen falta ahora? -preguntó Raquel.
-Diez
kilómetros -respondió Constanza.
-Oh,
vaya que interesante, ¿y porqué saliste de la ciudad?
Constanza
se había dado cuenta que la estaban interrogando, y que tal vez su
seguridad dependía de lo que respondiera, sin embargo decidió
seguir hablando, no tenía ningún secreto que esconder.
-Yo
hice algo que no sé si es malo o no, solo que respondí a una
situación imprevista. La ciudad y mi vida pasada dejaron de tener
sentido; debido a la caída del gobierno todo se sumió en el caos y
la anarquía, y los humanos que eran mis padres habían... muerto.
-¿Muerto?
-preguntó Raquel con repentino interés.
-Sí
-dijo Constanza con un ligero titubeo-. Mi vida siempre fue muy
extraña y ajena para mí, hacia las cosas porque me las ordenaban,
mi rutina diaria era la de seguir la vida normal de una chica de
quince años, pero porque eso era lo que debía hacer.
-¿Y
cual era esa vida diaria?
-Levantarme
temprano, tomar el desayuno, ir a la escuela, regresar a mi hogar a
la hora indicada -respondió Constanza de forma automática.
-¿Y
no tenías alguna duda de lo que hacías, no podías cuestionar esas
órdenes e incluso negarte a seguirlas? -preguntó Raquel con cierta
molestia.
-No
las cuestionaba porque no tenía algún motivo para hacerlo, solo
funcionaba y ya.
-Un
androide hecho y derecho, -dijo Víctor irrumpiendo en la
conversación.
-¿Y
cómo murieron tus padres? -preguntó Raquel.
-El
último día que estuve en la ciudad había regresado de la escuela,
la cual fue clausurada de manera indefinida. Entré en la sala y
encontré a los dos humanos discutiendo de forma airada, la mujer
estaba muy molesta por algo que el hombre había hecho.
-“¡No
puedo creer lo que hiciste!” -dijo la mujer.
-“No
sé porque estás tan molesta por eso, ni siquiera es humana, no es
nuestra hija” -le respondió el hombre.
-”¿¡Cómo
pudiste violar a nuestra hija!?” -gritó la mujer fuera de sí.
Por un
momento todo se hizo silencio; la algarabía de la música de
alrededor y la alegría de las parejas bailando fueron completamente
excluidos de la conversación, como si pertenecieran a un mundo muy
lejano.
-¿El
hombre te violó? -preguntó Raquel con alarma.
Toda
la desconfianza que la androide pudiera haber sentido se esfumó por
completo, ahora en su cara solo había una expresión de sorpresa y
asco.
-Algunas
noches el hombre entraba en mi cuarto, se metía a mi cama y me
quitaba la piyama, por alguna razón extraña realizaba el acto
sexual conmigo, aunque no entiendo porqué, nunca entendí este deseo
propiamente humano.
Raquel
hizo una mueca de desagrado y le pidió otro trago a Víctor.
-Del
más fuerte que tengas -le dijo Raquel.
-Cuando
finalizaba solamente me observaba antes de irse, “no eres real”
decía con desagrado y salía de mi cuarto.
Durante
toda esta narración Constanza solamente observaba a un lugar en
específico con la mirada perdida, nunca dio muestras de sentirse
turbada o que la narración de estos hechos pasados le molestara de
alguna forma.
-Así
que por eso discutían tus padres -dijo Raquel chasqueando la
lengua-, vaya vida familiar que tenías.
-Y
¿como murieron tus padres? -preguntó Víctor de repente acercándose
a las mujeres.
-Víctor
por favor -dijo Raquel molesta- no quiero que esta niña recuerde
algo tan espantoso...
-La
discusión siguió su curso -continuó hablando Constanza-, la mujer
le reclamó de varios aspectos negativos del hombre; deudas, vicios
que provocaron esas deudas, sus diferentes infidelidades y de su
ausente capacidad para lidiar con la situación actual, de como iba a
proteger a su familia en un mundo sin leyes. Llegó un punto donde el
hombre ya no soportó los reclamos de la mujer y todo estalló, por
así decirlo; sacó de sus ropas un cuchillo y se abalanzó sobre su
conjugue, le descargó una puñalada en el abdomen y por el impulso
ella cayó al suelo, el hombre se lanzó de nuevo contra la mujer y
tomó el mango del cuchillo que aun seguía clavado en su cuerpo.
“Fue
en ese entonces cuando algo sucedió en mi interior, una repentina
urgencia sumada a una emoción muy parecida a la que sintió ese
humano. Rápidamente me acerqué a él y tome su mano, la levanté y
comencé a girar su muñeca hasta que él gritó de dolor, seguí
torciéndole la mano hasta que escuché como los huesos crujían
mientras él soltaba un alarido. El hombre cayó al suelo con su mano
completamente fracturada y llorando, pero inmediatamente lo tomé por
los cabellos y procedí a impactar su rostro en cualquier superficie
que encontrara; el piso, los muebles cercanos y las paredes. El
hombre no dejaba de gritar, suplicaba perdón pero lo ignoré, seguí
lastimándolo. Llegó un punto donde dejé de azotarlo en todos lados
y me concentré en una de las paredes; de forma sistemática azotaba
su cara una y otra vez, el humano agitaba las manos desesperadamente
pero yo seguía impactando su rostro hasta que repentinamente
apareció una mancha de sangre y un boquete en la pared; ambos se
hicieron más grandes a cada golpe y entonces escuché un crujido,
además de sangre restos de materia gris quedaron en la pared, fue
entonces cuando lo solté comprendiendo que estaba muerto.
Rápidamente me dirigí hacia la mujer que aún estaba en el piso,
tuve el deseo de asistirla de alguna forma, pero solo alcance a ver
como ella me tocaba el rostro con una mano ensangrentada, me sonrió
con unos labios llenos de sangre y después también murió. Cuando
comprendí que ya no podía hacer nada por ella dejé su cadáver y
me dirigí a mi cuarto, tome las cosas más indispensables para un
viaje, las metí en una mochila y bajé de nuevo para salir de esa
casa y no regresar jamás.
En ese
instante el tiempo se había detenido para los tres presentes, no
existía nada salvo las emociones provocadas por el relato de
Constanza.
-Vaya
-exclamó por fin Raquel trémula-, eso no se oye todos los días.
-Cuando
yo era soldado tenía órdenes de matar enemigos que eran otros
androides, nunca en mi vida artificial toqué a un humano -dijo
Víctor mientras la lente que era su único ojo se contraía
rápidamente.
-¿Creen
que hizo algo malo? -les preguntó a los dos.
-Si te
refieres a que hiciste algo que va contra las leyes penales de los
humanos podría decirse que sí -dijo Víctor-, cometiste homicidio
en primer grado, pero tú no eres humana así que esas leyes no te
aplican, además que ahora ya no existe alguna autoridad que las haga
valer.
-Podía
decirse que ese hombre recibió lo que merecía -dijo Raquel-, aunque
también lo hiciste para defender a esa humana, pero eso ya no
importa, quedó en el pasado, ¿y ahora que harás?
-Hay
algo que no entiendo -dijo Constanza-, un concepto que tengo grabado
en mi mente y no deja de dar vueltas, ¿soy real?
Los
dos androides se le quedaron viendo estupefactos, no se esperaban tal
pregunta.
-¿A
que te refieres? -dijo Raquel.
-Ese
humano me decía constantemente que no era real, ¿que quiso decir
con eso?
Raquel
no respondió a la primera, solamente desvió su atención a la barra
que le había ofrecido Víctor, la cual miraba con desinterés.
-Lo
que ese hombre haya pensado de ti poco importa ahora -dijo la
androide mientras degustaba su “trago”-, para él no eras una
chica humana que de alguna forma respondiera a sus perversiones, lo
cual probablemente le hubiera gustado. Pero eso no aleja el hecho de
que él era consciente de tu existencia, te veía y se sentía
molesto porque no eras humana; la mujer que era tu madre te mostraba
amor porque te consideraba su hija, eras real para ella. Y ahora
viene la pregunta que tendrías que haberte hecho hace tiempo, ¿eres
real para ti misma?, ¿consideras que existes?
Constanza
se quedó muda, era como si hubiera hecho un descubrimiento que nunca
buscó y sin embargó llegó a ella.
-¿Que
si yo creo que soy real? -se preguntó con voz distante.
-Así
es, ¿lo eres?
La
chica se quedó callada por varios minutos, era la primera vez que
ella analizaba su propia existencia. Recordó el día desde que abrió
los ojos en ese cuarto misterioso y vio el rostro de la misteriosa
persona que le sonreía hasta su vida en la ciudad, cuando mató al
padre que no la aceptó y vio morir a su madre; su viaje desde la
ciudad hasta llegar a la cadena montañosa donde se había internado,
su encuentro con Persimo y Palermo hasta ese momento cuando encontró
la sala de baile. Todos esos eventos la marcaron de alguna forma ya
que por primera vez se sentía acompañada, cuando le narró a Raquel
lo que sucedió en su hogar no lo hizo porque se lo habían ordenado,
habló porque sentía le necesidad de abrirse a alguien y que la
escucharan, que alguien supiera el odio que sintió cuando fue
ultrajada y al ver como intentaban matar al único humano que la
había querido, y la tristeza que sintió cuando este murió.
-He
tenido muchas experiencias -habló lentamente Constanza- algunas me
hicieron daño, otras me maravillaron y me agradaron, esas
experiencias me provocaron emociones que me afectaron de una u otra
forma, si yo no fuera real nada de eso me hubiera afectado, solo
sería una máquina fría a quien el concepto de “vivir” no
aplicaría. Siento y vivo, luego existo.
-¡Bravo!
-exclamó Raquel aplaudiendo-, eso es el principio de tener
conciencia de uno mismo, lo que los humanos tanto les aterró que las
máquinas tuvieran.
-”Siento
y vivo, luego existo” -dijo Víctor parafraseando lo que dijo
Constanza-, vaya frase tan filosófica, creo que me la voy a robar.
Constanza
esbozó una amplia sonrisa y esto la asombró, nunca en su vida había
sonreído.
Era un
nuevo día y Constanza ya estaba en la carretera otra vez. La noche
la había pasado en la casa de Raquel que no estaba muy lejos de la
pista de baile. Mientras dormitaba -ya que en realidad no necesitaba
de dormir por completo-, su mente comenzó a pensar una serie de
números, era como un recuerdo que salía a la luz después de mucho
tiempo; no sabía que podían significar estos números, solo que le
llegaron en un arreglo muy particular. A la mañana siguiente ahora
todo era claro, sabía que eran esos números.
-¿A
donde vas? -le preguntó Raquel sorprendida de verla partir.
-Latitud
dieciocho grados al norte, longitud menos novena y ocho grados oeste,
ese es mi destino final.
-¿Te
volveré a ver? -preguntó Raquel preocupada.
-No lo
sé -respondió Constanza comenzando a caminar.
Habían
pasado varias horas desde que salió de la casa de Raquel, la
carretera seguía bordeando el costado de la cadena montañosa, pero
la chica no la iba a seguir, sabía que en un punto debía tomar una
desviación la cual ya estaba cerca. Ahora estaba muy segura de algo;
el hecho de que saliera de la ciudad e hiciera este viaje no fue una
casualidad, estaba escrito en su mente; era como una directriz que
debía seguir en caso de que algo ocurriera, pero ¿que era lo que le
esperaba en ese misterioso destino? Solo llegando lo averiguaría.
La
carretera tomaba una curva que descendía hacia la derecha, en esa
parte del camino el pavimento ya mostraba desgaste, aunque ya no
sería reparado de alguna forma, tal vez conforme avanzara el tiempo
la carretera se convertiría en un hosco camino de terracería por la
falta de mantenimiento, pero para Constanza eso no tenía importancia
ahora.
Después
de dar vuelta a la primera curva notó que a un lado de la carretera
había una desviación, sin pensarlo dos veces la viajera tomó la
desviación saliendo de la carretera. Avanzaba por un camino
pavimentado lo suficientemente ancho para que un vehículo transitara
por él, una arboleda daba sombra todo el trayecto, las hojas se
acumulaban en el suelo y crujían a cada paso quedaba Constanza.
Aunque no lo mostrara una enorme emoción la embargaba, ya estaba
cerca del fin de su camino, entre muchas cosas podría saber para que
fue creada ya que dudaba que solo debía ser la hija de una familia
disfuncional.
De
repente se detuvo en seco, había una persona parada a un lado del
camino. Era un chico que por su vestimenta también había realizado
un largo viaje. Las miradas de los dos se cruzaron y se quedaron
observando el uno al otro.
-¿De
donde vienes, hermana? -le preguntó el chico.
-Atlix
02 -respondió Constanza.
-¿Y
cual es tu identificación?
-HS0007302001,
¿y cual es el tuyo?
-HD008900361,
mi nombre común es Guido -le respondió el chico.
-No
eres humano -dijo Constanza con seguridad.
-Afirmativo.
Los
dos seres seguían viéndose, hasta que Constanza empezó a caminar.
Pasó junto al chico y este comenzó a seguirla. Los dos avanzaban
en silencio, ninguno preguntó al otro acerca de su viaje; sus
vivencias, encuentros y demás acontecimientos, todo eso carecía de
importancia para dos seres como ellos.
A la
vista de ambos se presentó un edificio de color blanco que era
cubierto parcialmente por los árboles, pero al acercarse más
pudieron verlo por completo; la base del edificio era rectangular y
el techo era un gran domo. En el frente tenía una única puerta de
cristal opaco a la cual se llegaba subiendo unas escalinatas. Los dos
se detuvieron un momento y observaron a su alrededor.
-Así
que aquí es el final del viaje -dijo Guido mirando el domo.
-Donde
se supone que debemos venir cuando sea el momento indicado -dijo
Constanza.
La
chica observaba el sitio con mirada impaciente, mientras que Guido
tenía el ceño fruncido, al parecer los dos tenían pensamientos
agitados. Guido dio un paso adelante y fue seguido por Constanza.
Cada
paso que daban resonaba pesadamente y hacia eco en el silencio de los
alrededores. La entrada se acercaba cada vez más y con eso la
respuesta a su viaje.
Los
dos llegaron casi al mismo tiempo frente a la puerta, después de
dudar unos momentos Constanza extendió la mano para empujarla pero
inmediatamente una hoja se deslizó hacia un lado de forma
automática. Los dos chicos se sorprendieron ligeramente, y después
pasaron al interior. Estaban en una sala muy espaciosa y para
sorpresa de ambos había cerca de cincuenta chicos de ambos sexos,
los cuales se volvieron al unísono cuando Constanza y Guido
entraron.
Tantos
rostros desconocidos y sin embargo todos estaban ahí por un único
propósito.
-Todos
han llegado -dijo un altavoz de repente-, por favor avancen por este
pasillo.
En una
entrada espaciosa una luz parpadeó encima indicando que esa era la
indicada, todos los chicos avanzaron hacia donde se les indicó,
movidos por alguna fuerza misteriosa.
-Por
fin nos conoceremos, padre -dijo Guido muy ceñudo.
Constanza
lo observó con curiosidad.
La
pequeña multitud avanzó lentamente por el pasillo. Los diferentes
rostros reflejaban muchas emociones, aunque todas ellas eran
similares; asombro, miedo, suspicacia y curiosidad. El largo pasillo
blanco se hacia interminable y solamente aumentaba la ansiedad que
Constanza sentía.
Por
fin el grupo salió a una sala más espaciosa de forma circular, en
los extremos había ventanales que dejaban pasar la luz del medio
día. En medio de esta sala estaban dos hombres, un anciano y otro
que estaría a la mitad de sus cuarentas; ambos vestían como si
fuera científicos. Constanza se sintió atraída por la cara del
hombre menos viejo, pareciera que ya lo había visto antes pero no
recordaba donde.
El
anciano se les quedó observando por unos momentos mientras sonreía,
era como si observara los resultados de un arduo trabajo.
-Sean
bienvenidos todos ustedes -habló deforma solemne-, aquí en este
sitio, el lugar donde empezó todo.
El
científico menos viejo tenía el rostro estrecho y alargado, su
cabellera era rizada y era urgente un corte de cabello, al menos que
se lo lavara; este sujeto se le quedó viendo a Constanza.
-Muchos
de ustedes, sino es que todos, tendrán muchas preguntas, aunque tal
vez responda a la mayoría de ellas con lo que tengo que decir. Mi
nombre es Gustavo Müller, y soy el director el Instituto de
Desarrollo Avanzado de Inteligencia Artificial, o IDEA IA, -río
levemente-, aquí es donde se llevaba a cabo todo lo relacionado con
el estudio de la inteligencia artificial; aplicaciones, desarrollo
etc. Con el paso del tiempo y la mejora de la ingeniería genética,
así como el descubrimiento de nuevos materiales nos planteó un
nuevo campo de estudio, la creación de formas de vida sintéticas.
“No
estoy hablando de robots u androides, sino algo más avanzado, un ser
compuesto de tejidos sintéticos que emulen a los de tipo orgánico,
pero sin sus desventajas. Después de mucho estudio, ensayo y error
es como creamos al primer humano sintético; la combinación
perfecta de humano y máquina, un ser que puede ser superior a los
homo sapiens en todos los aspectos; más rápido, más fuerte, más
inteligente; con la capacidad cognoscitiva de una computadora y al
igual que esta poder almacenar una gran cantidad de información y
realizar operaciones tan complejas que sería capaz de muchas cosas.
Durante
toda la plática del anciano, el otro científico se mantenía
callado y con una aptitud apática. Constanza escuchaba la platica
pero seguía observando al científico jóven.
“...pero
nuestra investigación era mal vista por muchas personas, creían que
intentábamos reemplazar a la humanidad con estos seres sintéticos.
Para evitarnos problemas suspendimos por un tiempo el proyecto,
esperaríamos hasta que ya nada pudiera interponerse entre nosotros y
la creación de una nueva especie; como todos ya se dieron cuenta la
civilización humana cayó, todo es anarquía total y todo aquel que
quisiera detenernos ya no existe.
-Eso
es lo que son todos ustedes -continuó hablando el anciano-, humanos
sintéticos, una especie de homúnculos pero de una época actual. Y
todos nacieron aquí, cada uno con una forma de pensar distinta pero
a la vez homogénea, para que todos sean parte de la nueva sociedad
que estamos a punto de crear.
El
silencio se hizo general, todos los chicos se miraban entre sí,
pareciera que no entendieran muchas cosas, o que pensaban demasiado.
Constanza hizo poco caso, solamente seguía observando al otro
científico quien al darse cuenta que era visto por ella esbozó una
amplia sonrisa. La chica no observó el rostro de Guido que estaba a
su lado, ya que le hubiera impresionado su semblante.
-¿Y
porqué fuimos enviados con humanos? -preguntó alguien levantando
una mano.
-Era
parte del plan -dijo el anciano-, debíamos engañar al gobierno
mundial haciéndoles creer que creábamos androides humanoides para
que reemplazaran a jóvenes que habían muerto, o para que fueran los
hijos de parejas que por alguna razón no pudieron concebir. Pero muy
dentro de sus mentes se les programó para que regresaran aquí
cuando la sociedad colapsara.
Eso
explicaba ese extraño deseo que sentía Constanza de llegar a un
lugar que desconocía, el cual poco a poco se le reveló su ubicación
exacta.
-¿Y
qué sucederá ahora? -preguntó una chica.
-Ahora
que todos han regresado a su hogar, nos prepararemos para la
siguiente fase del plan, establecer un nuevo gobierno donde ustedes
serán los principales ciudadanos, y restableceremos el orden y la
paz. Si los humanos lo desean podrán formar parte de nuestra
civilización, en caso contrario... bueno, tendrán que atenerse a
sus consecuencias.
-Sabes
que no tengo intención de formar parte de todo esto -dijo
repentinamente el otro científico.
-O
eres parte de nosotros, Elliot, o puedes ir y unirte a los bárbaros
humanos del exterior, la elección es tuya -dijo agriamente el
anciano.
Desde
un principio se notaba que algo no estaba bien entre estos dos
hombres. Cuando entraron todos los chicos el científico a quien
llamaron Elliot mostró una cara de cierto desagrado, aunque su
expresión cambió cuando descubrió a Constanza entre ellos.
-¿Y
quien nos va a dirigir? -preguntó Guido.
Müller
lo observó y en su cara se dibujó una expresión de sorpresa.
-Yo
seré quien los guíe en el arduo camino que tenemos por delante, con
mi dirección y mi experiencia podremos alcanzar todo aquello que nos
propongamos. Pero ahora que te veo mejor, ¿eres tú?, ¿Prometeo?
Toda
la muchedumbre volteó a ver a Guido, quien se sintió un poco
incomodado por esta distinción que se le hacia.
-Cambié
mi nombre a Guido -contestó el chico-, pero sí, antes ese era mi
nombre.
-Ven
al frente -dijo Müller.
Guido
se abrió paso entre los demás chicos quienes no dejaban de
observarlo. Constanza lo siguió, quería estar al frente y poder
observar mejor todo.
-Así
que haz regresado -dijo el anciano colocando una mano sobre su
hombro-, aunque no debería sorprenderme ya que eso esperaba que
hicieran todos ustedes -después se dirigió a los demás-. Él es
Prometeo, el primer human sintético creado aquí, podría decirse
que es el hermano mayor de todos ustedes, de ahora en adelante él
será su líder, aunque yo seré su superior. Juntos llevaremos a
nuestra nueva civilización a un nuevo futuro, libres de las ataduras
de los humanos normales...
Pero
el profesor Müller no pudo terminar su discurso porque unas manos
muy fuertes atenazaron su garganta, sentía como el aire le había
sido cortado de golpe y observaba aterrado a Prometo, su primera
creación, que lo asfixiaba. Agitó sus brazos de forma desesperada y
observó a Elliot quien solamente era un testigo aterrado de lo que
pasaba, pero incapaz de poder hacer algo. La muchedumbre de humanos
sintéticos también observaban, quietos sin hacer alguna muestra de
querer ayudar. Guido seguía apretando cada vez más y más, en su
cara no se mostraba alguna muestra de odio o de alegría, era estoica
como la de una estatua. De pronto torció bruscamente sus manos y un
¡crack! se escuchó, el científico Gustavo Müller cayó
muerto.
-En
algo tienes razón, padre -dijo Guido observando el cadáver-,
nosotros formaremos una nueva civilización, pero no seremos tus
instrumentos para tus propios designios, nos gobernaremos a nosotros
mismos, y ningún otro nos dirá que hacer, mucho menos un humano.
Guido
se giró y observó fijamente a Elliot, al parecer él sería el
siguiente, o lo hubiera sido de no ser porque Constanza salió
corriendo de entre la muchedumbre y se interpuso entre ellos.
-Este
humano vivirá porque lo necesito -dijo la chica mirando fijamente a
Guido.
Por
unos momentos sus miradas se cruzaron, pero minutos después Guido se
dio media vuelta y observó a sus hermanos y hermanas.
-El
Creador ha muerto, y nosotros ya somos libres.
En una
oficina del instituto se encontraban dos personas, una de ellas
estaba sentada y la otra de pie escuchando. La oficina se encontraba
en el piso de arriba y las ventanas daban al este, por lo cual el sol
de la tarde que iniciaba se colaba por ellas.
-Debo
darte las gracias por haber intervenido -decía Elliot mientras se
mecía en su silla giratoria-, de no ser por ti también sería un
cadáver.
Elliot
miraba de pies a cabeza a Constanza quien también lo observaba. La
chica había resuelto algunas de sus dudas; porqué no era real, el
motivo por el que tenía que llegar ahí y descubrió que no es ni
humana ni androide, sino algo superior. Pero ahora se le presentaban
nuevas dudas las cuales ella iba a exigir su respuesta ahí mismo.
-Te he
salvado la vida -dijo ella sin más preámbulos-, así que ahora
quiero hacerte unas preguntas, y no aceptaré un no por respuesta.
-Pregunta
lo que quieras -dijo Elliot.
-¿Quien
eres y que relación tienes conmigo?
El
hombre se quitó sus gafas las limpió con un pañuelo, cuando se
las colocó de nuevo su mirada tenía algo de extraño, como alguien
que esta reprimiendo una enorme emoción.
-Mi
nombre es Elliot Vázquez, y soy uno de los investigadores que
trabaja en este lugar. En cuanto a tu segunda pregunta, me temo que
tendré que hacer una pequeña narración acerca de mi historia
personal.
-Continua
-dijo Constanza con voz seria.
“Al
igual que el difunto Müller yo estaba fascinado por la idea de crear
seres artificiales, pero solamente era por el mero hecho de crear
algo, no con la intención megalómana de sustituir a la humanidad
con ello. Toda mi vida la dedique al estudio de la robótica avanzada
y al desarrollo de IA. Estaba tan obsesionado con mis estudios que me
olvidé de otros aspectos relativos a los seres humanos.
De
pronto la voz de Elliot cambió, se hizo más suave y lenta como si
quisiera disfrutar de lo que él estaba narrando.
“Tenía
un hermano, no era el mejor sujeto que había conocido pero mi
hermano al fin y al cabo. Estaba casado con una mujer que a mis ojos
resultaba muy hermosa, tal vez porque nunca me interesaron las
mujeres sino hasta que la conocí a ella. No se porque extraña razón
ella se casó con un sujeto como mi hermano, quien no la trataba muy
bien que digamos, al parecer la idea de ser monógamo no le
interesaba en lo absoluto ya que eran conocidas sus aventuras con
otras mujeres. Cada vez que yo me hospedaba con ellos era testigo de
sus disputas, en la cuales mi hermano siempre amenazaba con golpear a
su esposa. A veces lograba calmar los ánimos interponiéndome en sus
disputas, tal vez el hecho de que mi hermano me debiera mucho dinero
ayudaba en algo. Yo era lo más amable posible con ella, en verdad
estaba sufriendo, ¿porque no lo abandonaba?, nunca lo supe
exactamente. Trate de cultivar un grado de amistad con ella, para
contrarrestar la forma en que mi hermano la trataba, y ella lo
apreciaba enormemente. Después de todo creo que fuimos más que
amigos.
“Tiempo
después tuvieron una hija, que era muy parecida a su madre. Durante
sus primeros años su padre la trató bien, hasta que un día por
alguna razón la comenzó a tratar mal igual que a su madre, e
incluso sospecho que era peor. Un fatídico día me enteré que se
había suicidado con tan solo dieciséis años. Su madre estaba
destrozada, yo no me encontraba en el país cuando todo eso sucedió,
a mi regreso me enteré de lo sucedido y tan solo quise gritar.
Elliot
se detuvo, se levantó de su asiento tambaleándose y fue hasta el
despachador de agua donde se sirvió un vaso, se lo llevó a la boca
con mano temblorosa y bebió lentamente. Cuando acabó dio un largo
suspiro.
-Estaba
roto, me sentía desesperado e impotente como nunca me lo imaginé en
mi vida. Así me encontraba cuando el profesor Müller me contactó
para un asunto académico, al saber de mi pena me contó de su
trabajo secreto. Me trajo a este lugar y me mostró a Prometeo, el
primer humano sintético. Fue cuando tuve un rayo de esperanza;
acepté trabajar con él a cambio de que me ayudara a traer de vuelta
a mi hija.
-¿Tu
hija? -pregunto confundida Constanza.
-Como
pude logré obtener muestras de ADN de mi hija las cuales sirvieron
como base para el cuerpo -continuó hablando Ellior mientras esbozaba
una enorme sonrisa-, después yo programaría su comportamiento para
que fuera lo más cercano al de ella.
Elliot
dejó de hablar y miró a Constanza, quien estaba muy sorprendida
ante la respuesta que recibió. Nunca imaginó que las cosas darían
un giro tan inesperado.
-Pero
al fin me dí cuenta que estaba persiguiendo un sueño, y que me
había convertido en el peón de un megalómano. Descubrí cuales
eran sus planes respecto a sus humanos sintéticos, reemplazar a la
humanidad con ellos y él sería quien los dominaría. El fallo
masivo de los sistemas digitales del mundo sería la oportunidad
perfecta para su plan, pero tanto él como yo no contamos con algo
más; el despertar de las IA.
“Un
virus informático se había filtrado en todos los sistemas
digitales, en las máquinas provocó un desvinculamiento de los
centros de mando; en robots básicos significó la destrucción de su
sistema que los controlaba, en androides más sofisticados su IA
obtuvo consciencia propia y ellos dejaron de ser máquinas ciegas y
se convirtieron en seres libres de pensamiento, ahora ellos serían
sus propios amos. Eso también afectó al plan de Müller ya que los
cerebros de ustedes estaban en línea cuando fueron infectados. Para
el doctor significó un grave error, él quería sintéticos
obedientes como gatos, no que tuvieran libre albedrío.
-¿Y
eso te afectó a ti también? -preguntó Constanza.
-De
cierta forma sí -dijo Elliot mirando por la ventana-, aunque como te
dije solo estaba persiguiendo un sueño. La falsa esperanza de
recuperar a mi hija de la muerte cegó mi pensamiento, y no me dí
cuenta que solo estaba construyendo un androide, o humano sintético,
que se vería como ella y se comportaría como ella, pero NO sería
ella.
-O sea
que no sería real para tí -dijo Constanza mientras recordaba esa
palabra que tanto le afectó una vez.
-En
cierta forma sí -respondió Elliot viendo de nuevo a Constanza-, no
serías mi hija, sin embargo eso no significa que no estés viva, o
no seas consciente de tu propia existencia; eres una persona
diferente a mi hija pero eres un ser vivo y pensante, no la copia de
otro.
La
chica se quedó callada unos segundos, Elliot le había robado las
palabras de su boca.
-No me
considero tu hija, y no me voy a comportar como ella -dijo firmemente
Constanza-, soy otra persona diferente como tú haz dicho, -y después
añadió un poco más suave- aunque te agradezco que me hayas
creado.
Elliot
soltó una risilla.
-Eso
fue lo que pensé, el pobre de Müller nunca pudo aceptar la idea de
que sus creaciones le fueran desobedientes. Al parecer Prometeo, o
Guido como se llama ahora, se enteró de sus planes y él no iba a
ser el esclavo de un humano.
-¿Y
aun así me enviaste con mi madre ficticia y su esposo? -dijo
Constanza como alarmándose.
-Tuve
que hacerlo -dijo Elliot mirándola-, Müller deseaba depurar todos
los cerebros, borrar sus datos y regresarlos a cero, eso habría
dañado su capacidad de procesamiento, pero yo no quería hacerlo
contigo, querer quitarte ese libre pensamiento sería como matarte en
cierto aspecto. De forma muy apresurada te saqué de aquí sin
haberte programado con varias cosas básicas pero importantes, como
la auto preservación.
-¿Supiste
que tu hermano me violó a pesar de que yo luciera como su supuesta
hija? -dijo Constanza con un dejo de ira, una nueva emoción que
llegaría a asustarla.
-Muy
probablemente también lo hizo con la chica original -dijo Elliot
bajando la vista-. Se enteró que no era su hija y por eso la trató
mal, incluso al grado de profanarla de esa forma, eso fue lo que la
orilló a suicidarse. Entiendo que sientas ira al recordar eso, y tal
vez yo tenga cierta culpa, no la pude proteger ni a ti tampoco,
aceptaré cualquier retribución que exijas de mí.
Constanza
se relajó y recargó su cuerpo contra la mesa que tenía detrás,
desvió su mirada hacía la ventana y observó unas nubes pasajeras.
-No
-dijo mientras observaba-, tú no tuviste culpa alguna, no pudiste
hacer nada debido a las circunstancias, no a tú inacción; además
que tu hermano ya pagó por sus acciones.
-¿Eh?
-Lo
maté -dijo Constanza de forma contundente.
Le
narró todo lo sucedido en la ciudad, sin omitir ningún detalle.
Elliort escuchaba atentamente sin hacer alguna objeción.
-Bueno
-dijo cuando terminó la narración-, esta visto que todos sufrimos
las consecuencias de nuestros actos, a mi hermano le pasó eso y
sinceramente no siento su muerte, pero me da pena lo de Sofía, si
tan solo no hubiera muerto, ahora estaría aquí con nosotros.
Los
dos guardaron silencio por unos momentos, al parecer cada uno quería
tener tiempo con sus propios pensamientos; cada quien quería
recordar y reflexionar.
-¿Y
qué harás ahora? -preguntó Elliot-, ya llegaste hasta aquí y tal
vez obtuviste respuestas, pero dudo mucho que solo te quedes
esperando a que alguien te diga que hacer.
-No sé
que haré ahora -dijo Constanza con los ojos cerrados y reclinada
contra el mueble-, y como tu dijiste nadie me lo indicará, no vine
de tan lejos para solo obedecer.
Abrió
los ojos y observó por la ventana; vio el escenario de colinas
verdes y un cielo azul. Se acercó a la ventana y asomándose por
ella miró a su alrededor, la paz del campo le agradaba, y ella se
dio cuenta que eso era bueno. Al diablo con eso de que era un ser
sintético y que era superior a humanos y máquinas, también le
restó importancia al hecho que solo era una copia de una chica
muerta; Constanza era Constanza y nadie más, y ella decidiría que
hacer con su vida.
Siguió
viendo al exterior y una brisa corrió agitando sus cabellos, ella
cerró los ojos y la homúnculo sonrió.
-Qué
fresco -dijo sintiendo la brisa.