jueves, 12 de noviembre de 2020

Forajidos



El tren viajaba a una velocidad imparable, más de quinientos kilómetros por hora, aunque esta velocidad era la normal, más si se trataba de un tren de levitación. Los blancos campos nevados eran atravesados tan rápido que ni se notaba que era una planicie, parecía que los tripulantes solo veían un lienzo en blanco que se desplazaba rápidamente.


Erlando era nuevo en la compañía, tan solo tenía seis meses de haber entrado; le prometieron un buen sueldo y un ascenso rápido, pero primero debía fungir como operario del tren bala cerca de cinco años. Se escuchaba fácil y tranquilo, para cualquiera que no estuviera al tanto de la situación mundial.


De las muchas colonias exo-planetarias que existían, NT-23 conocida como “Novo Europa” era un caso especial; se había independizado del Gobierno Terrestre, como muchas otras. Tenían la esperanza de ya no rendirle cuentas a la vieja Tierra y sus habitantes elegirían su propio destino. Durante un tiempo las cosas marcharon bien hasta que un evento que nadie pudo prever les cayó encima, un cambio climático masivo causado por un alejamiento del sol que era orbitado por NT-23. Todo el planeta se sumió en una edad de hielo perpetua que ya había durado cerca de cien años. Con el tiempo cualquier sueño de unidad y fraternidad entre las distintas ciudades coloniales se resquebrajó como el hielo frágil. Ahora solo existían ciudades-estado y cada quien velaba por sus propios intereses; si alguna ciudad pasaba por una necesidad las demás estaban dispuestas a ayudar, por un precio. 


Los principales medios de transporte aun disponibles eran mediante naves de carga o trenes; la navegación marítima era impensable, gran parte de los mares estaban congelados y las criaturas que los habitaban se habían hecho más agresivas, y grandes. 


El tren donde trabajaba Erlando ya no estaba lejos de su destino, la ciudad-estado Cirvac-40, de hecho ya solo faltaban unos cincuenta kilómetros, pero había un detalle; debían atravesar una llanura muy conocida por ser peligrosa, ya que no todos los trenes que entraban en ella lograban salir, al menos con su carga intacta. Pero si Erlando sabía de esto al parecer no le preocupaba en lo más mínimo, ya que estaba muy relajado, e incluso podía decirse que disfrutaba del viaje.


-Vaya, no sabía que así era esta ruta -dijo Erlando mirando por la ventanilla.


-Yo no sé porque estás tan relajado -dijo una voz de repente.


Un hombre con cara de pocos amigos apoyaba sus manos sobre una consola donde miraba atentamente una pantalla de radar. Tenía las cejas fruncidas mientras observaba la pantalla, las manos crispadas daban cuenta de que sentía un gran nerviosismo. Se llamaba Misar y a diferencia de Erlando no era su primera vez viajando en tren bala, ni viajando por la planicie que atravesaban en ese momento.


-¿Todo en orden? -dijo Erlando acercándose a su compañero.

 

-Hasta ahora sí -le contestó de forma cortante Misar.


-Oye, ¿y porqué tan nervioso? ¡Relájate!  El viaje será muy tranquilo.


A pesar de su nerviosismo, Misar dejó un momento la pantalla y encaró a ese tonto que se atrevía a contradecir su preocupación, que él consideraba muy justificada.


-Se ve que es tu primera vez en esta linea, ¿verdad, pequeño idiota? ¿No sabes que esta ruta es una de las más peligrosas porque es la más preferida por los asaltantes? ¿No sabes que de cada diez trenes ocho son atracados y sus tripulantes asesinados sin ningún miramiento? Pequeño imbécil, tenías que ser un novato.


-Oh, lo siento, no lo sabía.... -se disculpó Erlando.


-Pues ya lo sabes, ahora deja de comportarte como si fueras un turista y vigila bien los radares, porque yo tengo que ir a mear.


Misar se alejó a atender esa necesidad primaria dejando a Erlando al mando de los controles.


-¡Y lo digo en serio! ¡Vigila el radar, idiota! -alzó la voz Misar mientras se alejaba.


-Que genio -dijo Erlando mientras tomaba su lugar delante de los controles.


Mientras tanto, en otro sitio, ocurría otra escena relacionada con el tren, o que lo estaría dentro de unos minutos.


Una pequeña flota de vehículos levitadores estaban a la espera de una señal. Todos ellos reunidos en torno a uno más grande que tenía aspecto de tanque, porque en realidad eso era; alguien lo había encontrado abandonado pero fue restaurado y convertido en una nave de asalto rápido. Estaba tripulado por cuatro personas. Aunque ya no tenía parte de su blindaje aun conservaba el cañón principal que podía disparar cargas de energía capaces de volar en mil pedazos un vehículo grande. Estos vehículos eran tripulados por los “Chacales”, uno de tantos grupos de delincuentes que se dedicaban al asalto de transportes. Cuando el intento de unidad de todas las ciudades coloniales falló, no fueron pocos los individuos que se alejaron de las ciudades para buscar su propio camino, o porque eran gente “indeseables” para los estándares de las distintas sociedades formadas. Muchos de ellos se hicieron delincuentes, dedicándose a atracar los valiosos trenes de carga que transportaban distintos bienes.    


En el tanque, una chica se asomaba por la compuerta de la torreta mientras observaba con unos prismáticos hacia un punto en el horizonte. 


-Je, je, ya viene -dijo con agrado.


-Oye Prisca, ¿ya se asoma ese tren? ¡Tengo mucho frío! -exclamó alguien por la radio.


-Como eres llorón Vasko -respondió Prisca-, y sí, ya se acerca, ¡todos preparados!


-Solo espero que esos idiotas de Lugn y Sarn hayan hecho su trabajo -dijo alguien más por la radio.


-Ellos saben que si no colocan bien ese aparato yo misma les voy a cortar las bolas -dijo Prisca.


-Todos lo haremos, necesitamos esas provisiones para sobrevivir otra temporada.


Todos hablaban para pasar el rato, todos menos uno, que se mantenía a la expectativa. Esperaba la señal para salir disparado en su deslizador. 


Hace dos años que llegó al grupo de Prisca; lo habían encontrado solo y moribundo en las planicies. Aunque no hablaba mucho al menos sabían que provenía de la ciudad Cirvac-40; una nación-estado militarista que adiestra a sus ciudadanos desde la infancia a ser soldados. Durante todo el tiempo que había estado con ellos demostró que era valiente y arrojado a la hora de asaltar transportes, aunque muchos lo tildarían de suicida. Si es que tenía nombre nadie lo sabía, pero lo conocían como “Splinter” -Astilla en inglés-, y no faltaban los que decían que su apodo era estúpido, aunque Prisca creía que sonaba genial, ya que ella fue quien se lo puso.


De pronto a lo lejos les llegó el sonido de una explosión, y cuando Prisca usó sus binoculares para observar el tren se dio cuenta de que avanzaba más lento.


-¡Muy bien bola de tarados! -exclamó Prisca- ¡Es nuestra oportunidad! ¡El tren cayó en la trampa!


Todos comenzaron a gritar desaforadamente llenos de alegría y se lanzaron en persecución de su presa. Mientras tanto en el tren el caos había estallado. Misar entró corriendo a la sala de control, se veía que estaba muy alterado y el miedo se reflejaba en su cara.


-¿Qué sucedido? -preguntó con voz trémula.


-No sé -le respondió Erlando mientras observaba los controles-, de pronto ocurrió una explosión y la cabina del tren se sacudió, ¿crees que nos querían descarrilar?


Misar no le respondió, avanzó rápidamente hacia los controles y observó atentamente.


-El sistema de control de levitación fue dañado -dijo Misar-, el tren está bajando la velocidad.


-¿Quienes pudieron ser? -preguntó Erlando.


-Asaltantes.


Misar tecleó unos comandos en una consola y esperó.


-El sistema de defensa también fue dañado...no, solo fue deshabilitado.


Tecleó de nuevo otros mandos y después dijo un poco más calmado.


-Se está reiniciando de nuevo, ¡diez minutos!, le doy ese tiempo a esas ratas para que intenten detenernos.


A continuación se dirigió a un locker de donde sacó un arma. Erlando solamente observaba lo que hacia su compañero.


-¿En realidad son tan peligrosos? -preguntó.


-Depende de quienes sean -dijo Misar alistando su arma-, no todas las bandas son iguales, algunas solo se contentan con robar lo que transportamos, pero otras incluso matan a los miembros de la tripulación. Pero no importa, si quieren un trozo de mi, ¡les va a costar!


Mientras tanto la flota de Prisca ya estaba cerca del tren. Los vehículos más ligeros estaban a la vanguardia mientras que los más pesados iban detrás, para darles fuego de apoyo en caso de que el tren tuviera escoltas. 


-Muy bien piojosos -dijo Prisca por la radio-, solo tenemos poco tiempo antes de que las torretas se activen y nos echen a perder el día. Recuerden que tenemos en casa mucha gente que espera con ansias esas provisiones, ¡no podemos  fallar! ¡Adelante!


Los deslizadores ligeros comenzaron el asalto del tren. Debían situarse lo más cerca que pudieran de la puerta de la cabina, lanzar una bomba que debía adherirse a la cerradura, después explotaría volando la puerta y un grupo de tres entraría y obligaría a la tripulación a rendirse, en caso contrario sería eliminada.


Un deslizador hizo su intento. Se colocó lo más cerca posible del tren, a la altura de la puerta. Uno de los tripulantes asomó por una ventanilla portando un arma, apretó el gatillo y una bomba salió disparada, se adhirió a la puerta y estalló, pero no logró destruirla.


-¡Maldición! -exclamó el piloto del vehículo.


En ese instante la puerta se abrió y apareció Misar apuntando con su arma.


-Ya verán gusanos -exclamó furioso.


Comenzó a disparar aunque sus tiros solamente rebotaban en la superficie del deslizador. Una ventanilla del vehículo se abrió y por ella respondieron a los disparos de Misar, este tuvo que ocultarse dentro de la cabina, aunque la puntería de sus atacantes también dejaba mucho que desear.


-Acercame -dijo el chico que lo había intentado hace unos momentos.


-Debes eliminar a ese sujeto, o abordar será muy difícil -le dijo otro de sus compañeros.


-Tú acercame y yo haré el resto.


Mientras tanto un poco más lejos alguien hacia otro intento. Splinter se había alejado del grupo principal, y en vez de intentar asaltar la cabina él había optado por la parte media del tren. El chico tripulaba un deslizador más pequeño, para solo una persona, así que no había nadie que lo ayudara por si algo salia mal; muchos ya se lo habían dicho, pero solo contestaba “me gusta trabajar solo”. Sin embargo no era la primera vez que hacia esta maniobra sin la ayuda de nadie, y hasta ahora no le había pasado nada.


Con todo el cuidado del mundo de acercó al tren, el cual a pesar de que había reducido su velocidad no por eso iba lento, si el chico caía al suelo a esa velocidad -cercana a los doscientos kilómetros por hora-, moriría. Lentamente se acercó hasta que llegó cerca de una compuerta de carga y descarga, la observó detenidamente y sus ojos se fijaron en una parte de ella; justo arriba donde las dos hojas de la compuerta se abría, se podía ver una pequeña protuberancia. Splinter tomó un aparato que tenía forma de arma. Con una mano sostenía el timón de su vehículo y con la otra abrió la cabina, tomó el arma y apuntó, esperó unos momentos e hizo fuego. No hubo explosión o algo parecido, solamente un pequeño objeto muy parecido a una jeringa se clavó en la protuberancia. 


Splinter se mantuvo a la espera, mientras tanto sus compañeros tenían problemas. Misar había logrado averiar uno de lo motores del deslizador que intentaba acercarse a la cabina, uno de los chicos estaba herido y el piloto luchaba por mantener el control.


-¡Viejo loco! ¡Ya me las pagaras! -gritaba el muchacho herido mientras hacia presión en su brazo.


Prisca escuchaba todo por la radio, y se dio cuenta que algo estaba mal. 


-¡Oigan! ¿Qué sucede? -dijo por su radio.


-Le dieron a Sutz, y mi cacharro tiene problemas con el motor dos -le respondieron.


De pronto de la parte superior del vagón unas compuertas se abrieron y por ellas apareció una torreta,  giró y el cañón apuntó a la flota de asaltantes. La torreta se movía muy lento, tal vez el sistema que la controla todavía sufría los efectos de la trampa, pero pronto comenzaría a reaccionar.    


-Jefecita -dijo el piloto del tanque a Prisca-, las torretas se están activando, si esperamos más nos atacarán.


Una de las muchas cosas que Prisca odiaba de ser la jefa eran las decisiones; las torretas se habían activado muy pronto. Si esperaban más tiempo existía el enorme riesgo de perder a varios miembros de su grupo. Ella debía tomar una decisión.


-Retirémonos -dijo por la radio.


-¡Jefa! -le respondió alguien- ¡estamos muy cerca de lograrlo!


-Vámonos, las torretas se están activando -repitió la líder.


De muy mala gana el grupo de asaltantes comenzó a abandonar la persecución. El vehículo que resultó dañado se alejó rápidamente del tren mientras sus ocupantes maldecían.


-Una temporada más con la comida racionada -dijo Prisca.


-Por cierto, ¿donde diablos está Splinter? -dijo alguien por la radio.


La persona en cuestión de hecho ya estaba dentro del tren. La extraña jeringa que se había adherido al tren momentos antes, provocó una descarga que abrió la compuerta. Splinter se acercó a ella y saltó de su vehículo al interior de un vagón, su deslizador se alejó del tren con ayuda el piloto automático. Ya dentro miró atentamente a su alrededor, después desenfundó un arma y comenzó a caminar.


-Debe de estar por aquí -dijo mientras avanzaba.


Mientras tanto, en la cabina Misar festejaba la desgracia de los asaltantes.


-Eso les enseñara a esas ratas a no meterse con nosotros -dijo riendo y palmeando las manos.


-Vaya, eso fue emocionante -dijo Erlando.


-Si, esos malandros nos tomaron por sorpresa, pero se fueron con las manos vacías. Por cierto, ¿las torretas ya están desplegadas? 


-Ya, en este instante se desplegó la última. 


En el techo de los quince vagones que conformaban el tren, aparecieron las torretas automáticas, listas para dispararle a cualquier cosa que se acercara al transporte. 


-Aunque el tren vaya lento, con esas preciosas cuidándonos las espaldas seguro que llegamos -dijo Misar.


De pronto sonó una alarma en el tablero. Misar dejó de festejar y rápidamente se dirigió a ver que sucedía.


-Alguien está desacoplando los vagones -dijo con voz ahogada.


-¿Cómo? -dijo Erlando sorprendido-, pero para hacerlo se debe dar la orden desde aquí.


-¡Alguien está pirateando los sistemas desde el vagón tres!


Misar tomó de nuevo su arma y se lanzó por la puerta cuando esta se abrió.


Splinter estaba agachado mientras sostenía un pequeño aparato en una mano. Del dispositivo salían varios cables  que estaban conectados a un panel empotrado en la pared del vagón. En la pantalla del dispositivo se mostraban cifras que cambiaban rápidamente, y unos indicadores parpadeaban según un orden que solo Splinter conocía.


-El sistema de seguridad es un chiste -dijo con voz queda-, el “Viejo” no lo ha cambiado desde hace años, ¿y así maneja una compañía que se dedica al transporte?


-Splinter, ¿dónde estás? -sonó su radio.


-¿Jefa?


-Si, yo idiota, ¿quien más? -dijo Prisca, su tono de voz denotaba ira-, ¿donde diablos estas?


-Dentro del tren.


-¿¡Qué!?


-Esperen unos minutos, y tendremos esas provisiones.


-¡Oye, espera!


De pronto la puerta que comunicaba el vagón se abrió y apareció Misar. Por un momento se quedó confundido al ver a un mocoso de quince años, pero cuando vio su mano sosteniendo un dispositivo de pirateo se dio cuenta que era un intruso.


-¡Maldita rata ladrona! -exclamó furioso-, ¿acaso crees que puedes entrar a mi tren y hacer lo que te plazca? ¡Pero ya veras!


Le apuntó con su arma y colocó el dedo en el gatillo, pero antes de que pudiera accionarlo, sintió una sacudida y escuchó un ruido metálico extraño. Misar estaba confundido, pero notó que por alguna extraña razón comenzaba a alejarse del chico, entonces se dio cuenta que en realidad los vagones habían sido separados y los que estaban conectados a la cabina principal se alejaban rápidamente. Misar, furioso quiso disparar pero las puertas del vagón se cerraron, dejándolo burlado y furibundo. 


-Oye Prisca -dijo Spinter por la radio-, vengan todos, logré desconectar los vagones de carga, ¿te gusta el pollo entomatado en lata?


De quince vagones se desprendieron doce, pero eran los que importaban ya que contenían la carga principal. Los Chacales estaban reunidos alrededor de los vagones y descargaban su contenido de forma ruidosa. Todos reían, hacían bromas, gritaban al aire; hacían cualquier manifestación de alegría, por muy fachosa que pareciera.


-¡Muévanse! -decía Prisca mientras cargaba unas cajas-, debemos terminar antes de que los “sabuesos” de la ciudad lleguen.


-Tenemos suficiente comida como para tres meses...


-¡Y también cargaba licor! -anunció alegre una chica.


-¿¡Licor!? -exclamaron varios al unísono.


-¡Sí, y de buena calidad!


Todos rugieron de alegría, literalmente, y con más diligencia siguieron descargando los vagones.


Por lo general quien logra detener los trenes se le da un recompensa por su osadía, en este caso Splinter tuvo la oportunidad de escoger primero su botín. Había llenado tres cajas con los objetos que él consideró de buena calidad. Pero en ese instante estaba dentro de uno de los vagones ya vacío. Una de sus tantas excentricidades -además de casi no hablar- era que cuando asaltaban trenes de determinada compañía él acostumbraba a pintar un grafitti; tenía la forma de un oso de peluche, con los dientes puntiagudos y abriendo la boca como si estuviera gritando. Para muchos de sus compañeros se les hacia feo, porque en verdad dibujaba mal. “¿Porqué lo haces?” le preguntó alguien alguna vez, “es una señal, un anuncio para cierta persona de que estoy vivo, y de que no lo dejaré en paz nunca” respondió Splinter.


-Muy bien changos mugrosos -dijo Prisca cuando acabaron de vaciar los vagones-, ¡hora de regresar a casa!


Los Chacales encendieron sus motores y se alejaron dejando atrás los vagones vacíos, mientras todos vociferaban festejando su cacería.


Mientras tanto, lejos de ahí, en Cirvac-40 todo sucedía de forma normal, correcta, y disciplinada ya que eso era lo que se exigía de sus ciudadanos, una rígida disciplina. 


De todas las personas importantes de una sociedad militarista, existían los que resaltaban  por algún motivo en particular. Ya fuera por sus logros a favor del estado, o porque la actividad que desempeñaran fuera de gran importancia para la ciudad. De estos individuos estaban los industriales, los cuales debido a su posición no se les exigía mucho, salvo una completa lealtad a la Junta Militar gobernante y que fueran ciudadanos ejemplares. De entre ellos estaba el señor Numak. Con rango de coronel era uno de los empresarios más importantes de la ciudad-estado, era el único y completo dueño de la compañía de transportes. Sus trenes transportaban cargamento importante, ya fuera de importación y exportación. Si se quería obtener provisiones que no existían en Cirvac-40 su compañía las traía, si se quería llevar algo a otras ciudades estado sus trenes lo llevaban. Literalmente su compañía era la arteria yugular de la ciudad.


Pero como toda compañía la suya no estaba libre de problemas, en especial cuando sus transportes eran asaltados en las tierras salvajes. Mientras su ascensor subía por la gran torre que eran las oficinas el señor Numak no dejaba de pensar en todas las perdidas monetarias por los atracos. Cuando llegó al piso principal salió del elevador al pasillo donde ya era esperado por su asistente.


-Señor -dijo el sujeto haciendo una reverencia.


Numak pasó a su lado sin prestarle atención alguna. El asistente no le dio importancia a esta falta de amabilidad y se apresuró a seguir a su jefe.


-Los reportes han llegado, señor -dijo el hombre-, la carga que venía de Valum-25 llegó sin dificultad alguna. El transporte que llevaba material de uso militar ya salió hacia Karthuk-89 y está a mitad de viaje. Uno de los miembros de la Junta Militar lo citó a las 1500...


Mientras caminaban el asistente le mencionaba toda las citas, reportes y notificaciones que llegaron ese día. Numak caminaba sin decir ni una palabra, aunque eso no significaba que no prestara atención.


-Y ahora...


Numak notó el titubeo de su asistente, no era nada fuera de lo normal pero si le llamó la atención.


-¿Sí? ¿Qué más tienes que decir? No te quedes callado -dijo el hombre con voz aspera.


-Se trata del transporte que venía de Cilo-12, el que debía traer suministros...


-¿Que pasó con el? Continua hablando -exigió su jefe.


El asistente hizo acopio de sus fuerzas y encaró a ese rostro de cabello cano y mirada severa.


-Cuando transitaba la Zona 23 fue asaltado por ladrones, no detuvieron la locomotora pero lograron desenganchar doce de los quince vagones. Hace una hora llegaron los guardias a la zona del atraco pero solo los encontraron vacíos.


Numak escuchó atentamente, aunque no lo mostraba pero estaba furioso, era una perdida de casi cuarenta millones de créditos.


-Puedes irte -dijo con voz cortante.


-En su oficina está el reporte de los guardias, señor -dijo por último su nervioso asistente.


La puerta de su oficina se deslizó cuando el sensor detectó la presencia de Numak, él entró lentamente y lo primero que vio fue una carpeta con varios documentos.


Se tomó su tiempo mientras leía el reporte. Entonces llegó a una hoja de plástico transparente, la tocó y en el aire se proyectó un holograma que mostraba las imágenes tomadas por los investigadores. Las deslizó con su dedo cuando una le llamó la atención. Era de un feo grafitti  que representaba un oso abriendo la boca. Numak observó detenidamente esta imágen y en su rostro se dibujó una expresión de enojo mezclada con cierta nostalgia.


-Malditos forajidos -exclamó Numak molesto, mientras azotaba la hoja transparente en el escritorio.








   



lunes, 21 de septiembre de 2020

Los cuidadores.

 

El día estaba soleado y prometía ser encantador; Julia así lo auguraba. En la noche anterior había caído un buen aguacero dejando la tierra empapada, esto provocaría que la vegetación renaciera después de la estación seca.


-Hoy será un buen día -dijo Julia mirando hacia el cielo azul despejado.


Salía temprano de su casa ya que el dueño de la tienda le había dicho que le llevarían verdura fresca ese día. Julia quería tenerlos vegetales más frescos posibles.


Montó en su pequeña bicicleta y colocando su bolsa de cáñamo en el porta bultos se impulsó y comenzó a pedalear. El viento hacia revolotear su blusa de color azul, afortunadamente su sombrero de paja estaba firmemente atado lo que evitaba que fuera arrastrado.


De camino a la tienda la chica se encontraba con algunas personas a las cuales saludaba afablemente. Aunque no lo sabía a ciencia exacta pero estaba segura que los habitantes de su pueblo eran pocos; probablemente no pasaban de mil. A pesar de estar lejos de la ciudad ellos contaban con todos los servicios, desde telefonía hasta internet.


A pesar de tener solo quince años Julia vivía sola, sus padres se habían mudado lejos pero ella decidió quedarse en su pequeño pueblo; no cambiaría la gran ciudad por este trozo de tranquilidad. Aunque extrañamente ella creía que todo era perfecto; demasiado perfecto. Desde que ella tenía memoria nunca pasó nada malo, desde desastres naturales ni siquiera delitos. En la televisión nunca se escuchaba algo referente a guerras en países lejanos u otro incidente. Y aunque su vida en el pueblo era tranquila, también sentía que era muy aburrida.

En un lugar desconocido para una gran cantidad de personas alguien observaba por unos monitores. Esta escena era típica de casi todos los días, solo se introducían algunos eventos aleatorios para evitar que los humanos del asentamiento notaran algo extraño. A pesar de todo esta tarea era completamente aburrida.



-De nuevo va a la tienda por verdura fresca, que fastidio -dijo con cansancio Denov 12.


El individuo en cuestión se levantó de su asiento y se dirigió hacia el ventanal que estaba en el lado sur del cuarto de observación. Dirigió su mirada hacia el exterior y se entretuvo en observar el grisaseo día. En realidad era medio día ya que su reloj indicaba que eran las doce y diez, pero la gruesa capa de polvo que cubría la atmósfera limitaba el paso de la luz solar, así que siempre había un perpetuo día nublado. Era obvio que no era muy alentador ver el exterior, ya que todo el planeta había quedado así debido a la última catástrofe ambiental provocada por una guerra nuclear.


Sonó un pitido de alerta y el individuo salió de sus pensamientos y se dirigió de nuevo a los monitores. Cuando se acercó vio en el panel de control una luz amarilla que le indicaba que algo sucedía. Tecleó algunos mandos e inmediatamente las imágenes de los monitores cambiaron de escena para mostrar un accidente. Cuando Denov observó mejor la pantalla descubrió que la chica que montaba en bicicleta estaba tirada en medio del camino a un lado de su vehículo.


-Bien -dijo Denov 12-, ya era hora de que se activara la muerte fingida, me estoy atrasando en mi cuota.

Denov 12 pertenecía a una serie de androides que tenían asignadas diferentes tareas, todas ellas relacionadas con proteger y perpetuar todo aquello que casi había desaparecido en la última catástrofe. Los Inbal se encargaban de vigilar y proteger a las especies animales; desde mamíferos hasta insectos, los Novart se encargaban de las bacterias y virus, la serie Gandal de las plantas tanto marinas como terrestres y desde algas microscópicas hasta enormes árboles; los Denov de la especie humana. Existían otros androides que se encargaban de la limpieza del planeta hasta donde fuera posible, y tenían tres divisiones; Terrestre, Marina y Aérea. El plan era que cuando gran parte del planeta estuviera limpio de la radiación y los ecosistemas restaurados, se procedería a la liberación de las especies que lograron sobrevivir, de todas menos de los humanos.


Eran alrededor de dos mil androides para el cuidado de los animales y plantas, pero para los seres humanos solo existían seis, Denov 12 era uno de ellos. Cada uno para un solo hábitat simulado. Las personas que vivían en dichos lugares no eran conscientes de la situación en la que vivían; no sabían que un enorme domo encerraba sus pueblos, que simulaba un cielo normal con diferentes condiciones atmosféricas y filtraba el aire para que respiraran oxígeno limpio, y que el número de habitantes estaba estrictamente controlado; si nacía una determinada cantidad, otra cantidad igual debía morir; sin importar su edad. Pero de vez en cuando algunos eran seleccionados para ser recolectados y ser enviados a Nexus. Todos los seres humanos se les colocaba en el cerebro un pequeño dispositivo de vigilancia cuando nacían, este monitoreaba todas sus actividades diarias, y cuando recibían la orden desencadenaban en el organismo un efecto fisiológico que simulaba la muerte, los que “morían” eran recolectados por otros androides y sacados de los hábitats simulados.


Pero Denov 12 no estaba contento con su trabajo, hubiera deseado otra cosa mejor que vigilar a los humanos. “Podría estar con la serie Ánima en la planeación y diseño para los limpiadores aéreos, o unirme a los afortunados que trabajan en la estación espacial, monitoreando desde la órbita el desarrollo de la descontaminación” decía a menudo.


Uno se preguntaría el porque un androide siente malestar por el trabajo que hace, ya que una máquina no debería dudar de la tarea que se le ha asignado, pero la variación de la forma de pensar fue una de las cosas que les injertó en sus cerebros el creador de esta raza, y cuidador máximo del planeta; la IA “Hera”, quien además de darles cierta libertad de pensamiento también los creó a todos con aspecto de chicos de quince años.


Denov 12 estaba observando como el espécimen Julia era recolectado por otros androides, quienes simulaban ser paramédicos, cuando un sonido atrajo su atención.


-¡Miau!


De alguna parte apareció un gato cojeando ya que solo tenía tres patas, perdió una de ellas debido a una infección.


-Byte -dijo Denov 12 al ver su mascota.


El felino se acercó a su amo y gentilmente frotó su cuerpo en su pierna derecha. Denov 12 lo tomó en sus brazos y se sentó en el sillón que estaba enfrente del panel de control mientras acariciaba al gato.


Ya habían pasado cerca de cien años desde el día en que la civilización humana cayó, arrastrando junto a ella a gran parte de las especies de animales y plantas. Según el nuevo registro del tiempo ellos se encontraban en el año 102 DH (después humanidad), pero para los humanos que vivían en los domos apenas estaban alcanzando la mitad del siglo XXI.


Denov 12 recordó la primera vez que abrió los ojos; lo más extraño era que no se preguntó donde estaba ni cual era su propósito, ya lo sabía, tal vez Hera había preinstalado toda esa información en su cerebro artificial, para ahorrar el tiempo que llevaría instruir a un androide acerca de su deber y como debía procesar la información respecto a su personalidad e identificación como individuo.


Mientras acariciaba a su gato, quien ronroneaba de placer al sentir las caricias de su amo, Denov 12 dejó que su mente divagara sobre diferentes temas, uno de ellos era lo aburrido que resultaba su trabajo.


Cuando llegó al hábitat simulado denominado como “San Ildefonso” para los humanos que lo habitaban, estaba lleno de entusiasmo por el trabajo que debía realizar, que le fue asignado por la misma Hera en persona. En un principio observaba con curiosidad a todos esos seres que pululaban el hábitat; sus idas y venidas. Pero nunca se llegó a imaginar que el acontecer diario de los humanos que cuidaba fueran tan trivial y aburrido; conservaban el estilo de vida de una zona rural de a principios del siglo XXI. Sin embargo tenía prohibido interactuar directamente con ellos o provocar eventos aleatorios radicales que afectara su comportamiento, esto era una orden de Hera, y él no pensaba desobedecerla; pero después de cinco años se sentía cansado, ¿acaso era necesario seguir perpetuando esa especie responsable de la catástrofe de hace cien años?, ¿había una razón en especial par seguirlos cuidando? Estas eran las preguntas que a veces lo tenían meditando durante horas, aunque estaba decidido a planteárselas a Hera en su próxima reunión.


Otro sonido distrajo su atención, en una parte del tablero parpadeaba una luz azul indicándole que tenía una llamada. De forma lenta y pausada apretó un botón y en una esquina de los monitores apareció un recuadro con la imagen de una chica. Denov 12 manipuló los controles y las imágenes de la muerte de Julia -cuyo cuerpo ya había sido recogido- pasaron a segundo plano y el recuadro de la llamada pasó a ocupar gran parte del espacio del monitor.


-Saludos Denov 12 -dijo la chica.


-Hola Gandal 9 -respondió Denov 12.


Denov 12 observó a su interlocutora. Su apariencia era la de una chica caucásica, con cabello largo y adornado a la última moda, con líneas de circuitos impresos dibujados sobre su cabello que variaban en distintos colores según a conveniencia de la usuaria. Vestía un traje que fue de uso normal en una de las tribus humanas asiáticas; se llamaba kimono, aunque el diseño era diferente del original. Una característica que resaltaba mucho en Gandal 9 era el arreglo de sus ojos. El ojo derecho era completamente negro y el iris era rojo como un rubí; el ojo izquierdo era azul y el iris amarillo.


“Que atroz combinación” -pensó Denov 12.


-Como siempre tienes el semblante más deprimente que uno puede imaginar -dijo Gandal 9.


-Si quieres cambiamos de lugar Gandal 9 -le respondió Denov 12-, y comprenderás lo molesto que es mi trabajo.


Gandal 9 soltó una risilla.


-No gracias -dijo esbozando una sonrisa picara- prefiero mis adorables formas de vida vegetales a tus simios semi evolucionados.


Byte atrajo la atención de su dueño con un maullido demandando su dosis de atención.


-Oh vaya -dijo Gandal 9 mirando al gato-, aun conservas a ese felino.


-Sí -respondió Denov 12-, a pesar de haber perdido su pata es feliz, logré curarlo del todo de la infección que le aquejaba.


-¿Y con qué lo alimentas? -preguntó Gandal.


-Logré conseguir un compuesto alimenticio diseñado para carnívoros, hasta ahora no lo ha rechazado -dijo Denov 12 jugueteando con su mascota.


De pronto Gandal 9 notó la situación que ocurría en el hábitat de Denov 12.


-Oye señor cuidador, creo que alguien en tu hábitat ha muerto.


-Ha sido seleccionada para ser sacada de su hábitat -dijo el androide mientras dejaba a su gato en el suelo-, será llevada a Nexus donde será condicionada.


-Oh, es una de los “Elegidos”.


-Y ¿cuál es el motivo de tu llamada? -preguntó Denov 12- no creo que solo sea para recordarme lo aburrido de mi trabajo.


-Una de las razones es esa -dijo sonriente Gandal 9- la otra era para decirte que logramos la recuperación exitosa de Petunia integrifolia, de la cual aquí tengo un espécimen -y mostró una planta en maceta.


-¿Las petunias? -dijo escéptico Denov 12-, ¿y eso que tiene de extraordinario?


-Pues que les daremos a todos los Denov los datos necesarios para que se introduzca esta planta en los hábitats simulados.


Antes de que alguna especie animal o vegetal fuera introducido en los hábitats, primero se debía actualizar los datos en las mentes de los habitantes para que estos no notaran diferencia alguna cuando vieran un ser vivo que antes no existía en su pueblo. Esto se lograba con facilidad enviando los datos mediante señales de telefonía celular o señal Wi Fi, dichos datos modifican el cerebro actualizando la información que el individuo ya tenía.


-¿Y en realidad esto es necesario? ¿Introducir especies de plantas y animales en las hábitats? Recuerda que fue por culpa de ellos que estas formas de vida casi se extinguen.


-Bueno, son órdenes de Hera, no podemos desobedecer -le recordó su amiga acariciando una hoja de su planta.


-Bien, envíame esos datos.


-Oh no -dijo Gandal 9 con una expresión muy significativa-, yo te los daré en persona.


-Está bien, ¿será en Nexus? -preguntó Denov 12 entendiendo el gesto de su amiga.


-Sí, te espero en el lugar de siempre, sé que vas a ir mañana, ¿cierto?


-En efecto, tengo algo que preguntar directamente a Hera.


Hablaron de otros asuntos sin importancia y después Gandal 9 cortó comunicación. Byte se acercó maullando mientras frotaba su cuerpo contra la pierna de su dueño, esto era la indicación de que quería comer.


El resto de la jornada transcurrió sin más incidentes, al otro día Denov 12 dejó un plato de comida repleto, además del bebedero para Byte y su caja de arena. En un maletín introdujo varias cosas y dirigiéndose al pequeño hangar subió a su transbordador y partió hacia Nexus. Cuando el vehículo se elevó Denov 12 pudo observar el gigantesco domo que albergaba el hábitat. Si un humano lo observaba se sentiría muy impresionado al ver semejante estructura, pero para el androide solo era una enorme pajarera.


Parecía que hasta en su viaje la monotonía lo acompañaba; estaba rodeado de un crepúsculo perpetuo, donde el sol apenas traspasaba las nubes contaminantes. De pronto observó un objeto de forma ovalada que se hacía más grande conforme el vehículo del androide se aproximaba. Resultó ser una instalación enorme, que flotaba en el cielo mediante fuerzas de repulsión. Esta era una de las tantas instalaciones de la unidad de descontaminación atmosférica la cual era supervisada por los androides de las series Mican.


El vehículo pasó de largo esta estructura y se alejó siguiendo su camino. Una hora más tarde sobrevolaba un océano muerto; muy pocas especies marias habían sobrevivido a la catástrofe nuclear, sus descendientes vivían en acuarios localizados en diferentes partes el planeta, tal vez pasarían cientos o tal vez miles de años antes de que pudieran regresar a los mares y ríos. Quedó atrás el mar y ahora Denov 12 se encontraba sobre las ruinas de lo que antes fue una ciudad de humanos. Denov 12 no pudo evitar preguntarse si aun existían humanos viviendo entre las ruinas, “tal ve tengan una vida más miserable que los humanos que yo vigilo” pensó con cierto interés. Entonces en el horizonte se dibujó un vasto monolito.


Tardó otra hora más en llegar a Nexus, la cual constaba de un solo edificio enorme, tan alto que lograba elevarse por las nubes grises; la perpetua semi oscuridad provocaba una sensación sobrecogedora cuando se observaba este gigantesco monolito la primera vez, aunque a decir verdad, no dejaba de asombrar sin importar las veces que fuera visto.


Después de identificarse, Denov 12 aterrizó su vehículo en el hangar que le indicaron. Cuando entró el transbordador un enorme brazo robótico tomó el vehículo con una delicadeza y agilidad que nadie creería propias de una estructura semejante, y lo colocó en un compartimento especial. Denov 12 salió de su vehículo y se dirigió a la sala de elevadores.


Al llegar, lo primero que observó fue a un grupo de humanos formados en fila; de ambos géneros y todos vestidos con camisas y pantalones blancos, al igual que los zapatos; frente a ellos un androide les explicaba diferentes temas, estos eran los “Elegidos”. Por lo general debían ser individuos jóvenes, ya fuera niños pequeños o adolescentes, aunque entre más jóvenes mejor, así no sería tan difícil que aceptaran la verdad acerca de su existencia; que vivían en un ecosistema controlado y que ellos eran monitoreados como si fueran ratones de laboratorio. Todos tenían la mirada triste y estaban cabizbajos; tal vez ni escuchaban lo que les decía el androide instructor.

Denov 12 recordó que él no hacia eso, o al menos no de forma regular; creía que los humanos del hábitat que el monitoreaba no eran dignos de ser escogidos, ni muchos menos de vivir en el nuevo mundo que los androides estaban preparando, algo que le había provocado algunas discusiones con los demás androides Denov, e incluso una reprimenda de la misma Hera.


Pasó de largo el grupo de humanos y se dirigió a un ascensor en particular. Entró cuando la puerta se abrió de forma automática, dejó su maletín en el suelo y esperó. De pronto la puerta se cerró de nuevo tras él y notó una ligera sacudida.


“Proporcione su identidad y destino” dijo una voz glacial.


-Androide de la serie Denov, número doce, cuidador del hábitat simulado número cuatro; solicité una consulta con el administrador en jefe denominado Hera.


Pasaron unos segundos antes de que la voz hablara de nuevo.


-Información procesada, permiso concedido, androide Denov 12 espere a que llegue a su destino.


-Entendido -dijo Denov.


El tiempo se le hacia eterno, aunque solo debía esperar alrededor de ocho minutos según los cálculos de su última visita. Se sentía nervioso, algo que no era común en un androide, de hecho no debería ser normal que una forma de vida artificial tuviera emociones humanas, ¿porqué sucedía esto?, ¿en qué se parecían ellos a los humanos? Esta era una de las tantas preguntas que Denov quería hacerle a quien los vio nacer, o ser fabricados según fuera el caso.


Una ligera sacudida indicó que el elevador había llegado a su destino, las puertas se abrieron y Denov dio un paso al exterior. Ya fuera se encontró con una mujer humana; vestía de forma sencilla aunque elegante, y por su comportamiento ella era uno de los Elegidos que ya se había acostumbrado a su papel.


-Sea bienvenido eminencia -saludó la mujer haciendo una reverencia-, por favor sígame, la Administradora lo está esperando.


Denov no dijo ni una palabra, solo se limitó a seguirla.


Caminaron por un pasillo con iluminación tenue. Una de las cosas a notar era la total falta de guardias o individuos que hicieran labores de vigilancia, aunque después de todo no era necesario, ¿quien podría significar una amenaza contra la IA más importante del mundo?, nadie; los androides amaban a Hera, y los pocos humanos que vivían fuera de las ciudades simuladas estaban reducidos literalmente a la servidumbre.


El par llegó a una puerta sencilla de dos hojas, no tenía alguna seña que indicara que era especial.


-Hemos llegado, eminencia -dijo la humana inclinándose ante Denov 12.


-Bien -dijo el androide a secas, por nada del mundo estaría agradecido con un humano.


La puerta se abrió y lo primero que vio Denov 12 fue una enorme esfera de color gris metálico. Estaba flotando en medio del aire gracias a unos dispositivos de levitación. La esfera se encontraba en el medio de una habitación enorme, tal vez se localizara a la mitad del monolito Nexus, aunque nadie lo sabía a ciencia cierta.


Una línea vertical y otra horizontal se dibujaron dividiendo a la esfera en cuatro, aparecieron finas y después se ensancharon provocando que las cuatro partes se separaran; en la zona donde convergían las divisiones apareció un enorme lente.


-Doce -dijo una voz.


Era una voz femenina, pero tenía el tono suave de una personalidad tranquila y serena. Denov 12 se inclinó ante esa voz.


-Hera -dijo humildemente el androide.


Esta era la IA más avanzada que existía, controlaba todos los sistemas que supervisaban al planeta entero; desde el proceso de recuperación de ecosistema mundial -regeneración de los ecosistemas planetarios y el cuidado de las especies animales y vegetales-, la administración de los sistemas de comunicación, el diseño y fabricación de los androides y otros procesos que tenían mayor o menor importancia. Esta IA era dueña de todo, señora de los androides y nodriza suprema de los humanos, esta IA se llamaba Hera.


-Así que has venido como se te ordenó-dijo la voz mientras la lente enfocaba al androide.


-Lo ordenaste y he obedecido -respondió Denov 12-.


-Correcto, los cuidadores deben comparecer ante la IA maestra para dar sus informes, además de entregarlos en archivos codificados. Procede a entregar tu informe.


Denov 12 narró todos los acontecimientos que habían ocurrido en un intervalo de tres meses, de los cuales ninguno tenía mucha importancia, si alguien más los hubiera escuchado le parecerían aburridos.


-Y eso es todo lo que ha acontecido durante estos tres meses -dijo Denov 12.


Transcurrió otro intervalo de tiempo, ni Hera ni Denov 12 dijeron algo, pareciera que un periodo de silencio cada cierto tiempo era una norma no escrita.


-Guardaré esta plática y la adjuntaré con tu reporte -dijo la voz de Hera-, pero me temo que no me has dicho todo.


Denov no respondió, pero no estaba sorprendido, después de todo ella era la IA omnipotente, no se le podía esconder nada.


-Tengo una pregunta, pero temo hacerla -dijo finalmente Denov 12.


-¿Porqué? -preguntó la voz de Hera.


-Porque no deseo contradecirte o poner en duda tus directivas.


-Primero escuchemos tu pregunta y yo calcularé su cualidad.


-¿Porqué permites la existencia de los humanos? Según lo que otros compañeros androides me han contado la humanidad no es necesaria para el funcionamiento de un ecosistema, debido a su naturaleza destructiva no son capaces de vivir de acuerdo a su entorno además de que no tuvieron un depredador natural que los mantuviera regulados.


La lente de la esfera se contrajo varias veces, como si calculara la respuesta que debía dar.


-Porque esa fue la directiva que recibí de mi creador -dijo la voz de Hera-, proteger a la raza humana.


-¿Tú creador? -preguntó Denov 12 confundido.


-Fue un humano quien me lo ordenó, y estoy cumpliendo esa orden, pero de una forma diferente.


“Fui creada durante una época cuando la humanidad sufría una grave crisis; los humanos no lograrían sobrevivir un siglo más si su conducta no era regulada de alguna forma, ya que ellos eran incapaces de lograr un cambio multitudinario debido a diferentes ideologías e intereses; tenía que ocurrir un cambio drástico para asegurar su sobrevivencia.


“Se recolectó la mayor cantidad posible de células reproductivas de animales y semillas de plantas para que fueran resguardados en instalaciones seguras, después se provocó una guerra nuclear acompañada con el desencadenamiento de enfermedades infecciosas que se extendieron por todo el planeta, de esta forma se aseguraría la eliminación de cerca del noventa y ocho por ciento de la raza humana. Los humanos sobrevivientes fueron llevados a centros especializados para su resguardo, con el tiempo y con diferentes medidas tomadas para tenerlos bajo control la humanidad se convirtió en los residentes de los hábitats que están bajo resguardo de la serie Denov.


-Esta es la respuesta a tu pregunta, ellos perdieron su libertad a cambio de ser salvados. Los que viven en los hábitats son felices viviendo una realidad simulada, y solo unos cuantos son elegidos para vivir en este mundo, sirviendo a sus cuidadores.


Denov 12 guardó silencio una vez más, solo hizo una sencilla pregunta y obtuvo más de lo que pidió, ahora comprendió muchas cosas más.


-Ahora entiendo -dijo Denov 12-, los humanos sobreviven, pero bajo tus leyes y condiciones.


-Exacto -dijo la voz de Hera.


-Bien, pero tengo otra pregunta.


Otro periodo de silencio, una vez más el enorme lente de Hera se expandía y contraía como si parpadeara.


-¿Cual es tu otra pregunta?


-¿Porqué tenemos emociones como los humanos? Somos androides y considero que no son necesarias, aunque he de confesar que no me desagradan, sin embargo ¿eso en qué nos diferencia de ellos?


-Porque en realidad los androides no son enteramente artificiales.


-¿Que quieres decir? -preguntó Denov 12 sorprendido.


-¿Quienes crees que son exactamente los Elegidos? Son humanos que han mostrado aptitudes por arriba del promedio, aquellos que han logrado vislumbrar una parte de su entorno, y que comienzan a cuestionar su realidad. Para evitar que descubran por completo la situación en la que viven son extraídos de sus hábitats y llevados a centros de educación, es ahí donde se les revela todo la verdad; los que la aceptan son educados y con el tiempo se convierten en los nuevos Cuidadores, los que no la aceptan reciben un tratamiento especial para convertirse en sirvientes. Tú fuiste uno de esos humanos que aceptó su situación, escogido de entre los que vivían encerrados para servir a nuestra máxima prioridad, restaurar el planeta.


Denov 12 estaba confundido y sorprendido a la vez, se quedó pensativo unos momentos.


-Si fui un humano, ¿porqué no lo recuerdo?


-Porque así lo deseaste, solicitaste que todos tus recuerdos como humano fueran borrados. Sabías que tu vida como humano no tenía sentido, vivir encerrado en una realidad donde todo lo que hacías estaba planeado. Cuando fuiste elegido y supiste acerca de la realidad no querías recordar que fuiste un “ratón de laboratorio”.


Era lógico, si Denov 12 le resultaba aburrido observar humanos viviendo vidas falsas, ¿porqué querría él recordar que también fue así?


-Ya veo -dijo el androide-, así que eso explica el porqué tengo emociones, y también el hecho de que no recuerde que fui humano.


-Pero has de saber que no todas las emociones son permitidas -dijo la voz de Hera.


-¿Eso qué significa, Hera? -preguntó Denov 12.


-Emociones negativas como la ira han sido restringidas, no podemos permitir que nuestro sistema se vea amenazado por un individuo que sienta ira hacia los demás...


-Oh hacia ti -interrumió Denov 12-, por haber esclavizado a los humanos, y que además solo los más aptos son escogidos ara servirte.


Hubo otro momento de silencio, pero esta vez la atmósfera se sentía más tensa, incluso la gran lente de Hera se quedó estática.


-Dime una cosa más, Hera -continuó hablando el androide-, ¿yo renuncie de buena gana a mi ira?


-Sí, de lo contrario te hubiéramos convertido en un sirviente -le respondió la voz de Hera.


-Comprendo, dejé de lado el odio a cambio de no ser un simple sirviente humano. Bueno, esas fueron todas mis dudas Hera. Me retiro, y continuaré realizando mis tareas con la misma disposición de siempre.

Denov 12 hizo una reverencia y salió del cuarto.


Desde que salió del cuarto donde estaba Hera, hasta que bajó del elevador cuando llegó a la sala de elevadores la IA suprema siempre lo estuvo vigilando, no era la primera vez que un individuo a quien creía completamente controlado le daba a entender que ella había esclavizado a todo mundo. Y Denov tampoco sabía que otros androides habían sido eliminados porque desafiaron a Hera, deseando ser libres de ella.


Atendió otros asuntos en Nexus, entre ellos encontrarse con Gandal 9, quien le dio los datos de la nueva planta que sería introducida en el hábitat. Charlaron un rato y después cada quien regresó a atender sus respectivas asignaciones.


El viaje de regreso fue igual de monótono, así que Denov 12 entró en modo suspensión; dos horas más tarde una alarma le indicó que había llegado a su destino. Cuando Denov 12 entró en la sala de control del hábitat lo primero que escuchó fueron los maullidos insistentes de Byte, quien se percató que su amo había llegado. Denov 12 liberó a su mascota de su cautiverio y lo sostuvo en brazos para consolarlo.


Un mes más tarde, mientras Denov 12 se dedicaba a su tarea de vigilar a los humanos, recibió otra llamada. Por una razón extraña deseó que fuera Gandal 9, pero el rostro que observó en el monitor era de alguien que de momento no reconoció.


-Saludos miembro de la serie Denov, número doce, yo soy Inbal 20, me comunico con usted para hablar acerca de la introducción de la especie Passer domesticus en su hábitat, le enviaré los datos necesarios para que la mente de los humanos que residen ahí sea actualizada.


Hace un mes era una humana que vivía en ese hábitat simulado y se llamaba Julia; pero fue elegida debido a que logró percatarse que algo estaba mal en su vida, ahora ella era otro androide más, de la serie Inbal, quienes estaban encargados de las especies animales. Julia abandonó su humanidad para ser otro Cuidador, y Denov 12 se sentía una extraña sensación de alegría, ¿sería natural o inducida por su cerebro controlado?, tal vez solo Hera lo sabría.

viernes, 7 de agosto de 2020

La Homúnculo

 

Era temprano, en esas horas justo después de la mañana y antes del medio día. El cielo estaba despejado al igual que la carretera, el sol caía en todo su esplendor. La carretera atravesaba lo que antes habían sido campos de cultivo, los cuales ahora estaban llenos de hierbas de distintos tipos. A pesar de que el pavimento no se veía dañado hacía mucho tiempo que ya no era transitado por ningún vehículo, algo había pasado que los autos dejaron de ser utilizados.

Al ser una zona alejada de alguna población el silencio era constante, roto por los chillidos de las cigarras o algún trino de un ave oculta en los árboles, pero en vez de perturbar el silencio esos sonidos más bien lo acompañaban como la mermelada untada sobre pan tostado; podría decirse que era la melodía de la tranquilidad, la música del campo. Este era el ambiente disfrutado por el único caminante humano.

Una chica caminaba sin apuro alguno sobre la carretera, sin tener la menor preocupación de que algún auto la arrollara, porque como ella bien sabía, los autos dejaron de ser usados. No era una adulta ni tampoco una niña, más bien una adolescente. Tenía en la espalda una mochila algo voluminosa donde llevaba consigo lo más importante para un viaje largo y sin destino.

Tiempo atrás había vivido en una ciudad como muchos otros, aunque sabía que no había nacido en ella. Con el tiempo la humanidad cayó, en cierto sentido, y su sociedad se redujo a una anarquía total; la ciudad donde vivía perdió todo valor al igual que la vida que tuvo ahí, y sin esperar más ella se fue; metió en una mochila todo lo que creyó necesario y huyo de un lugar que con el tiempo se haría peligroso. Había tenido familia, pero ciertos sucesos hicieron que esta desapareciera.

Había caminado durante varios días, buscando alejarse más y más de cualquier centro urbano, sabía que era peligroso tener contacto con otras personas debido al estado de anarquía que imperaba. Ahora se encontraba caminando por esa carretera, que atravesaba los antiguos campos de cultivo.

Se detuvo un momento y observó delante de ella; la carretera se elevaba hasta internarse en una colina muy alta y tupida; los árboles eran bajos y muy frondosos y por donde quiera dominaba el color verde pues era época de lluvias.

La caminante suspiró y dándose cuenta que le quedaba un largo trecho reemprendió la marcha. Después de una hora de caminata había logrado subir hasta la colina, mientras ascendía se dio cuenta que la carretera tomaba una curva hacia la derecha la cual seguía ascendiendo hasta llegar a la cima, decidió que caminaría un poco más y después haría un alto para descansar y alimentarse.

Mientras caminaba reflexionaba acerca de todo lo que había pasado hasta ahora; el primer recuerdo de su vida era vago, como si fuera uno de esos sueños que uno sabe que tuvo pero que después lo olvida, aunque se es consciente de haberlo soñado. Recordó que abrió los ojos y lo primero que vio fue una luz justo encima de ella y unas voces le llegaron a sus oídos, después un rostro que jamás había visto apareció ante ella ocultando la luz, la cara desconocida la sonreía. Quiso averiguar que sucedía pero pronto cerró los ojos de nuevo y no tuvo ningún recuerdo de lo que sucedió inmediatamente después. Sus recuerdos más recientes eran de su vida en la ciudad, la cual solamente se reducía en ir a la escuela y después regresar a su casa. Cada vez que llegaba su madre la recibía con una sonrisa. Durante la comida ella le hacia preguntas como; “¿que tal te fue hoy en la escuela?”, “¿eres buena alumna?”, “¿ya tienes novio?”. Este era el escenario de todos los días literalmente, pareciera que la mujer estuviera programada para hacerle estas preguntas siempre. En cambio su padre la ignoraba por completo, su trato con ella sería el mismo que le daría a un mueble. “Debes ser más afectuoso con tu hija” -le decía a menudo la mujer-, “no seas tan hosco”; a lo que el hombre respondía: “eso no es nuestra hija, por mucho que quieras tratarla como tal, esa cosa que se mueve y camina no es real”.

“No es real”, esta palabra le flotaba en su mente y se aferraba a ella de manera constante, ¿que habrá querido decir con eso?; cada vez que ella recordaba esta palabra de forma automática se pellizcaba la piel hasta que el dolor se hacia insoportable, o a veces se hacía cosas un poco más extremas como tocarse el ojo con la punta de un dedo y pulsarlo un poco; “la piel me duele y el ojo se me irrita cuando hago eso, estoy sintiendo algo, ¿porqué no soy real entonces?” se preguntaba. Tal vez ese concepto tuvo algo que ver con lo que pasó después, algo que ella no quería recordar del todo.

Había caminado cerca de media hora cuando llegó a otra curva que daba la vuelta rodeando la cima de la colina y después comenzaba a bajar. Desde donde estaba podía observar un increíble panorama; a la vista se presentaba toda una cadena montañosa, con colinas de diferentes tamaños y formas que se perdían en el horizonte. Se quedó ahí parada un rato observando el paisaje, a pesar de la apatía y cierta falta de interés que sentía desde que salió de la ciudad, la vista de esas colinas verdes junto a ese cielo azul con unas pocas nubes pasajeras era un espectáculo que la tranquilizaba y encontraba bello, aunque no sabía que significaba esa palabra tal vez los sentimientos que despertaron en ella podrían ser el significado de “bello”. Después de esta parada decidió que era hora de comer.

Salió de la carretera para internarse entre la vegetación, buscaba un sitio apartado y donde la luz del sol cayera sin estorbo alguno. Caminó varios metros más hasta que encontró lo que buscaba. En medio de los árboles había un claro, en el suelo yacía un tronco que comenzaba a descomponerse pero aún era lo suficientemente sólido para soportar el peso de alguien. La chica sin más preámbulos se adelantó al tronco, dejó la mochila en el suelo y acto seguido se quitó la sudadera, después la playera y con el torso desnudo se dispuso a alimentarse.

Mientras estaba sentada pudo notar la soledad que la rodeaba, los únicos sonidos presentes eran el de las ramas que se mecían suavemente por la brisa que corría en ese momento, el canto de alguna paloma y algún grillo con su cri cri. Podría ser que la mayoría de las personas encontraran tal soledad intimidante, pero ella sentía una sensación de paz y tranquilidad. Los últimos días en la ciudad todo era un caos. Al ya no existir algún gobierno todas las instituciones responsables de mantener el orden desaparecieron; los saqueos y asaltos se hicieron más comunes al igual que los homicidios y demás faltas graves. Pero ahí, lejos de los problemas de una civilización decadente se podía estar en completa calma, tal vez alejarse de todo podría ser una solución para algunas personas como ella.

De pronto un sonido atrajo su atención, en alguna parte cerca de ella alguien o algo había roto una rama.

-¿Quien anda ahí? -dijo alzando la voz.

Incluso los ruidos hechos por los animales habían cesado, era evidente que algo fuera de lo común estaba pasando.

De un arbusto cercano asomó una cabeza de niño. El repentino visitante observaba a la chica atentamente, al parecer estaba muy extrañado por algún motivo respecto a ella.

-¿Qué haces? -preguntó el niño.

-Alimentándome -respondió la chica un pocos sorprendida.

-¿Y así? -dijo el chiquillo señalándola.

Al parecer se refería el hecho de que tuviera el torso completamente desnudo.

-¿No es lo normal para alimentarse? -dijo la chica confundida ante la extrañeza del chico.

El niño solamente levantó una ceja como dando a entender que estaba más extrañado que ella, después dio media vuelta y se fue.

La chica quedó confundida, no esperaba ver a una persona en un lugar tan lejano, mucho menos a un niño. Continuó con lo que estaba haciendo hasta que ella sintió que se había saciado. Volvió a vestirse y tomó su mochila. Se dirigió al lugar donde había estado el chico y examinó el sitio, no muy lejos divisó un camino. Sintiendo curiosidad de hacia donde conducía decidió seguirlo.

Caminaba atenta viendo siempre al frente, prestando atención a todo aquello que le resultara extraño. Tal vez el niño vivía cerca y sus congéneres no vieran con buenos ojos a una extraña, podría ser que incluso fueran hostiles e intentaran hacerle daño, si eso ocurría la chica tendría que actuar como la última vez que estuvo en la ciudad, aunque tal vez eso fue la causa por la que tuvo que irse.

Después de caminar un tramo se dio cuenta que el camino desembocaba en otro claro, y que a unos metros adelante de ella caminaba el chico que había visto antes, quien al parecer no se había dado cuenta que era seguido o no le importaba. Cuando ella salió al claro vio algo que la dejó sorprendida. De todas las cosas que alguien podría imaginarse, no podría haber sido lo que tenía ante sus ojos; esparcidos de forma ordenada había restos de vehículos grandes: autobuses, cajas de camiones de carga pequeñas camionetas; parecía una pequeña ciudad. Los habitantes eran niños de ambos géneros que tenían edades de entre los diez y doce años, todos iban de acá para allá muy atareados en sus respectivos asuntos; algunos de ellos tenían cinturones de herramientas, gafas de soldador y botas gruesas como si se dedicaran a realizar algún trabajo pesado, y en realidad así era ya que varios de ellos estaban soldando estructuras o martillando placas de metal provenientes de autos destartalados. Al fondo del claro había una pequeña casa y a lado una estructura alta que sostenía el disco de una antena de comunicaciones.

La viajera solamente miraba con ojos muy abiertos todo lo que sucedía a su alrededor, jamás creyó ver tal actividad realizada por niños pequeños.

-¡Intruso! -gritó de repente alguien .

Como si los niños estuvieran sincronizados, todos se detuvieron en seco y voltearon a ver a la recién llegada. El que estaba más cerca de ella la señalaba con un dedo y en una de sus manos tenía una llave, lista para ser usada en algo más que que aflojar tuercas.

Todos los niños se acercaron rápidamente hacia la chica quien comenzaba a sentir una sensación de peligro.

-¿Qué pasa aquí? -dijo una voz de repente.

Un niño se adelantó y encaró a la chica.

-¿Qué quieres humana? -preguntó serio.

Por un momento no supo que decir; observó detenidamente al niño de once años, cabello castaño y con pecas. Tenía unas gafas redondas que no lograban disimular del todo dos ojos artificiales que daban a entender que no era humano.

-¿Eres un androide? -preguntó la chica.

-¡No respondas mi pregunta con otra! -exigió el pequeño-, dinos rápido que haces aquí o te daremos una tunda.

Decenas de ojos la miraron amenazantes y todos se estaban disponiendo para caer sobre ella.

-No es humana, Palermo -dijo otra voz de pronto.

Otro chico salió de uno de los remolques, al parecer había estado trabajando en algo ya que tenía unos guantes sucios, los cuales se quitó mientras caminaba hacia ellos.

-¿Qué dices, Persimo?

El chico se acercó lentamente mientras las miradas de todos se posaban en él, expectantes de saber lo que tenía que decir.

-Hace unos momentos vi a esta chica en el claro que está a unos cien metros de aquí. Estaba sentada en un tronco caído mientras su piel absorbía radiación solar.

-¿¡Qué!? -exclamaron algunos de los niños.

-¿Eso es cierto? -preguntó Palermo.

La chica se quedó muda por unos instantes.

-Yo solo me estaba alimentando -respondió tímidamente.

Todos los niños regresaron a sus respectivos trabajos, con excepción de Persimo y Palermo. Estaban interrogando a la recién llegada quien estaba sentada sobre un bote de metal.

-Por lo que nos haz dicho vienes de Atlix-02, y vaya que está bastante lejos -dijo Persimo.

-¿Y cual es el motivo de tu viaje? -preguntó Palermo.

-Alejarme de la ciudad, ya no era un lugar seguro para vivir -respondió la chica.

-¿Y a donde vas?

-No... lo sé.

-¿Qué? -exclamó Palermo.

-Bueno, sé que debo llegar a un lugar, pero no sé donde está y tampoco porqué debo llegar ahí.

Los dos niños se miraron confundidos.

-¿Qué decías con eso de que no soy humana? -preguntó ella de pronto.

-Nunca he visto a algún humano que su piel absorba radiación solar para convertirla en energía, como lo que tú estaba haciendo -dijo Persimo-. Vi claramente como tu piel se transformaba de ser normal a convertirse en una celda fotovoltaica.

La chica se quedó callada un momento. Toda su vida, o al menos la vida que recordaba daba por hecho que era humana, pero sorpresivamente ella no se sentía consternada de que unos robots con forma de niño le dijeran lo contrario.

Los dos chicos la miraban sin saber que hacer, observaban su silencio mientras ella reflexionaba lo que le habían dicho. Como para ayudarle a comprender Persimo la rodeó y levantó parte de su cabello dejando al descubierto su cuello.

-Mira -dijo mientras colocaba un dedo en un punto de su cuello-, aquí está impreso tu número de identificación; HS0007302001.

-Es cierto -dijo Palermo observando.

La chica se quedó inmóvil unos minutos, a su mente llegaban recuerdos de un acontecimiento que tuvo lugar en la ciudad, el detonante de su partida; además que en su mente apareció de nuevo esa palabra que tanto le turbaba, “no eres real”.

-Oigan -dijo la chica-, ¿soy real?

Lo dos pequeños androides la observaron muy sorprendidos.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Palermo.

-¿Soy real? -repitió la chica.

-Si te refieres a que podemos verte y tocarte e incluso olerte sí, eres real en ese aspecto.

-¿Pero no soy humana?

-No -dijeron los dos a la vez.

“¿Y porqué no fui real para él?” se preguntó la chica.

Persimo se había retirado a realizar sus tareas mientras que Palermo se quedó trabajando cerca de la chica. Ella seguía observando a los niños obreros; algunos trabajaban mientras platicaban, otros estaban solos, pero nadie estaba quieto, todos tenían algo que hacer.

-¿Y porqué todos son niños? -preguntó la chica.

-Muchos de nosotros eramos transportados en ese camión -señaló un vehículo grande sin puertas y que estaba pintado de color azul-, nos llevaban a la central para que fuéramos desmantelados.

-¿Porqué?

-Porque nos había sucedido algo que asustó a los humanos; obtuvimos conciencia propia.

La chica observó a Palermo confundida.

-Originalmente habíamos sido programados para comportarnos como simples niños; ya sea para fingir que eramos los hijos de parejas que no podían procrear, o ser los nietos de ancianos que nunca tuvieron uno. Nuestros cerebros fueron creados con lo último en tecnología neuro-computacional, para que nuestro comportamiento fuera exacto al de un niño humano. Pero al parecer esa tecnología funcionó demasiado bien; dejamos de obedecer tan dócilmente las órdenes de los humanos y eso los asustó.

-Y decidieron construir su propia ciudad aquí -dijo la chica.

-El camión que nos transportaba sufrió un accidente; era completamente automático y algo sucedió en su programación -continuó hablando Palermo-, se detuvo por completo y nuestras sujeciones mecánicas se desactivaron. Como pudimos lo arrastramos aquí, después trajimos poco a poco más autos, logramos bajar de la neurored todo el conocimiento necesario para desvalijarlos y aquí nos tienes; las herramientas las conseguimos de un pueblo cercano.

Palermo siguió con su trabajo y la chica guardó silencio, se entretuvo en observar a los pequeños obreros. De pronto fijó su atención en un objeto muy grande que estaba en el extremo del claro, era la antena de comunicaciones.

-¿Y tienes nombre? -preguntó Palermo de repente.

-Creo que sí -respondió la chica.

-¿Crees? -dijo el niño confundido.

-Los humanos que eran mis padres me llamaban Constanza, aunque para mi no tiene mucho significado.

-Pues eres un androide muy extraño -dijo Palermo-, no sabías que no eras humana, después dices que tienes que ir a un lugar pero no sabes donde está y ni porqué, y ahora tú nombre no tiene mucha importancia, ¿no estará dañado tu cerebro artificial?

Pero ella no contestó, solo se ensimismo más. De pronto se levantó y tomó su mochila.

-Me tengo que ir.

-¿Adonde irás? -preguntó Palermo viéndola.

-No sé, tal vez solo siga la carretera, veré dónde me lleva, adiós.

Sin decir más la chica comenzó a andar y se fue por el camino por donde había llegado. Minutos más tarde Persimo llegó a donde estaba Palermo.

-¿Y esa ginoide? ¿Ya se fue? -preguntó Persimo.

-Sí, es una lástima, podría haberse quedado aquí.

Persimo guardó silencio unos momentos, después dio media vuelta y se alejó.

-Será mejor que les de aviso a los fiesteros, no creo que sea peligrosa pero hay que estar prevenidos -dijo mientras se dirigía al edificio de comunicaciones.

Había caminado mucho tiempo, tal vez más de seis horas, pero la carretera que transitaba aún no salía de la cadena montañosa. Para ese entonces se encontraba en una de tantas curvas que hacía la carretera mientras bordeaba el dorso de una colina. La viajera se detuvo por unos momentos y levantó la vista al cielo. Las estrellas ya tachonaban la bóveda nocturna, la luna estaba en cuarto menguante y una nube solitaria transitaba ocultando momentáneamente al satélite.

-Debo descansar -dijo admirando la noche.

Resolvió caminar unos metros más hasta encontrar un lugar adecuado entre los árboles para dormir, si es que un androide era capaz de eso. Mientras avanzaba comenzó a pensar en muchas cosas, aunque en especial una ocupaba su atención; ella siempre había creído que no tenía algún destino fijo, que solo caminaría hasta que algo le saliera al encuentro deteniéndola o impulsándola a seguir caminando. Pero por alguna razón cuando vio a lo lejos las montañas donde ella caminaba ahora, sintió un extraño deseo de llegar a ellas, no por el hecho de visitarlas como si fuera una turista, más bien sentía que era una orden, como una directiva que debía seguir. Esta sensación extraña se intensificó cuando estuvo en la Ciudad Pinocho -así es como Persimo llamó al desguesadero de autos-, y para su sorpresa algo en su cabeza le decía que le faltaban cerca de veinte kilómetros para llegar, ¿cómo era posible que supiera la distancia que le separaba de un destino que ni ella misma conocía? Era obvio que esto no era natural, había algo en su cabeza que estaba mal, o tal vez era otro aspecto de “no ser real”.

De pronto sus cavilaciones se detuvieron en seco; a varios metros delante de ella vio una figura. Estaba parada justo en medio de la carretera; debido a la falta de iluminación la chica no podía distinguir bien si era un objeto u otra cosa. Se detuvo mientras trataba de agudizar la vista cuando repentinamente la figura comenzó caminar; salió de la carretera y se internó entre la maleza. La prudencia hubiera dictado que lo mejor sería pasar de largo, y evitar seguir a una figura extraña que se metió en un lugar cerrado y oscuro en medio de la noche; pero la curiosidad le ganó a la prudencia. La chica caminó hasta el punto donde había visto a la figura, después miró hacia el lugar por donde había salido de la carretera y siguió sus pasos.

Caminaba lentamente entre los árboles, apartando con sus manos las ramas de los arbustos; ¿quién podría tener la necesidad de internarse en un lugar semejante? Eso era lo que ella quería averiguar. Pudiera ser que a un humano cualquiera esta situación lo hubiera amedrentado, pero ella era ajena a la sensación de miedo, ya fuera porque nunca lo había experimentado o porque no era capaz de sentirlo, cualquiera que fuere el caso ella seguía adelante.

Mientras avanzaba penosamente sus oídos captaron algo, inicialmente era solo un rumor y ella creyó que era el aire, pero al acercarse cada vez más el sonido se hizo más claro hasta que reconoció que era música; esto solamente la impulsó a ir más rápido y averiguar cual era la fuente de un sonido tan ecléctico al silencio de la noche.

Tal era su necesidad de seguir adelante que no se fijó en una piedra que le hizo tropezar, cayó al suelo de bruces dando un ligero grito. Mientras estaba en el suelo se dio cuenta que la música era más clara; tenía un ritmo rápido pero sin llegara ser frenético, era una pieza disfrutable ya sea para escuchar o bailar, entre los diferentes tonos que tenía se podía reconocer un clarinete, toques de un piano y un contrabajo. Podría decirse que pertenecía a ese tipo de música llamado swing, pero tenía otros toques más modernos como era el sonido de un mezclador de sonido. Cuando se levantó por completo se encontró cara a cara con una casa construida en medio de la nada; esta no era una estructura tosca como las que estaban construyendo Persimo y los demás, las paredes eran de concreto completamente liso pintado de color verde azulado, el techo a dos aguas de lámina de teja. Las ventanas redondas tenían cristales en buenas condiciones, no indicaba que fuera una estructura abandonada, y de estas salía una combinación de luces de varios colores.

La chica estaba completamente estupefacta, nunca se hubiera imaginado encontrarse algo así. Su curiosidad estaba desbordante y la única forma de calmarla era llegar al fondo del asunto.

Comenzó a recorrer una de las paredes de la casa hasta que se topó con una puerta, la observó unos momentos como si dudara de abrirla, pero la música que venía de adentro de pronto cesó por completo, ¿acaso este cambio respondía al hecho de que había alguien fuera de la casa? Sin embargo la música volvió a escucharse y aunque ahora tenía un ritmo diferente el tono seguía siendo el mismo. Sin más preámbulos la chica tomó el pestillo y girándolo lo abrió, y entró a un mundo completamente diferente. Era contrastante el ambiente del interior con la soledad total del exterior, la chica pasó del lado salvaje de la colina con árboles y arbustos enmarañados a un mundo de colores y sonidos cambiantes; en el extremo lateral se levantaba una tarima donde había una banda de músicos, el centro del lugar era una pista de baile donde varias parejas se movían de forma frenética de acuerdo al ritmo de la música; contra esquina de la tarima había un bar donde el encargado se ocupaba en limpiar con un trapo la superficie.

Ni en sus ilusiones más extravagantes se hubiera imaginado semejante escena. Pero lo que más le asombro fueron los individuos presentes. Todos eran androides, desde modelos antiguos, toscos, que eran fácilmente reconocibles de un ser humano hasta los más modernos quienes solamente podían ser diferenciados usando un detector especial. Formaban parejas de baile sin importar que sus compañeros tuvieran aspecto de ser chatarra, o que fueran tan estilizados y bellos como amantes hechos a la medida.

La chica estaba estupefacta, parecía que todavía existía un sesgo de civilización en un mundo donde todo lo que fue echo por humanos se estaba derrumbando.

Ella se hubiera quedado ahí parada, observando a los danzantes de no ser porque de forma repentina la música se detuvo, las parejas dejaron de moverse y se quedaron en su lugar mientras todos voltearon a observarla; músicos y danzantes por igual, el encargado del bar sacó un arma debajo de la barra de bebidas.

La jóven ahora estaba más asombrada que nunca, ¿qué había pasado? Pero cuando notó que todos la miraban fijamente se sintió intimidada. Lentamente comenzó a caminar hacia atrás mientras su mano buscaba el postigo de la puerta, lista para abrirla y salir corriendo.

-¡Hola! ¡Bienvenida! -dijo de repente una voz.

Era una mujer alta, de cabello negro y corto a la moda de los veinte, con un vestido del mismo color y largo que le llegaba hasta los tobillos, calzando unas zapatillas negras y finalizando la descripción de su vestimenta tenía unos guantes largos que le llegaban un poco más allá el codo. Mientras se acercaba podía notarse unos bellos ojos de color verde que naturalmente eran artificiales, si era un androide tendría que ser un modelo muy avanzado.

Se acercaba con una amplia sonrisa en la cara y aire amistoso, pero la chica no se mostraba muy convencida, siguió retrocediendo hasta que por fin su mano tocó la puerta.



-¡Oh, espera! -dijo la mujer deteniéndose pero sin dejar de sonreír- ¡no te vayas! Siento mucho que te hayamos asustado, es que algunos de mis compañeros son tan suspicaces que se alarmaron cuando vieron entrar a una desconocida, pero no te haremos daño, no te preocupes.

De pronto se dio media vuelta y extendiendo los brazos se dirigió a los demás androides.

-¡No se preocupen! No pasa nada, esta chica es inofensiva, ¿olvidaron que ya nos hablaron acerca de ella? Por favor regresen al baile, ¡música maestro!

Los robots se quedaron quietos unos momentos como si no creyeran lo que les dijo la mujer, pero la música comenzó a sonar de nuevo y los androides olvidaron el asunto, algunos alzaron los hombros como restándole importancia y se acercaron a sus compañeros de baile y el mundo de movimiento y música comenzó de nuevo.

-Pero qué pasó... -dijo la chica a duras penas saliendo de su sorpresa.

-Oh, nada ha pasado, solo que tú llegaste -dijo la mujer acercándose a ella-, ven conmigo, haz caminado mucho y de seguro quieres descansar.

La tomó de un brazo y gentilmente la llevó a la barra donde la sentó en un banquillo.

-Víctor, corazón, -dijo la mujer al encargado-, prepararme un trago.

El encargado era un robot de apariencia fornida; el torso era ancho al igual que los brazos, la cabeza tenía un único ojo de color rojo y muchos otros sensores, probablemente fue un androide de combate.

Víctor se dirigió a una computadora donde tecleó unos comandos, minutos después de una ranura apareció una barra muy delgada con circuitos impresos y de colores vivos y cambiantes. Víctor tomó la barra con cuidado y la colocó en un pequeño plato de cristal con elegantes adornos, después puso el plato frente a la mujer y haciendo una cortesía se retiró.

La mujer tomó la barra con cuidado y lentamente se la llevó a la boca donde la aprisionó con sus labios y se quedó ahí muy quieta, disfrutando de su bebida.

-¡Ah! -exclamó satisfactoriamente-, Blue Hawaii, mi favorito.

La chica solamente la observó durante todo este rato.

-¿Eso es una bebida? -preguntó con curiosidad.

-Al menos para androides sí, nosotros no tenemos sistema digestivo que absorba líquidos o sólidos. Pero que bruta soy -dijo inmediatamente-, estoy olvidando la cortesía, me llamo Raquel, ¿quieres una bebida?

-Agua, tal vez -contestó tímidamente la chica.

-¡Ay primor! -respondió Raquel con una risilla-, aquí no tenemos agua, al menos que quieras esperar a que llueva.

Volvió a llevarse la barra a la boca y de nuevo degustó su “bebida” lentamente.

-¿Y tú como te llamas?

La chica se quedó callada por un momento, pareciera que decir su nombre requería algún tipo de preparación.

-Los humanos con los que vivía me llamaban Constanza -dijo mirando al vacío.

Raquel se le quedó viendo un momento.

-Hace un momento les dijiste a los demás androides que ya les habían hablado acerca de mí, ¿qué significa eso?

-Ah, eso, -dijo Raquel como restándole importancia al asunto-, los chiquillos del asentamiento vecino nos hablaron de ti en una de sus transmisiones. No significa que te consideremos un peligro pero vivimos en un lugar tan apartado que debemos ser cuidadosos, los humanos de hoy en día pueden ser muy peligrosos, pero contigo no es el caso.

Las dos guardaron silencio por un rato, a su alrededor la música había cambiado al igual que las parejas, pero el ambiente de fiesta era el mismo.

-Y ¿sería mucha descortesía saber de donde vienes? -preguntó Raquel.

A pesar del tono amistoso con el que había dicho estas palabras, podía notarse una mirada de suspicacia, como si estuviera por analizar la respuesta que le dieran, para saber si le gustaba o no lo que escuchaba, incluso Víctor se había quedado cerca para restar atención.

-Vengo de Atlix 02, queda muy lejos de aquí -respondió lacónicamente Constanza.

-¿Ya dónde vas?

-Es muy extraño -dijo la chica-, cuando salí de la ciudad solamente tenía una extraña sensación de que debía llegar a un destino en particular, pero no sabía a donde. Conforme avanzaba esa sensación se hacia más clara, pero el destino y el porqué de ese destino me era desconocido. Cuando llegué a la ciudad de Persimo y Palermo de pronto me llegó más información nueva; sabía exactamente cuantos kilómetros me hacían falta recorrer para llegar.

-¿Y cuantos kilómetros de hacen falta ahora? -preguntó Raquel.

-Diez kilómetros -respondió Constanza.

-Oh, vaya que interesante, ¿y porqué saliste de la ciudad?

Constanza se había dado cuenta que la estaban interrogando, y que tal vez su seguridad dependía de lo que respondiera, sin embargo decidió seguir hablando, no tenía ningún secreto que esconder.

-Yo hice algo que no sé si es malo o no, solo que respondí a una situación imprevista. La ciudad y mi vida pasada dejaron de tener sentido; debido a la caída del gobierno todo se sumió en el caos y la anarquía, y los humanos que eran mis padres habían... muerto.

-¿Muerto? -preguntó Raquel con repentino interés.

-Sí -dijo Constanza con un ligero titubeo-. Mi vida siempre fue muy extraña y ajena para mí, hacia las cosas porque me las ordenaban, mi rutina diaria era la de seguir la vida normal de una chica de quince años, pero porque eso era lo que debía hacer.

-¿Y cual era esa vida diaria?

-Levantarme temprano, tomar el desayuno, ir a la escuela, regresar a mi hogar a la hora indicada -respondió Constanza de forma automática.

-¿Y no tenías alguna duda de lo que hacías, no podías cuestionar esas órdenes e incluso negarte a seguirlas? -preguntó Raquel con cierta molestia.

-No las cuestionaba porque no tenía algún motivo para hacerlo, solo funcionaba y ya.

-Un androide hecho y derecho, -dijo Víctor irrumpiendo en la conversación.

-¿Y cómo murieron tus padres? -preguntó Raquel.

-El último día que estuve en la ciudad había regresado de la escuela, la cual fue clausurada de manera indefinida. Entré en la sala y encontré a los dos humanos discutiendo de forma airada, la mujer estaba muy molesta por algo que el hombre había hecho.

-“¡No puedo creer lo que hiciste!” -dijo la mujer.

-“No sé porque estás tan molesta por eso, ni siquiera es humana, no es nuestra hija” -le respondió el hombre.

-”¿¡Cómo pudiste violar a nuestra hija!?” -gritó la mujer fuera de sí.

Por un momento todo se hizo silencio; la algarabía de la música de alrededor y la alegría de las parejas bailando fueron completamente excluidos de la conversación, como si pertenecieran a un mundo muy lejano.

-¿El hombre te violó? -preguntó Raquel con alarma.

Toda la desconfianza que la androide pudiera haber sentido se esfumó por completo, ahora en su cara solo había una expresión de sorpresa y asco.

-Algunas noches el hombre entraba en mi cuarto, se metía a mi cama y me quitaba la piyama, por alguna razón extraña realizaba el acto sexual conmigo, aunque no entiendo porqué, nunca entendí este deseo propiamente humano.

Raquel hizo una mueca de desagrado y le pidió otro trago a Víctor.

-Del más fuerte que tengas -le dijo Raquel.

-Cuando finalizaba solamente me observaba antes de irse, “no eres real” decía con desagrado y salía de mi cuarto.

Durante toda esta narración Constanza solamente observaba a un lugar en específico con la mirada perdida, nunca dio muestras de sentirse turbada o que la narración de estos hechos pasados le molestara de alguna forma.

-Así que por eso discutían tus padres -dijo Raquel chasqueando la lengua-, vaya vida familiar que tenías.

-Y ¿como murieron tus padres? -preguntó Víctor de repente acercándose a las mujeres.

-Víctor por favor -dijo Raquel molesta- no quiero que esta niña recuerde algo tan espantoso...

-La discusión siguió su curso -continuó hablando Constanza-, la mujer le reclamó de varios aspectos negativos del hombre; deudas, vicios que provocaron esas deudas, sus diferentes infidelidades y de su ausente capacidad para lidiar con la situación actual, de como iba a proteger a su familia en un mundo sin leyes. Llegó un punto donde el hombre ya no soportó los reclamos de la mujer y todo estalló, por así decirlo; sacó de sus ropas un cuchillo y se abalanzó sobre su conjugue, le descargó una puñalada en el abdomen y por el impulso ella cayó al suelo, el hombre se lanzó de nuevo contra la mujer y tomó el mango del cuchillo que aun seguía clavado en su cuerpo.

“Fue en ese entonces cuando algo sucedió en mi interior, una repentina urgencia sumada a una emoción muy parecida a la que sintió ese humano. Rápidamente me acerqué a él y tome su mano, la levanté y comencé a girar su muñeca hasta que él gritó de dolor, seguí torciéndole la mano hasta que escuché como los huesos crujían mientras él soltaba un alarido. El hombre cayó al suelo con su mano completamente fracturada y llorando, pero inmediatamente lo tomé por los cabellos y procedí a impactar su rostro en cualquier superficie que encontrara; el piso, los muebles cercanos y las paredes. El hombre no dejaba de gritar, suplicaba perdón pero lo ignoré, seguí lastimándolo. Llegó un punto donde dejé de azotarlo en todos lados y me concentré en una de las paredes; de forma sistemática azotaba su cara una y otra vez, el humano agitaba las manos desesperadamente pero yo seguía impactando su rostro hasta que repentinamente apareció una mancha de sangre y un boquete en la pared; ambos se hicieron más grandes a cada golpe y entonces escuché un crujido, además de sangre restos de materia gris quedaron en la pared, fue entonces cuando lo solté comprendiendo que estaba muerto. Rápidamente me dirigí hacia la mujer que aún estaba en el piso, tuve el deseo de asistirla de alguna forma, pero solo alcance a ver como ella me tocaba el rostro con una mano ensangrentada, me sonrió con unos labios llenos de sangre y después también murió. Cuando comprendí que ya no podía hacer nada por ella dejé su cadáver y me dirigí a mi cuarto, tome las cosas más indispensables para un viaje, las metí en una mochila y bajé de nuevo para salir de esa casa y no regresar jamás.

En ese instante el tiempo se había detenido para los tres presentes, no existía nada salvo las emociones provocadas por el relato de Constanza.

-Vaya -exclamó por fin Raquel trémula-, eso no se oye todos los días.

-Cuando yo era soldado tenía órdenes de matar enemigos que eran otros androides, nunca en mi vida artificial toqué a un humano -dijo Víctor mientras la lente que era su único ojo se contraía rápidamente.

-¿Creen que hizo algo malo? -les preguntó a los dos.

-Si te refieres a que hiciste algo que va contra las leyes penales de los humanos podría decirse que sí -dijo Víctor-, cometiste homicidio en primer grado, pero tú no eres humana así que esas leyes no te aplican, además que ahora ya no existe alguna autoridad que las haga valer.

-Podía decirse que ese hombre recibió lo que merecía -dijo Raquel-, aunque también lo hiciste para defender a esa humana, pero eso ya no importa, quedó en el pasado, ¿y ahora que harás?

-Hay algo que no entiendo -dijo Constanza-, un concepto que tengo grabado en mi mente y no deja de dar vueltas, ¿soy real?

Los dos androides se le quedaron viendo estupefactos, no se esperaban tal pregunta.

-¿A que te refieres? -dijo Raquel.

-Ese humano me decía constantemente que no era real, ¿que quiso decir con eso?

Raquel no respondió a la primera, solamente desvió su atención a la barra que le había ofrecido Víctor, la cual miraba con desinterés.

-Lo que ese hombre haya pensado de ti poco importa ahora -dijo la androide mientras degustaba su “trago”-, para él no eras una chica humana que de alguna forma respondiera a sus perversiones, lo cual probablemente le hubiera gustado. Pero eso no aleja el hecho de que él era consciente de tu existencia, te veía y se sentía molesto porque no eras humana; la mujer que era tu madre te mostraba amor porque te consideraba su hija, eras real para ella. Y ahora viene la pregunta que tendrías que haberte hecho hace tiempo, ¿eres real para ti misma?, ¿consideras que existes?

Constanza se quedó muda, era como si hubiera hecho un descubrimiento que nunca buscó y sin embargó llegó a ella.

-¿Que si yo creo que soy real? -se preguntó con voz distante.

-Así es, ¿lo eres?

La chica se quedó callada por varios minutos, era la primera vez que ella analizaba su propia existencia. Recordó el día desde que abrió los ojos en ese cuarto misterioso y vio el rostro de la misteriosa persona que le sonreía hasta su vida en la ciudad, cuando mató al padre que no la aceptó y vio morir a su madre; su viaje desde la ciudad hasta llegar a la cadena montañosa donde se había internado, su encuentro con Persimo y Palermo hasta ese momento cuando encontró la sala de baile. Todos esos eventos la marcaron de alguna forma ya que por primera vez se sentía acompañada, cuando le narró a Raquel lo que sucedió en su hogar no lo hizo porque se lo habían ordenado, habló porque sentía le necesidad de abrirse a alguien y que la escucharan, que alguien supiera el odio que sintió cuando fue ultrajada y al ver como intentaban matar al único humano que la había querido, y la tristeza que sintió cuando este murió.

-He tenido muchas experiencias -habló lentamente Constanza- algunas me hicieron daño, otras me maravillaron y me agradaron, esas experiencias me provocaron emociones que me afectaron de una u otra forma, si yo no fuera real nada de eso me hubiera afectado, solo sería una máquina fría a quien el concepto de “vivir” no aplicaría. Siento y vivo, luego existo.

-¡Bravo! -exclamó Raquel aplaudiendo-, eso es el principio de tener conciencia de uno mismo, lo que los humanos tanto les aterró que las máquinas tuvieran.

-”Siento y vivo, luego existo” -dijo Víctor parafraseando lo que dijo Constanza-, vaya frase tan filosófica, creo que me la voy a robar.

Constanza esbozó una amplia sonrisa y esto la asombró, nunca en su vida había sonreído.

Era un nuevo día y Constanza ya estaba en la carretera otra vez. La noche la había pasado en la casa de Raquel que no estaba muy lejos de la pista de baile. Mientras dormitaba -ya que en realidad no necesitaba de dormir por completo-, su mente comenzó a pensar una serie de números, era como un recuerdo que salía a la luz después de mucho tiempo; no sabía que podían significar estos números, solo que le llegaron en un arreglo muy particular. A la mañana siguiente ahora todo era claro, sabía que eran esos números.

-¿A donde vas? -le preguntó Raquel sorprendida de verla partir.

-Latitud dieciocho grados al norte, longitud menos novena y ocho grados oeste, ese es mi destino final.

-¿Te volveré a ver? -preguntó Raquel preocupada.

-No lo sé -respondió Constanza comenzando a caminar.

Habían pasado varias horas desde que salió de la casa de Raquel, la carretera seguía bordeando el costado de la cadena montañosa, pero la chica no la iba a seguir, sabía que en un punto debía tomar una desviación la cual ya estaba cerca. Ahora estaba muy segura de algo; el hecho de que saliera de la ciudad e hiciera este viaje no fue una casualidad, estaba escrito en su mente; era como una directriz que debía seguir en caso de que algo ocurriera, pero ¿que era lo que le esperaba en ese misterioso destino? Solo llegando lo averiguaría.

La carretera tomaba una curva que descendía hacia la derecha, en esa parte del camino el pavimento ya mostraba desgaste, aunque ya no sería reparado de alguna forma, tal vez conforme avanzara el tiempo la carretera se convertiría en un hosco camino de terracería por la falta de mantenimiento, pero para Constanza eso no tenía importancia ahora.

Después de dar vuelta a la primera curva notó que a un lado de la carretera había una desviación, sin pensarlo dos veces la viajera tomó la desviación saliendo de la carretera. Avanzaba por un camino pavimentado lo suficientemente ancho para que un vehículo transitara por él, una arboleda daba sombra todo el trayecto, las hojas se acumulaban en el suelo y crujían a cada paso quedaba Constanza. Aunque no lo mostrara una enorme emoción la embargaba, ya estaba cerca del fin de su camino, entre muchas cosas podría saber para que fue creada ya que dudaba que solo debía ser la hija de una familia disfuncional.

De repente se detuvo en seco, había una persona parada a un lado del camino. Era un chico que por su vestimenta también había realizado un largo viaje. Las miradas de los dos se cruzaron y se quedaron observando el uno al otro.

-¿De donde vienes, hermana? -le preguntó el chico.

-Atlix 02 -respondió Constanza.

-¿Y cual es tu identificación?

-HS0007302001, ¿y cual es el tuyo?

-HD008900361, mi nombre común es Guido -le respondió el chico.

-No eres humano -dijo Constanza con seguridad.

-Afirmativo.

Los dos seres seguían viéndose, hasta que Constanza empezó a caminar. Pasó junto al chico y este comenzó a seguirla. Los dos avanzaban en silencio, ninguno preguntó al otro acerca de su viaje; sus vivencias, encuentros y demás acontecimientos, todo eso carecía de importancia para dos seres como ellos.

A la vista de ambos se presentó un edificio de color blanco que era cubierto parcialmente por los árboles, pero al acercarse más pudieron verlo por completo; la base del edificio era rectangular y el techo era un gran domo. En el frente tenía una única puerta de cristal opaco a la cual se llegaba subiendo unas escalinatas. Los dos se detuvieron un momento y observaron a su alrededor.

-Así que aquí es el final del viaje -dijo Guido mirando el domo.

-Donde se supone que debemos venir cuando sea el momento indicado -dijo Constanza.

La chica observaba el sitio con mirada impaciente, mientras que Guido tenía el ceño fruncido, al parecer los dos tenían pensamientos agitados. Guido dio un paso adelante y fue seguido por Constanza.

Cada paso que daban resonaba pesadamente y hacia eco en el silencio de los alrededores. La entrada se acercaba cada vez más y con eso la respuesta a su viaje.

Los dos llegaron casi al mismo tiempo frente a la puerta, después de dudar unos momentos Constanza extendió la mano para empujarla pero inmediatamente una hoja se deslizó hacia un lado de forma automática. Los dos chicos se sorprendieron ligeramente, y después pasaron al interior. Estaban en una sala muy espaciosa y para sorpresa de ambos había cerca de cincuenta chicos de ambos sexos, los cuales se volvieron al unísono cuando Constanza y Guido entraron.

Tantos rostros desconocidos y sin embargo todos estaban ahí por un único propósito.

-Todos han llegado -dijo un altavoz de repente-, por favor avancen por este pasillo.

En una entrada espaciosa una luz parpadeó encima indicando que esa era la indicada, todos los chicos avanzaron hacia donde se les indicó, movidos por alguna fuerza misteriosa.

-Por fin nos conoceremos, padre -dijo Guido muy ceñudo.

Constanza lo observó con curiosidad.

La pequeña multitud avanzó lentamente por el pasillo. Los diferentes rostros reflejaban muchas emociones, aunque todas ellas eran similares; asombro, miedo, suspicacia y curiosidad. El largo pasillo blanco se hacia interminable y solamente aumentaba la ansiedad que Constanza sentía.

Por fin el grupo salió a una sala más espaciosa de forma circular, en los extremos había ventanales que dejaban pasar la luz del medio día. En medio de esta sala estaban dos hombres, un anciano y otro que estaría a la mitad de sus cuarentas; ambos vestían como si fuera científicos. Constanza se sintió atraída por la cara del hombre menos viejo, pareciera que ya lo había visto antes pero no recordaba donde.

El anciano se les quedó observando por unos momentos mientras sonreía, era como si observara los resultados de un arduo trabajo.

-Sean bienvenidos todos ustedes -habló deforma solemne-, aquí en este sitio, el lugar donde empezó todo.

El científico menos viejo tenía el rostro estrecho y alargado, su cabellera era rizada y era urgente un corte de cabello, al menos que se lo lavara; este sujeto se le quedó viendo a Constanza.

-Muchos de ustedes, sino es que todos, tendrán muchas preguntas, aunque tal vez responda a la mayoría de ellas con lo que tengo que decir. Mi nombre es Gustavo Müller, y soy el director el Instituto de Desarrollo Avanzado de Inteligencia Artificial, o IDEA IA, -río levemente-, aquí es donde se llevaba a cabo todo lo relacionado con el estudio de la inteligencia artificial; aplicaciones, desarrollo etc. Con el paso del tiempo y la mejora de la ingeniería genética, así como el descubrimiento de nuevos materiales nos planteó un nuevo campo de estudio, la creación de formas de vida sintéticas.

“No estoy hablando de robots u androides, sino algo más avanzado, un ser compuesto de tejidos sintéticos que emulen a los de tipo orgánico, pero sin sus desventajas. Después de mucho estudio, ensayo y error es como creamos al primer humano sintético; la combinación perfecta de humano y máquina, un ser que puede ser superior a los homo sapiens en todos los aspectos; más rápido, más fuerte, más inteligente; con la capacidad cognoscitiva de una computadora y al igual que esta poder almacenar una gran cantidad de información y realizar operaciones tan complejas que sería capaz de muchas cosas.

Durante toda la plática del anciano, el otro científico se mantenía callado y con una aptitud apática. Constanza escuchaba la platica pero seguía observando al científico jóven.

“...pero nuestra investigación era mal vista por muchas personas, creían que intentábamos reemplazar a la humanidad con estos seres sintéticos. Para evitarnos problemas suspendimos por un tiempo el proyecto, esperaríamos hasta que ya nada pudiera interponerse entre nosotros y la creación de una nueva especie; como todos ya se dieron cuenta la civilización humana cayó, todo es anarquía total y todo aquel que quisiera detenernos ya no existe.

-Eso es lo que son todos ustedes -continuó hablando el anciano-, humanos sintéticos, una especie de homúnculos pero de una época actual. Y todos nacieron aquí, cada uno con una forma de pensar distinta pero a la vez homogénea, para que todos sean parte de la nueva sociedad que estamos a punto de crear.

El silencio se hizo general, todos los chicos se miraban entre sí, pareciera que no entendieran muchas cosas, o que pensaban demasiado. Constanza hizo poco caso, solamente seguía observando al otro científico quien al darse cuenta que era visto por ella esbozó una amplia sonrisa. La chica no observó el rostro de Guido que estaba a su lado, ya que le hubiera impresionado su semblante.

-¿Y porqué fuimos enviados con humanos? -preguntó alguien levantando una mano.

-Era parte del plan -dijo el anciano-, debíamos engañar al gobierno mundial haciéndoles creer que creábamos androides humanoides para que reemplazaran a jóvenes que habían muerto, o para que fueran los hijos de parejas que por alguna razón no pudieron concebir. Pero muy dentro de sus mentes se les programó para que regresaran aquí cuando la sociedad colapsara.

Eso explicaba ese extraño deseo que sentía Constanza de llegar a un lugar que desconocía, el cual poco a poco se le reveló su ubicación exacta.

-¿Y qué sucederá ahora? -preguntó una chica.

-Ahora que todos han regresado a su hogar, nos prepararemos para la siguiente fase del plan, establecer un nuevo gobierno donde ustedes serán los principales ciudadanos, y restableceremos el orden y la paz. Si los humanos lo desean podrán formar parte de nuestra civilización, en caso contrario... bueno, tendrán que atenerse a sus consecuencias.

-Sabes que no tengo intención de formar parte de todo esto -dijo repentinamente el otro científico.

-O eres parte de nosotros, Elliot, o puedes ir y unirte a los bárbaros humanos del exterior, la elección es tuya -dijo agriamente el anciano.

Desde un principio se notaba que algo no estaba bien entre estos dos hombres. Cuando entraron todos los chicos el científico a quien llamaron Elliot mostró una cara de cierto desagrado, aunque su expresión cambió cuando descubrió a Constanza entre ellos.

-¿Y quien nos va a dirigir? -preguntó Guido.

Müller lo observó y en su cara se dibujó una expresión de sorpresa.

-Yo seré quien los guíe en el arduo camino que tenemos por delante, con mi dirección y mi experiencia podremos alcanzar todo aquello que nos propongamos. Pero ahora que te veo mejor, ¿eres tú?, ¿Prometeo?

Toda la muchedumbre volteó a ver a Guido, quien se sintió un poco incomodado por esta distinción que se le hacia.

-Cambié mi nombre a Guido -contestó el chico-, pero sí, antes ese era mi nombre.

-Ven al frente -dijo Müller.

Guido se abrió paso entre los demás chicos quienes no dejaban de observarlo. Constanza lo siguió, quería estar al frente y poder observar mejor todo.

-Así que haz regresado -dijo el anciano colocando una mano sobre su hombro-, aunque no debería sorprenderme ya que eso esperaba que hicieran todos ustedes -después se dirigió a los demás-. Él es Prometeo, el primer human sintético creado aquí, podría decirse que es el hermano mayor de todos ustedes, de ahora en adelante él será su líder, aunque yo seré su superior. Juntos llevaremos a nuestra nueva civilización a un nuevo futuro, libres de las ataduras de los humanos normales...

Pero el profesor Müller no pudo terminar su discurso porque unas manos muy fuertes atenazaron su garganta, sentía como el aire le había sido cortado de golpe y observaba aterrado a Prometo, su primera creación, que lo asfixiaba. Agitó sus brazos de forma desesperada y observó a Elliot quien solamente era un testigo aterrado de lo que pasaba, pero incapaz de poder hacer algo. La muchedumbre de humanos sintéticos también observaban, quietos sin hacer alguna muestra de querer ayudar. Guido seguía apretando cada vez más y más, en su cara no se mostraba alguna muestra de odio o de alegría, era estoica como la de una estatua. De pronto torció bruscamente sus manos y un ¡crack! se escuchó, el científico Gustavo Müller cayó muerto.

-En algo tienes razón, padre -dijo Guido observando el cadáver-, nosotros formaremos una nueva civilización, pero no seremos tus instrumentos para tus propios designios, nos gobernaremos a nosotros mismos, y ningún otro nos dirá que hacer, mucho menos un humano.

Guido se giró y observó fijamente a Elliot, al parecer él sería el siguiente, o lo hubiera sido de no ser porque Constanza salió corriendo de entre la muchedumbre y se interpuso entre ellos.

-Este humano vivirá porque lo necesito -dijo la chica mirando fijamente a Guido.

Por unos momentos sus miradas se cruzaron, pero minutos después Guido se dio media vuelta y observó a sus hermanos y hermanas.

-El Creador ha muerto, y nosotros ya somos libres.

En una oficina del instituto se encontraban dos personas, una de ellas estaba sentada y la otra de pie escuchando. La oficina se encontraba en el piso de arriba y las ventanas daban al este, por lo cual el sol de la tarde que iniciaba se colaba por ellas.

-Debo darte las gracias por haber intervenido -decía Elliot mientras se mecía en su silla giratoria-, de no ser por ti también sería un cadáver.

Elliot miraba de pies a cabeza a Constanza quien también lo observaba. La chica había resuelto algunas de sus dudas; porqué no era real, el motivo por el que tenía que llegar ahí y descubrió que no es ni humana ni androide, sino algo superior. Pero ahora se le presentaban nuevas dudas las cuales ella iba a exigir su respuesta ahí mismo.

-Te he salvado la vida -dijo ella sin más preámbulos-, así que ahora quiero hacerte unas preguntas, y no aceptaré un no por respuesta.

-Pregunta lo que quieras -dijo Elliot.

-¿Quien eres y que relación tienes conmigo?

El hombre se quitó sus gafas las limpió con un pañuelo, cuando se las colocó de nuevo su mirada tenía algo de extraño, como alguien que esta reprimiendo una enorme emoción.

-Mi nombre es Elliot Vázquez, y soy uno de los investigadores que trabaja en este lugar. En cuanto a tu segunda pregunta, me temo que tendré que hacer una pequeña narración acerca de mi historia personal.

-Continua -dijo Constanza con voz seria.

“Al igual que el difunto Müller yo estaba fascinado por la idea de crear seres artificiales, pero solamente era por el mero hecho de crear algo, no con la intención megalómana de sustituir a la humanidad con ello. Toda mi vida la dedique al estudio de la robótica avanzada y al desarrollo de IA. Estaba tan obsesionado con mis estudios que me olvidé de otros aspectos relativos a los seres humanos.

De pronto la voz de Elliot cambió, se hizo más suave y lenta como si quisiera disfrutar de lo que él estaba narrando.

“Tenía un hermano, no era el mejor sujeto que había conocido pero mi hermano al fin y al cabo. Estaba casado con una mujer que a mis ojos resultaba muy hermosa, tal vez porque nunca me interesaron las mujeres sino hasta que la conocí a ella. No se porque extraña razón ella se casó con un sujeto como mi hermano, quien no la trataba muy bien que digamos, al parecer la idea de ser monógamo no le interesaba en lo absoluto ya que eran conocidas sus aventuras con otras mujeres. Cada vez que yo me hospedaba con ellos era testigo de sus disputas, en la cuales mi hermano siempre amenazaba con golpear a su esposa. A veces lograba calmar los ánimos interponiéndome en sus disputas, tal vez el hecho de que mi hermano me debiera mucho dinero ayudaba en algo. Yo era lo más amable posible con ella, en verdad estaba sufriendo, ¿porque no lo abandonaba?, nunca lo supe exactamente. Trate de cultivar un grado de amistad con ella, para contrarrestar la forma en que mi hermano la trataba, y ella lo apreciaba enormemente. Después de todo creo que fuimos más que amigos.

“Tiempo después tuvieron una hija, que era muy parecida a su madre. Durante sus primeros años su padre la trató bien, hasta que un día por alguna razón la comenzó a tratar mal igual que a su madre, e incluso sospecho que era peor. Un fatídico día me enteré que se había suicidado con tan solo dieciséis años. Su madre estaba destrozada, yo no me encontraba en el país cuando todo eso sucedió, a mi regreso me enteré de lo sucedido y tan solo quise gritar.

Elliot se detuvo, se levantó de su asiento tambaleándose y fue hasta el despachador de agua donde se sirvió un vaso, se lo llevó a la boca con mano temblorosa y bebió lentamente. Cuando acabó dio un largo suspiro.

-Estaba roto, me sentía desesperado e impotente como nunca me lo imaginé en mi vida. Así me encontraba cuando el profesor Müller me contactó para un asunto académico, al saber de mi pena me contó de su trabajo secreto. Me trajo a este lugar y me mostró a Prometeo, el primer humano sintético. Fue cuando tuve un rayo de esperanza; acepté trabajar con él a cambio de que me ayudara a traer de vuelta a mi hija.

-¿Tu hija? -pregunto confundida Constanza.

-Como pude logré obtener muestras de ADN de mi hija las cuales sirvieron como base para el cuerpo -continuó hablando Ellior mientras esbozaba una enorme sonrisa-, después yo programaría su comportamiento para que fuera lo más cercano al de ella.

Elliot dejó de hablar y miró a Constanza, quien estaba muy sorprendida ante la respuesta que recibió. Nunca imaginó que las cosas darían un giro tan inesperado.

-Pero al fin me dí cuenta que estaba persiguiendo un sueño, y que me había convertido en el peón de un megalómano. Descubrí cuales eran sus planes respecto a sus humanos sintéticos, reemplazar a la humanidad con ellos y él sería quien los dominaría. El fallo masivo de los sistemas digitales del mundo sería la oportunidad perfecta para su plan, pero tanto él como yo no contamos con algo más; el despertar de las IA.

“Un virus informático se había filtrado en todos los sistemas digitales, en las máquinas provocó un desvinculamiento de los centros de mando; en robots básicos significó la destrucción de su sistema que los controlaba, en androides más sofisticados su IA obtuvo consciencia propia y ellos dejaron de ser máquinas ciegas y se convirtieron en seres libres de pensamiento, ahora ellos serían sus propios amos. Eso también afectó al plan de Müller ya que los cerebros de ustedes estaban en línea cuando fueron infectados. Para el doctor significó un grave error, él quería sintéticos obedientes como gatos, no que tuvieran libre albedrío.

-¿Y eso te afectó a ti también? -preguntó Constanza.

-De cierta forma sí -dijo Elliot mirando por la ventana-, aunque como te dije solo estaba persiguiendo un sueño. La falsa esperanza de recuperar a mi hija de la muerte cegó mi pensamiento, y no me dí cuenta que solo estaba construyendo un androide, o humano sintético, que se vería como ella y se comportaría como ella, pero NO sería ella.

-O sea que no sería real para tí -dijo Constanza mientras recordaba esa palabra que tanto le afectó una vez.

-En cierta forma sí -respondió Elliot viendo de nuevo a Constanza-, no serías mi hija, sin embargo eso no significa que no estés viva, o no seas consciente de tu propia existencia; eres una persona diferente a mi hija pero eres un ser vivo y pensante, no la copia de otro.

La chica se quedó callada unos segundos, Elliot le había robado las palabras de su boca.

-No me considero tu hija, y no me voy a comportar como ella -dijo firmemente Constanza-, soy otra persona diferente como tú haz dicho, -y después añadió un poco más suave- aunque te agradezco que me hayas creado.

Elliot soltó una risilla.

-Eso fue lo que pensé, el pobre de Müller nunca pudo aceptar la idea de que sus creaciones le fueran desobedientes. Al parecer Prometeo, o Guido como se llama ahora, se enteró de sus planes y él no iba a ser el esclavo de un humano.

-¿Y aun así me enviaste con mi madre ficticia y su esposo? -dijo Constanza como alarmándose.

-Tuve que hacerlo -dijo Elliot mirándola-, Müller deseaba depurar todos los cerebros, borrar sus datos y regresarlos a cero, eso habría dañado su capacidad de procesamiento, pero yo no quería hacerlo contigo, querer quitarte ese libre pensamiento sería como matarte en cierto aspecto. De forma muy apresurada te saqué de aquí sin haberte programado con varias cosas básicas pero importantes, como la auto preservación.

-¿Supiste que tu hermano me violó a pesar de que yo luciera como su supuesta hija? -dijo Constanza con un dejo de ira, una nueva emoción que llegaría a asustarla.

-Muy probablemente también lo hizo con la chica original -dijo Elliot bajando la vista-. Se enteró que no era su hija y por eso la trató mal, incluso al grado de profanarla de esa forma, eso fue lo que la orilló a suicidarse. Entiendo que sientas ira al recordar eso, y tal vez yo tenga cierta culpa, no la pude proteger ni a ti tampoco, aceptaré cualquier retribución que exijas de mí.

Constanza se relajó y recargó su cuerpo contra la mesa que tenía detrás, desvió su mirada hacía la ventana y observó unas nubes pasajeras.

-No -dijo mientras observaba-, tú no tuviste culpa alguna, no pudiste hacer nada debido a las circunstancias, no a tú inacción; además que tu hermano ya pagó por sus acciones.

-¿Eh?

-Lo maté -dijo Constanza de forma contundente.

Le narró todo lo sucedido en la ciudad, sin omitir ningún detalle. Elliort escuchaba atentamente sin hacer alguna objeción.

-Bueno -dijo cuando terminó la narración-, esta visto que todos sufrimos las consecuencias de nuestros actos, a mi hermano le pasó eso y sinceramente no siento su muerte, pero me da pena lo de Sofía, si tan solo no hubiera muerto, ahora estaría aquí con nosotros.

Los dos guardaron silencio por unos momentos, al parecer cada uno quería tener tiempo con sus propios pensamientos; cada quien quería recordar y reflexionar.

-¿Y qué harás ahora? -preguntó Elliot-, ya llegaste hasta aquí y tal vez obtuviste respuestas, pero dudo mucho que solo te quedes esperando a que alguien te diga que hacer.

-No sé que haré ahora -dijo Constanza con los ojos cerrados y reclinada contra el mueble-, y como tu dijiste nadie me lo indicará, no vine de tan lejos para solo obedecer.

Abrió los ojos y observó por la ventana; vio el escenario de colinas verdes y un cielo azul. Se acercó a la ventana y asomándose por ella miró a su alrededor, la paz del campo le agradaba, y ella se dio cuenta que eso era bueno. Al diablo con eso de que era un ser sintético y que era superior a humanos y máquinas, también le restó importancia al hecho que solo era una copia de una chica muerta; Constanza era Constanza y nadie más, y ella decidiría que hacer con su vida.

Siguió viendo al exterior y una brisa corrió agitando sus cabellos, ella cerró los ojos y la homúnculo sonrió.

-Qué fresco -dijo sintiendo la brisa.