sábado, 22 de febrero de 2020

Cuentos tecno mágicos 2 - El viaje de Visha

Tercer día de viaje, eso significaba otro día más lejos de su casa, otra noche durmiendo en una cama que no era la suya, y Visha sentía que no se acostumbraría nunca. 

Por una causa en específico tuvo que salir de viaje y esta vez no era solo ir a Listurn; su destino quedaba más lejos. 

Su viaje inicio con ella saliendo de su casa no sin antes cerrarla muy bien; esto incluía modificar el campo de fuerza que la rodeaba para hacerla invisible, y usando un dispositivo especial que jugaba con la mente de las personas provocaba que se alejaran de un sitio por el que mostraran interés; por sí alguien quería buscar la casa de Visha. Cosas que solo los magos hacen.

Su primera parada fue Listurn donde se abasteció para su viaje. Una visita a la tienda de Sófocles y después al mercado principal. Era bien conocido que de ninguna manera se debía pasar la noche a la intemperie, al menos que uno quisiera ser devotado por los homúnculos, pero ¿de qué otra forma uno podía viajar lejos y con relativa seguridad? Para esta pregunta Visha ya tenía la respuesta. Primero tomaría una diligencia que la llevara a una zona de resguardo, desde donde partiría a pie a otro lugar como el antes mencionado, y desde ahí, si no sucedía nada llegaría a su destino, sonaba fácil y ella así deseaba que fuera.

Las diligencias no eran nada del otro mundo; simples carros tirados por caballos mecanizados que funcionaban con un pequeño motor eléctrico, una obra maestra de los maquinistas. 
"Maquinistas" pensó Visha mientras se dirigía a la central de diligencias. 

Maquinistas y magos era enemigos, muchos dirían que por naturaleza. Los maquinistas eran maestros en el uso y diseño de diferentes aparatos y dispositivos, pero todos ellos eran a base de electricidad. Mientras que el campo de conocimiento de los magos era la energía nuclear. Desde hacía mucho tiempo que los maquinistas deseaban conocer los secretos de la energía nuclear, pero los magos eran muy reservados a la hora de desvelar sus secretos; semejante poder no podía caer en manos equivocadas. Y en cierto aspecto tendrían razón, como la electromaquinología era la tecnología en boga en esos tiempos y quienes se dedicaban al estudio y aplicación de esta –en otras palabras los maquinistas-eran las personas con más demanda en diferentes campos de la industria. Con el tiempo se formaron gremios de maquinistas y al ser los únicos capaces de saber de maquinaria a base de electricidad se convirtieron en un grupo muy poderoso que lograron ejercer influencia incluso en los diferentes gobiernos locales. El deseo de saber se convirtió en sed de poder, y lo que estaba en la mira era la energía nuclear. Pero los magos se reusaron a compartir su conocimiento con los maquinistas al considerarlos indignos de conocer una energía potencialmente peligrosa. En respuesta los maquinistas desataron una campaña de desprestigio contra los magos, provocando que la gente desconfiara de ellos al punto de expulsarlos de los pueblos y que fueran relegados a ser considerados gente peligrosa.

Cuando Visha pensó en los enemigos mortales de los magos no fue por casualidad, sino que estaba viendo a uno de ellos. Un joven de cabello largo y negro, que vestía la típica ropa que lo identifica como un maquinista; gorra de piel con sus gafas, camisa de manga corta con una chaqueta con varios bolsillos, pantalones de tela gruesa y un cinturón repleto de herramientas que colgaban y bolsas llenas de todo lo que un maquinista necesitaría.

Lo observó por unos instantes pero después dispuso su atención en otra cosa. Se dirigió a la ventanilla donde venden los boletos y compró uno.

-Son cincuenta y cinco denims por favor –dijo el empleado.

-¿Cincuenta y cinco? Pero antes costaban cincuenta –se quejó Visha.

-Subió el precio –fue la lacónica respuesta del empleado.

Visha no tuvo más opción que pagar el precio y tomar el boleto. Notó que detrás de ella se encontraba el maquinista que vio antes y sintió temor.

“¿Acaso me estará espiando?” pensó la joven maga.

Cuando ella se hizo a un lado el joven maquinista se acercó a la ventanilla y compró su boleto con total tranquilidad. No parecía ser alguien interesado en particular por Visha pero ella no sería tan confiada.

Tomo asiento en uno de los bancos de la terminal y esperó a que la diligencia se presentara frente a la estación para ser abordada. Para pasar el tiempo Visha se dedicó a revisar su equipaje y a su persona. Tenía un vestido completo de falda corta que le llegaba a las rodillas, pero era de tela gruesa y ella misma lo había confeccionado para viajes largos. Calzaba unas botas que le podían servir para caminar por terrenos difíciles, en caso de que tuviera que andar a pie una parte del camino. Y para finalizar su indumentaria portaba su típica capa de color morado. Dentro de la bolsa de viaje llevaba algo para su defensa personal; un libro que parecía como cualquier otro. Pero no debía mostrarlo a menos que fuera muy necesario; los libros en esa época eran rarísimos además de que un ojo experto podría reconocer un grimorio con tan solo ver la tapa de portada.

De repente oyó un ruido fuerte y cuando levantó la vista vio una carroza rectangular tirada por seis caballos mecánicos. Los relinchos de estas máquinas eran muy estridentes y agudas, e incluso molestas para algunas personas.

Ocho personas se levantaron de sus lugares e hicieron fila para abordar la diligencia, entre ellos estaba el maquinista. Visha era la cuarta en la fila y notó que su principal preocupación estaba a solo una persona detrás de ella. Rápidamente se acercó al hombre de rostro estoico y le mostró su boleto, el agente lo marcó y le permitió el paso. La maga tomó un asiento y suspiró tranquila cuando notó que el maquinista se sentó justo a un lado de ella.

“¿¡Porqué!?” -pensó alarmada-, “¿¡por qué a mí lado!?”

Visha se movió un poco incómoda en su asiento y esto provocó que el joven maquinista volteara a verla. La chica se alarmó pero el joven solamente le esbozó una sonrisa amistosa. 

-Un poco apretado, ¿verdad?

Esta era la voz de alguien jovial y alegre. Por un instante Visha apreció su rostro; era ovalado y un poco tosco, en el mentón tenía una pequeña cicatriz. Pero una cosa que llamó su atención fueron los ojos. De un extraño color negro profundo y de un aire triste como si fuera un cachorro.

La joven maga se lo quedó viendo por unos instantes pero después desvió la mirada. El maquinista se sintió un poco confuso por esta reacción pero no le dio más importancia al asunto; se acomodó en su asiento, cruzó las piernas y los brazos y recostó la cabeza para dormitar durante el viaje.

Visha por su parte estaba muy a la defensiva, por nada en el mundo bajaría la guardia, no mientras un maquinista estuviera justo a su lado.

-¡Parte, la diligencia parte! –gritó en el exterior el conductor-, ¡con ruta desde Listurn pasando por las zonas de resguardo veintisiete, veintiocho y con destino final Mastra Cuarenta!

El hombre repitió este aviso a modo de canción cuatro veces, y después una ligera sacudida anunció a los pasajeros que el vie había comenzado.

“Espero que sea rápido” pensó una afligida Visha.

El trayecto prometía ser tranquilo y aburrido, los ocho pasajeros pasaban el tiempo como mejor podían; algunos dormían, otros platicaban entre sí y la pobre Visha se entretenía en estar alarmada. Desde que salieron no quitaba ni un solo instante su vista del joven, quien solamente se dedicaba a dormir. 

“Está fingiendo, no duerme, me quiere tomar con la guardia baja” pensaba la pobre maga. De pronto una de las ruedas de la diligencia pasó sobre una piedra provocando que se sacudiera. Este brusco movimiento tomó por sorpresa a los pasajeros; un señor mayor casi se cae de su asiento mientras que una mujer literalmente se flotó encima de su asiento por unos instantes antes de caer de sentón de nuevo. Debido al lugar donde estaba sentada Visha fue lanzada sobre el regazo del joven quien había sido despertado ante violenta sacudida. El maquinista miró a todos lados alarmado pero cuando se percató que había sido un pequeño accidente se relajó; aunque sintió una extraña presión en sus piernas y cuando dirigió la vista hacia ellas ahí estaba recostada Visha quien no se reponía de la sacudida.

-¿Estás bien? –preguntó el maquinista.

Cuando se dio cuenta de la situación Visha se incorporó rápidamente desviando su rostro. El maquinista solamente sonrió.

“Maldita sea mi suerte” pensó Visha avergonzada.

 El viaje transcurrió sin ningún otro altercado. Ahora el maquinista estaba despierto y para mala suerte de la pobre Visha él quería entablar conversación con ella, pero a base de ignorarlo el tipo perdió interés, aunque ella sospechaba que no por mucho tiempo.

-¿Has escuchado el último rumor?

-Hay muchos rumores últimamente, sé más específico.

-Dicen que los homúnculos se han vuelto más atrevidos últimamente. Han atacado puestos de resguardo, e incluso se han aventurado cerca de los pueblos.

-Eso es absurdo, a pesar de que son criaturas con una inteligencia muy torpe ellos saben que serán atacados si se acercan mucho a los pueblos, los guardias los llenaran de balas sin miramientos.

Este era uno de los rumores más nuevos, y al parecer el que provocaba más preocupación. Incluso en Listurn que a veces visitaba Visha existía este rumor; el del asesino se disipó tan rápido como comenzó ya que no hubo más ataques, de eso se había encargado Visha en persona.

-Vaya que los homúnculos son una molestia, ¿verdad? –dijo el maquinista mientras miraba a las personas que platicaban.

-Siempre lo han sido –dijo Visha.

Ella consideró que sería ya muy descortés el no querer hablar para nada con él, así que decidió platicar con el maquinista, aunque sea un poco.

-Hasta ahora nadie sabe de donde salieron, y eso que aparecieron hace doscientos años –añadió la maga después. 

-Tal vez a nadie le importa muchos su origen, después de todo son casi animales –dijo el maquinista con desdén.

-A pesar de eso son capaces de organizarse y cazar en grupo, no me sorprende que se aventuren a acechar asentamientos, además que se pueden alimentar de nosotros.

-¿Y su estómago es capaz de digerirnos? –preguntó inquisitivamente el maquinista.
-Si nos cazan, puede ser que sí –dijo Visha con cierta obstinación.

Aunque ella no le interesaba investigar a los homúnculos, había leído algo acerca de ellos cuando atendía la Academium, que era al lugar donde se dirigía.

-Por cierto, ¿has sabido que en las afueras de Listurn habita un mago? –comentó uno de los que estaba platicando.

Visha se puso tensa.

-Sí, lo he escuchado, vive muy dentro del bosque, pero nadie se atreve a buscar su hogar, está muy lejos y la noche puede caer antes de que siquiera den con alguna pista.

-Pero al parecer dicen que gracias a ese hechicero los homúnculos son menos activos cerca de
 Listurn, e incluso que él se encargó del asesino que rondaba ese pueblo.

Una de las cosas que no le agradaba mucho era que la gente esparciera rumores acerca de un mago viviendo cerca de Listurn, ya que obviamente se referían a ella. Pero hasta ahora los rumores eran benéficos, tal vez Sófocles tenía algo que ver en ello.

-¿Y qué opinas de los magos? –le preguntó al maquinista.

El joven tardó un poco en responder, era como si estuviera evaluando lo que fuera a decir.

-Pues hasta ahora no he conocido a alguno, así que no podría darte una opinión exacta.

-¿No dicen que los maquinistas tienen una mala opinión acerca de ellos?

Visha se estaba arriesgando al presionar la cuestión, aunque por alguna razón se sentía obligada a hacerlo.

-Pues como te he dicho no he conocido a alguno hasta ahora, sí he escuchado rumores pero no les hago demasiado caso, prefiero averiguarlo por mí mismo y entonces tendré una opinión.
Visha quiso presionar más, pero considero que ya era demasiado riesgo.

-¡Zona de resguardo veintisiete! ¡Zona de resguardo veintisiete! – se oyó el grito del conductor de la diligencia.

Varios pasajeros dieron muestras de alivio al saber que habían llegado a una zona segura y alegres se apresuraron a bajar.

Visha bajó detrás del maquinista, vio que algo se le cayó del cinturón de herramientas. Ella lo recogió maquinalmente.

-¡Oye! ¡Se te cayó algo!

El maquinista se dio vuelta y cuando vio una llave en la mano de Visha este rápidamente se revisó las bolsas de herramientas y comprobó que le hacía falta una.

-Gracias –dijo cuándo Visha se lo entregaba.

Ella solamente asintió con la cabea.

-Me llamo Groninger, aunque puedes llamarme Groni.

-Visha –dijo a maga lacónicamente.

-Es un gusto conocerte Visha –dijo Groninger sonriendo.

Groni se alejó y muy a su pesar Visha se le quedó observando.

Las zonas de resguardo son por lo general asentamientos de tamaño mediano, ofreciendo distintos servicios a los pasajeros que usaban las rutas de diligencias. No aumentaban de tamaño debido a que solo eran lugares de paso, y muchos de los meccanus que ahí trabajaban tenían que viajar cada cierto tiempo a sus pueblos originarios, además que el gobierno de la región no los clasificaba como poblaciones y debido a esto no tenían permitido transformarse en asentamientos más grandes. Aunque eran lugares de descanso para los viajeros, como su nombre lo indica servían pasar la noche a salvo; los homúnculos eran capaces de atacar diligencias. Estas zonas tenían un pelotón de guardias armados con mosquetes eléctricos, y estaban rodeadas de una muralla lo suficientemente alta como para impedir ser escalada con facilidad, además que era vigilada por dichos guardias.

-Muy bien –dijo Groni mientras observaba al caballo electromecánico tirado en el suelo-, es hora de trabajar.

Una hora antes él estaba en el pequeño bar de la zona de resguardo. Disfrutaba de una bebida morada de sabor fuerte cuando un oficial entró, se acercó a él y se plantó a su lado.

-Disculpe amigo, pero me dicen que usted es un maquinista –dijo el oficial con un tono de voz respetuosa y concreta, como si afirmara cada una de las palabras que pronunció.

-Sí señor –respondió Groni dejando a un lado su licor de mala gana-, ¿qué desea?

-Hace un momento un caballo de una diligencia tuvo un malfuncionamiento, al parecer dos patas dejaron de funcionar. El conductor lo desenganchó y avanzó con el que quedaba de forma lenta y penosa, aunque afortunadamente no estaba muy lejos de la zona de resguardo.

-Así que quiere que vaya a echarle un vistazo a la máquina –dijo Groni finalizando lo que iba a decir el oficial.

El hombre no se molestó por la contestación y sonrió, pero cuando miró por una ventana y vio al sol ya muy bajo en el horizonte se preocupó un poco.

-Aunque puede dejarlo para mañana si quiere, se está haciendo tarde y esos malditos homúnculos saldrán de cacería, no quiero que sea acorralado por esas cosas mientras este reparando a ese animal mecánico.

-No se preocupe buen hombre –dijo Groni levantándose de su silla-, el deber de un maquinista es ayudar siempre que sea necesario; además no creo tardar mucho, puede que sea el sistema de equilibrio de la locomoción, y tengo mi propia arma que les enseñará a esas cosas a no meterse conmigo.

Sacó una moneda de plástico con valor de cincuenta denims y la dejó sobre la mesa.

-En ese caso haré que uno de mis muchachos lo acompañe, solo por si acaso –le contestó el oficial.

-Como guste señor –dijo Gorni sonriendo.

Alguien más que había salido de la zona de resguardo estaba se ocupaba en observar los astros. El sol estaba a punto de ocultarse detrás del horizonte así que algunas estrellas ya eran observables. En especial una que solo aparece durante el anochecer y el amanecer; el Lucero Fronterizo. Se le conoce así debido a que aparece en la frontera entre la luz y la obscuridad, ya sea casi anocheciendo o amaneciendo. Visha se encontraba en ese instante en un claro desde donde podía observar dicha estrella con ayuda de un catalejo especial. Una de sus mayores pasiones era la astronomía; el poder observar las estrellas y los satélites y estudiar sus comportamientos tal y como han sido descritos en registros muy antiguos. Aunque este pasatiempo sea inofensivo en sí ella debía tener cuidado de no ser vista mirando las estrellas; la astronomía era relacionada con los magos. 

-Ahí está el Lucero de la Frontera –decía mientras ajustaba la lente de su catalejo-, un poco más al norte esta la Cascada Luminosa, después sigue el Galopante…

En la Academium le habían enseñado los nombres y formas de las diferentes constelaciones observables, esta había sido una de sus materias preferidas. Pero solamente era un pasatiempo ya que el observar estrellas no tenía una aplicación directa en la vida diaria. El saber científico dominante no consideraba las estrellas como importantes.

Visha estaba haciendo anotaciones en su libreta cuando un ruido la distrajo; en algún lugar del bosque se escuchó un sonido gutural que casi se parecía a un rugido mal hecho. Inmediatamente la joven maga interrumpió lo que estaba haciendo; recogió sus cosas de forma apresurada y caminó rápidamente hacia la zona de resguardo.

-Los homúnculos han salido más temprano de lo normal –se dijo mientras avanzaba entre el bosque- al menos debe faltar otra hora para que salgan de sus madrigueras, pero no importa, cuando llegue a la Academium podré verlas estrellas con total tranquilidad. 

A pesar de estar sola no iba desarmada, colgando de una correa colocada en el hombro llevaba su confiable grimorio, que además del báculo era una de las armas principales de los magos. 
Pero se detuvo de forma repentina y aguzó el oído. Cerca de donde ella estaba se escuchaban gritos y detonaciones de armas eléctricas, y los inconfundibles rugidos de los homúnculos.

Groni estaba en problemas, y él mismo estaba sorprendido por ello. Lo que parecía ser una reparación sencilla y rápida en realidad era más complicada de lo que debía ser. 

Cuando salió junto a un guardia nunca se imaginó que en realidad ya lo estarían esperando, y no precisamente el caballo electromecánico. Avanzaron cerca de cien metros de la entrada cuando divisó a la máquina recostada en medio del camino. Movía las dos patas que le servían como si estuviera caminando de forma normal mientras que las otras dos estaban completamente inmóviles.

-Vaya amiguito –dijo Groni acercándose a la máquina y sacando las herramientas necesarias de una de sus bolsas-, estás muy mal, no te preocupes, te dejaré listo en un dos por tres.

-Lo que vayas a hacer hazlo rápido –dijo el guardia preocupado-, ya es muy tarde como para que estemos al descubierto. 

-Lo haré lo más rápido que pueda amigo –le respondió Groni poniéndose en acción.

En una zona cercana al cuello de la máquina Groni buscó un pequeño interruptor que al apretarlo cortó la energía y el caballo dejó de moverse. Desarmó la tapa que cubría el mecanismo interno, con otra herramienta removió una pieza y usando una pequeña linterna busco el mecanismo que le interesaba.

-Ya veo –dijo mirando en el interior-, se rompió la flecha que transmite movimiento al lado izquierdo.
 Pero es extraño, semejante daño solo se produce si alguien lo abre y a propósito lo hiciera…
Antes de terminar su frase un gorgoteo que provenía del bosque lo detuvo. Cuando miró hacia la dirección desde donde lo escuchó vio dos ojos rojos que lo miraban fijamente, después apareció otro par de ojos, y después otro, y otro más. 

El guardia hacia lo que podía disparando su arma contra los homúnculos que se acercaban, y como solo era de tres tiros debía recargar constantemente; la puntería era esencial. Groni por su parte no estaba desarmado, traía consigo un arma parecida a un revolver de doble cañón; si se jalaba el gatillo una vez disparaba un cañón y después el otro, un interruptor situado detrás del arma y que podía ser activado con el pulgar permitía disparar los dos cañones al unísono. Todas las armas eléctricas usaban inducción magnética para disparar un proyectil que al dar en el blanco causaba grandes daños. Pero sin importar cuantos homúnculos mataran estos no cesaban en atacar.

-¡Es como si no tuvieran sentido de la auto conservación! -exclamó Groni mientras disparaba.

-Eso los hace más peligrosos, atacan con la espera de que el número abrume a supresa, ¡y son capaces de lograrlo! –exclamó el guardia.

Y lo estaban haciendo, ya eran cerca de quince cadáveres y los homúnculos no se daban por vencidos. Después de un último disparo el guardia llevó su mano a la bolsa donde tenía las cargas para descubrir que estaba vacía. Groni estaba cargando sus últimas municiones en su revolver.

-Mira amigo, ahora sólo depende de nuestras piernas para salvarnos –dijo el guardia-, debemos correr lo más rápido posible y que desde las murallas del asentamiento nos den cobertura.

Y sin dar aviso el guardia salió corriendo hacia la zona de resguardo dejando a Groni solo quien al ver que no tenía elección también hecho acorrer, pero no contaba con que un homúnculo lanzó una piedra que le alcanzó en la cabeza provocando que cayera. Al caer al suelo soltó su arma la cual fue a dar a los pies de un homúnculo.

“Bueno, esto es todo” pensó Groni con dolor al ver su muerte. Cerró los ojos y esperó lo inevitable; una serie de mordiscos en todo su cuerpo y manos desgarrándolo y se convertiría en una víctima más de estas criaturas. Pero lo que sintió fue un intenso calor, parecía que alrededor de él alguien había encendido muchas hogueras las cuales corrían de acá para allá con desesperación. Groni no daba crédito a lo que veía; todos los homúnculos que lo habían rodeado estaban incendiándose como si el fuego saliera del interior de sus cuerpos. Gritaban presas del dolor mientras caían y se retorcían en el suelo para después morir convertidos en carne calcinada. Los demás homúnculos se dispersaron rápidamente al ver que un nuevo poder se manifestaba ante ellos y el cual eran incapaces de atacar. Groni se levantó lentamente y observó a su alrededor, estaba rodeado de varios cuerpos calcinados.

-Pero que…

Y cerca de un árbol le pareció ver movimiento, una figura se alejaba rápidamente en dirección a la zona de resguardo.

-¡Oye, espera! -exclamó extendiendo su mano en dirección a la persona misteriosa. 

El maquinista se levantó por completo y escuchó pasos rápidos; por el camino avanzaba rápidamente un grupo de guardias bien armados. Cuando llegaron al lugar se quedaron boquiabiertos al ver la matanza.

-¿¡Que sucedió aquí!?

-¿¡Tu hiciste esto!?

Estas exclamaciones y otras más eran proferidas por los guardias. Groni solo describió lo que había pasado. 

-Esto fue obra de un mago, sin duda –dijo el capitán de los guardias al escuchar lo acontecido.
Groninger no sabía que pensar de lo ocurrido, de lo único que si estaba seguro era que la figura misteriosa que vio fue quien lo salvó, y juraría por cualquier cosa que era una mujer con una capa de color morado.

Al otro día Groni se levantó muy presuroso de su cama, bajó del cuarto de la posada donde se hospedaba y buscó por todas partes a alguien en especial. En el pequeño restaurante, la tienda, la botica… en todas partes. Por último se dirigió a la oficina de diligencias donde preguntó por una mujer, pero tuvo una respuesta negativa.

Se dio por vencido y se dirigió a su cuarto de nuevo a recoger sus cosas ya que pronto partiría en una diligencia hacia su destino.

-Gracias Visha –fueron las palabras que dijo mientras caminaba hacia la posada.