viernes, 3 de julio de 2020

La sobreviviente.


Murdock Malstar sobrevolaba la costa en su caza Vesperion, desde la cabina podría observar bien la ciudad en ruinas, y por lo que podía notar prometía mucho.

-Aquí hay buen material pare reciclaje, hasta podríamos encontrar algo que aun sirva y venderlo.

-Sí -dijo una voz por su radio-, esta zona aún no ha sido muy explorada que digamos, que bueno que el jefe logró quedarse con ella, ¡imagina lo que podríamos ganar con tan solo unas toneladas de chatarra que vendamos!

-¿Y están bien seguros que no hay nadie, Vasili? -preguntó Murdock.

-Tranquilo hombre -dijo Vasili-, desde que la sociedad de la Tierra cayó todos emigraron a Marte u otra de la colonias, nadie quería quedarse en este planeta moribundo.

-Pero se supone que la naturaleza se está regenerando, tal vez con el tiempo tenga de nuevo valor.

-Tal vez, pero dudo mucho que alguien regrese, así que este lugar solo sirve para recolectar chatarra.

-Bien -dijo Murdock mirando de nuevo por su cabina, mientras su caza surcaba los aires.

Hacía algo de calor a esas horas del día cuando Ariché tenía la costumbre de salir a explorar. Caminando debajo del cielo despejado sentía que el sol le quemaba, y en la sombra el calor húmedo provocaba que la ropa se le pegara a su piel sudorosa; pero no tenía opción, o era caminar debajo del sol inclemente o soportar la humedad producida por el mar que colindaba con la ciudad en ruinas.

A pesar de ser el año 2100 la modernidad muy poco se había introducido en su aislado pueblo de las montañas donde la vida era muy mala debido a la pobreza. Sus padres creyeron que ir a la ciudad significaría dejar atrás una vida de pobreza extrema y obtener unos ingresos aunque fuera mendigando en las calles. Para la pequeña Ariché eso significó dejar atrás la seguridad de un hogar aunque pobre pero al menos cálido, sin contar conque ya no vería más a sus amigos de la infancia y sus demás seres queridos. Así fue como ella llegó a la ciudad con tan solo trece años.

Para su desgracia la vida fue peor de lo que ella imaginó. Primero una extraña enfermedad que se estaba propagando rápidamente le quitó a su padre; entró al hospital con dificultad para respirar, fiebre muy alta y escalofríos, dos días después su cadáver era incinerado y las cenizas entregadas a su madre.

Un año más tarde un terremoto azotó la ciudad; su madre murió víctima de un trozo de edificio que le cayó encima, y la pobre Ariché había quedado huérfana a los quince años. Mientras se dedicaba a buscar en las ruinas por algo de comer o alguna ropa que le fuera útil se dio cuenta que en ciertos lugares la gente se estaba reuniendo y subía a enormes “barcos” voladores, en realidad eran naves que estaban evacuando la ciudad. Poco después se enteró que la ciudad no iba a ser reconstruida, toda la gente estaba abandonando el planeta para ir a una de las colonias en la Luna o Marte. Ariché jamás se había enterado de que la humanidad había fundado otras ciudades fuera de la Tierra, y mucho menos sabía que cosa era una “colonia”. Una vez intentó formarse en una fila para abordar una de estas naves pero fue echada inmediatamente; “solo personas autorizadas pueden abordar el transbordador, no mugrosos vagabundos como tú” fue la áspera respuesta del guardia.

Ariché se quedó, como muchos otros más, dándose cuenta que solamente se tenía a ella para sobrevivir. En todo este tiempo su aspecto cambió drásticamente; había dejado su vestido típico de su pueblo indígena para usar playera, pantalones de mezclilla y en vez de huaraches calzaba zapatos deportivos. En la espalda cargaba una mochila donde almacenaba los objetos que ella creía que le serían útiles. Su largo cabello castaño lo había recortado a la altura de la nuca con un cuchillo. Y para completar su atuendo de sobreviviente portaba dos objetos que eran indispensables para defenderse de cualquiera que quisiera robarle o matarla; a la altura de la cintura asomaba la culata de una pistola de entre el pantalón y colgando del hombro tenía un rifle de asalto. Meses atrás se había encontrado con un antiguo policía que no pudo abordar una de las naves, y por una herida que se infectó había enfermado y estaba muriendo. La chica cuidó de él hasta que murió, antes de fallecer y a manera de agradecimiento el hombre le enseñó a usar las armas que él tenía.

Ariché había dejado de caminar y se detuvo un momento, levantó la cabeza y prestó atención. Segundos antes le pareció escuchar un ruido extraño, era continuo y lejano, le recordó al ruido que hacían los aviones cuando pasaban cerca de la ciudad. De pronto descolgó su rifle y apuntó rápidamente hacia unas estructuras derruidas, se dio que cuenta que no estaba sola.

-Oye Murdock -sonó por la radio la voz de Vasili-, si crees que ya terminaste de explorar regresa a la nave, el jefe nos va a dar instrucciones acerca de la recolección.

-De acuerdo -dijo Murdock-, voy para allá.

Comenzó a virar cuando en el tablero de mandos recibió una alerta de parte del sistema de detección de actividad. Pulsó un botón y en una zona de la cabina apareció un holograma que mostraba en vivo lo que estaba pasando en una parte de la ciudad.

A unos veinte grados dirección sur como según le indicaron sus instrumentos se estaba desarrollando un combate; entre las ruinas de lo que una vez fue un centro comercial un grupo de personas estaba atacando a una mujer. Murdock vio claramente como uno de ellos se le acercó blandiendo un tubo de metal pero recibió un tiro directo en la cabeza que lo mató al instante. Picado por la curiosidad puso en marcha su caza en dirección donde estaba ocurriendo el combate.

Habían muerto tres, pero aun faltaban otros cinco, fue una suerte que los asaltantes no fueran tan cautelosos provocando que Ariché los viera a tiempo. La verdad no eran realmente una amenaza, los tres que murieron se habían lanzado contra ella blandiendo tubos y bates de forma violenta mientras gritaban desaforadamente como bestias hambrientas. La chica solamente levantó su rifle y apuntó; “apunta bien a un lugar vulnerable y dispara, hazlo con calma y no dejes que el miedo te domine”fue una de las pocas cosas que le dijo el moribundo hombre que le enseñó a disparar. Su arma solamente se sacudió tres veces, una vez por tiro, y tres cuerpos cayeron al suelo inertes con la cabeza agujereada. Inmediatamente comenzaron a dispararle y Ariché tomó cobertura detrás de una viga oxidada.

Los disparos continuaban pero eran irregulares y de calibre ligero, quienes la estaban atacando no eran gente experimentada en combate; Ariché no es que lo fuera exactamente pero al menos tenía más inventiva.

Se asomó un poco y vio como uno de los asaltantes corría hacia un lugar para estar más cerca de ella, Ariché apuntó y disparó dos veces y su enemigo cayó muerto. Ahora solo quedaban cuatro.

-¡Mató a Dientes Feos!- gritó uno de los malandros.

-Entonces nos tocará más cuando nos repartamos el botín-dijo el que estaba cerca.

Los disparos seguían y al parecer no tenían intenciones de rendirse. En una ciudad derruida donde las provisiones eran escazas era común que algunos sobrevivientes trataran de robarle a otros lo que tenían, no importaba si esto significaba tener que matarlos; los más desesperados -o más depravados- incluso salían a cazar a otros humanos para comérselos. Cualquiera que fuera la intención por la que atacaban a Ariché se las tenían que ver con una presa que se defendía muy bien.

-¡A la mierda con esto! -gritó uno de ellos- ¡vayamos todos por ella!

Los cuatro restantes salieron de sus escondites y avanzaron como locos hacia Ariché, la chica se dio cuenta de la situación y observó que matarlos no sería difícil; avanzaban en línea y sin ninguna consideración por su seguridad. La chica disparó hacia las piernas del que iba enfrente, cayó al suelo e hizo tropezar a los demás, rápidamente Ariché salió de su escondite y vacío su cargador sobre ellos; un acto imprudente ya que si la comida era escaza, las municiones lo eran mucho más, pero al menos significaban menos mal vivientes en las ruinas. Sin más preámbulos la chica comenzó a registrar los cadáveres en busca de algo útil.

-Oye Vasili -dijo Murdock mientras observaba la escena-, ¿viste esto?

Murdock había atestiguado todo el combate desde lejos, por una vez creyó que la chica sería asesinada por los atacantes, pero cuando vio como procedió con cautela y astucia quedó impresionado.

-Sí -respondió Vasili-, sería una buena mercenaria, pero mejor regresa, el jefe ya se está impacientando.

Murdock tomó rumbo hacia la zona donde estaba localizada la nave nodriza, dejando atrás a una sorprendida Ariché que veía como ese extraño objeto se alejaba volando.

Media hora después Murdock estaba a bordo de la nave principal, La Cuauhtémoc,que en sus inicios fue una nave de batalla de la antigua Flota Colonial Marciana. Después de la guerra de independencia marciana fue vendida como chatarra pero un antiguo capitán terrestre la compró, la remodeló y la convirtió en una recolectora de chatarra.

En el puente había cerca de diez personas; entre ellas Murdock, Vasili y la novia de éste, Marcelina. Frente a ellos estaba hablando un hombre corpulento que se acercaba a los sesenta años de edad; a pesar de su edad aun era fuerte y su figura imponía respeto. Muchos de sus tripulantes juraban que él perteneció a una famosa banda de piratas, pero nadie se atrevía a comprobarlo. Este era el capitán Jazpiel “Mamut” Villa.

-Muy bien gente -decía el capitán Villa-, como nuestros exploradores comprobaron, estamos solos en este sector, nadie más se ha acercado a extraer materiales. Si somos rápidos y eficientes tardaremos a lo mucho una semana o un poco más, pero las ganancias valen el tiempo que nos demoremos aquí. Las ruinas de esta ciudad han de tener unos tres años, en ese lapso de tiempo el metal ni siquiera ha comenzado a oxidarse, más si es del nuevo tipo que en su aleación tiene ese mineral recién descubierto en Titán.

Bajarán dos equipos, el primero se dedicará a buscar objetos de valor entre las ruinas, de preferencia algo que se pueda vender. Recuerden que está prohibido quedarse con algo, si en verdad lo quieren para ustedes primero deben negociar conmigo, o de lo contrario los echaré a patadas de mi tripulación. El segundo grupo bajará con los “topos” para empezar con la demolición de las zonas que designaré”.

-Si todo va bien podremos obtener una ganancia de unos cuatro millones de créditos Solares, y cada uno recibirá su parte -finalizó el capitán.

Todos los tripulantes sonrieron con satisfacción al escuchar la cantidad de dinero que podrían ganar con esta operación. De repente Murdock levantó la mano.

-¿Sí, señor Malstar? -dijo el capitán.

-¿Y que pasa si encontramos personas viviendo entre las ruinas?

Todos lo voltearon a ver con ojos de pocos amigos; había una clausula en la Acta de Redistribución Terrestre que iba dirigida a los recolectores especificando: “en caso de encontrar personas viviendo entre las ruinas, todo organización o persona está obligada a poner bajo resguardo a estos sobrevivientes SIN hacer uso de la fuerza previo al desmantelamiento de las ruinas, en caso de no acatar esta clausula los infractores serán puestos bajo arresto y entregados a las autoridades correspondientes”. En otras palabras no podían comenzar a recolectar materiales de las ruinas si había personas viviendo en ellas, si encontraban sobrevivientes debían sacarlos sin hacerles daño. Pero esto en general era un problema ya que a pesar de vivir en la precariedad muchos de estos sobrevivientes consideraban a las ruinas su hogar, y de ninguna forma las iban a abandonar. Por lo general eran delincuentes o renegados que no querían estar bajo el yugo de los vencedores marcianos. Debido a esto los recolectores debían negociar con estas personas problemáticas para convencerlas de que se fueran; a veces esto duraba mucho tiempo y las fundiciones de Marte no podían esperar tanto.

-En ese caso se procederá a lo de siempre -le respondió el capitán sin inmutarse-, los convenceremos de que se vayan usando cualquier medio no violento, no tengo muchas ganas de tener problemas con los idiotas de la Administración Espacial. Si no hay más preguntas todos vayan a sus puestos y prepárense a trabajar.

Murdock caminaba por un pasillo que le llevaría hacia la zona del hangar de la nave; ahí era de donde despegaban los cazas de reconocimiento y los transportes que cargaban los enormes “topos”.
De pronto alguien golpeó su hombro de forma amistosa.

-De seguro dijiste eso por la mocosa, ¿verdad?

Era Vasili, el primer sujeto con quien hizo amistad cuando recién consiguió trabajo en la Cuauhtémoc.

-Bueno -dijo Murdock-, tenía que resaltar lo obvio, era muy probable que encontráramos personas viviendo entre las ruinas; si matamos a alguien mientras trabajamos y alguna autoridad se entera sería mucho peor para nosotros.

-¿Recuerdas cuanto nos tardamos aquella vez cuando tratamos de convencer a ese grupo de refugiados que se fueran? -le respondió Vasili-, ¡Una semana! Una maldita semana, y tardamos otras dos en desmantelar la zona donde vivían y técnicamente llegamos a la fundición barriéndonos para entregar nuestra carga, ¡casi perdemos las ganancias!

-Pero no murió nadie -dijo de repente otra voz.

Marcelina era delgada y bajita, de pelo corto y usaba lentes que le daban cierto aire intelectual, el que ella y alguien como Vasili fueran pareja era uno de los tantos misterios de la Cuauhtémoc.

-Pero tardamos mucho- le reconvino su novio suavemente.

-Pero es necesario ¿sabes?, no somos piratas desalmados a quienes les importe un comino la vida de otros, recuerda que esas personas son humanos con derechos plenos que debemos respetar, sin importar que su gobierno haya sido derrotado por el de Marte...

Una de las pocas cosas “malas”de su novia era su tendencia de aleccionar a otros en cualquier campo, más si de alguna forma le llevaban la contraria, así que el pobre Vasili soportó con toda tranquilidad el discurso de su novia mientras Murdock sonreía ante el infortunio de su amigo.

La pequeña olla que repiqueteaba sobre una estufa igual de pequeña -porque era portátil-, anunciaba que el agua que contenía estaba por hervir. Ariché rompió una bolsa de color roja y de ella extrajo unos fideos blanquecinos los cuales partió e introdujo en la olla. Cortó en finos cuadritos un tomate y lo echó en lo que sería una sopa. Ya era tarde y su estómago le exigía ser llenado con comida, un ritual que ha sido llevado a cabo desde que la humanidad apareció en este planeta, y que muy probablemente seguirá siendo realizado mientras esta exista.

Ariché tuvo suerte ya que logró dar con un almacén que aun estaba lleno. Había sido saqueado muy poco debido a que era una construcción que estaba a punto de caerse. Ariché literalmente entró corriendo, se dirigió a la zona de comestibles y tomó todo lo que pudo meter en su mochila. Logró sacar unas bolsas de fideos y algo de comida enlatada, tendría suficiente para varios días.

Durante mucho tiempo ella se había planteado regresar a su pueblo; no tenía nada y nadie que la anclara a esas ruinas. Pero no sabía como llegar a el. Si no sabía leer ni escribir mucho menos sería capaz de orientarse usando un mapa. A pesar de ser una época “avanzada”, el gobierno de la zona donde vivía nunca se preocupó por que todos los habitantes recibieran por igual los frutos de los avances tecnológicos, mucho menos si eran pueblos indígenas. Estas personas siempre habían sido los principales marginados de la sociedad que los rodeaba; ya fuera que los ignoraran por completo o que fueran blanco de los ataques de terratenientes, compañías extranjeras o gobernantes que por cualquier razón querían deshacerse de ellos, pero una de las cosas que el paso del tiempo demostró era que los indígenas eran personas muy aguerridas y no se dejarían eliminar tan fácilmente.

Mientras Ariché pensaba en estas cosas, no se dio cuenta que algo pasaba sino hasta que todo a su alrededor comenzó a sacudirse. Por un momento creyó que se trataba de otro terremoto así que tomó su mochila y sus armas abandonando su estufa portátil con todo y olla, -para su enorme tristeza-, y salió corriendo del recoveco donde se había refugiado. Pero cuando estuvo afuera su sorpresa fue enorme cuando vio dos gigantescas figuras humanoides; eran de color amarillo el cual debido al desgaste les daba una apariencia de oxidadas, tenían extremidades fuertes y muy gruesas. Jamás en su vida había visto algo así.

-Muy bien, comencemos con esta parte -dijo un operador de estás máquinas.

-Está bien, yo corto los trozos y tú los amontonas -le respondió su compañero por la radio.

Con gran terror Ariché vio como estas máquinas comenzaban a desmantelar el edificio donde estaba; usando una herramienta de uno de los brazos una de las máquinas comenzó a cortar trozos cuadrados de una de las paredes del edificio mientas la otra los tomaba y los colocaba en el suelo. Muy pronto Ariché descubrió que no eran las únicas, había más -cerca de seis- alrededor que también se dedicaban a desmantelar los edificios, y arriba de ellas, flotando en el aire una enorme nave espacial a la que eran transportados todo el material obtenido.

-¡Eh tú! -gritó alguien de repente- ¡Quitate del medio!

Ariché volteó la cabeza a todos lados buscando a la persona que le gritó, muy pronto se daría cuenta que fue una de esas máquinas quien le habló, específicamente la que estaba frente a ella. Del terror pasó al asombro; durante sus quince años atestiguó muchas cosas que la sorprendieron, pero esta definitivamente le ganaba a todas, ¡dos gigantes de metal que hablan!

-¿Acaso eres sorda? ¡Que te quites! -volvió a rugir la máquina.

Pero la chica seguía sin hacerle caso, el asombro era demasiado.

De pronto otra máquina se acercó, el asombro de Ariché no hizo más que aumentar.

Mientras trabajaba en su sector asignado, Murdock había escuchado el alboroto por su radio, y sus sensores le indicaron la presencia de una persona en los alrededores, y se dio cuenta que era la misma chica que observó al mediodía.

-¿Qué sucede aquí? -dijo mientras su “topo” se acercaba a los otros.

-Esta salvaje no quiere alejarse del sitio de demolición -le respondió asperamente uno de sus compañeros-, se lo he repetido varias veces pero no hace caso.

-Asústala un poco para que se aleje -dijo el otro operador.

Uno de ellos levantó el enorme brazo de la máquina como si tuviera la intención de dejarlo caer a un lado de Ariché, pero Murdock lo impidió usando su máquina.

-Maldita seas Murdock -exclamó furioso el sujeto.

-No le harás nada -respondió Murdock muy serio-, hablaremos con ella para que se vaya, pero nada más ¿entendido?

-Si serás...

-¡Momento! -gritó una voz femenina.

Si Ariché estaba estupefacta por ver a tres gigantes de metal, el hecho de que un pequeño aerodeslizador aterrizara cerca de ella y de él saliera una persona fue el colmo de la sorpresa

Marcelina por su parte se interpuso entre Ariché y los enormes robots. Los dos sujetos se miraron dudosos y después se alejaron del lugar; para nada querían tener problemas con Marcelina ya que eso significaba tenerlos con Vasili, quien ya se acercaba al sitio en su robot demoledor.

Vasili llegó junto a su novia y Murdock, quienes analizaban la situación.

-¿Y qué haremos con ella? -preguntó Murdock.

-Tendrás que convencerla para que se vaya, Marcy, -dijo Vasili-, tenemos mucho trabajo por hacer.

Marcelina se volvió a la chica quien la observaba de pies a cabeza.

-Ay, disculpa la brusquedad, es que no sabíamos que estabas aquí -dijo siendo lo más amistosa posible-, tenemos que demoler todo esto, pero no podemos hacerlo si te quedas así que por favor tienes que irte, nuestra compañía te resarcirá los problemas que te hayamos causado...

Pero Marcelina no pudo terminar de hablar cuando Ariché estiró su mano y comenzó a tocar su cara. Por un momento Vasili se puso nervioso pero Murdock lo tranquilizó.

Ariché no podría sentir más que curiosidad por la mujer que tenía enfrente; su cabello aunque era castaño tenía una extraña coloración azulada que cambiaba de intensidad según se moviera. El traje no era de tela como la ropa que Ariché usaba, parecía un tipo de plástico, su color no estaba muy definido pero era de tonos brillantes, casi chillones. Por último los lentes eran de la misma coloración que el cabello.

Por un momento Marcelina se puso algo nerviosa, pero cuando se dio cuenta que solo era mera curiosidad esta pequeña invasión de su privacidad dejó que la desconocida la examinara mientras esbozaba una sonrisa.
-Es como si fuera una niña pequeña -dijo Marcelina.

En ese entonces Ariché estaba acariciando su azulado cabello.

-Señorita Praez -sonó la voz profunda del capitán Villa por la radio-, haga que esa chica se vaya de la zona de trabajo, no tenemos tiempo que perder.

Marcelina detuvo gentilmente a Ariché.

-Mira, lo siento mucho pero tienes que irte, vamos a desmontar este edificio y tu no puedes estar aquí porque podrías lastimarte.

-¿Irme?

Se notaba el fuerte acento de su idioma indígena, pero al parecer entendía el español.

-Sí -dijo Marcelina-, destruiremos todo y tu podrías salir herida, por favor vete, te daré algo de comida a cambio por la molestia.

Cuando Ariché escuchó la palabra “comida” recordó que dejó su olla sobre la estufa portátil. Rápidamente se dirigió hacia el hueco donde estaba y descubrió que su sopa ya estaba lista; afortunadamente esas estufas tenían un sistema que apagaba la parrilla después de cierto tiempo.

Sin más preámbulos se puso a comer su sopa con toda la tranquilidad del mundo, como si hubiera olvidado a las máquinas gigantescas y a la estrafalaria mujer.

Marcelina se quedó muy confundida al verla salir corriendo sin decir una palabra, así que decidió seguirla a pesar de las protestas de Vasili. Encontró a Ariché degustando su sopa sentada sobre un trozo de concreto, cuando la chica la vio le ofreció un poco pero Marcelina la rechazó de forma cortés.

-¿Marcelina? -preguntó Vasili por la radio-, ¿podemos seguir trabajando?

-Está comiendo, cuando acabe se irá -dijo la novia de Vasili.

Ariché tomó cerca de media hora para comer, ya que cuando acabó su sopa abrió una lata de comida y con todo el tiempo del mundo procedió a consumirla. A cada cucharada que daba saboreaba hasta la última partícula, ya que no sabía cuando sería la próxima vez que disfrutaría de una comida así. Cuando terminó levantó su pequeña estufa, desconectó la parrilla eléctrica y la guardó en un estuche, con el agua de una botella lavó la olla y junto a la estufa las metió a su mochila, se colgó esta última y tomo sus armas.

Salió al exterior del hueco y vio como Marcelina le daba unas barras de comida y una bolsa de agua potable en gel. Ariché dudó un poco pero cuando vio la sonrisa sincera de Marcelina tomó ambas cosas y las guardó en su mochila y después se alejó de la zona de trabajo, solamente una vez volteó a mirar hacia atrás y observó como las enormes máquinas comenzaron a desmantelar el edificio donde estuvo, después dio media vuelta y se alejó.

Por la noche todo el trabajo había cesado y la tripulación de la Cuauhtémoc cenaba a gusto en el comedor de la nave. Al parecer las ganancias serían más de las calculadas ya que el material recolectado era de excelente calidad a pesar de tres años de abandono. Murdock y Vasili estaban brindando muy felices.

-Si nuestra suerte sigue así, seremos muy ricos cuando se repartan las ganancias después de hacer la entrega en Marte -dijo Vasili mientras empinaba lo que quedaba de cerveza en su tarro.

-Es más de lo que nos hubiéramos imaginado -le respondió Murdock.

Vasili se levantó, llevó los tarros de él y Murdock a la la barra donde el androide de servicio los llenó de nuevo.

-Brindemos el último trago, porque mañana debemos trabajar de nuevo -dijo Murdock tomando su tarro.

-Ay señorito bien portado -le reconvino Vasili-, festejemos unos tragos más, ¡no siempre tenemos esta suerte!

-¿Quieres limpiar el contenedor séptico de nuevo? -preguntó Murdock sonriente.

Vasili solo hizo una mueca, no quería recordar el castigo que le impusieron por beber de más, sin contar con el sermón que le soltó su novia.

-¿Y porqué no vino Marcy con nosotros? -dijo inmediatamente Murdock para cambiar de tema.

-Dijo que tenía que inspeccionar lo que parecía una antigua librería, al parecer muchos libros sobrevivieron a la guerra y ella quiere conservarlos, ya sabes, la nerd de siempre.

-Eh, es muy diligente -comentó Murdock.

Muchos se preguntaban como era que alguien como Vasili logró ser el novio de Marcela; era una chica lista e inteligente proveniente de la colonia marciana. Siempre le apasionó la historia del mundo original de los humanos, la Tierra. Después de la guerra y cuando tuvo oportunidad se enroló en la Cuauhtémoc para tener la oportunidad de ir a la Tierra y recolectar todo lo relacionado con la sociedad terrestre antes de la guerra. Vasili era de la Luna, y aunque él se consideraba listo no era muy atraído por todo aquello que tuviera que ver con el uso del cerebro para cuestiones académicas, pero no significaba que fuera un completo ignorante. Marcela vio en él astucia e inteligencia, además de su estilo de peinado y cara alargada le daban un aspecto curioso que le atrajo. Vasili por su parte le atraían las mujeres de baja estatura, además de que ese aire de intelectualidad sin llegar a ser pedantería le acabaron por gustar al buen Vasili, podría decirse que uno complementaba al otro.

-¿Y alguna vez has pensado en proponerle matrimonio? -preguntó Murdock.

-¿Casarme? ¡No! Bueno, auno no -respondió Vasili algo alarmado-, aun no estoy listo para el matrimonio, quiero seguir siendo libre y hacer lo que me gusta, y al parecer a Marcela opina lo mismo, ya veremos más adelante a ver como sucede todo.

De pronto se acercó un sujeto a la mesa donde estaban, parecía estar preocupado por algo y Murdock sospechaba que eso los involucraba.

-El capitán los quiere ver en el puente de mando -dijo lacónicamente.

-¿Porqué? ¿Qué sucede Hanz? -preguntó Vasili.

-Cuando lleguen allá lo descubrirán -le dijo el mensajero dando media vuelta y retirándose.

Los dos sujetos se levantaron perezosamente y se dirigieron hacia el puente, una vez ahí el capitán les dio una noticia que dejó helado a Vasili.

-Perdimos contacto con ella hace más de media hora, tenemos la localización exacta de su vehículo pero por más que intentamos contactarla no hemos obtenido respuesta.

El capitán caminaba de un lado a otro mientras les daba esta información. Aunque una ciudad pareciera deshabitada no significaba que lo estuviera realmente, y muchas veces sus ocupantes no eran exactamente civilizados, mi mucho menos pacíficos.

-No sabemos exactamente que pudo haber pasado -continuó hablando el capitán Villa-, puede ser que su radio no funcione, o que ella haya encontrado algo que la tiene tan entretenida que perdió la noción del tiempo, ya ha pasado antes, pero de cualquier forma ustedes irán junto a otro grupo de tripulantes y la buscarán, no está de más mencionar que irán bien armados, por cualquier contingencia.

Mientras se dirigían al hangar Murdock pudo notar que Vasili estaba más callado de lo normal, y aunque no lo mostrara estaba muy preocupado por lo que le hubiera pasado a su novia. Minutos más tarde los dos salían junto al grupo para buscar a Marcela.

Ariché caminaba sola bajo la noche estrellada. Era muy raro que ella estuviera fuera de uno de sus refugios, andar sola en medio de la noche no era seguro, pero ese día habían pasado cosas fuera de lo normal. Las enormes máquinas que interrumpieron su comida más la aparición de esa mujer de aspecto tan curioso no eran cosas de todos los días. Y hace unas horas que vio como esa mujer era capturada por la gente que vivía en los viejos túneles del metro. Ella no hacia favores de forma altruista; viviendo en un lugar así de hostil ser generoso no era buen negocio, por lo general si se quería que alguien hiciera un favor, este debía ser pagado, así que lo que planeaba hacer Ariché no iba a ser totalmente gratuito, pero ella consideraba que no pediría mucho a cambio.

Había llegado a la entrada de unos de los túneles. Sostenía una bolsa llena de algo que soltaba un repugnante olor. No solo personas desagradables habitaban los túneles, otras cosas también, y que en cierto sentido eran más peligrosas. Sin pensarlo dos veces se introdujo en el túnel con su arma lista para cualquier eventualidad.

En algún lugar desconocido para todo mundo menos para algunos se encontraba Marcela. Atada de manos y pies, y con la cabeza un poco magullada, se lamentaba de su necedad de querer estar sola mientras recolectaba objetos de interés. No sabía que el sensor de aproximación de su nave no funcionaba, y por eso no se dio cuenta de la llegada del grupo de saqueadores sino cuando era demasiado tarde. Todo lo que vio fue un sujeto que corría hacia ella y antes de que Marcela pudiera hacer algo se le fue encima y la derribó de un golpe, y ahora estaba ahí, rodeada de hombres de muy mal aspecto y malas intenciones.

-¡Una gente del espacio! Es una captura muy rara, ¡pero le sacaremos provecho!

-Hace tiempo que no nos encontrábamos con una mujer, no con una así de bien formada, en verdad nos vamos a divertir.

-¡Y es una colonial!

Estas frases y otras más eran pronunciadas por los tipos que la habían capturado. Muchos de ellos le lanzaban miradas lujuriosas que le anunciaban a Marcela cuales eran sus planes respecto a ella. Otros simplemente la miraban con curiosidad, de la misma forma que un gato observa a un ratón. Ella solo deseaba salir corriendo de ahí y buscar a su querido Vasili de cara alargada y ojos vivaces, o qué él apareciera de repente con una partida de búsqueda y la sacara de ese agujero.

Entonces se adelantó un sujeto al cual los demás malandros dieron paso. Su aspecto no era diferente al de los demás, pero los malandros lo miraban de muchas formas, que iban desde el respeto hasta la envidia, e incluso odio; algo le decía a Marcela que él era el jefe de esa gentuza.

-Bien, que tenemos aquí -dijo mientras la observaba de pies a cabeza.

-¡La capturamos cerca de los almacenes, jefe! -exclamó uno de los sujetos.

-Estaba distraída buscando basura, ¡no nos vio llegar! -dijo alguien más.

El sujeto terminó su examen visual y ahora la miraba a la cara. Ese aspecto suyo de tener cabello azulado se le hacía muy ridículo, pero al igual que sus hombres estaba satisfecho con su captura. Marcela le sostenía la mirada haciendo todo lo posible de no mostrar miedo.

-¿Y qué haremos con ella, jefe? -preguntó uno de los sujetos.

-Esta noche la “conoceremos” mejor -dijo riendo de forma salvaje otro de ellos.

-No sean idiotas -dijo de repente el jefe-, ¿no se dan cuenta que ella vino en esa nave que está ahí afuera? Podremos intercambiarla por cosas valiosas; raciones, armas o incluso un boleto para ir a alguna de las colonias, así que tendrán que controlar su maldita lujuria imbéciles.

Esta respuesta de parte de su jefe provocó todo tipo de reacciones, desde confusión hasta odio.

-Si a alguien no le gusta lo que dije, puede venir y decírmelo en la cara -dijo su líder al notar la contrariedad de sus subordinados. Pero nadie se iba a atrever a llevarle la contraria, todos sabían de lo que era capaz.

El grupo se dispersó pero algunos cuantos se quedaron observándola, lanzándole miradas que solamente llenaban de asco a Marcelina.

Mientras tanto el grupo de partida había llegado al lugar donde estaba el vehículo de Marcelina. La extraña nave en forma de huevo tenía la cabina abierta y podía observarse que algunas cosas habían sido esparcidas al rededor.

Algunos hombres habían formado un perímetro mientras otros inspeccionaban la cabina. Murdock y Vasili estaban buscando en la computadora de la nave las grabaciones echas por las cámaras. Encontraron los archivos y lo que veían solamente los preocupaba más.

En la grabación se mostraba a Marcelina agachada mientras examinaba algo. Entre los escombros y alrededor de ella se podía observar como un numeroso grupo de sujetos se aproximaba a ella sin que Marcela se diera cuenta. Uno de ellos salió de su escondite y se le acercó rápidamente, antes de que la mujer pudiera reaccionar la golpeó derribándola al suelo. A continuación algunos se la llevaron cargando mientras otros se dedicaban a saquear su nave.

Vasili solamente se dio la vuelta y se alejó un poco.

-Hijos de perra-, masculló entre dientes.

-Su sensor de proximidad no estaba funcionando, y dejó su pulsera de localización, la acabamos de encontrar -le dijo Murdock.

Se acercó a su amigo y le puso una mano sobre el hombro de forma conciliadora.

-Debemos seguir buscando -le dijo mirándolo con fijeza-, tu pequeña nerd debe de estar esperando a su carilarga que llegue a rescatarla.

-Pues nos estamos tardando, ¡vamos a buscarla! -dijo Vasili mientras esbozaba una sonrisa.

Marcelina aun seguía atada, pero al menos era libre de mente. Se devanaba los sesos ideando algún plan de escape u otra maniobra que le permitiera salir de esa situación, pero por más que lo pensaba no se le ocurría nada.

-Hola sabrosa -dijo una voz.

Marcelina vio ante sí a uno de los malandros, pero al parecer era el que tenía peor aspecto; sus ropas mugrientas junto al olor daban por sentado que no estaba acostumbrado al aseo personal. La cara estaba cubierta de varias cicatrices y una espesa barba tal vez llena de bichos terminaban por adornar su rostro; sus dientes amarillentos y ojos rojizos debido a alguna adicción eran el “broche de oro” de su persona.

-No importa lo que ese imbécil de Laurel haya dicho -dijo de pronto soltando su verborrea-, él solo es un estúpido que solo se preocupa por si, y no por los muchachos. Lo odio con todo mi ser y así será hasta que yo mismo lo haya mandado al infierno.

Inicialmente Marcelina se sintió confundida al escuchar las confesiones de este sujeto, pero le desagradaba por entero el olor que emanaba de su boca.

-Me importa un carajo de donde hayas venido; Marte, la Luna o no se de donde. Pero algo si es seguro, Laurel no pasará de estos días, y cuando eso suceda, festejaremos a lo grande, ¡sí! Y tú serás el plato principal.

Le clavó una mirada que solo llenó de asco a Marcelina. De pronto se escuchó un ruido sordo justo detrás del sujeto, este se volteó y observó un trozo de carne en el suelo. Lo miró con curiosidad pero después notó el nauseabundo olor que provenía de ella.

-Que maldito asco -exclamó disgustado.

De repente comenzaron a caer varios trozos de esta carne alrededor del campamento de saqueadores. Todos se levantaron asombrados e incluso algunos comenzaron a tocarla.

-Hay que rostizarla muy bien y el olor no será un problema -dijo uno de ellos sonriente.

-¡Idiotas! -gritó Laurel cuando se dio cuenta de la situación-, quemen esa carne ahora, puede atraer a los malditos animales.

Justo cuando acabó de hablar, una serie de ruidos extraños comenzaron a escucharse. Iban desde sonidos guturales hasta chillidos hechos por criaturas de considerable tamaño. De repente uno de los malandros gritó al ver a una criatura de aspecto horroroso. Tal vez tiempo atrás esta criatura pudo ser un perro, pero las diferentes deformidades que presentaba hacia dudar de ello; era muy grande con la boca desprovista de labios y mostrando una serie de dientes afilados, ojos desorbitados y llenos de sangre, en algunas partes los músculos se habían expandido tanto que rasgaron la piel dejando la carne al descubierto.

Marcelina sintió una nueva oleada de repugnancia pero acompañada con cierta curiosidad científica. “Probablemente es un mutante”

-¡Un perro! -exclamó uno de los sujetos.

Pero no solo era uno, detrás de él aparecieron varias de estas criaturas que comenzaron a emitir sonidos parecidos a ladridos; era toda una jauría.

Los malandros habían sido sorprendidos y sin pensarlo mucho abrieron fuego. Los perros mutantes se lanzaron al ataque ladrando y gruñiendo, pronto todo se hizo un caos. Los maleantes luchaban contra las criaturas quienes olvidaron el “suculento“ aroma de la carne en descomposición y se concentraron en atacar presas vivas. Inicialmente Marcelina tuvo miedo de que uno de esos animales la atacara, pero ahora veía una excelente oportunidad para escapar. Comenzó a forcejear en un intento por quitarse los amarres, pero descubrío que estaban firmemente apretadas.

-¡Maldita sea! -exclamó furiosa.

De pronto una figura se acercaba rápidamente hacia ella. Marcelina por un momento creyó que era uno de esos perros mutantes, o uno de los maleantes, pero su sorpresa fue enorme cuando reconoció a la persona que había llegado junto a ella.

Ariché procedió a cortar con un cuchillo las ataduras de Marcelina, cuando terminó la puso de pie jalándole un brazo de forma muy brusca y sin darle tiempo para quejarse la empujó obligándola a correr. Algunos sujetos se dieron cuenta de lo que pasaba pero Ariché les disparó hiriendo a algunos. A toda prisa se dirigieron a un hueco que Ariché había practicado en una de las defensas mal construidas, se metieron a gatas y salieron al otro lado.

Marcelina no era muy adicta a hacer ejercicio, pero justo en ese momento no iba a pensar en detenerse, aunque quería hacerlo para darle las gracias a la chica que la rescató. Corrían tan rápido como les era posible por los túneles del viejo sistema del metro. De vez en cuando Ariché le gritaba a Marcelina la dirección en la que debía girar; ya fuera derecha o izquierda. Se detuvieron un momento para que Marcelina recuperara el aliento.

-¡Gracias! -dijo a duras penas entre bocanadas de aire.

Ariché vigilaba atentamente el túnel, con su rifle listo para ser usado ante el menor indicio de peligro.

-Vamos -dijo Ariché.

Las dos comenzaron a andar cuando oyeron gritos detrás de ellas. Marcelina volteó hacia atrás y Ariché hizo un gesto de molestia.

-¡Corre! -gritó la chica.

Marcelina no necesito que se lo dijeran otra vez, salió disparada detrás de Ariché.

Los cazas de la partida de búsqueda recorrían una zona muy amplia, volaban a baja altitud haciendo un barrido con la esperanza de detectar el más mínimo rastro de Marcelina. Aunque Murdock estaba ansioso por encontrar a su amiga, era Vasili quien estaba más desesperado.

Técnicamente Marcelina era la única mujer que más había durado a su lado; sus noviazgos anteriores solo habían durado unos cuantos meses, pero ella ya llevaba más de uno año con él y no mostraba indicios de haberse cansado de Vasili, más bien actuaba como si ya fueran una pareja establecida. Cada día Marcelina le platicaba a Vasili cualquier cosa que le llegara a la mente, le encantaba tener a alguien que la escuchara hablar de cualquier tema. Pero lo que más había conmovido a Vasili era que una mujer inteligente como ella, y que bien podría ser una profesora de universidad, lo hubiera aceptado en su vida e incluso se atraída por él. Era obvio que el buen Vasili por nada del mundo permitiría que su novia sufriera daño alguno, y ay de aquellos que intentaran hacerle daño a Marcelina.

-Si no encontramos nada tendremos que expandir la zona de búsqueda -dijo Vasili por su radio-, e incluso podríamos bajar a tierra y buscar en todos los recovecos posibles.

-Eso nos tomará mucho tiempo amigo -le respondió dijo Murdock.

-¡No importa! -rugió Vasili-, ¡la buscaré incluso debajo de las piedras!

-Tranquilízate Vasili -le reconvino Murdock-, es obvio que no dejaremos de buscarla, pero debemos definir bien la zona de búsqueda.

-Detecto algo en el radar -dijo de pronto un miembro de la partida.

-¿Qué? -preguntó ansioso Vasili.

-A unos trescientos metros al sureste de nuestra posición, detecto algún tipo de actividad...

Sin esperar a que terminara de hablar, Vasili salió disparado hacia la localización seguido por Murdock y los demás.

Ariché abría fuego hacia sus perseguidores, al parecer lograron eliminar rápidamente a los perros mutantes y ahora iban tras ellas. Marcelina estaba escondida detrás de una pared cubriéndose los oídos. Habían logrado salir de los túneles pero estaban rodeadas, no podían escapar ya que más de veinte sujetos les disparaban de todas partes. Si lograban capturarlas no las llevarían arrastrando de vuelta a los túneles, las matarían ahí mismo o les harían algo peor. Pero Marcelina tenía una ligera esperanza; estaban en el exterior y probablemente el ruido atraería a cualquiera que la estuviera buscando.

-¡Atrapen a esas malditas! -gritaba uno de los malandros.

Aunque Ariché tenía buena puntería era difícil apuntar bien en la noche y cuando todo mundo le disparaba. Había logrado herir a unos que otros pero seguían atacando con más fervor; sabían que estaban acorraladas, no tenían escapatoria y les darían su merecido. Por su parte Ariché se estaba quedando sin balas; tenía varios cargadores repartidos en diferentes escondites, pero cuando se decidió rescatar a Marcelina no calculó bien que necesitaría más cargadores de los que llevaba.

Su rifle dejó de disparar repentinamente, Ariché revisó el cargador y para su terror descubrió que estaba vació. La pobre chica se heló del susto al darse cuenta de su error. Los maleantes notaron que ya no disparaba y todos salieron de sus coberturas lanzándose a la carga contra ellas; todo había terminado.

Ariché cayó al suelo debido a una fuerte explosión que ocurrió muy cerca de ella, Marcelina la arrastró hacia la seguridad de la pared y la abrazó mientras todo pasaba a su alrededor, alzó la vista hacia arriba y para su gran alegría vio varias luces provenientes de unos vehículos voladores que disparaban contra sus perseguidores.

Vasili apretaba el gatillo de su palanca con ahínco, de ninguna manera iba a permitir que toda esa gentuza se escapara con vida, o entera; tuvieron el descaro de secuestrar a su querida nerd y él les hacia pagar caro su osadía.

Solamente unos pocos lograron escapar cojeando, los demás habían sido acribillados por los cazas. Vasili aterrizó cerca de donde estaba escondida Marcelina.

-¡Marcelina! -gritó saliendo de su caza.

Ella salió corriendo y debido al impulso que llevaba derribó a Vasili al suelo en cuanto lo abrazó. Los dos lloraban de felicidad de estar juntos.

Murdock por su parte buscaba a la chica que había rescatado a Marcelina desde su nave. Sus bio sensores escaneaban el lugar donde habían estado. Detectó movimiento y cuando enfocó la cámara sobre el lugar logró dar con ella; tenía una herida en la frente desde donde le corría un abundante flujo de sangre.

-Tu salvadora esta herida -dijo Murdock por la radio.

Marcelina volteó a ver a Ariché y se alarmo al ver su aspecto. Rápidamente todo el grupo regresó a la Cuauhtémoc.

De vuelta a la nave Murdock y compañía celebraban el rescate de Marcelina. Ella les narraba su cautiverio y como es que fue rescatada por la chica que horas antes habían echado de su pequeño refugio.

-De ahora en adelante, queda prohibido que el personal de exploración se quede sin ningún tipo de seguridad, deben de estar al menos tres hombres armados -dijo el capitán Villa.

-Y yo insistiré que se respete esa ley -dijo Vasili muy serio.

-Pero no uses este incidente para ponerte tiránico conmigo, ¿eh? -dijo Marcelina mientras le jalaba gentilmente la oreja a su novio.

-Así como eres de despistada, alguien debe tenerte bien vigilada -le respondió Vasili.

-¿Y qué hay de la heroína del momento? -preguntó Murdock.

Ariché estaba recostada en la cama de la enfermería, no sabiendo que pensar. Había sido mucho tiempo desde que se acostó en una cama suave y no solo un montón de cartón sucio, además de estar rodeada de muchas cosas que no conocía. Notó el color blanco de la enfermería y pronto se dio cuenta que le molestaba, era muy brillante, además que se sentía encerrada. Se llevó la mano a su frente y sintió la extraña venda que la cubría; no era de tela, más bien se sentía como una especie de plástico.

Cuando vio como esa mujer de cabello azulado era secuestrada se dio cuenta que debía actuar rápido. Un sentimiento de altruismo la impulsó a hacerlo, además que de esa forma podría pedir algo por haberla rescatado.

Juntar la carne putrefacta y usarla para atraer a los perros mutantes no fue tan difícil, pero no calculó que los maleantes eliminarían tan rápido a los perros que les daría tiempo darles caza. Afortunadamente el grupo de búsqueda las encontraron a tiempo y salvaron la situación. Ahora estaba abordo de la nave y no se iría hasta que le dieran lo que ella quería.

Una puerta se abrió y entraron varias personas, entre ellas estaba la mujer que salvó. De los tres hombres uno se destacaba más; era alto y fornido, además de que se veía viejo, pero a pesar de ello emanaba un aire de autoridad que los demás respetaban.

-En nombre de mi tripulación te doy las gracias por haber ayudado a uno de mis tripulantes -dijo sin rodeos el capitán Villa-. De no haber sido por tu ayuda la señorita Praez pudo tener algún percance del que todos nos hubiéramos lamentado, así que en recompensa por tu ayuda podrás pedirnos lo que tu desees y si está al alcance de nuestras posibilidades lo concederemos.

-¡Llevarla con nosotros a Marte! -exclamó jubilosa Marcelina.

-No podemos llevar con nosotros inmigrantes, Marcy -dijo Vasili esbozando una media sonrisa.

-¡Pero se lo merece! -dijo la mujer-, con todo lo que hizo por mi es justo que la saquemos de este mundo sin ley y la llevemos con nosotros.

-¿No será mejor que le preguntemos a ella que es lo que quiere? -intervino Murdock.

Marcelina se sintió contrariada pero acepto que era lo correcto.

-Casa -dijo Ariché de pronto.

-¿Eh? -dijo el capitán Villa.

-Quiero ir casa.

Un transporte aéreo sobrevolaba las montañas llevando a Marcelina, Vasili, Murdock y Ariché. San Juan Ixtenco quedaba a más de medio día de camino desde la ciudad en ruinas, si es que se iba en vehículo terrestre, pero en una aeronave ese tiempo se reducía a tan solo media hora. Ariché se hallaba sentada en la zona de carga de la nave, y aunque no profería ninguna palabra no por eso dejaba de sentir una enorme alegría, ¡por fin iría a casa!, ¡después de tres años de separación! Marcelina había hecho todo lo posible para convencerla de que se fuera con ellos, pero Ariché se había negado rotundamente, tan solo quería regresar a su pueblo de la montaña.

Los instrumentos de la nave le indicaron a Murdock -quien la iba pilotando- que se hallaba cerca de un asentamiento humano que correspondía a la localización indicada en viejos mapas. Él decidió aterrizar alejado del pueblo para no provocar una conmoción. Cuando Ariché puso pie en tierra una oleada de recuerdos le llegó a su mente. En vez de estar rodeada por ruinas los árboles de una selva tupida era todo lo que tenía a la vista.

Marcelina bajó en pos de ella y le dio un abrazo de despedida.

-Gracias por haberme rescatado -le dijo mientras la abrazaba.

Ariché se separó de ella sonriendo y agitó la mano en señal de despedida; Murdock y Vasili lo correspondieron.

La chica dio medía vuelta y salió corriendo en dirección del pueblo.

-En serio quería que viniera con nosotros -dijo Marcelina adolorida.

-Ella pertenece a este mundo y nosotros al espacio, Marcy -dijo Vasili estrechando a su novia-, no podemos obligarla a irse a un lugar que no conoce.

Murdock solamente la observaba en la distancia hasta que se perdió. Todos subieron a la nave de carga y despegaron en dirección de la ciudad en ruinas, aún tenían trabajo que hacer.

Ariché mientras tanto ya tenía a la vista su pueblo, podía ver los techos de las casas. Los recuerdos de su infancia y parte de la adolescencia la impulsaban a ir más rápido como si el pueblo fuera a desaparecer de un momento a otro. Había vivido tres años en una ciudad y vio como caía por diversos desastres y después era abandonada. Sobrevivió a los desafíos que significaba vivir en un lugar desolado, y como si fuera una recompensa ahora ella regresaba a su hogar en las montañas, donde aún tendría familiares que se pondrían alegres de verla regresar; la vieron partir como una muchachilla miedosa, y ahora regresaba como una sobreviviente de la caída de la humanidad en la Tierra.