Murdock
Malstar sobrevolaba la costa en su caza Vesperion, desde
la cabina podría observar bien la ciudad en ruinas, y por lo que
podía notar prometía mucho.
-Aquí hay buen material pare
reciclaje, hasta podríamos encontrar algo que aun sirva y venderlo.
-Sí -dijo una voz por su radio-,
esta zona aún no ha sido muy explorada que digamos, que bueno que el
jefe logró quedarse con ella, ¡imagina lo que podríamos ganar con
tan solo unas toneladas de chatarra que vendamos!
-¿Y están bien seguros que no hay
nadie, Vasili? -preguntó Murdock.
-Tranquilo hombre -dijo Vasili-,
desde que la sociedad de la Tierra cayó todos emigraron a Marte u
otra de la colonias, nadie quería quedarse en este planeta
moribundo.
-Pero se supone que la naturaleza se
está regenerando, tal vez con el tiempo tenga de nuevo valor.
-Tal vez, pero dudo mucho que
alguien regrese, así que este lugar solo sirve para recolectar
chatarra.
-Bien -dijo Murdock mirando de nuevo
por su cabina, mientras su caza surcaba los aires.
Hacía
algo de calor a esas horas del día cuando Ariché tenía la
costumbre de salir a explorar. Caminando debajo del cielo despejado
sentía que el sol le quemaba, y en la sombra el calor húmedo
provocaba que la ropa se le pegara a su piel sudorosa; pero no tenía
opción, o era caminar debajo del sol inclemente o soportar la
humedad producida por el mar que colindaba con la ciudad en ruinas.
A
pesar de ser el año 2100 la modernidad muy poco se había
introducido en su aislado pueblo de las montañas donde la vida era
muy mala debido a la pobreza. Sus padres creyeron que ir a la ciudad
significaría dejar atrás una vida de pobreza extrema y obtener unos
ingresos aunque fuera mendigando en las calles. Para la pequeña
Ariché eso significó dejar atrás la seguridad de un hogar aunque
pobre pero al menos cálido, sin contar conque ya no vería más a
sus amigos de la infancia y sus demás seres queridos. Así fue como
ella llegó a la ciudad con tan solo trece años.
Para
su desgracia la vida fue peor de lo que ella imaginó. Primero una
extraña enfermedad que se estaba propagando rápidamente le quitó a
su padre; entró al hospital con dificultad para respirar, fiebre muy
alta y escalofríos, dos días después su cadáver era incinerado y
las cenizas entregadas a su madre.
Un
año más tarde un terremoto azotó la ciudad; su madre murió
víctima de un trozo de edificio que le cayó encima, y la pobre
Ariché había quedado huérfana a los quince años. Mientras se
dedicaba a buscar en las ruinas por algo de comer o alguna ropa que
le fuera útil se dio cuenta que en ciertos lugares la gente se
estaba reuniendo y subía a enormes “barcos” voladores, en
realidad eran naves que estaban evacuando la ciudad. Poco después se
enteró que la ciudad no iba a ser reconstruida, toda la gente estaba
abandonando el planeta para ir a una de las colonias en la Luna o
Marte. Ariché jamás se había enterado de que la humanidad había
fundado otras ciudades fuera de la Tierra, y mucho menos sabía que
cosa era una “colonia”. Una vez intentó formarse en una fila
para abordar una de estas naves pero fue echada inmediatamente; “solo
personas autorizadas pueden abordar el transbordador, no mugrosos
vagabundos como tú” fue la áspera respuesta del guardia.
Ariché
se quedó, como muchos otros más, dándose cuenta que solamente se
tenía a ella para sobrevivir. En todo este tiempo su aspecto cambió
drásticamente; había dejado su vestido típico de su pueblo
indígena para usar playera, pantalones de mezclilla y en vez de
huaraches calzaba zapatos deportivos. En la espalda cargaba una
mochila donde almacenaba los objetos que ella creía que le serían
útiles. Su largo cabello castaño lo había recortado a la altura de
la nuca con un cuchillo. Y para completar su atuendo de sobreviviente
portaba dos objetos que eran indispensables para defenderse de
cualquiera que quisiera robarle o matarla; a la altura de la cintura
asomaba la culata de una pistola de entre el pantalón y colgando del
hombro tenía un rifle de asalto. Meses atrás se había encontrado
con un antiguo policía que no pudo abordar una de las naves, y por
una herida que se infectó había enfermado y estaba muriendo. La
chica cuidó de él hasta que murió, antes de fallecer y a manera de
agradecimiento el hombre le enseñó a usar las armas que él tenía.
Ariché
había dejado de caminar y se detuvo un momento, levantó la cabeza y
prestó atención. Segundos antes le pareció escuchar un ruido
extraño, era continuo y lejano, le recordó al ruido que hacían los
aviones cuando pasaban cerca de la ciudad. De pronto descolgó su
rifle y apuntó rápidamente hacia unas estructuras derruidas, se dio
que cuenta que no estaba sola.
-Oye
Murdock -sonó por la radio la voz de Vasili-, si crees que ya
terminaste de explorar regresa a la nave, el jefe nos va a dar
instrucciones acerca de la recolección.
-De
acuerdo -dijo Murdock-, voy para allá.
Comenzó
a virar cuando en el tablero de mandos recibió una alerta de parte
del sistema de detección de actividad. Pulsó un botón y en una
zona de la cabina apareció un holograma que mostraba en vivo lo que
estaba pasando en una parte de la ciudad.
A
unos veinte grados dirección sur como según le indicaron sus
instrumentos se estaba desarrollando un combate; entre las ruinas de
lo que una vez fue un centro comercial un grupo de personas estaba
atacando a una mujer. Murdock vio claramente como uno de ellos se le
acercó blandiendo un tubo de metal pero recibió un tiro directo en
la cabeza que lo mató al instante. Picado por la curiosidad puso en
marcha su caza en dirección donde estaba ocurriendo el combate.
Habían
muerto tres, pero aun faltaban otros cinco, fue una suerte que los
asaltantes no fueran tan cautelosos provocando que Ariché los viera
a tiempo. La verdad no eran realmente una amenaza, los tres que
murieron se habían lanzado contra ella blandiendo tubos y bates de
forma violenta mientras gritaban desaforadamente como bestias
hambrientas. La chica solamente levantó su rifle y apuntó; “apunta
bien a un lugar vulnerable y dispara, hazlo con calma y no dejes que
el miedo te domine”fue una de las pocas cosas que le dijo el
moribundo hombre que le enseñó a disparar. Su arma solamente se
sacudió tres veces, una vez por tiro, y tres cuerpos cayeron al
suelo inertes con la cabeza agujereada. Inmediatamente comenzaron a
dispararle y Ariché tomó cobertura detrás de una viga oxidada.
Los
disparos continuaban pero eran irregulares y de calibre ligero,
quienes la estaban atacando no eran gente experimentada en combate;
Ariché no es que lo fuera exactamente pero al menos tenía más
inventiva.
Se
asomó un poco y vio como uno de los asaltantes corría hacia un
lugar para estar más cerca de ella, Ariché apuntó y disparó dos
veces y su enemigo cayó muerto. Ahora solo quedaban cuatro.
-¡Mató
a Dientes Feos!- gritó uno
de los malandros.
-Entonces nos tocará más cuando
nos repartamos el botín-dijo el que estaba cerca.
Los disparos seguían y al parecer
no tenían intenciones de rendirse. En una ciudad derruida donde las
provisiones eran escazas era común que algunos sobrevivientes
trataran de robarle a otros lo que tenían, no importaba si esto
significaba tener que matarlos; los más desesperados -o más
depravados- incluso salían a cazar a otros humanos para comérselos.
Cualquiera que fuera la intención por la que atacaban a Ariché se
las tenían que ver con una presa que se defendía muy bien.
-¡A la mierda con esto! -gritó uno
de ellos- ¡vayamos todos por ella!
Los cuatro restantes salieron de sus
escondites y avanzaron como locos hacia Ariché, la chica se dio
cuenta de la situación y observó que matarlos no sería difícil;
avanzaban en línea y sin ninguna consideración por su seguridad. La
chica disparó hacia las piernas del que iba enfrente, cayó al suelo
e hizo tropezar a los demás, rápidamente Ariché salió de su
escondite y vacío su cargador sobre ellos; un acto imprudente ya que
si la comida era escaza, las municiones lo eran mucho más, pero al
menos significaban menos mal vivientes en las ruinas. Sin más
preámbulos la chica comenzó a registrar los cadáveres en busca de
algo útil.
-Oye Vasili -dijo Murdock mientras
observaba la escena-, ¿viste esto?
Murdock había atestiguado todo el
combate desde lejos, por una vez creyó que la chica sería asesinada
por los atacantes, pero cuando vio como procedió con cautela y
astucia quedó impresionado.
-Sí -respondió Vasili-, sería una
buena mercenaria, pero mejor regresa, el jefe ya se está
impacientando.
Murdock tomó rumbo hacia la zona
donde estaba localizada la nave nodriza, dejando atrás a una
sorprendida Ariché que veía como ese extraño objeto se alejaba
volando.
Media hora después Murdock estaba a
bordo de la nave principal, La Cuauhtémoc,que en sus inicios
fue una nave de batalla de la antigua Flota Colonial Marciana.
Después de la guerra de independencia marciana fue vendida como
chatarra pero un antiguo capitán terrestre la compró, la remodeló
y la convirtió en una recolectora de chatarra.
En el puente había cerca de diez
personas; entre ellas Murdock, Vasili y la novia de éste, Marcelina.
Frente a ellos estaba hablando un hombre corpulento que se acercaba a
los sesenta años de edad; a pesar de su edad aun era fuerte y su
figura imponía respeto. Muchos de sus tripulantes juraban que él
perteneció a una famosa banda de piratas, pero nadie se atrevía a
comprobarlo. Este era el capitán Jazpiel “Mamut” Villa.
-Muy bien gente -decía el capitán
Villa-, como nuestros exploradores comprobaron, estamos solos en este
sector, nadie más se ha acercado a extraer materiales. Si somos
rápidos y eficientes tardaremos a lo mucho una semana o un poco más,
pero las ganancias valen el tiempo que nos demoremos aquí. Las
ruinas de esta ciudad han de tener unos tres años, en ese lapso de
tiempo el metal ni siquiera ha comenzado a oxidarse, más si es del
nuevo tipo que en su aleación tiene ese mineral recién descubierto
en Titán.
“Bajarán dos equipos, el primero
se dedicará a buscar objetos de valor entre las ruinas, de
preferencia algo que se pueda vender. Recuerden que está prohibido
quedarse con algo, si en verdad lo quieren para ustedes primero deben
negociar conmigo, o de lo contrario los echaré a patadas de mi
tripulación. El segundo grupo bajará con los “topos” para
empezar con la demolición de las zonas que designaré”.
-Si todo va bien podremos obtener
una ganancia de unos cuatro millones de créditos Solares, y cada uno
recibirá su parte -finalizó el capitán.
Todos
los tripulantes sonrieron con satisfacción al escuchar la cantidad
de dinero que podrían ganar con esta operación. De repente Murdock
levantó la mano.
-¿Sí, señor Malstar? -dijo el
capitán.
-¿Y que pasa si encontramos
personas viviendo entre las ruinas?
Todos lo voltearon a ver con ojos de
pocos amigos; había una clausula en la Acta de Redistribución
Terrestre que iba dirigida a los recolectores especificando: “en
caso de encontrar personas viviendo entre las ruinas, todo
organización o persona está obligada a poner bajo resguardo a estos
sobrevivientes SIN hacer uso de la fuerza previo al desmantelamiento
de las ruinas, en caso de no acatar esta clausula los infractores
serán puestos bajo arresto y entregados a las autoridades
correspondientes”. En otras palabras no podían comenzar a
recolectar materiales de las ruinas si había personas viviendo en
ellas, si encontraban sobrevivientes debían sacarlos sin hacerles
daño. Pero esto en general era un problema ya que a pesar de vivir
en la precariedad muchos de estos sobrevivientes consideraban a las
ruinas su hogar, y de ninguna forma las iban a abandonar. Por lo
general eran delincuentes o renegados que no querían estar bajo el
yugo de los vencedores marcianos. Debido a esto los recolectores
debían negociar con estas personas problemáticas para convencerlas
de que se fueran; a veces esto duraba mucho tiempo y las fundiciones
de Marte no podían esperar tanto.
-En ese caso se procederá a lo de
siempre -le respondió el capitán sin inmutarse-, los convenceremos
de que se vayan usando cualquier medio no violento, no tengo muchas
ganas de tener problemas con los idiotas de la Administración
Espacial. Si no hay más preguntas todos vayan a sus puestos y
prepárense a trabajar.
Murdock caminaba por un pasillo que
le llevaría hacia la zona del hangar de la nave; ahí era de donde
despegaban los cazas de reconocimiento y los transportes que cargaban
los enormes “topos”.
De pronto alguien golpeó su hombro
de forma amistosa.
-De seguro dijiste eso por la
mocosa, ¿verdad?
Era
Vasili, el primer sujeto con quien hizo amistad cuando recién
consiguió trabajo en la Cuauhtémoc.
-Bueno -dijo Murdock-, tenía que
resaltar lo obvio, era muy probable que encontráramos personas
viviendo entre las ruinas; si matamos a alguien mientras trabajamos y
alguna autoridad se entera sería mucho peor para nosotros.
-¿Recuerdas cuanto nos tardamos
aquella vez cuando tratamos de convencer a ese grupo de refugiados
que se fueran? -le respondió Vasili-, ¡Una semana! Una maldita
semana, y tardamos otras dos en desmantelar la zona donde vivían y
técnicamente llegamos a la fundición barriéndonos para entregar
nuestra carga, ¡casi perdemos las ganancias!
-Pero no murió nadie -dijo de
repente otra voz.
Marcelina era delgada y bajita, de
pelo corto y usaba lentes que le daban cierto aire intelectual, el
que ella y alguien como Vasili fueran pareja era uno de los tantos
misterios de la Cuauhtémoc.
-Pero tardamos mucho- le reconvino
su novio suavemente.
-Pero es necesario ¿sabes?, no
somos piratas desalmados a quienes les importe un comino la vida de
otros, recuerda que esas personas son humanos con derechos plenos que
debemos respetar, sin importar que su gobierno haya sido derrotado
por el de Marte...
Una de las pocas cosas “malas”de
su novia era su tendencia de aleccionar a otros en cualquier campo,
más si de alguna forma le llevaban la contraria, así que el pobre
Vasili soportó con toda tranquilidad el discurso de su novia
mientras Murdock sonreía ante el infortunio de su amigo.
La pequeña olla que repiqueteaba
sobre una estufa igual de pequeña -porque era portátil-, anunciaba
que el agua que contenía estaba por hervir. Ariché rompió una
bolsa de color roja y de ella extrajo unos fideos blanquecinos los
cuales partió e introdujo en la olla. Cortó en finos cuadritos un
tomate y lo echó en lo que sería una sopa. Ya era tarde y su
estómago le exigía ser llenado con comida, un ritual que ha sido
llevado a cabo desde que la humanidad apareció en este planeta, y
que muy probablemente seguirá siendo realizado mientras esta exista.
Ariché tuvo suerte ya que logró
dar con un almacén que aun estaba lleno. Había sido saqueado muy
poco debido a que era una construcción que estaba a punto de caerse.
Ariché literalmente entró corriendo, se dirigió a la zona de
comestibles y tomó todo lo que pudo meter en su mochila. Logró
sacar unas bolsas de fideos y algo de comida enlatada, tendría
suficiente para varios días.
Durante mucho tiempo ella se había
planteado regresar a su pueblo; no tenía nada y nadie que la anclara
a esas ruinas. Pero no sabía como llegar a el. Si no sabía leer ni
escribir mucho menos sería capaz de orientarse usando un mapa. A
pesar de ser una época “avanzada”, el gobierno de la zona donde
vivía nunca se preocupó por que todos los habitantes recibieran por
igual los frutos de los avances tecnológicos, mucho menos si eran
pueblos indígenas. Estas personas siempre habían sido los
principales marginados de la sociedad que los rodeaba; ya fuera que
los ignoraran por completo o que fueran blanco de los ataques de
terratenientes, compañías extranjeras o gobernantes que por
cualquier razón querían deshacerse de ellos, pero una de las cosas
que el paso del tiempo demostró era que los indígenas eran personas
muy aguerridas y no se dejarían eliminar tan fácilmente.
Mientras Ariché pensaba en estas
cosas, no se dio cuenta que algo pasaba sino hasta que todo a su
alrededor comenzó a sacudirse. Por un momento creyó que se trataba
de otro terremoto así que tomó su mochila y sus armas abandonando
su estufa portátil con todo y olla, -para su enorme tristeza-, y
salió corriendo del recoveco donde se había refugiado. Pero cuando
estuvo afuera su sorpresa fue enorme cuando vio dos gigantescas
figuras humanoides; eran de color amarillo el cual debido al desgaste
les daba una apariencia de oxidadas, tenían extremidades fuertes y
muy gruesas. Jamás en su vida había visto algo así.
-Muy bien, comencemos con esta parte
-dijo un operador de estás máquinas.
-Está bien, yo corto los trozos y
tú los amontonas -le respondió su compañero por la radio.
Con gran terror Ariché vio como
estas máquinas comenzaban a desmantelar el edificio donde estaba;
usando una herramienta de uno de los brazos una de las máquinas
comenzó a cortar trozos cuadrados de una de las paredes del
edificio mientas la otra los tomaba y los colocaba en el suelo. Muy
pronto Ariché descubrió que no eran las únicas, había más -cerca
de seis- alrededor que también se dedicaban a desmantelar los
edificios, y arriba de ellas, flotando en el aire una enorme nave
espacial a la que eran transportados todo el material obtenido.
-¡Eh tú! -gritó alguien de
repente- ¡Quitate del medio!
Ariché volteó la cabeza a todos
lados buscando a la persona que le gritó, muy pronto se daría
cuenta que fue una de esas máquinas quien le habló, específicamente
la que estaba frente a ella. Del terror pasó al asombro; durante sus
quince años atestiguó muchas cosas que la sorprendieron, pero esta
definitivamente le ganaba a todas, ¡dos gigantes de metal que
hablan!
-¿Acaso eres sorda? ¡Que te
quites! -volvió a rugir la máquina.
Pero la chica seguía sin hacerle
caso, el asombro era demasiado.
De pronto otra máquina se acercó,
el asombro de Ariché no hizo más que aumentar.
Mientras trabajaba en su sector
asignado, Murdock había escuchado el alboroto por su radio, y sus
sensores le indicaron la presencia de una persona en los alrededores,
y se dio cuenta que era la misma chica que observó al mediodía.
-¿Qué sucede aquí? -dijo mientras
su “topo” se acercaba a los otros.
-Esta salvaje no quiere alejarse del
sitio de demolición -le respondió asperamente uno de sus
compañeros-, se lo he repetido varias veces pero no hace caso.
-Asústala un poco para que se aleje
-dijo el otro operador.
Uno de ellos levantó el enorme
brazo de la máquina como si tuviera la intención de dejarlo caer a
un lado de Ariché, pero Murdock lo impidió usando su máquina.
-Maldita seas Murdock -exclamó
furioso el sujeto.
-No le harás nada -respondió
Murdock muy serio-, hablaremos con ella para que se vaya, pero nada
más ¿entendido?
-Si serás...
-¡Momento! -gritó una voz
femenina.
Si Ariché estaba estupefacta por
ver a tres gigantes de metal, el hecho de que un pequeño
aerodeslizador aterrizara cerca de ella y de él saliera una persona
fue el colmo de la sorpresa
Marcelina por su parte se interpuso
entre Ariché y los enormes robots. Los dos sujetos se miraron
dudosos y después se alejaron del lugar; para nada querían tener
problemas con Marcelina ya que eso significaba tenerlos con Vasili,
quien ya se acercaba al sitio en su robot demoledor.
Vasili llegó junto a su novia y
Murdock, quienes analizaban la situación.
-¿Y qué haremos con ella?
-preguntó Murdock.
-Tendrás que convencerla para que
se vaya, Marcy, -dijo Vasili-, tenemos mucho trabajo por hacer.
Marcelina se volvió a la chica
quien la observaba de pies a cabeza.
-Ay, disculpa la brusquedad, es que
no sabíamos que estabas aquí -dijo siendo lo más amistosa
posible-, tenemos que demoler todo esto, pero no podemos hacerlo si
te quedas así que por favor tienes que irte, nuestra compañía te
resarcirá los problemas que te hayamos causado...
Pero Marcelina no pudo terminar de
hablar cuando Ariché estiró su mano y comenzó a tocar su cara.
Por un momento Vasili se puso nervioso pero Murdock lo tranquilizó.
Ariché no podría sentir más que
curiosidad por la mujer que tenía enfrente; su cabello aunque era
castaño tenía una extraña coloración azulada que cambiaba de
intensidad según se moviera. El traje no era de tela como la ropa
que Ariché usaba, parecía un tipo de plástico, su color no estaba
muy definido pero era de tonos brillantes, casi chillones. Por último
los lentes eran de la misma coloración que el cabello.
Por un momento Marcelina se puso
algo nerviosa, pero cuando se dio cuenta que solo era mera curiosidad
esta pequeña invasión de su privacidad dejó que la desconocida la
examinara mientras esbozaba una sonrisa.
-Es como si fuera una niña pequeña
-dijo Marcelina.
En ese entonces Ariché estaba
acariciando su azulado cabello.
-Señorita Praez -sonó la voz
profunda del capitán Villa por la radio-, haga que esa chica se vaya
de la zona de trabajo, no tenemos tiempo que perder.
Marcelina detuvo gentilmente a
Ariché.
-Mira, lo siento mucho pero tienes
que irte, vamos a desmontar este edificio y tu no puedes estar aquí
porque podrías lastimarte.
-¿Irme?
Se notaba el fuerte acento de su
idioma indígena, pero al parecer entendía el español.
-Sí -dijo Marcelina-, destruiremos
todo y tu podrías salir herida, por favor vete, te daré algo de
comida a cambio por la molestia.
Cuando Ariché escuchó la palabra
“comida” recordó que dejó su olla sobre la estufa portátil.
Rápidamente se dirigió hacia el hueco donde estaba y descubrió que
su sopa ya estaba lista; afortunadamente esas estufas tenían un
sistema que apagaba la parrilla después de cierto tiempo.
Sin más preámbulos se puso a comer
su sopa con toda la tranquilidad del mundo, como si hubiera olvidado
a las máquinas gigantescas y a la estrafalaria mujer.
Marcelina se quedó muy confundida
al verla salir corriendo sin decir una palabra, así que decidió
seguirla a pesar de las protestas de Vasili. Encontró a Ariché
degustando su sopa sentada sobre un trozo de concreto, cuando la
chica la vio le ofreció un poco pero Marcelina la rechazó de forma
cortés.
-¿Marcelina? -preguntó Vasili por
la radio-, ¿podemos seguir trabajando?
-Está comiendo, cuando acabe se irá
-dijo la novia de Vasili.
Ariché tomó cerca de media hora
para comer, ya que cuando acabó su sopa abrió una lata de comida y
con todo el tiempo del mundo procedió a consumirla. A cada cucharada
que daba saboreaba hasta la última partícula, ya que no sabía
cuando sería la próxima vez que disfrutaría de una comida así.
Cuando terminó levantó su pequeña estufa, desconectó la parrilla
eléctrica y la guardó en un estuche, con el agua de una botella
lavó la olla y junto a la estufa las metió a su mochila, se colgó
esta última y tomo sus armas.
Salió al exterior del hueco y vio
como Marcelina le daba unas barras de comida y una bolsa de agua
potable en gel. Ariché dudó un poco pero cuando vio la sonrisa
sincera de Marcelina tomó ambas cosas y las guardó en su mochila y
después se alejó de la zona de trabajo, solamente una vez volteó a
mirar hacia atrás y observó como las enormes máquinas comenzaron a
desmantelar el edificio donde estuvo, después dio media vuelta y se
alejó.
Por la noche todo el trabajo había
cesado y la tripulación de la Cuauhtémoc cenaba a gusto en
el comedor de la nave. Al parecer las ganancias serían más de las
calculadas ya que el material recolectado era de excelente calidad a
pesar de tres años de abandono. Murdock y Vasili estaban brindando
muy felices.
-Si nuestra suerte sigue así,
seremos muy ricos cuando se repartan las ganancias después de hacer
la entrega en Marte -dijo Vasili mientras empinaba lo que quedaba de
cerveza en su tarro.
-Es más de lo que nos hubiéramos
imaginado -le respondió Murdock.
Vasili se levantó, llevó los
tarros de él y Murdock a la la barra donde el androide de servicio
los llenó de nuevo.
-Brindemos el último trago, porque
mañana debemos trabajar de nuevo -dijo Murdock tomando su tarro.
-Ay señorito bien portado -le
reconvino Vasili-, festejemos unos tragos más, ¡no siempre tenemos
esta suerte!
-¿Quieres limpiar el contenedor
séptico de nuevo? -preguntó Murdock sonriente.
Vasili solo hizo una mueca, no
quería recordar el castigo que le impusieron por beber de más, sin
contar con el sermón que le soltó su novia.
-¿Y porqué no vino Marcy con
nosotros? -dijo inmediatamente Murdock para cambiar de tema.
-Dijo que tenía que inspeccionar lo
que parecía una antigua librería, al parecer muchos libros
sobrevivieron a la guerra y ella quiere conservarlos, ya sabes, la
nerd de siempre.
-Eh, es muy diligente -comentó
Murdock.
Muchos se preguntaban como era que
alguien como Vasili logró ser el novio de Marcela; era una chica
lista e inteligente proveniente de la colonia marciana. Siempre le
apasionó la historia del mundo original de los humanos, la Tierra.
Después de la guerra y cuando tuvo oportunidad se enroló en la
Cuauhtémoc para tener la oportunidad de ir a la Tierra y
recolectar todo lo relacionado con la sociedad terrestre antes de la
guerra. Vasili era de la Luna, y aunque él se consideraba listo no
era muy atraído por todo aquello que tuviera que ver con el uso del
cerebro para cuestiones académicas, pero no significaba que fuera un
completo ignorante. Marcela vio en él astucia e inteligencia, además
de su estilo de peinado y cara alargada le daban un aspecto curioso
que le atrajo. Vasili por su parte le atraían las mujeres de baja
estatura, además de que ese aire de intelectualidad sin llegar a ser
pedantería le acabaron por gustar al buen Vasili, podría decirse
que uno complementaba al otro.
-¿Y alguna vez has pensado en
proponerle matrimonio? -preguntó Murdock.
-¿Casarme? ¡No! Bueno, auno no
-respondió Vasili algo alarmado-, aun no estoy listo para el
matrimonio, quiero seguir siendo libre y hacer lo que me gusta, y al
parecer a Marcela opina lo mismo, ya veremos más adelante a ver como
sucede todo.
De pronto se acercó un sujeto a la
mesa donde estaban, parecía estar preocupado por algo y Murdock
sospechaba que eso los involucraba.
-El capitán los quiere ver en el
puente de mando -dijo lacónicamente.
-¿Porqué? ¿Qué sucede Hanz?
-preguntó Vasili.
-Cuando lleguen allá lo descubrirán
-le dijo el mensajero dando media vuelta y retirándose.
Los dos sujetos se levantaron
perezosamente y se dirigieron hacia el puente, una vez ahí el
capitán les dio una noticia que dejó helado a Vasili.
-Perdimos contacto con ella hace más
de media hora, tenemos la localización exacta de su vehículo pero
por más que intentamos contactarla no hemos obtenido respuesta.
El capitán caminaba de un lado a
otro mientras les daba esta información. Aunque una ciudad pareciera
deshabitada no significaba que lo estuviera realmente, y muchas veces
sus ocupantes no eran exactamente civilizados, mi mucho menos
pacíficos.
-No sabemos exactamente que pudo
haber pasado -continuó hablando el capitán Villa-, puede ser que su
radio no funcione, o que ella haya encontrado algo que la tiene tan
entretenida que perdió la noción del tiempo, ya ha pasado antes,
pero de cualquier forma ustedes irán junto a otro grupo de
tripulantes y la buscarán, no está de más mencionar que irán bien
armados, por cualquier contingencia.
Mientras se dirigían al hangar
Murdock pudo notar que Vasili estaba más callado de lo normal, y
aunque no lo mostrara estaba muy preocupado por lo que le hubiera
pasado a su novia. Minutos más tarde los dos salían junto al grupo
para buscar a Marcela.
Ariché caminaba sola bajo la noche
estrellada. Era muy raro que ella estuviera fuera de uno de sus
refugios, andar sola en medio de la noche no era seguro, pero ese día
habían pasado cosas fuera de lo normal. Las enormes máquinas que
interrumpieron su comida más la aparición de esa mujer de aspecto
tan curioso no eran cosas de todos los días. Y hace unas horas que
vio como esa mujer era capturada por la gente que vivía en los
viejos túneles del metro. Ella no hacia favores de forma altruista;
viviendo en un lugar así de hostil ser generoso no era buen negocio,
por lo general si se quería que alguien hiciera un favor, este debía
ser pagado, así que lo que planeaba hacer Ariché no iba a ser
totalmente gratuito, pero ella consideraba que no pediría mucho a
cambio.
Había llegado a la entrada de unos
de los túneles. Sostenía una bolsa llena de algo que soltaba un
repugnante olor. No solo personas desagradables habitaban los
túneles, otras cosas también, y que en cierto sentido eran más
peligrosas. Sin pensarlo dos veces se introdujo en el túnel con su
arma lista para cualquier eventualidad.
En algún lugar desconocido para
todo mundo menos para algunos se encontraba Marcela. Atada de manos y
pies, y con la cabeza un poco magullada, se lamentaba de su necedad
de querer estar sola mientras recolectaba objetos de interés. No
sabía que el sensor de aproximación de su nave no funcionaba, y por
eso no se dio cuenta de la llegada del grupo de saqueadores sino
cuando era demasiado tarde. Todo lo que vio fue un sujeto que corría
hacia ella y antes de que Marcela pudiera hacer algo se le fue encima
y la derribó de un golpe, y ahora estaba ahí, rodeada de hombres de
muy mal aspecto y malas intenciones.
-¡Una gente del espacio! Es una
captura muy rara, ¡pero le sacaremos provecho!
-Hace tiempo que no nos
encontrábamos con una mujer, no con una así de bien formada, en
verdad nos vamos a divertir.
-¡Y es una colonial!
Estas frases y otras más eran
pronunciadas por los tipos que la habían capturado. Muchos de ellos
le lanzaban miradas lujuriosas que le anunciaban a Marcela cuales
eran sus planes respecto a ella. Otros simplemente la miraban con
curiosidad, de la misma forma que un gato observa a un ratón. Ella
solo deseaba salir corriendo de ahí y buscar a su querido Vasili de
cara alargada y ojos vivaces, o qué él apareciera de repente con
una partida de búsqueda y la sacara de ese agujero.
Entonces se adelantó un sujeto al
cual los demás malandros dieron paso. Su aspecto no era diferente al
de los demás, pero los malandros lo miraban de muchas formas, que
iban desde el respeto hasta la envidia, e incluso odio; algo le decía
a Marcela que él era el jefe de esa gentuza.
-Bien, que tenemos aquí -dijo
mientras la observaba de pies a cabeza.
-¡La capturamos cerca de los
almacenes, jefe! -exclamó uno de los sujetos.
-Estaba distraída buscando basura,
¡no nos vio llegar! -dijo alguien más.
El sujeto terminó su examen visual
y ahora la miraba a la cara. Ese aspecto suyo de tener cabello
azulado se le hacía muy ridículo, pero al igual que sus hombres
estaba satisfecho con su captura. Marcela le sostenía la mirada
haciendo todo lo posible de no mostrar miedo.
-¿Y qué haremos con ella, jefe?
-preguntó uno de los sujetos.
-Esta noche la “conoceremos”
mejor -dijo riendo de forma salvaje otro de ellos.
-No sean idiotas -dijo de repente el
jefe-, ¿no se dan cuenta que ella vino en esa nave que está ahí
afuera? Podremos intercambiarla por cosas valiosas; raciones, armas o
incluso un boleto para ir a alguna de las colonias, así que tendrán
que controlar su maldita lujuria imbéciles.
Esta respuesta de parte de su jefe
provocó todo tipo de reacciones, desde confusión hasta odio.
-Si a alguien no le gusta lo que
dije, puede venir y decírmelo en la cara -dijo su líder al notar la
contrariedad de sus subordinados. Pero nadie se iba a atrever a
llevarle la contraria, todos sabían de lo que era capaz.
El grupo se dispersó pero algunos
cuantos se quedaron observándola, lanzándole miradas que solamente
llenaban de asco a Marcelina.
Mientras tanto el grupo de partida
había llegado al lugar donde estaba el vehículo de Marcelina. La
extraña nave en forma de huevo tenía la cabina abierta y podía
observarse que algunas cosas habían sido esparcidas al rededor.
Algunos hombres habían formado un
perímetro mientras otros inspeccionaban la cabina. Murdock y Vasili
estaban buscando en la computadora de la nave las grabaciones echas
por las cámaras. Encontraron los archivos y lo que veían solamente
los preocupaba más.
En la grabación se mostraba a
Marcelina agachada mientras examinaba algo. Entre los escombros y
alrededor de ella se podía observar como un numeroso grupo de
sujetos se aproximaba a ella sin que Marcela se diera cuenta. Uno de
ellos salió de su escondite y se le acercó rápidamente, antes de
que la mujer pudiera reaccionar la golpeó derribándola al suelo. A
continuación algunos se la llevaron cargando mientras otros se
dedicaban a saquear su nave.
Vasili solamente se dio la vuelta y
se alejó un poco.
-Hijos de perra-, masculló entre
dientes.
-Su sensor de proximidad no estaba
funcionando, y dejó su pulsera de localización, la acabamos de
encontrar -le dijo Murdock.
Se acercó a su amigo y le puso una
mano sobre el hombro de forma conciliadora.
-Debemos seguir buscando -le dijo
mirándolo con fijeza-, tu pequeña nerd debe de estar
esperando a su carilarga que llegue a rescatarla.
-Pues nos estamos tardando, ¡vamos
a buscarla! -dijo Vasili mientras esbozaba una sonrisa.
Marcelina aun seguía atada, pero al
menos era libre de mente. Se devanaba los sesos ideando algún plan
de escape u otra maniobra que le permitiera salir de esa situación,
pero por más que lo pensaba no se le ocurría nada.
-Hola sabrosa -dijo una voz.
Marcelina vio ante sí a uno de los
malandros, pero al parecer era el que tenía peor aspecto; sus ropas
mugrientas junto al olor daban por sentado que no estaba acostumbrado
al aseo personal. La cara estaba cubierta de varias cicatrices y una
espesa barba tal vez llena de bichos terminaban por adornar su
rostro; sus dientes amarillentos y ojos rojizos debido a alguna
adicción eran el “broche de oro” de su persona.
-No importa lo que ese imbécil de
Laurel haya dicho -dijo de pronto soltando su verborrea-, él solo es
un estúpido que solo se preocupa por si, y no por los muchachos. Lo
odio con todo mi ser y así será hasta que yo mismo lo haya mandado
al infierno.
Inicialmente Marcelina se sintió
confundida al escuchar las confesiones de este sujeto, pero le
desagradaba por entero el olor que emanaba de su boca.
-Me importa un carajo de donde hayas
venido; Marte, la Luna o no se de donde. Pero algo si es seguro,
Laurel no pasará de estos días, y cuando eso suceda, festejaremos a
lo grande, ¡sí! Y tú serás el plato principal.
Le clavó una mirada que solo llenó
de asco a Marcelina. De pronto se escuchó un ruido sordo justo
detrás del sujeto, este se volteó y observó un trozo de carne en
el suelo. Lo miró con curiosidad pero después notó el nauseabundo
olor que provenía de ella.
-Que maldito asco -exclamó
disgustado.
De repente comenzaron a caer varios
trozos de esta carne alrededor del campamento de saqueadores. Todos
se levantaron asombrados e incluso algunos comenzaron a tocarla.
-Hay que rostizarla muy bien y el
olor no será un problema -dijo uno de ellos sonriente.
-¡Idiotas! -gritó Laurel cuando se
dio cuenta de la situación-, quemen esa carne ahora, puede atraer a
los malditos animales.
Justo cuando acabó de hablar, una
serie de ruidos extraños comenzaron a escucharse. Iban desde sonidos
guturales hasta chillidos hechos por criaturas de considerable
tamaño. De repente uno de los malandros gritó al ver a una criatura
de aspecto horroroso. Tal vez tiempo atrás esta criatura pudo ser un
perro, pero las diferentes deformidades que presentaba hacia dudar de
ello; era muy grande con la boca desprovista de labios y mostrando
una serie de dientes afilados, ojos desorbitados y llenos de sangre,
en algunas partes los músculos se habían expandido tanto que
rasgaron la piel dejando la carne al descubierto.
Marcelina sintió una nueva oleada
de repugnancia pero acompañada con cierta curiosidad científica.
“Probablemente es un mutante”
-¡Un perro! -exclamó uno de los
sujetos.
Pero no solo era uno, detrás de él
aparecieron varias de estas criaturas que comenzaron a emitir
sonidos parecidos a ladridos; era toda una jauría.
Los malandros habían sido
sorprendidos y sin pensarlo mucho abrieron fuego. Los perros mutantes
se lanzaron al ataque ladrando y gruñiendo, pronto todo se hizo un
caos. Los maleantes luchaban contra las criaturas quienes olvidaron
el “suculento“ aroma de la carne en descomposición y se
concentraron en atacar presas vivas. Inicialmente Marcelina tuvo
miedo de que uno de esos animales la atacara, pero ahora veía una
excelente oportunidad para escapar. Comenzó a forcejear en un
intento por quitarse los amarres, pero descubrío que estaban
firmemente apretadas.
-¡Maldita sea! -exclamó furiosa.
De pronto una figura se acercaba
rápidamente hacia ella. Marcelina por un momento creyó que era uno
de esos perros mutantes, o uno de los maleantes, pero su sorpresa fue
enorme cuando reconoció a la persona que había llegado junto a
ella.
Ariché procedió a cortar con un
cuchillo las ataduras de Marcelina, cuando terminó la puso de pie
jalándole un brazo de forma muy brusca y sin darle tiempo para
quejarse la empujó obligándola a correr. Algunos sujetos se dieron
cuenta de lo que pasaba pero Ariché les disparó hiriendo a algunos.
A toda prisa se dirigieron a un hueco que Ariché había practicado
en una de las defensas mal construidas, se metieron a gatas y
salieron al otro lado.
Marcelina no era muy adicta a hacer
ejercicio, pero justo en ese momento no iba a pensar en detenerse,
aunque quería hacerlo para darle las gracias a la chica que la
rescató. Corrían tan rápido como les era posible por los túneles
del viejo sistema del metro. De vez en cuando Ariché le gritaba a
Marcelina la dirección en la que debía girar; ya fuera derecha o
izquierda. Se detuvieron un momento para que Marcelina recuperara el
aliento.
-¡Gracias! -dijo a duras penas
entre bocanadas de aire.
Ariché vigilaba atentamente el
túnel, con su rifle listo para ser usado ante el menor indicio de
peligro.
-Vamos -dijo Ariché.
Las dos comenzaron a andar cuando
oyeron gritos detrás de ellas. Marcelina volteó hacia atrás y
Ariché hizo un gesto de molestia.
-¡Corre! -gritó la chica.
Marcelina no necesito que se lo
dijeran otra vez, salió disparada detrás de Ariché.
Los cazas de la partida de búsqueda
recorrían una zona muy amplia, volaban a baja altitud haciendo un
barrido con la esperanza de detectar el más mínimo rastro de
Marcelina. Aunque Murdock estaba ansioso por encontrar a su amiga,
era Vasili quien estaba más desesperado.
Técnicamente Marcelina era la única
mujer que más había durado a su lado; sus noviazgos anteriores solo
habían durado unos cuantos meses, pero ella ya llevaba más de uno
año con él y no mostraba indicios de haberse cansado de Vasili, más
bien actuaba como si ya fueran una pareja establecida. Cada día
Marcelina le platicaba a Vasili cualquier cosa que le llegara a la
mente, le encantaba tener a alguien que la escuchara hablar de
cualquier tema. Pero lo que más había conmovido a Vasili era que
una mujer inteligente como ella, y que bien podría ser una profesora
de universidad, lo hubiera aceptado en su vida e incluso se atraída
por él. Era obvio que el buen Vasili por nada del mundo permitiría
que su novia sufriera daño alguno, y ay de aquellos que intentaran
hacerle daño a Marcelina.
-Si no encontramos nada tendremos
que expandir la zona de búsqueda -dijo Vasili por su radio-, e
incluso podríamos bajar a tierra y buscar en todos los recovecos
posibles.
-Eso nos tomará mucho tiempo amigo
-le respondió dijo Murdock.
-¡No importa! -rugió Vasili-, ¡la
buscaré incluso debajo de las piedras!
-Tranquilízate Vasili -le reconvino
Murdock-, es obvio que no dejaremos de buscarla, pero debemos definir
bien la zona de búsqueda.
-Detecto algo en el radar -dijo de
pronto un miembro de la partida.
-¿Qué? -preguntó ansioso Vasili.
-A unos trescientos metros al
sureste de nuestra posición, detecto algún tipo de actividad...
Sin esperar a que terminara de
hablar, Vasili salió disparado hacia la localización seguido por
Murdock y los demás.
Ariché abría fuego hacia sus
perseguidores, al parecer lograron eliminar rápidamente a los perros
mutantes y ahora iban tras ellas. Marcelina estaba escondida detrás
de una pared cubriéndose los oídos. Habían logrado salir de los
túneles pero estaban rodeadas, no podían escapar ya que más de
veinte sujetos les disparaban de todas partes. Si lograban
capturarlas no las llevarían arrastrando de vuelta a los túneles,
las matarían ahí mismo o les harían algo peor. Pero Marcelina
tenía una ligera esperanza; estaban en el exterior y probablemente
el ruido atraería a cualquiera que la estuviera buscando.
-¡Atrapen a esas malditas! -gritaba
uno de los malandros.
Aunque Ariché tenía buena puntería
era difícil apuntar bien en la noche y cuando todo mundo le
disparaba. Había logrado herir a unos que otros pero seguían
atacando con más fervor; sabían que estaban acorraladas, no tenían
escapatoria y les darían su merecido. Por su parte Ariché se estaba
quedando sin balas; tenía varios cargadores repartidos en diferentes
escondites, pero cuando se decidió rescatar a Marcelina no calculó
bien que necesitaría más cargadores de los que llevaba.
Su rifle dejó de disparar
repentinamente, Ariché revisó el cargador y para su terror
descubrió que estaba vació. La pobre chica se heló del susto al
darse cuenta de su error. Los maleantes notaron que ya no disparaba y
todos salieron de sus coberturas lanzándose a la carga contra ellas;
todo había terminado.
Ariché cayó al suelo debido a una
fuerte explosión que ocurrió muy cerca de ella, Marcelina la
arrastró hacia la seguridad de la pared y la abrazó mientras todo
pasaba a su alrededor, alzó la vista hacia arriba y para su gran
alegría vio varias luces provenientes de unos vehículos voladores
que disparaban contra sus perseguidores.
Vasili apretaba el gatillo de su
palanca con ahínco, de ninguna manera iba a permitir que toda esa
gentuza se escapara con vida, o entera; tuvieron el descaro de
secuestrar a su querida nerd y él les hacia pagar caro su
osadía.
Solamente unos pocos lograron
escapar cojeando, los demás habían sido acribillados por los cazas.
Vasili aterrizó cerca de donde estaba escondida Marcelina.
-¡Marcelina! -gritó saliendo de su
caza.
Ella salió corriendo y debido al
impulso que llevaba derribó a Vasili al suelo en cuanto lo abrazó.
Los dos lloraban de felicidad de estar juntos.
Murdock por su parte buscaba a la
chica que había rescatado a Marcelina desde su nave. Sus bio
sensores escaneaban el lugar donde habían estado. Detectó
movimiento y cuando enfocó la cámara sobre el lugar logró dar con
ella; tenía una herida en la frente desde donde le corría un
abundante flujo de sangre.
-Tu salvadora esta herida -dijo
Murdock por la radio.
Marcelina volteó a ver a Ariché y
se alarmo al ver su aspecto. Rápidamente todo el grupo regresó a la
Cuauhtémoc.
De vuelta a la nave Murdock y
compañía celebraban el rescate de Marcelina. Ella les narraba su
cautiverio y como es que fue rescatada por la chica que horas antes
habían echado de su pequeño refugio.
-De ahora en adelante, queda
prohibido que el personal de exploración se quede sin ningún tipo
de seguridad, deben de estar al menos tres hombres armados -dijo el
capitán Villa.
-Y yo insistiré que se respete esa
ley -dijo Vasili muy serio.
-Pero no uses este incidente para
ponerte tiránico conmigo, ¿eh? -dijo Marcelina mientras le jalaba
gentilmente la oreja a su novio.
-Así como eres de despistada,
alguien debe tenerte bien vigilada -le respondió Vasili.
-¿Y qué hay de la heroína del
momento? -preguntó Murdock.
Ariché estaba recostada en la cama
de la enfermería, no sabiendo que pensar. Había sido mucho tiempo
desde que se acostó en una cama suave y no solo un montón de cartón
sucio, además de estar rodeada de muchas cosas que no conocía. Notó
el color blanco de la enfermería y pronto se dio cuenta que le
molestaba, era muy brillante, además que se sentía encerrada. Se
llevó la mano a su frente y sintió la extraña venda que la cubría;
no era de tela, más bien se sentía como una especie de plástico.
Cuando vio como esa mujer de cabello
azulado era secuestrada se dio cuenta que debía actuar rápido. Un
sentimiento de altruismo la impulsó a hacerlo, además que de esa
forma podría pedir algo por haberla rescatado.
Juntar la carne putrefacta y usarla
para atraer a los perros mutantes no fue tan difícil, pero no
calculó que los maleantes eliminarían tan rápido a los perros que
les daría tiempo darles caza. Afortunadamente el grupo de búsqueda
las encontraron a tiempo y salvaron la situación. Ahora estaba
abordo de la nave y no se iría hasta que le dieran lo que ella
quería.
Una puerta se abrió y entraron
varias personas, entre ellas estaba la mujer que salvó. De los tres
hombres uno se destacaba más; era alto y fornido, además de que se
veía viejo, pero a pesar de ello emanaba un aire de autoridad que
los demás respetaban.
-En nombre de mi tripulación te doy
las gracias por haber ayudado a uno de mis tripulantes -dijo sin
rodeos el capitán Villa-. De no haber sido por tu ayuda la señorita
Praez pudo tener algún percance del que todos nos hubiéramos
lamentado, así que en recompensa por tu ayuda podrás pedirnos lo
que tu desees y si está al alcance de nuestras posibilidades lo
concederemos.
-¡Llevarla con nosotros a Marte!
-exclamó jubilosa Marcelina.
-No podemos llevar con nosotros
inmigrantes, Marcy -dijo Vasili esbozando una media sonrisa.
-¡Pero se lo merece! -dijo la
mujer-, con todo lo que hizo por mi es justo que la saquemos de este
mundo sin ley y la llevemos con nosotros.
-¿No será mejor que le preguntemos
a ella que es lo que quiere? -intervino Murdock.
Marcelina se sintió contrariada
pero acepto que era lo correcto.
-Casa -dijo Ariché de pronto.
-¿Eh? -dijo el capitán Villa.
-Quiero ir casa.
Un transporte aéreo sobrevolaba las
montañas llevando a Marcelina, Vasili, Murdock y Ariché. San Juan
Ixtenco quedaba a más de medio día de camino desde la ciudad en
ruinas, si es que se iba en vehículo terrestre, pero en una aeronave
ese tiempo se reducía a tan solo media hora. Ariché se hallaba
sentada en la zona de carga de la nave, y aunque no profería ninguna
palabra no por eso dejaba de sentir una enorme alegría, ¡por fin
iría a casa!, ¡después de tres años de separación! Marcelina
había hecho todo lo posible para convencerla de que se fuera con
ellos, pero Ariché se había negado rotundamente, tan solo quería
regresar a su pueblo de la montaña.
Los instrumentos de la nave le
indicaron a Murdock -quien la iba pilotando- que se hallaba cerca de
un asentamiento humano que correspondía a la localización indicada
en viejos mapas. Él decidió aterrizar alejado del pueblo para no
provocar una conmoción. Cuando Ariché puso pie en tierra una oleada
de recuerdos le llegó a su mente. En vez de estar rodeada por ruinas
los árboles de una selva tupida era todo lo que tenía a la vista.
Marcelina bajó en pos de ella y le
dio un abrazo de despedida.
-Gracias por haberme rescatado -le
dijo mientras la abrazaba.
Ariché se separó de ella sonriendo
y agitó la mano en señal de despedida; Murdock y Vasili lo
correspondieron.
La chica dio medía vuelta y salió
corriendo en dirección del pueblo.
-En serio quería que viniera con
nosotros -dijo Marcelina adolorida.
-Ella pertenece a este mundo y
nosotros al espacio, Marcy -dijo Vasili estrechando a su novia-, no
podemos obligarla a irse a un lugar que no conoce.
Murdock solamente la observaba en la
distancia hasta que se perdió. Todos subieron a la nave de carga y
despegaron en dirección de la ciudad en ruinas, aún tenían trabajo
que hacer.
Ariché mientras tanto ya tenía a
la vista su pueblo, podía ver los techos de las casas. Los recuerdos
de su infancia y parte de la adolescencia la impulsaban a ir más
rápido como si el pueblo fuera a desaparecer de un momento a otro.
Había vivido tres años en una ciudad y vio como caía por diversos
desastres y después era abandonada. Sobrevivió a los desafíos que
significaba vivir en un lugar desolado, y como si fuera una
recompensa ahora ella regresaba a su hogar en las montañas, donde
aún tendría familiares que se pondrían alegres de verla regresar;
la vieron partir como una muchachilla miedosa, y ahora regresaba como
una sobreviviente de la caída de la humanidad en la Tierra.