-Uff, que cansancio, la distancia desde mi casa hasta la zona de recolección es muy grande, espero poder conseguir algún vehículo, aunque sea pequeño.
A pesar de sus quejas Lesny ya había avanzado un buen tramo, pero aún le faltaban cerca de medio camino por recorrer, cerca de un kilómetro; teniendo en cuenta que llevaba con ella una carga considerable.
-Bueno, al menos me ha ido bien -dijo ella con satisfacción-, logré recolectar algunas piezas útiles que podré vender o intercambiar.
Caminaba bajo un cielo azulado, mientras recorría un camino de tierra que atravesaba una pequeña pradera; la pradera terminaba abruptamente en un precipicio que que no tenía fin, muchos creían que iba a dar directamente a las entrañas del planeta.
Este era uno de los pocos mundos olvidados por la carrera expansionista de la humanidad; era pequeño por lo cual no se le consideraba capaz de mantener una atmósfera estable, así que solo era una roca seca, fría y sin vida, pero las pruebas decían todo lo contrario.
-¡Ah! Ya tengo hambre, quiero llegar a mi casa lo más pronto posible; un delicioso estofado de hierbas y raciones no me caería nada mal.
Mientras Lesny soñaba con la comida no se dio cuenta que pasaba a un lado de una figura que estaba al borde del precipicio. Como estaba de espaldas uno creería que se trataba de una humana, pero si esa figura se diera la vuelta se observaría todo lo contrario.
-Oh, ¿eres tú Mirun? -dijo la caminante.
-Afirmativo, Lesny -respondió a la que llamaron Mirun.
Lesny miró ese cabello largo de azul pálido que caía sobre una chaqueta de un color negro desgastado, unos pantalones cortos y zapatos deportivos viejos terminaban el atuendo de Mirun.
-¿De nuevo estás de guardia? -dijo Lesny mientras se acercaba a la androide y se colocaba a su lado.
Mirun observaba al horizonte con su ojo; una única lente que tenía justo en medio de la frente.
-Se sabe que una nave basurera se acerca al planeta, debemos vigilar en que zona arrojará sus desperdicios.
A Lesny le brillaron los ojos de codicia; más desperdicios de los humanos, eso significaba que habría más tesoros que recolectar entre ellos.
-Qué suerte que los humanos crean que este mundo es un basurero enorme, sí tan solo supieran la verdad.
-No es prudente desear ese tipo de cosas, Lesny -dijo Mirun en reproche-, ellos NO debe saber la verdad, o de lo contrario estaremos perdidos.
-Oye, no te enojes -dijo Lesny sonriendo-, solo dije algo retórico, claro que no deseo que sepan que este mundo tiene vida, y que es apto para ellos, ¡es nuestro! -añadió Lesny con una súbita emoción.
Por alguna razón que nadie sabia, ese mundo llamado PI-90 por la Administración Colonial, y por sus actuales habitantes como “París” tenía una atmósfera artificial respirable, por lo tanto era capaz de sustentar la vida. Los seres que habitaban ese mundo tenían la teoría de que tal vez ese misterio se hallaba en lo profundo de esos precipicios que nunca habían sido explorados; enormes fallas geológicas cuyo fondo estaba cubierto por una misteriosa neblina, y de donde de vez en cuando llegaban apagados estruendos de naturaleza desconocida.
-Y, ¿haz visto algo? -preguntó Lesny con cautela.
-Aun no -le respondió Mirun-, pero cuando detecte un contenedor tu serás la primera a la que avise.
-¡Genial! -dijo Lesny frotándose las manos satisfecha.
-Si alguien descubre nuestro pequeño acuerdo nos darán una buena reprimenda -comentó Mirun mientras su lente cambiaba de foco.
Lesny soltó una carcajada estrambótica.
-¿Es en serio? -dijo sin dejar de reír-, ¡si todo mundo tiene sus propios tratos secretos para ser los primeros en recolectar cosas!
Mirun esbozó una media sonrisa; su amiga tenía razón, casi todo mundo recurría a tretas para beneficiarse primero en la recolección de desperdicios humanos.
Lesny continuó su camino dejando a su amiga en su guardia.
Después de media hora de camino por fin llegó a su hogar; una pequeña cabaña a la sombra de una colina y rodeada de árboles. Lesny dio un suspiro de satisfacción cuando vio a lo lejos su trozo de París. Se metió entre la arboleda y por instinto observó de derecha a izquierda para asegurarse de que no haya ocurrido algún cambio imprevisto; cuando se aseguro que todo estaba en órden siguió su camino muy presurosa.
Pasó entre los árboles de hojas de un color verde mate, todas ellas idénticas entre sí, incluso hasta las ramas tenía la misma forma; líneas completamente rectas que se torcían en un ángulo perfecto mientras salían de un tronco carente de alguna imperfección; hendiduras, bultos o agujeros, incluso la superficie de estas plantas denotaba que no eran naturales, más bien una imitación artificial pero que realizaba las misma funciones, el intercambio de dióxido de carbono por oxígeno. Estos árboles compartían el mismo misterio que todo el planeta; nadie sabía como los construyeron, pero estaban ahí como una parte de la terraformación a la que fue sometido ese mundo. Pero a Lesny eso le daba tanta importancia como las piedras que pisaba al caminar, su estómago era más demandante.
Entró en su cabaña, dejó la mochila repleta de cosas en el suelo y se dirigió a su recámara. Se quitó la túnica de exploración, confeccionada por ella misma, después las botas y se vistió con una indumentaria más hogareña.
Mientras se vestía no pudo evitar observar su imagen en un espejo, fabricado a partir de un trozo de celda fotovoltaica. Ella si podría pasar como una humana cualquiera; cara ovalada de ojos azulados, piel clara y de estatura alta. Literalmente todo su cuerpo estaba bien formado, no había alguna irregularidad natural que resaltara a la vista, como si fuera mandado a hacer, porque tristemente así era; Lesny era un clon para fines de “entretenimiento”. Su condición no humana le era recordada cada vez que se veía en el espejo y miraba ese código de barras impreso en la parte superior del pecho; con tan solo verlo le provocaba terribles recuerdos que ella luchaba por olvidar.
Al planeta París llegaba todo aquello que los humanos habían desechado: desde dispositivos electrónicos pasando por androides descompuestos hasta clones; algunos ya habían alcanzado el límite de vida impuesto por sus fabricantes y solamente llegaban a ese mundo para morir, pero otros llegaban al haber obtenido su libertad, en otras palabras se habían escapado; en vez de embarcarse a otro mundo lleno de humanos optaban por la mejor opción, irse a un mundo donde nadie se preocuparía en buscarlos; Lesny era uno de estos prófugos.
Lesny apartó los tristes pensamientos que la embargaban de una bofetada y se apresuró a preparar la comida. Minutos más tarde de la pequeña cocina salían suculentos aromas que harían salivar a quien fuera que los aspirara; un paquete de raciones cuyo sabor fue mejorado con algunas sustancias que los mercaderes de París llamaban “especias”, aunque en realidad no se sabía que eran exactamente, bien podrían ser drogas de algún tipo.
Comió tranquilamente sin preocuparse por el pasado. Cuando acabó limpió el comedor, lavó los platos y cubiertos y después se dispuso a seleccionar las cosas que había recolectado; algunas las guardó para ser utilizadas y las demás para venderlas o cambiarlas. Muchas de estas eran dispositivos electrónicos que fueron desechados por varias razones; algunos eran completamente inservibles pero sus partes internas podían ser reciclables, así que a pesar de estar descompuestos se podía hacer negocio con ellos. A veces Lesny tenía suerte y encontraba aparatos en buen estado, solo bastaba con darles un poco de mantenimiento y podían ser usados de nuevo.
Al día siguiente Lesny se presentó con una bolsa llena de cachivaches en el mercado de París. Este sitio era una curiosa colección de objetos e individuos. Androides que no siempre tenían su cuerpo completo; habían sustituido las partes dañadas con otras que no eran de su modelo, o incluso algunas ni eran partes para androides y habían sido fabricadas a partir de otros objetos de tal forma que lograran sustituir en parte un brazo o una pierna.
También había clones como Lesny, pero a diferencia de los androides los clones presentaban cierto grado de degeneración; había algunos que ya tenían aspecto de anciano, a pesar de tener unos cuantos años desde que fueron fabricados en alguna planta de clonación. Lesny no sabía cual era su expectativa de vida, como clon para entretenimiento no tenía derecho a saber cuando iba a morir, tal vez las cifras de su código de barras tendrían esa información.
Se dispuso a comerciar con los vendedores, ofreciendo sus cosas e intercambiándolas por otras. Dos horas después terminó de intercambiar casi todo lo que llevaba, y por una expresión risueña en su rostro algo decía que le fue muy bien.
Mientras caminaba pasó a un lado de una clínica improvisada y por pura curiosidad dio un vistazo por una ventana. En una camilla se encontraba un clon en muy mal estado; conectado a un viejo respirador artificial, sus pulmones luchaban de forma incesante por mantenerlo vivo. Literalmente su cuerpo solo eran huesos, donde la piel solamente se pegaba a ellos y a la escasa masa muscular que aun tenía. A este clon su expectativa de vida estaba llegando a su fin, tal vez solo tendría unos cuantos días. Lesny no pudo evitar sentirse profundamente conmovida ante esta vista, porque literalmente podría tratarse de ella en un futuro. Existía una forma de alargar este tiempo prefijado, debía conseguir material genético e injertarlo al suyo, donde los genes sanos sustituirían a los enfermos o los que habían sido modificados para terminar con su vida. Pero este método era muy caro e incluso doloroso, y no estaba al alcance de un clon cualquiera. Sin embargo debido a la casualidad, y tal vez al error de algún empleado de una compañía genética, existía en París una máquina para realizar este proceso; pero el clon que la tenía pedía un precio muy elevado por usarla; literalmente un cuerpo humano, ya fuera vivo o recientemente fallecido.
Lesny dejó atrás el mercado y regresó a su hogar, cuando llegó vio que su pequeña consola de comunicaciones tenía un mensaje pendiente.
He avistado un contenedor que caía en la zona de recolección, date prisa si quieres ser la primera.
Este mensaje de parte de Mirun no dejaba lugar a dudas; Lesny tomó una mochila amplia y resistente, se calzó sus botas de viaje y salió disparada hacia la zona de recolección.
Como dice un viejo refrán: “el interés tiene pies”, así que de los veinte minutos que Lesny tardaba en llegar a la zona de recolección, solamente le tomó diez. La zona de recolección era literalmente un basurero, por todos lados había montones de chatarra y enormes contenedores arrojados por las naves que transportaban desperdicios. En ciertos lugares había letreros hechos a manos con unas señas particulares; eran marcas que indicaban una zona con desperdicios potencialmente peligrosos, ya fueran residuos radiactivos o material biológico.
La clon caminaba presurosa hacia un contenedor que el día anterior no estaba ahí; era el que su amiga le había indicado. Debido a la fuerza del impacto parte de su estructura se había destrozado desperdigando algunos restos. Esto le facilitaba la tarea a Lesny, ya que no tendría que acudir con el grupo que se especializaba en desmantelar corazas de contenedores; “son una bola de ladrones” había dicho una vez haciendo referencia al precio exorbitante que cobraban por abrir un contenedor.
Llegó al contenedor y dejó su mochila a un lado en el suelo, después tomó una herramienta que traía consigo y montándola se formó algo parecido a una pala; con ayuda de este objeto comenzó a remover los desperdicios con mucho cuidado, para evitar dañar algo que pudiera ser de valor, si es que lo encontraba.
-¡Ay! -sonó un grito repentino.
Lesny dio un saltó hacia atrás sin soltar su herramienta, la cual preparó para repeler un ataque inminente. De un montón de desperdicios electrónicos surgió la figura de una persona; era un humano.
De vuelta en su casa Lesny observaba con atención al individuo que estaba sentado en su cama; un hombre jóven de unos veinticinco a treinta años, cabello castaño corto y complexión delgada. Vestía un traje que tenía aspecto de ser nuevo y al parecer era un tipo de científico.
“Un humano” pensó Lesny sombriamente.
-Gracias por haberme ayudado -dijo el sujeto mientras sorbía agua de un vaso-, cuando caí al contenedor de basura perdí el conocimiento; al despertarme me dí cuenta que ya había zarpado y estaba en medio del espacio, ¡sentí mucho miedo!
El hombre dejó el vaso de agua en una mesa cercana y observó a su alrededor.
-Es un lugar muy acogedor -observó para después posar su vista en Lesny.
-Gracias -dijo lacónicamente esta.
-Me llamó Nigel.
-Lesny.
-Gracias de nuevo Lesny.
Ella lo siguió observando y en su mente se formuló una sola pregunta: “¿Y ahora que haré con el?”
-¿De dónde vienes? -comenzó preguntando la chica.
-Soy del sistema Aegis, planeta del quinto sol de la constelación Sigma.
-¿Y cómo es que alguien como tú termina en un contenedor de basura?
-No tuve cuidado, caminaba por la zona de embarque y me caí en el contenedor, y lo demás pues ya lo sabes.
“Está mintiendo” pensó Lesny.
-¿En qué sistema estoy? -preguntó Nigel-, ¿cual es la ciudad más cercana?
Las preguntas hechas con tanto aplomo sorprendió a Lesny, hasta se podía decir que pudo escuchar una ligera premura en ellas.
-El planeta se llama PI-90, y no hay ciudades, solo pequeños asentamientos repartidos en varios lugares.
-Ya veo -dijo Nigel.
La noche llegó y Lesny la dedicó a seleccionar las pocas cosas que logró recolectar, ya que no pudo quedarse más tiempo por Nigel. Mientras tanto el humano se dedicó a explorar un poco la casa de Lesny, miraba con atención los objetos que se encontraban repartidos en los anaqueles. Aunque no lo aparentaba la chica estaba pensando intensamente en muchas cosas, todas ellas relacionadas con su invitado. Con solo ver su ropa se dio cuenta que no era una persona cualquiera, era un académico, aunque no podía discernir en qué se especializaba. ¿Porqué un académico llegó a un contenedor de basura? ¿Y porqué mintió respecto a este tema? Algo le hizo sospechar que este sujeto estaba escondiendo algo, ¿pero qué era?
El transcurso de la noche Lesny la pasó mal, aunque ella durmió en su cama ya que Nigel la rechazó cortésmente; el durmió en el piso sobre un trozo de tela. Ahora que lo había acogido en su casa Lesny estaba pensando en lo que podría depararle el futuro; nunca hasta ese día había llegado un humano a París, o PI-90, aunque no era improbable. Literalmente ese era el destino de todo aquello que los humanos desechaban, o de los individuos que lograban escapar de la esclavitud tecnológica de la humanidad como clones y androides. ¿Que sería de ellos ahora que un humano había llegado? Lesny se devanaba los sesos acerca de mantener en secreto a Nigel o reportarlo al la Junta de Sabios, quienes eran los que dictaban las reglas de París. Pero antes que nada, debía averiguar porqué un científico había llegado a ese planeta.
El día llegó sin ningún inconveniente, Nigel ya estaba despierto cuando Lesny abrió los ojos y observaba el panorama desde una ventana.
-Ah, hola -dijo cuando notó que Lesny se despertaba.
-Hola -dijo ella soñolienta-, ¿que hacías?
-Solo veía el paisaje, que se me hace muy encantador -respondió Nigel.
Ella se acercó y vio a través de la ventana como la luz de la mañana se filtraba por las ramas de esos árboles artificiales; al mismo tiempo las hojas de todos los árboles giraron para que una cara estuviera completamente expuesta a la luz del sol.
-Esos árboles no son muy normales que digamos -comentó Nigel mientras presenciaba este curioso acontecimiento.
-No lo sé -dijo Lesny con naturalidad-, no he visto otros árboles distintos para saber si estos son normales o no.
-Cuando una planta busca luz solar por lo general se mueve de forma pausada y lenta, no te darás cuenta que necesita sol sino hasta transcurridos muchos días, estas literalmente se movieron al unísono en unos cuantos minutos.
Lesny dejó de lado el tema de los árboles y se dispuso a preparar el almuerzo. Cuando Nigel vio que ella comenzó a mover trastes y sacar de la alacena paquetes de comida se ofreció a ayudar. El almuerzo transcurría silencioso y tranquilo, aunque después los dos comenzaron a platicar de diferentes cosas, entre ellas el motivo del extraño viaje de Nigel.
-Estaba caminando por la zona de embarque -decía Nigel a una de las preguntas hechas por Lesny-, inspeccionando los contenedores de basura, debía detectar alguna posible falla estructural en ellos y notificarla. Uno de los contenedores se me hizo sospechoso y decidí observarlo de cerca, al parecer nadie se dio cuenta y lanzaron basura sobre mí.
-¿Y como es que no moriste aplastado por todo ese peso? -preguntó Lesny.
-No lo sé -contestó Nigel sin preocuparse mucho-, tal vez tuve suerte.
“Miente” se repitió Lesny.
-Veo que eres un clon verdad, ¿cierto?
Esta pregunta tomó por sorpresa a Lesny, la cuchara cayó de su mano mientras lo observaba estupefacta.
-¿Cómo?... ¿Cómo? -intentó preguntar la chica, tan turbada estaba por la estupefacción.
-¡Oh! No quise asustarte -dijo Nigel-, es que de vez en cuando se ve tu código de barras, más cuando te inclinas, no muchas personas tienen un identificador impreso en su piel.
Lesny seguía observándolo, de pronto sintió una ligera amenaza que provenía de él.
-Mira, no diré nada a nadie acerca de lo que eres, ¿bien?, no quiero incomodar a mi anfitriona.
El tono con el que fueron dichas estas palabras pretendía relajar a Lesny, pero ella no pudo evitar sentir que más bien eran una advertencia; “no intentes profundizar más acerca de mí, porque yo ya sé lo que eres”. Muy probablemente lo que Nigel dijo no tenía algún significado en concreto, pero Lesny se convenció de que debía actuar con cuidado.
Terminaron de almorzar y Lesny hizo a un lado su plato.
-Y ahora ¿qué haré de ti? -dijo ella mientras entrelazaba sus manos.
-Ni yo mismo sé que será de mí -dijo Nigel-, si este es un planeta para arrojar basura no espero a que haya una forma de salir de aquí, ¿habrá ciudades?
-Ya te lo dije, solo existen pequeños asentamientos regados en varias zonas del planeta, y siendo sincera no esperamos a tener visitas del exterior.
-Ya veo -respondió Nigel.
Lesny se se levantó de su asiento y con ayuda de Nigel levantó la mesa, media hora después se preparaba para salir. Se había puesto su traje de trabajo y las botas que usaba cuando iba a la zona de recolección.
-Oye -dijo mientras terminaba de alistarse-, voy a salir un rato así que por favor quédate aquí, no quiero que alguien te vea y después tenga problemas.
-Esta bien -dijo Nigel.
Mientras se alejaba de su hogar Lesny no paraba de pensar en que haría con él; no podría tenerlo para siempre en su casa, debía encontrar la forma de alojarlo en otro lado y que de una u otra forma fuera aceptado en la sociedad de París; esto no podría ser difícil para un fugitivo, aunque fuera un humano, pero había algo en él que le hacia levantar sospechas, con el solo hecho de que mintiera acerca de el porqué llegó en un contenedor de desechos le provocaba desconfianza a Lesny.
Media hora después ya estaba de nuevo en la zona de recolección; y para su gran descontento el contenedor en el que llegó Nigel ya lo habían saqueado. Rebuscó bien en la poca basura que había, con la pequeña esperanza de encontrar algo que fuese útil; pero no encontró nada. Una hora más tarde regresaba a su hogar con una modesta cantidad de cosas que podría vender o intercambiar, después de todo no le había ido tan mal.
El camino que atravesaba la arboleda no se veía fuera de lo normal, todo estaba tranquilo. Esperaba que Nigel cumpliera con su palabra y no haya salido de la casa. Al llegar abrió la casa y vio a dos personas que le esperaban, una de ellas era Nigel quien observaba con atención a la segunda figura; Lesny se quedó paralizada de terror al darse cuenta que era Mirun.
-Vaya -comentó Nigel cuando vio llegar a Lesny-, nunca creí que lograría ver con mis propios ojos a un androide de fuerzas especiales tipo “Raptor”, desde la última depuración del sistema Mirthos estos se hicieron muy raros.
Mirun observaba atentamente a su amiga con la lente que era su ojo, y aunque no lo expresara con palabras, la mirada fija y su pose corporal le decían a Lesny: “debemos hablar”.
Nigel se encontraba en el exterior mientras admiraba los árboles artificiales, por su parte Lesny y Mirun estaban hablando de un asunto importante.
-¿Se puede saber porqué lo trajiste a tu casa? -preguntó Mirun.
Lesny estaba sentada en una mesa mientras trabajaba en reparar un pequeño dispositivo.
-¿Acaso tenía opción? -dijo Lesny mientras manipulaba un cautín.
-Sí que tenías -respondió la androide molesta-, podías haberlo matado.
-Él llegó aquí de forma accidental.
-¿Y tú le crees?
Lesny no respondió.
-Antes de que regresaras hablé un poco con él -continuó hablando Mirun-, y una de las cosas que me preguntó fue de alguna forma de salir de este mundo. Él no es alguien como nosotros, rechazado por la humanidad y arrojado de ellos, desea regresar a alguna colonia humana.
Lesny seguía trabajando, dando rápidos toques con su cautín en los circuitos del dispositivo.
-No debemos permitir que salga de este mundo y nos reporte con alguna autoridad, ¿tienes idea de lo que sucederá si alguien de la Administración Colonial viene aquí?
-Sí -respondió Lesny-, sé lo que nos harán a todos.
Mirun dejó de hablar con su amiga y se acercó a la ventana, Niguel seguía entretenido con los árboles, de hecho se había encaramado en las ramas de uno.
-Y hay algo que me molesta más -comentó Mirun-, quiere saber más acerca de nuestro planeta, sospecha que no es un mundo apto para la vida, y sin embargo la sustenta.
-Todos sabemos que no es un planeta natural -dijo Lesny.
-Sí, pero el quiere saber más, conocer cada detalle acerca de nuestro mundo, sospecho que es un científico o algo parecido.
-¿Lo dices por las ropas? -preguntó Lesny mientras terminaba de reparar su aparato.
-En parte por eso -dijo Mirun mientras observaba por la ventana, y después añadió-, bueno, me tengo que ir, es mi turno de vigilancia.
Se acercó a la puerta principal, pero antes de abrirla se giró de nuevo a su amiga.
-Tienes dos opciones, o lo convences de que se quede aquí para siempre y deje de querer investigar nuestros mundo, o te deshaces de él. Si no lo haces tú alguien más lo hará.
-¿Cómo tu? -dijo Lesny viendo a su amiga.
Mirun no respondió, solamente salió por la puerta y en vez de tomar el camino arbolado simplemente rodeó la cabaña y se alejó por otro camino. Minutos después entró Nigel. En una parte de su ropa podía verse polvo y suciedad.
-¿Qué te sucedió? -preguntó Lesny observándolo.
-¿Esto? -dio el mientras se examinaba-, ¡oh! Es que me caí del árbol donde estaba subido mientras lo examinaba.
Se le veía muy emocionado, como un niño que ha descubierto un nuevo pasatiempo.
-En verdad es increíble, muy increíble.
-¿Qué? -preguntó sinceramente Lesny.
-Esos árboles no son naturales, o más bien orgánicos -dijo Nigel entusiasmado-, sino que son una perfecta imitación artificial, yo diría que son sintéticos. Como sospeché esta mañana sus hojas siguen el curso del sol como si fueran un girasol, pero muy probablemente cada una tenga algún sensor fotosensible muy complejo. Tal vez ellos sean la explicación del porque este mundo permite la vida a base de carbono, ¡puede que al igual que los árboles naturales estos sean los encargados de transformar dióxido de carbono en oxígeno! ¿Cómo lo harán? ¿De que forma logran imitar ese proceso? -se detuvo unos momentos y después preguntó- ¿Y sabes lo que me resulta más extraño?
-No -dijo sencillamente Lesny, viendo que su participación en la plática había sido dejada de lado por completo.
-Aunque no soy un experto en el tema, pero el suelo no parecer ser muy fértil que digamos, sin embargo sustenta vida vegetal pequeña como las hierbas. Estás si tienen apariencia de ser naturales. ¿Acaso los árboles sintéticos también tengan algo que ver?
Durante la comida Nigel no dejaba de armar conjeturas con respecto a la naturaleza misteriosa del planeta París. Y a pesar suyo, Lesny se entretenía escuchándolo hablar; no siempre tenía invitados y cuando los tenía solamente eran visitas de unos cuantos minutos; Mirun a veces se quedaba hasta media hora. Una de sus principales sospechas acerca de Nigel quedó confirmada, él era un científico por esa forma de hablar llena de tecnicismos, además de esa curiosidad académica por el planeta.
Y ahora que lo recordaba, solo unos pocos habitantes del planeta París habían tenido la idea de intentar averiguar acerca de la naturaleza de ese mundo. Se sabía que algunos habían explorado partes de los acantilados llenos de esa misteriosa niebla, y regresado para contar lo que vieron, pero gran parte de esa investigación era restringida y clasificada por la Junta de Sabios. Aunque sinceramente a gran parte de los habitantes del planeta les importaba un comino como era que funcionaba su mundo, conque lo siguiera haciendo les bastaba.
-Bien -dijo Lesny preparándose para salir-, voy a ir al mercado, ¿quieres acompañarme?
-Desearía investigar un poco más esos árboles, si no hay problema -le dijo Nigel.
-Está bien -dijo ella-, pero no hagas nada tonto.
-De acuerdo -respondió el sujeto.
Ella creyó detectar una ligera premura en su voz, ¿tanto ansiaba seguir investigando esos árboles?
Lesny salió de su casa y se dirigió al mercado cercano, esperando que esta vez nadie encontrara a Nigel.
El mercado estaba muy concurrido, al parecer varios recolectores habían tenido muy buena suerte y esperaban hacer negocio con sus descubrimientos. Lesny suspiró acongojada sabiendo que si no hubiera encontrado a Nigel ese día, ella sería uno de los afortunados.
Pero además del bullicio de la gente, había otro tipo de ruido que preocupó a Lesny. Había rumores esparcidos entre la gente como si fueran una gripe...
“¿Has escuchado? ¡ha llegado un humano!”
“Dicen que alguien está escondiendo a ese humano, ¿que es lo que pretenden al esconderlo, convertirlo en una mascota?”
“Un amigo me contó que la Junta dará una buena recompensa a quien les entregue a ese humano”
Estos rumores y otros semejantes se escuchaban en casi todas partes, e incluso a Lesny le pareció que le dedicaban miradas de soslayo.
“¿Acaso Mirun me habrá delatado?” pensó ella con amargura.
Estaba claro que debía arreglar el asunto de Nigel y pronto, ya que los rumores podían empeorar y desencadenar en actos indeseables de parte de otros. Pero había algo más que le preocupaba a Lesny, y que tal vez era lo que más le daba importancia.
Mientras compraba en un puesto en el mercado, había estirado la mano para tomar lo que el vendedor le daba, pero repentinamente lo soltó y cayó al suelo.
-¡Oh! -exclamó ella.
-Ten más cuidado Lesny -le dijo el vendedor, pero después añadió-, oye ¿te encuentras bien?
Lesny se dio cuenta de la razón por la que había soltado lo que compró, las dos manos le estaban temblando febrilmente. No era la primera vez que le sucedía, y comprendió que le estaba pasando más seguido. Ella sospechaba lo que tenía, tal vez su cuerpo comenzaba a deteriorarse; ya estaba alcanzando el límite de vida que le había fijado el laboratorio que la produjo.
Por primera vez en su vida fue consciente de su propia mortalidad, la cual era más cercana debido a su condición de clon. Habían pasado más de cuatro años desde que llegó a París, oculta en un contenedor de basura. Mirun fue la primera amiga que hizo y la comunidad la aceptó casi de inmediato por ser una clon prófuga. Pero ahora el tiempo se le estaba acabando, ¿que podría hacer? La única forma de alargarlo un poco más era con un tratamiento genético; existía el dispositivo para aplicarlo, pero carecía del material orgánico necesario para llevar a cabo dicho tratamiento, ¿dónde podría obtenerlo?
Sumida en estos pensamientos regresó a su casa, pero cuando llegó se encontró con una situación inesperada, Nigel había desaparecido.
No estaba ni en las inmediaciones de su casa, ni entre los árboles; incluso lo buscó un poco más lejos, pero no hayó rastro de él. Regresó a su casa y reflexionó acerca del asunto, ¿porqué se habrá ido? Ella no le dijo nada o mostró disgusto por él durante su estancia, pero el simple hecho de que se hubiera esfumado sin decir siquiera “adiós” se le antojaba molesto. De pronto se le ocurrió otra idea, ¿y si tal vez lo mataron? Tal vez Mirun podría ser la responsable, ya que como dijo una vez Nigel ella solía ser un androide asesino, y si no lo hizo ella por iniciativa propia tal vez alguien más se lo ordenó. Pero si ese era el caso, ¿que podría hacer Lesny? Nigel era un humano recién llegado, y por lo que ella había escuchado él quería salir del planeta y no era seguro que guardara el secreto acerca de París y sus habitantes, así que si él en verdad había sido asesinado entonces el perpetrador habría hecho un favor comunitario.
Lesny no le dio más importancia y continuó con su vida. Acomodó las cosas que había adquirido en el mercado, cuando acabó atendió su pequeño huerto donde cultivaba las pocas verduras que por azares del destino llegaron en los contenedores de basura, y sobrevivieron el viaje. La noche pasó sin ningún incidente. Lesny estaba en el techo de su casa mientras observaba el cielo nocturno; el enorme planeta gaseoso Mirates-2389 que era orbitado por París dominaba la bóveda celeste; en realidad París o PI-90 no era exactamente un planeta, más bien una luna de dicho gigante. De vez en cuando algún meteorito rozaba la atmósfera artificial dejando tras de sí una larga linea luminosa. En la antigüedad se decía que cuando alguien veía una estrella fugaz podía pedir un deseo y este le sería concedido. La clon tal vez hubiera pedido uno, y este no tenía nada de egoísta; ella se estaba muriendo. Una vez más ese persistente estremecimiento regresó, pero no solo en las manos, ahora también los pies se sacudían débilmente, pero Lesny sabía que este mal empeoraría con el tiempo. Su tiempo de vida estaba llegando a su fin, eso era una certeza, y ella no podía hacer nada para alargar su expectativa de vida, todo lo que podía hacer era esperar a que llegara lo inevitable. Lesny suspiró triste y por alguna razón extraña pensó en el desaparecido Nigel; se seguía preguntando a donde podría haber ido.
Al otro día Lesny se levantó temprano, el estremecimiento había cesado, al menos de momento. Tomó un bocado y se preparó para ir a la zona de recolección con la esperanza de encontrar algo interesante. En el camino de ida se encontró con Mirun, quien estaba en su puesto de observación. Había algo diferente en ella, ahora portaba una mochila de la que salía una antena plegable.
-Es mi detector de ondas sónicas -dijo cuando Lesny le preguntó-, ahora podré detectar los contenedores incluso antes de observarlos.
-Oh vaya -respondió Lesny.
-Por cierto -preguntó Mirun-, ¿que ha sido de ese humano que acogiste?
-¿Nigel? Pues no lo sé, desapareció y no lo he vuelto a ver.
-¿Se escapó tu mascota? -dijo Mirun con una sonrisa.
-Creí que tú lo habías silenciado -comentó Lesny viendo de reojo a su amiga.
Mirun entendió el gesto, aunque no se sintió ofendida. Nigel tenía razón al decir que ella era un androide asesino.
Mirun desvió su atención a su amiga, quien tenía una mano levantada. Observó que se estremecía notablemente.
-¿Qué le pasa a tu mano? -preguntó la androide.
-Se está acabando mi tiempo -le respondió Lesny.
Mirun se quedó callada por la sorpresa.
-¿Ya? -dijo incrédula.
-Sí, al parecer ya estoy llegando a mi límite.
Su amiga la observó durante mucho tiempo, muchas emociones estaban siendo procesadas por su cerebro artificial.
-¿Y no puedes hacer algo para...?
-No -le interrumpió Lesny-, no hay nada que se pueda hacer, necesito material genético para poder someterme al tratamiento que podría salvarme, pero no lo hay.
Mirun desvió su mirada hacia el frente, su lente se fijó en el horizonte que era dominado por el cielo artificial que se fundía con la misteriosa niebla que emanaba del precipicio.
-Bueno, te dejo -dijo Lesny emprendiendo su camino hacia la zona de recolección.
La androide no le respondió, pero no porque no le importara, sino porque no sabía expresar con palabras lo triste que se sentía al saber que su amiga estaba por morir. Cuando era un androide asesino tener sentimientos estaba fuera de su programación, y cuando sintió algo por alguien tuvo que escapar.
Lesny pasó dos horas buscando objetos útiles en la zona de recolección, aunque esta vez obtuvo muy poco. Después de una hora más dejó de buscar y reemprendió el camino de vuelta, y cuando llegó a su casa se encontró con una sorpresa; Nigel estaba tirado en medio de la arboleda que daba sombra al camino.
Rápidamente se acercó a él y lo examinó. Por un instante creyó que estaba muerto, pero observó que respiraba. Lo llevó dentro de su casa donde le dio primeros auxilios, ya que parecía estar herido. Mientras lo atendía Nigel comenzó a alucinar, decía palabras sin sentido alguno, pero hubo algunas que le llamaron mucho la atención a Lesny; “maravilloso”, “planeta artificial”, “maquinaria no creada por el hombre”, “debo documentarlo” y un exaltado “¡me las pagaran todos!”
Nigel pasó el resto del día en cama, aunque sus alucinaciones ya habían disminuido. En la noche durmió sin mayor problema. Al otro día despertó algo recuperado, pero se quejaba de estar muy hambriento, Lesny le preparó algo para saciar su hambre. Mientras cocinaba ella estaba sumida en sus reflexiones; era obvio que Nigel había salido a explorar. Lesny lo había encontrado con una cuerda hecha con cables eléctricos, y unas herramientas improvisadas las cuales él había tomado sin avisar de entre las cosas de Lesny. Mientras hablaba dormido ella logró entrever algunas cosas que le preocuparon; al parecer Nigel había hecho algún descubrimiento importante acerca del planeta París y que deseaba darlo a conocer. Ahora ella entendía la preocupación de Mirun, si Nigel lograba salir de París y reportaba lo que había descubierto ¿qué le depararía a los habitantes del planeta?
Mientras tanto, en ese mismo momento Mirun caminaba por una pequeña pradera a paso rápido, el cual no era entorpecido por una maleta negra que llevaba de la mano.
“Se ha descubierto que el humano que tu amiga acogió se internó en las profundidades del planeta, no podemos permitir que siga vivo, elimínalo de inmediato. Tal vez te moleste tener que matar de nuevo, pero esta ves lo haces por el bien de todos nosotros, de todo París”
Mirun había recibido esa órden de parte del Junta de Sabios, así que no podía desobedecer, aunque ella no pensaba en hacerlo ya que al igual que ellos estaba muy preocupada por la amenaza que ese humano podía representar. Lo sentía mucho por su amiga, pero debía hacer su trabajo.
Era más de medio día cuando Nigel ya se sentía mejor y estaba fuera de la casa de Lesny, sentado en una caja mientras veía al horizonte. La clon salió de su casa para hacerle compañía, podía notarse que llevaba un bulto debajo de su chaqueta el cual amenazaba por caerse del bolsillo.
-¿Cómo te sientes? -le preguntó sentándose a su lado.
-Ya me siento mejor, gracias -le respondió Nigel.
-¿Y se puede saber a donde fuiste, que desapareciste así de repente?
-Ah, es que quise explorar un poco este mundo, me sentía muy intrigado por lo que había visto.
-Podías haberme avisado -replicó Lesny molesta-, mira que desaparecer así de repente, estaba preocupada.
-Lo siento, es que no tenía tiempo para avisar, ¡debía saber más acerca de este planeta!
La forma que que se había expresado Nigel no denotaba mucha preocupación o arrepentimiento por su desaparición.
-Y tomaste algunas cosas mías -continuó reprochando Lesny.
-Las necesitaba, y no te preocupes, ya te las repondré -dijo Nigel con un tono cínico.
Lesny dejó pasar esta respuesta y guardó silencio por unos momentos.
-¿Y qué descubriste? -preguntó Lesny inocentemente.
-¿Qué descubrí? ¿Qué descubrí? -dijo Nigel con voz trémula-, ¡más bien que fue lo que me faltó por descubrir! ¡Ah! ¡A duras penas y puedo imaginar lo que todavía falta por develar!
Nigel comenzó a narrar como empezó su viaje; descendiendo por un acantilado hasta atravesar la misteriosa niebla que cubre el vacío.
“La verdad es que tuve mucho miedo cuando atravesé la niebla, eso no lo puedo negar, pero tomé valor y continué mi camino. Justo debajo de mí vi lo que parecía ser una saliente, quería llegar hasta ella pero mi cuerda ya no alcanzaba par más, así que me solté y dejé que la gravedad hiciera lo suyo. Cuando mis pies tocaron el suelo emitieron un sonido muy peculiar; era como si hubiera aterrizado en una especie de plástico. Toque el suelo y descubrí que no era tierra, más bien un material sintético, al igual que las paredes del precipicio. Me dí cuenta que la saliente era en realidad un camino. Me de decidí a seguirlo y descubrir a donde me llevaba.
“Caminé durante mucho tiempo, y descubrí lugares nunca antes imaginados; me adentré en zonas que no eran cuevas, más bien una especie de centros de control abandonados hacia mucho tiempo. Varias partes incluso estaban iluminadas, debía existir algún generador en alguna parte. Transcurrido un tiempo me dí cuenta de algo, me llegaba un sonido de un retumbar lejano. No creo que sean tormentas, aunque en un planeta tan extraño como este no se podría dudar de esa probabilidad. Traté de orientarme siguiendo el sonido, buscaba su origen.
A este punto de la conversación Lesny literalmente ya no existía para Nigel, más bien estaba recapitulando todo lo que había vivido para sí mismo. Mientras tanto ella había metido la mano dentro de su chaqueta como para asegurar el objeto que llevaba escondido.
“Perdí la noción del tiempo, pero no podía hacer otra cosa más que seguir caminando, ¡no quería detenerme por nada! Durante mi travesía me topé con unos extraños seres que tenían cierta semejanza con los insectos, pero mucho más grandes. Cuando me observaron por primera vez me puse muy nervioso, pensaba que me atacarían, pero me ignoraron por completo. Iban de acá para allá muy atareados en alguna actividad misteriosa. Me aventuré a caminar entre ellos, e hice un descubrimiento, ¡no eran insectos orgánicos! Más bien una especie de robots con programación básica. Observé que se dedicaban a darle mantenimiento a las paredes del túnel. Cada vez más estaba convenciendo de que este mundo no es natural, más bien una especie de estación espacial muy avanzada. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos cuando escuché de nuevo ese retumbar, esta vez más cercano. Dejé a los insectos en su tarea y seguí investigando.
Mirun ya había llegado al punto ideal para lo que tenía que hacer. Era una pequeña colina desde donde se podía observar la parte frontal de la casa de Lesny. Mirun dejó en el suelo su maleta y la abrió, sacó de ella varias partes metálicas y las ensambló para formar un rifle de francotirador de pulsos electromagnéticos. Se tumbó en el suelo y conectó un cable desde el arma hasta su lente. Cuando el sistema estuvo listo Mirun podía ver de cerca a la pareja de Nigel y Lesny a la perfección, ahora debía esperar una oportunidad para tener a Nigel a tiro; no quería herir a su amiga.
-No dejarás este planeta, amiguito -dijo Mirun mientras apuntaba.
Mientras tanto Nigel estaba muy exaltado.
-¡Y no podía creer lo que tenía ante mi vista! ¡Era algo imposible de imaginarse!
-¿Qué? ¿Que cosa era? -dijo Lesny con la misma exaltación.
-¡Maquinaria! -exclamó Nigel fuera de sí-, ¡máquinas más grandes que una casa, o un edificio! Funcionando a la perfección sin duda para tener en óptimo estado este mundo artificial. Con dispositivos así de enormes, ya quiero imaginarme cual será la fuente de energía, ¿será nuclear? O de otro tipo de energía desconocida hasta ahora
-¡Sorprendente! -exclamó Lesny aplaudiendo.
-¡Sí! ¡Es algo que jamás se descubierto! ¡Y yo fui el primero!
Nigel estaba fuera de sí debido a la emoción, le era difícil reprimir la alegría que le provocaba su descubrimiento.
-¡Ya verán esos hijos de perra del instituto Copérnico! -dijo Nigel con un dejo de odio que sorprendió a Lesny-, ¡tal vez me robaron mi investigación acerca de la creación de seres artificiales! Pero esto opacará cualquier cosa que ellos hayan hecho, ¡yo seré reconocido por todos y nadie me menos preciará de nuevo!
Un momento de silencio reinó en la escena, la clon dejó que Nigel se tranquilizara para habar con él acerca de un asunto.
-¿Y ahora que harás? -preguntó Lesny con un repentino interés.
-Saldré de aquí -respondió Nigel respirando hondo-, iré directamente a la Administración Colonial, y les contaré todo lo que he visto, y para tener pruebas fehacientes tomaré fotografías y videos, tal vez en ese mercadillo que visitas haya algún aparato de grabación.
-¿Y que pasará cuando venga la Administración? -dijo Lesny-, ¿que será de nosotros? Recuerda que vivimos en este mundo, y tenemos derecho de elección por ser sus habitantes.
-¿Acaso crees que les importará un comino lo que puedan decir unos androides defectuosos y clones prófugos? Ustedes no son humanos, y por lo tanto no tienen derecho de decidir acerca de este asunto.
-¿Y nos ayudarás si tenemos problemas?
-No lo sé... yo... creo que mejor después hablamos -dijo Nigel recuperándose y dándose cuenta que había hablado demasiado.
Nigel estaba a tiro, se había levantado y su cabeza estaba completamente expuesta. En el pasado Mirun tuvo que huir debido a que hizo algo que un androide no debe hacer; desobedecer ordenes. Se negó a matar humanos inocentes, y mejor eliminó a su supervisor. Pero esta vez era diferente, tal vez Nigel era inocente pero no se podía permitir que saliera de París y contara a todo el sector planetario acerca de ese mundo, y de lo peculiar que era. Mirun acercó su dedo al gatillo y se preparó para disparar.
Todo fue rápido; un destello azul seguido de un cuerpo cayendo inerte al suelo, mientras Lesny sostenía su arma láser con su cañón humeante. Mirun había visto todo desde su mira, y ni ella podía creer lo que veía.
Rápidamente Lesny se apresuró a entrar en su casa, salió con una manta y cubrió el cuerpo de Nigel; el tiro de su arma le dejó un agujero justo en la frente, atravesaba su cabeza y salía por la nuca.
Con una cuerda hecha de cables eléctricos amarró bien la lona. Como pudo cargó el cuerpo y hecho a andar. Cuando salía de la arboleda y se encaminaba hacia el mercado Mirun se le apareció.
-¡Buen tiempo! -exclamó Lesny cuando la vio-, ayúdame a llevarlo mientras aun esta fresco.
-¿Que piensas hacer con él? -preguntó la androide.
-¡Ya tengo material genético para tratarme! -exclamó Lesny.
Como pudieron las dos llegaron hasta el mercado cargando con el cadáver que se les hizo muy pesado. Se abrieron paso entre los asombrados compradores mientras Mirun decía “ fue eliminado por órdenes de la Junta de Sabios, ¡abran paso!” Llegaron con el clon que realizaba tratamiento genético y le entregaron el cuerpo de Nigel. Minutos después era preparado para ser procesado y convertido en material viable; como pago el clon se quedó con el cerebro y algunos órganos internos, Lesny vendería lo que quedara del cadáver para abono de las granjas. Mirun por su parte reportó el resultado de su misión, y aunque ella no llegó a cumplir con el objetivo al menos le dieron la mitad del pago prometido.
Días después Lesny estaba en su casa, ahora más tranquila ya que había expandido su expectativa de vida diez años más, y el tratamiento había reparado los genes modificados de su organismo. Aunque hubo un efecto secundario; su rostro se moldeó de tal forma que tenía algunas facciones del difunto Nigel, pero gracias a este pequeño inconveniente pudo escapar de una muerte prematura y alargar su tiempo de vida.
-La verdad aun no puedo creerlo -dijo Mirun quien estaba de visita.
Lesny estaba examinando un pequeño aparato que encontró en la zona de recolección; tal vez no lo vendería, se lo quedaría y le daría algún uso.
-Tenía que hacerse -respondió tranquilamente-, si no lo hacia yo lo hubieras hecho tú.
-La verdad así debía ser, había recibido órdenes de eliminarlo, pero nunca imaginé que tu lo harías, no eres exactamente alguien de armas tomar -dijo Mirun sonriendo mientras se balanceaba en su silla.
-Había escuchado suficiente, ese científico al parecer le habían plagiado su investigación en el planeta de donde procedía, intentó vengarse pero falló. Escapó en un contenedor y acabó aquí.
-¿Eso fue lo que te contó? -preguntó la androide.
-Lo escuche decir eso mientras dormía -explicó Lesny-, además que no tenía interés alguno por protegernos cuando la dichosa Administración llegara aquí, nos matarían sin compasión.
Mirun dio un sorbo a una bebida, que era en sí un lubricante especial para androides.
-Bueno -dijo inclinando su silla más atrás-, al menos hiciste lo correcto... ¡ah!
La silla se resbaló y Mirun cayó de espaldas con gran estrépito, Lesny prorrumpió en una carcajada.
-¡Oye! -exclamó Mirun-, ¡eso no es gracioso!
Lesny ayudó a su amiga a levantarse sin dejar de reír.
-Y por cierto -dijo a continuación Mirun-, que opinas acerca de lo que dijo Nigel.
-¿De la gran maquinaria que funciona en lo profundo de nuestro planeta?
-Exacto.
-Pues la verdad no sé que decir. Tal vez estaría bien que se averiguara un poco más acerca de eso, digo no está de más saber como funciona nuestro mundo. Pero de momentote diré que me da igual, con tal de que funcione.
Desde que Lesny llegó a París, huyendo de la esclavitud, fue acogida por sus habitantes y formó parte de su comunidad. Aquí era libre, no tenía que satisfacer a los navegantes y otros individuos en el área de placer de la colonia de donde escapó. Nadie le decía que hacer, o que no hacer, solamente debía seguir el sentido común y no perjudicar a sus camaradas. Ella estaba más que dispuesta a acoger a Nigel y protegerlo,pero cuando se dio cuenta que a él no le interesaba la sociedad de París, ni lo que les podría pasar si llegaba la Administración Colonial hasta ahí, fue cuando Lesny se dio cuenta que debía proteger su hogar, su paraíso; y no lo perdería solo por un capricho.
Fin.