Lo habían abandonado todo en su prisa por escapar del planeta SVL-67. Desde instalaciones recién construidas hasta maquinaria. Querían escapar cuanto antes. Aunque tenían lo último en tecnología para afrontar las condiciones adversas del planeta, los colonos decidieron que no valía la pena. Aunado a que les llegó el rumor de que el gobierno colonial rompería comunicaciones con la Tierra, no querían quedarse varados en un planeta tan espantoso.
De entre todas las cosas que dejaron abandonadas, y tal vez debió ser lo único que no debieron dejar atrás, estaba una cámara de criogenia, repleta de embriones congelados listos para ser incubados por la instalación de natalidad. La inteligencia artificial M.A.D.R.E–30 tenía en cuenta esto, ya que también ella fue abandonada. Nadie le dejó instrucciones claras sobre lo que tenía que hacer, y ahora se encontraba ahí, sola, sin ningún humano a quien asistir, ¿o sí lo había? M.A.D.R.E realizó varios cálculos y llegó a una solución, de inmediato puso manos a la obra para llevar a cabo el procedimiento que ideó. Horas después los más de cien tubos de gestación se llenaron de líquido amniótico sintético. Si no existían humanos a quienes servir, ella los crearía.
Leru-25 descendía con cuidado por una pequeña cañada. El terreno accidentado resultaba peligroso por la gran cantidad de piedras con punta que sobresalían del suelo, además que muchas de ellas se desprendían fácilmente, si un descuidado caminante no se fijaba bien donde pisaba podría caer a lo profundo de la cañada y hacerse daño. Pero Leru-25 no era cualquier caminante, no era su primer vez recorriendo ese tipo de terreno. Después de bajar unos metros llegó a una parte por la que era imposible seguir descendiendo. Dio un vistazo al fondo de la cañada, a unos metros más abajo y tomó una decisión; dio un saltó hacia abajo, recorriendo veloz el tramo que le faltaba por descender y calló de pie como los gatos.
-Listo -exclamo Leru reanudando su caminata.
Dio un vistazo hacia arriba, observando las estrellas y la luna del planeta, y después siguió su camino. El día especial se acercaba y él debía obtener eso, el regalo perfecto para su Madre, la Madre de todos ellos. No permitiría que nadie le ganara ofrendando algo mejor, aunque en realidad no existiera una competencia, y muy probablemente Ella no fuera consciente de la intención, o del motivo por el cual los habitantes de la colonia XPC-123 le ofrendaban regalos.
El cielo nocturno del planeta estaba despejado, aunque no duraría mucho ya que las tormentas eran cosa de todos los días. Ráfagas de aire muy fuertes, relámpagos que surcaban el aire como líneas ramificadas de luz y electricidad, y lluvia de etanol que calaba hasta los huesos.
M.A.D.R.E se tomó la libertad de modificar un poco el ADN de los humanos que gestó, para que pudieran afrontar las condiciones adversas del planeta, por eso los nuevos habitantes eran un poco más fornidos, permitiéndoles ser más fuertes que un humano promedio, y sus ojos eran capaces de ver en la oscuridad. Aun así era necesario el uso de trajes especiales cada vez que salían al exterior, para protegerse de la intemperie y poder respirar oxígeno, ya que la atmósfera del planeta era venenosa.
Leru-25 siguió andando en dirección a la zona donde encontraría su objetivo, localizada a medio kilómetro.
-Ya verán -se decía mientras avanzaba presurosamente-, le conseguiré a M.A.D.R.E el mejor regalo de todos, quedarán deslumbrados, ¡les demostraré que nadie la quiere más que yo!
Un trueno lejano le indicó que debía hablar menos y caminar más rápido, o hacer las dos cosas al mismo tiempo. Para nada quería estar en el exterior cuando azotara la tormenta que se aproximaba.
Llegó a su objetivo, una planicie rocosa en un valle con una extraña forma circular, aunque en realidad la planicie era el fondo de un cráter dejado por un meteorito.
Leru se detuvo al borde del cráter y observó atentamente hacia la planicie. Y ahí estaba, sobresaliendo del suelo y reluciendo con distintos tonos azulados, un trozo de piedraazul del tamaño de un melón. Lo había ubicado, aunque esa era la parte más fácil de su misión, lo complicado era obtenerlo. En realidad la piedraazul era una aglomeración mineral que crecía en el caparazón de un ''ramur''; una especie de insecto parecido a una cochinilla pero muy grande; los antiguos colonos habían encontrado espécimenes que alcanzaban los cinco metros de largo por dos de ancho. Por el tamaño de la piedraazul que Leru estaba observando tal vez se tratara de un animal jóven, aunque no era fácil asegurarlo.
Leru-25 bajó con cuidado la pared casi vertical del cráter y se acercó lentamente hacia el incauto insecto. El plan era sencillo: acercarse lentamente al ramur, ya que son muy sensibles a las vibraciones del suelo, y cuando estuviera lo suficientemente cerca saltar hacia el y clavar la punta de su lanza justo debajo de la piedraazul, entre el caparazón y la aglomeración mineral. Y haciendo rápidamente un movimiento de palanca quitar el mineral antes de que la criatura huya enterrándose en el suelo. Sonaba fácil, aunque llevarlo a cabo podría resultar muy distinto.
Avanzó con suma precaución caminando lentamente, tratando de posar sus botas sobre el suelo con mucho cuidado; ante la menor turbación el ramur podría sentir la perturbación del suelo y huir, llevándose consigo el preciado regalo de Leru.
Llegó lo suficientemente cerca y preparó su lanza, tensó todos los músculos y cuando estuvo listo saltó hacia adelante al mismo tiempo que estiraba su brazo clavando la lanza justo en la zona donde crecía la piedraazul sobresaliendo del caparazón. Pero para su desgracia la lanza rebotó en vez de incrustarse, el ramur se estremeció y emergió por completo del suelo revelando todo su cuerpo. Lo primero que Leru-25 observó es que se había equivocado. El ramur era muy grande, casi del tamaño de un vehículo pequeño, y además no huyó como era su comportamiento normal, si no que muy enojado el insecto encaró al tonto que creyó poder molestarlo de forma impune.
Leru observó a ese bicho muy grande, que literalmente era una pequeña mole de escamas y patas, y el ramur lo observó a él; con su colección de ocho ojos, divididos en dos grupos de cuatro.
La criatura comenzó a chirriar mientras sacudía sus piezas bucales. Se sabía que estos animales podían atacar si eran provocados, pero no eran especialmente peligrosos. Leru-25 recogió su lanza del suelo y se preparó para el combate. No quería matar al insecto, pero lo haría si deseaba obtener esa piedraazul. Se lanzó hacia adelante empuñando su arma cuando una sacudida levantó polvo y piedras, y Leru observó al ramur atrapado por una pinza enorme, llena de bordes aserrados y muy filosos. La pobre criatura se sacudía desesperadamente por intentar zafarse, cuando esa misma pinza se retrajo hacia el suelo llevándose a su presa.
Leru-25 se quedó paralizado por la sorpresa y el terror, ya que se dio cuenta que estaba en serios problemas. Esa enorme pinza que atrapó al ramur pertenecía a una ''hormiga''. Pero no era la hormiga común que existía en la antigua Tierra; esa variedad de insectos pequeños que a duras penas sobrepasan el centímetro de longitud. No, las hormigas del planeta SVL-67 eran criaturas enormes que podían alcanzar los siete metros de longitud, de ocho patas y una enorme pinza bucal capás de cortar en dos a un humano. Son animales subterráneos que cazan sintiendo las vibraciones del suelo.
Por mucho que deseara obtener el regalo para su Madre, comprendía que estaba en un gran peligro, y muy probablemente Ella apreciaría más su vida que un trozo de mineral. Así que Leru, muy lentamente se dio vuelta, comenzando a caminar despacio para no generar vibraciones. Pero un súbito estremecimiento bajo sus pies le dio a entender que eso no funcionaría. En un último instante saltó justo en el momento que la gran pinza de la hormiga salía del suelo a gran velocidad cerrándose, aunque no atrapó algo. Leru se levantó de un salto y emprendió la huida, debía alcanzar el borde del cráter y escapar de esa trampa mortal. A su derecha vio un montículo de tierra que avanzaba rápidamente para interceptarlo, cuando estuvo muy cerca Leru giró repentinamente cambiando de dirección esquivando el ataque, pero se dio cuenta que otra hormiga se dirigía hacia el, emergiendo parcialmente del suelo con su pinza abierta completamente lista para cerrarla sobre Leru-25.
Corrió hacia adelante, tratando de aumentar la distancia entre él y su perseguidor, pero para su desgracia se dio cuenta que no lo conseguiría; la hormiga era muy rápida.
-¡Maldición! -exclamó Leru al darse cuenta que su muerte estaba cerca.
De pronto una pinza salió del suelo a toda velocidad, atrapando a Leru mientras lo elevaba por los aires. Lanzó un grito de angustia y terror que solo él pudo escuchar dentro de sus casco. La excursión para conseguir el regalo perfecto terminaría en tragedia, con Leru-25 siendo devorado por un insecto gigante. O eso hubiera ocurrido de no ser por que la otra hormiga que lo perseguía se estrelló contra la que lo atrapó, cerrando sus pinzas sobre su congénere. La otra criatura abrió sus pinzas soltando a Leru quien al caer al suelo de inmediato se alejó cojeando. Por una ocurrencia se dio vuelta y observó a esos monstruos peleando entre sí, aunque uno de ellos seguía apresado por el otro e incluso ya estaba siendo devorado mientras se retorcía.
El traje de Leru lo había protegido del ataque de las pinzas, pero se había rasgado y tenía una filtración de oxígeno.
-Debo regresar rápido a la colonia o estaré perdido -se dijo.
Le costó subir el borde del cráter debido a la pendiente muy pronunciada, pero logró llegar a la cima y se alejó. Perdía de forma constante oxígeno, e incluso sentía una sensación de frío, tal vez el aislamiento térmico también sufrió daños por el ataque.
-Bien, aunque casi muero, pero no me voy con las manos vacías -se dijo sonriente mientras abría una mano donde sostenía algo.
Mientras escapaba logró atisbar un repentino brillo azulado, un trozito de piedraazul del tamaño de una uva, el cual recogió a la carrera.
-No es mucho, pero al menos le daré algo a Madre -dijo guardándose el mineral en una bolsa de su traje.
Después de una hora de camino comenzó a sentir la falta de oxígeno, le costaba respirar por lo cual jadeaba mucho. Sentía que le dolía el cuerpo, en especial la zona donde la pinza lo atrapó. Miraba hacia atrás temiendo que algo lo estuviera siguiendo, ya que las hormigas no son los únicos depredadores del planeta. Después de un tiempo por fin vio a lo lejos las instalaciones de la colonia, empotradas en una montaña. Esta visión esperanzadora le dieron fuerzas y redobló su esfuerzo, rogando porque el oxígeno le alcanzara siquiera hasta la entrada.
Cuando por fin llegó aporreó con todas sus fuerzas el metal de la compuerta de la entrada, pero al parecer nadie le respondió.
-¡Abran, maldición! -exclamó mientras activaba su radio.
Cayó al suelo sintiendo la falta de oxígeno, el indicador de su traje mostraba un alarmante bajo nivel del gas vital, solo tenía unos minutos más antes de que se acabara por completo. Entonces escuchó el ruido que hace el metal cuando se desliza sobre una superficie y sintió que alguien lo tomaba de los brazos y lo jalaban al interior de la colonia.
-Mira que eres un idiota -le recriminaba Lera-26, su hermana, quien fungía como doctora de la colonia.
Leru estaba recostado en una camilla, descansando de su aventura.
-Tenía que hacerlo -respondió él sencillamente.
-¿Salir a la Planicie de la Sombra, arriesgando tu vida por solo conseguir un trozo de mineral? -exclamó Lera molesta.
-Sí, sabes que un regalo para Ella lo vale -respondió su hermano con la misma seriedad.
-Podrías haberle dado cualquier cosa, por muy sencillo que fuera, Ella apreciaría el sentimiento detrás del regalo.
-Pues yo decidí que no puedo darle cualquier cosa, tenía que ser algo especial. Recuerda que pertenezco a las Fuerzas Expedicionarias, recorremos los rincones olvidados del planeta para cartografiar toda su superficie. Incontables veces nos hemos salvado de accidentes gracias a los consejos de M.A.D.R.E y la valiosa información que nos da.
Lera-26 observó a su hermano alzando una ceja. Era cierto que el trabajo de Leru era peligroso, y que gracias a M.A.D.R.E lograron salvar muchos obstáculos, pero aun así se le hacia muy exagerado que arriesgara su vida sólo por un regalo.
-Bien podrías darle una manualidad como yo planeo hacer -dijo Lera saliendo del cuarto.
Leru-25 solamente se reclinó en su cama y descansó.
Era el día especial, esa fecha del año en la que los habitantes de la colonia XPC-123 le ofrendaban regalos a M.A.D.R.E-30, la inteligencia artificial que los vio nacer. Leru-25 atravesó distintas zonas de la colonia, todas ellas atendidas por sus hermanos. M.A.D.R.E les dio la educación necesaria para que fueran capaces de atender la colonia y mantenerla funcionando, pero solamente eso. Ellos fueron quienes crearon su sociedad, en cuyo centro estaba esa inteligencia artificial.
Leru llegó al Santuario de M.A.D.R.E, el lugar donde se encontraba la súpercomputadora. Por el corredor que llevaba hacia el Santuario iban y venían varios habitantes de la colonia; los que iban llevaban consigo los distintos regalos que le ofrendarían a Ella, los que venían tenían en el rostro una expresión de alegría y satisfacción por haber entregado su regalo. Leru pensó que muy pronto sería como estos últimos, a pesar que solo le llevaba un pequeño trozo de piedraazul.
Llegó a la entrada del Santuario, que estaba celosamente custodiada por las Sacerdotisas; dos jóvenes gemelas idénticas que tenían el deber de asistir a M.A.D.R.E, aunque en realidad no fuera necesario.
-Alto -dijo la chica de la derecha extendiendo una mano-, ¿qué llevas ahí?
Leru mostró su pequeña piedra reluciente, la cual hizo brillar los ojos de las Sacerdotisas.
-¿Dónde la conseguiste? -preguntó la de la izquierda.
Les narró su pequeña aventura con el ramur y las hormigas asesinas. Las expresiones de cada sacerdotisa eran dos polos opuestos; una de ellas estaba asombrada, mientras que la otra lo veía con reprobación.
-Eso fue demasiado, -dijo la que desaprobaba lo que hizo Leru-, te arriesgaste mucho sólo por un regalo.
-No me importa -dijo Leru muy orgulloso-, al final obtuve lo que quería. Yo deseaba agradecer a M.A.D.R.E por todo lo que ha hecho por nosotros, pero no le daría un regalo cualquiera, no señor, ella se merece algo más especial, así que le traje una hermosa roca brillante.
-Un trozo de mineral excretado por un insecto, querrás decir.
-Bien, ¿me dejarán pasar? -preguntó Leru, quien ya se estaba impacientando.
Las dos Sacerdotisas se hicieron a un lado y pulsando un botón la compuerta se abrió, Leru siguió su camino.
Estaba dentro de una gran sala y en medio había un enorme servidor; ese era el cuerpo de M.A.D.R.E. Leru avanzó con cuidado tratando de no pisar todos los objetos que había en el suelo; los distintos regalos dados pos los habitantes de la colonia a su Creadora, y donde Leru iba a dejar el suyo.
-Habitante Leru-25 -dijo una voz fría y artificial.
Esa era M.A.D.R.E-30.
-Hola Madre -dijo Leru respetuoso.
-He recibido la notificación que fuiste a explorar el Cuadrante A-45, un lugar alejado donde habitan criaturas peligrosas, ¿podrías explicar tu forma de actuar? -dijo la máquina.
-Solo salí a buscarte un regalo, uno que fuera digno de ti.
-¿A costa de poner en peligro tu existencia? -dijo la voz artificial con una ligera urgencia- tu bienestar físico es más importante, tanto para la colonia como para ti mismo. Por favor te aconsejo que tengas más cuidado en el futuro.
Leru-25 escuchó con atención y respeto la reprimenda, la cual solamente era un sermón suavizado. Después dejó su pequeño trozo de piedraazul en el suelo y salió del Santuario. Cuando se alejó sonreía de satisfacción al igual que los demás, por haberle dado sus respetos a su M.A.D.R.E, y por el regalo que le dio, que aunque era pequeño no por eso dejaba de considerarlo como su mejor regalo hacia su Creadora.