Kleru estaba sentado sobre una roca mientras sus ojos exploraban el vasto suelo marino. A la profundidad en la que se encontraba la luz solar lograba iluminar gran parte del arrecife, pero después de cincuenta metros el agua se tornaba oscura. Levantó la vista y observó esa amorfa fuente de luz cuyos rayos se filtraban difuminados en el agua, los habitantes del Gran Mar llamaban “La Lumbrera” y aún desconocían que eso era el sol de su planeta.
Desde hacía unos días la familia de Kleru recibió una noticia sorpresiva que llenó de orgullo a sus padres; su hermana mayor, Rhurina, fue elegida para ser ofrendada a los ''Navegantes'', quienes ya habían sido escuchados acercándose por el Oeste. Kleru también debía sentirse emocionado porque un miembro de su familia fuera bendecido con semejante honor, pero él sabía que ese sacrificio significaba otra cosa; que jamás volverían a ver de nuevo a su querida hermana.
-¿Qué podré hacer? -se preguntaba a menudo.
-Hola Sardinocho -dijo una voz repentina.
Kleru giró la cabeza con cierta molestia y vio a su amigo N'hreku que se acercaba nadando. Observó esos ojos de iris azul que tenían un anillo exterior de color verde, cabellos acuamarinos y piel verdosa.
-¿Qué quieres almejón? -dijo Kleru molesto- estoy ocupado así que no me molestes.
-¿Sentado en esa piedra como una alga vieja y triste como un muerto? Vaya que interesante ocupación.
Su amigo llegó junto a él nadando grácilmente, moviendo los pies palmeados y se quedó flotando mientras sus manos y pies se agitaban para mantener estabilidad.
-Ah, ya sé -dijo N'hreku-, trataste de impresionar a una chica y esta te dijo que la boca te huele a trasero de phakus.
Y soltó una serie de chasquidos que se propagaron por el agua y que eran muy parecidos a una risa burlona, por toda respuesta Kleru agitó su arpón como queriendo ahuyentar a tan molesta visita pero Nh'reku evadió el golpe nadando rápidamente hacia atrás.
Estos eran icthus, una especie acuática con forma humanoide que habitaba un planeta cuya superficie era en su totalidad mares, con unas pocas masas continentales esparcidas aquí y allá. Este mundo tenía la capacidad de sustentar la vida tal y como se conoce, pero los icthus no conocían otra cosa más allá de las profundidades del Gran Mar, para ellos la superficie era un lugar desconocido y misterioso e incluso peligroso, donde habitaban bestias feroces que los devorarían, aunque muy pocos habían ido ahí para confirmar esta teoría, y quienes lo hacían jamás regresaban.
-Estoy triste porque mi hermana fue elegida para ser ofrendada a los Navegantes -dijo Kleru mientras revisaba su arpón.
-¿Rhurina fue elegida como sacrificio? -dijo Nh'reku sorprendido.
Kleru solamente hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
-Amigo, ¿quieres que te felicite o te dé el pésame?
-¿Que harías si tu hermano Hro'tar fuera elegido como sacrificio? ¿Cómo te sentirías?
Nhr'eku no contestó de inmediato, se cruzó de brazos y descendió un poco de tal forma que sus pies palmeados agitaran el barro del suelo. Hacia este gesto cada vez que pensaba en algo que le molestaba o le resultara difícil de procesar.
-Se supone que debería sentirme feliz, pero igualmente desearía que no él no hubiera sido elegido -dijo finalmente.
-Pues ya sabes como me siento -dijo Kleru.
Los dos seres guardaron silencio y cada quien se entregó a sus pensamientos. De pronto escucharon un llamado, dirigieron la vista desde done provenía y vieron a un grupo de jóvenes icthus que nadaban hacia algún lugar. Sus ojos adaptados a la baja luminosidad distinguieron a alguien que agitaba la mano llamándolos y repetía el llamado.
-¿Quienes son? -preguntó Kleru.
-Creo que es L'tlacu y otros más -dijo Nh'reku.
-¿Qué querrán?
-Dice que hay un desafío y nos está llamando para que lo veamos -dijo N'hreku mientras observaba.
-¿Qué desafío? -dijo Kleru.
-Van hacia la zona donde hay Demonios Picudos.
-¿¡Qué!? ¿¡Acaso se han vuelto locos!? -exclamó Kleru alarmado.
-Oh, no seas aguafiestas, ven, será divertido -dijo N'hreku dando unas ligeras patadas que lo impulsaron rápidamente hacia adelante.
-¡Eso es muy peligroso! -dijo Kleru de nuevo.
-¡Ven! -repitió N'hreku que ya estaba varios metros adelante.
Kleru hizo un gesto de molestia, pero impulsado por evitar que su amigo hiciera una estupidez agitó sus pies y salió disparado hacia adelante.
Los icthus no emitían palabras de forma normal; sonidos bucales que viajan a través del aire, en cambio ellos se comunican como lo hacen los mamíferos marinos de nuestro mundo; emitiendo una colorida combinación de chillidos, chasquidos y gemidos tan complejos que formaban un lenguaje propio. También usaban gestos corporales y emitían señales de color mediante su piel.
Kleru y N'reku alcanzaron al grupo y los siguieron durante un tiempo. En lo que duró el camino Kleru no paraba de observar hacia arriba, siempre pendiente por si una figura oscura aparecía y que comenzara a acrecentase cada vez más, signo de que descendía hacia ellos rápidamente.
-Relájate -dijo Nh'reku-, aún no llegamos a aguas más profundas.
-Mientras estemos cerca del territorio de esas bestias no estaré relajado -dijo Kleru nervioso.
Aunque Kleru sabía que su amigo tenía razón; por una razón que nadie sabía, al menos aún, los demonios picudos cazaban solamente en aguas profundas; tal vez tenía que ver con el hecho de que esas bestias aparecieran de repente, cayendo desde la superficie a una gran velocidad y zabulléndose varios metros dentro del agua; si hacían esto en aguas poco profundas existía el peligro de que se estrellaran contra el lecho marino. En la zona donde se encontraban en ese instante era poco profunda y debido a ello no era común que los demonios cazaran ahí, aunque no improbable.
Mientras nadaban Kleru dejó de ver hacia arriba y observó a su alrededor; veía los diferentes corales multicolores, que se arremolinaban sobre rocas formando extrañas figuras que hacían recordar a una pequeña y bizarra ciudad; incontables criaturas se escondían entre los corales y muchas de ellas eran sabrosas.
Este panorama idílico tranquilizó a Kleru, haciéndole olvidar por completo el peligro al que se iban a exponer por imprudencia. Pero cuando fijó su vista al frente se sorprendió por el drástico cambio del terreno; el suelo marino lodoso desapareció abruptamente siendo sustituido por el mar abierto; una gran extensión de azul hasta donde la vista alcanzara, pero si se veía hacia abajo se descubriría un abismo oscuro cuya profundidad aún no había sido sondeada. Fue en este instante cuando Kleru supo que corrían un gran riesgo y todo por una estupidez.
El grupo se detuvo, todos se veían preocupados, sabían al peligro que se exponían pero para la gran mayoría eso era parte de la diversión; sentir la adrenalina al participar en una actividad muy riesgosa.
-Muy bien -dijo L'tlacu- aquí estamos.
-¿Y cuál será el desafío? -preguntó una chica icthus.
-Carreras.
-¿Carreras? -dijo otro chico confundido.
-Sí -respondió L'tlacu con aplomo-, pero no serán unas simples carreras. Saben muy bien porqué estamos aquí ¿cierto? Nadaremos en círculos muy cerca de la superficie, no importa cuanto duren, aquí vamos a poner a prueba la valentía de quienes participen. No habrá límite de duración de las carreras, nadaremos hasta que veamos que los demonios comienzan a reunirse encima de nosotros, los icthus que quedemos serán los ganadores y considerados como los más valientes.
Varios jóvenes icthus se separaron del grupo yéndose a reunir junto a L'tlacu, entre ellos N'hreku.
-¿No vienes, Kleru? -preguntó el jóven icthus.
-No gracias, quiero vivir.
Varios jóvenes se reunieron donde iniciaba el precipicio. Algunos reían y otros hacían extravagantes sonidos guturales para llamar la atención. Después, a una señal de L'tlacu todos se lanzaron hacia adelante, nadando a gran velocidad. El agua se llenó de chillidos y chasquidos ruidosos, emitidos por los espectadores para animar a los participantes quienes exaltados por los vítores daban su mejor esfuerzo. Era una carrera desordenada y sin ningún respeto a la deportividad; se empujaban entre sí, los que iban detrás estiraban la mano para atrapar a los que iban delante y hacerles perder ritmo, pero a pesar de estas faltas todos reían y nadie parecía molestarse, incluso Kleru comenzó a divertirse por las payasadas de su amigo, quien a veces incluso montaba a uno de los participantes y lo arreaba golpeándole el flanco con la vara de su arpón, algo que causaba la ira del pobre icthus víctima de esta broma.
-¡N'hreku idiota! -exclamó Kleru-, ¡si te rompen la cabeza no esperes a que...!
Pero la gritería y algarabía fueron brutalmente interrumpidas cuando una amorfa figura apareció de repente, zambulléndose intempestivamente en el agua. Los icthus espectadores vieron con sorpresa y terror este recién aparecido; un Demonio Picudo, estas bestias tenían una apariencia familiar a los extintos reptiles voladores de la Tierra; una cabeza poseedora de un largo pico y rematada con una cresta de caprichosa forma además de tener seis ojos, alas amplias de piel y dos pares de patas. Este animal alcanzaba una envergadura de ocho metros.
Kleru vio con horror a la criatura quien a pesar de ser tan grande y no diseñado para la vida acuática se movía con mucha facilidad dentro del agua. Lo que más aterrorizó a todos fue que en su afilado pico tenía ensartado a un jóven icthus quien todavía se movía haciendo un vano esfuerzo por zafarse. Pero ese no fue el único demonio, pronto el agua circundante se agitó en una confusa masa de burbujas, cuerpos gigantes que caían desde el cielo y los chillidos de alarma de los competidores.
Los que habían estado de espectadores huyeron despavoridamente, nadando hacia aguas poco profundas. Kleru se mantuvo en su sitio a pesar del terror que lo invadía; observaba consternado a la espera de su amigo N'hreku. Algunos de los participantes de la prueba de valor habían escapado, pero otros todavía estaban entre el revoltijo de agua, Kleru vio aterrorizado a varios itchus siendo atrapados por los demonios. Entonces, entre la confusión vio a su amigo quien nadaba rápidamente y evadiendo a los depredadores con agilidad. N'hreku ya no sentía la emoción de participar en una prueba peligrosa ya que esta en verdad se había convertido en algo mortal, ahora sólo pensaba en escapar.
-¡Vamos N'hreku! -chillaba Kleru-, ¡sigue nadando!, ¡debes salir de ahí!
Kleru no podía hacer otra cosa más que animarlo, consciente del peligro que él corría al permanecer ahí.
Nh'reku ya se encontraba a unos cuantos metros del agua menos profunda, ya solo tenía que nadar y...
Pero despareció en medio de una tormenta de burbujas y agua agitada cuando un demonio picudo cayó justo encima de él. Kleru observó aterrado a su amigo, quien estaba dentro del pico abierto de la criatura. Se había quedado mudo por la consternación. Todo lo que pudo hacer N'hreku fue golpear de forma inútil el pico de su captor. Kleru nadó hacia la bestia tratando de ayudar a su amigo, pero el demonio extendió sus alas y una de estas golpeó a Kleru arrojándolo lejos. Cuando se recuperó del impacto vio con impotencia a la criatura ascender hacia la superficie reclamando a Nhr'eku como su presa.
Kleru se quedó ahí, estático con la mente anonada incapaz de procesar lo que había ocurrido. Entonces alguien llegó y lo tomó del brazo, sacándolo de su trance devolviéndolo a la realidad. Él junto a otro jóven icthus nadaron rápidamente alejándose de la zona de la tragedia. No fue sino hasta que estuvo lo suficientemente lejos cuando soltó a llorar, emitiendo unos lastimeros chillidos.
Todo fue conmoción y caos en la tribu cuando se supo lo ocurrido; cerca de seis jóvenes icthus habían sido atrapados por los demonios picudos, algunos de ellos eran primogénitos, eso significaba que ellos jamas recibirían la bendición de ser ofrendados a los Navegantes.
Cuando los padres de Kleru se enteraron que él había estado presente en la tonta prueba de valor lo regañaron airadamente.
-¿Cómo pudiste ser tan tan tonto? ¿Es que acaso no sabías lo peligroso que es tentar a los demonios de esa forma? ¿Cómo crees que nos hubiéramos sentido si te hubiera ocurrido algo? -decía su padre.
-Recuerda que tu hermana pronto se irá, y tú serás el único hijo que nos quede -dijo su madre.
Quisieron seguir reprendiéndolo pero cuando vieron la expresión de dolor que persistía en su rostro desistieron de seguir.
-Por favor -dijo su madre con voz vehemente-, ten mucho cuidado, si perdiéramos a otro hijo...
Pero no pudo terminar porque la emoción la embargó.
''Si perdiéramos a otro hijo'' pensó Kleru.
El resto del día transcurrió sin ningún imprevisto, aunque una atmósfera de tristeza cayó sobre la tribu, después de todo perdieron a varios miembros jóvenes.
Kleru se encontraba en su propio rincón de la cueva familiar; un lugar que él había decorado a su gusto con pinturas y algunos objetos en apariencia extraños pero que él consideraba geniales.
Afilaba con cuidado la punta de su arpón, hecha del diente de algún animal marino. En su mente todavía tenía grabados los últimos momentos de su amigo N'hreku; estirando la mano hacia Kleru mientras este trataba de llegar hasta él mientras en su rostro se reflejaba el terror. Kleru en cierta forma se echaba la culpa de la muerte de su amigo.
-Sí tan solo hubiera nadado más rápido -se decía en voz baja.
Pero también las palabras de su madre le intrigaban.
''Si perdiéramos a otro hijo''
-¿Qué habrá querido decir con eso? -se preguntó el jóven icthus.
Aunque muy en el fondo él sabía a que se refería.
-Kleru, ¿estás bien? -dijo unz voz repentina.
Ahí frente a él se encontraba su hermana, la dulce Rhurina. Ella y Keru eran los únicos hijos de sus padres, quienes debido a una enfermedad no pudieron procrear más hijos.
Rhurina era muy conocida en la tribu por su belleza y su forma de ser gentil y amable. Era obvio que tenía muchos pretendientes, que peleaban entre sí para llamar la atención de la bella icthus, pero cuando fue anunciado que ella y otros más serían ofrecidos entonces los pretendientes dejaron de aparecer, y los que ya existían solamente suspiraban de tristeza al enterarse del incierto destino de Rhurina.
-Es como haberse enamorado de un muerto -diría uno de ellos.
Tristemente para Kleru eso solo aumentaba su tristeza; había perdido a un amigo y muy pronto a su hermana.
-¿Yo? -dijo el jóven icthus después de una pausa-, sí estoy bien, ¿porqué no debería de estarlo?
-Escuché que N'hreku fue devorado por un demonio -dijo Rhurina sentándose a su lado-, y cuando supe que tú estuviste presente me preocupé mucho por ti. Deberías ser más cuidadoso ya que tú serás el único hijo de nuestros padres.
Entonces Kleru se incorporó de forma repentina y observó fijamente a su hermana, Rhurina se sorprendió ante la actitud de su hermano menor.
-Rhuri -dijo Kleru queriendo sonar lo más contundente posible-, ¿podrías no presentarte como ofrenda cuando lleguen los Navegantes?
Rhurina observó a su hermano pasmada.
-¿Qué estás diciendo, Kleru? -dijo su hermana.
-Que no te presentes como ofrenda, huye, podríamos huir juntos, irnos lejos de aquí.
-¿Pero...?
-¡No quiero que mueras! -exclamó Kleru- ¡nadie lo menciona pero sé que ser ofrendado a los Navegantes significa la muerte! ¡Todos ustedes se irán hacia lo desconocido para jamás regresar!
El sorprendido rostro de Rhurina se suavizó mientras esbozaba una sonrisa, la misma que siempre hacia cuando su pequeño hermano tenía miedo y lo tranquilizaba de esta forma.
-Kleru -dijo su hermana con voz suave-, sabes muy bien que esto se tiene que hacer, todo primogénito recibirá el llamado para ser ofrendado, y no vamos a morir; recibiremos la bendición de acompañar a los Navegantes a donde quiera que las corrientes del Gran Mar los lleven.
-¿Y cómo sabes que la muerte no los espera a donde vayan? -dijo Kleru adolorido-, ¡Es un viaje muy incierto! Ustedes serán arrojados a lo desconocido, nunca se ha sabido de todos aquellos que han sido ofrendados.
-Mi pequeño hermano -replicó Rhurina con la misma suavidad-, la muerte nos acecha todo el tiempo, donde quiera que haya vida esta siempre estará atada a la muerte, así es como siempre ha sido. Y tienes razón, no sabemos hacia donde nos llevarán los Navegantes, tal vez hacia otro arrecife más frondoso que este, puede que encontremos a más personas de nuestra raza o a ninguna, e incluso la muerte. Pero, si lo quieres ver de esta forma, la vida misma es un viaje hacia lo desconocido; el mañana nunca será igual que el presente, no sabemos lo que nos depara el futuro. Así que lo siento mucho mi pequeño hermano pero he sido elegida y no faltaré a mi llamado, ¿que crees que pasará si reniego de mi deber?, un gran oprobio podría caer sobre nuestra familia, si escapamos nuestros padres serían víctimas de la vergüenza e incluso el odio de los demás, nunca antes alguien había hecho algo semejante.
-Pues nosotros podríamos ser los primeros -dijo Kleru testarudo.
-Pues yo no lo haré -replicó su hermana en el mismo tono suave pero firme-, así que no insistas.
Rhurina le acarició una mejilla e impulsándose con sus pies palmeados se alejó a atender sus asuntos. Kleru no pudo hacer otra cosa más que hacer una rabieta y apretar los puños sintiéndose impotente.
Al otro día, después de haber realizado sus tareas, Kleru partió hacia un lugar cercano a la tribu al que se le conocía como los Bajos; el lugar indicado para recolectar conchas, trozos de coral y otros objetos utilizados en la elaboración de joyería. Su hermana ya había tomado una decisión y no cambiaría de parecer, a regañadientes Kleru tuvo que aceptarla. Entonces tuvo una idea; hacerle a su hermana un collar de cuentas y dárselo el día que ella fuera ofrendada.
''De esa forma siempre nos recordará'' pensó Kleru cuando se le ocurrió la idea.
Los Bajos era una parte del arrecife donde no había coral, más bien una planicie de arena que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Gentiles dunas blancas serpenteaban a lo largo del suelo donde alguna criatura reptaba ocupada en sus propios asuntos. Kleru esbozó una sonrisa al ver un escenario tan relajante.
-Bien, es hora de buscar esas conchas.
Nadaba lentamente mientras observaba con atención la arena. Después de un tiempo había encontrado algunas conchas y tres pequeñas piedras pero no era suficiente material.
-Demonios, después de todo este lugar es muy conocido por todos así que no es raro que casi no tenga cosas para hacer joyería -dijo Kleru decepcionado.
Entonces a lo lejos vio a alguien más, una chica icthus quien al parecer también estaba buscando lo mismo que él. Se acercó y reconoció a la chica, era Nah'trika, ella también había estado presente en la fatídica prueba de valor.
-Hola -saludó Kleru.
-Hola -respondió Nah'trika con voz triste.
-¿También buscas conchas para joyería?
Ella asintió con la cabeza.
''Vaya, creo que no soy el único quien está apunto de perder a alguien'' pensó Kleru.
Los dos jóvenes buscaron materiales para sus regalos de forma separada, cada quien callado y sumergido en sus propios pensamientos. Entonces Kleru escuchó que la chica lloraba, aunque como seres acuáticos que eran no derramaban lágrimas pero sí emitían sonidos que correspondían al dolor o tristeza.
Por un instante Kleru no supo que hacer, aunque él simpatizaba con sus sentimientos.
-Veo que alguien cercano a ti será ofrendado, ¿cierto? -dijo el chico.
-Sí -dijo Nah'trika mientras emitía gañidos de llanto.
-¿Alguien de tu familia?
-Mi hermano.
-Mi hermana Rhurina también será ofrendada, así que entiendo como te sientes.
Nah'rika observó a Kleru con algo de asombro.
-¿Rhurina? -preguntó.
-Sí
-Mi hermano me dijo una vez que sentía interés por ella.
Kleru solamente se sintió más triste al escuchar esto último.
-Así que tu hermano siento interés por mi hermana, ¿eh?, siendo sincero no sé si alegrarme por ella o sentirme mas triste; dos posibles esposos serán ofrendados a los Navegantes.
-Oye, ¿sabes porqué se hace esto? ¿Cuál será el motivo por el que los primogénitos deben ser ofrendados? -preguntó Nah'rika.
-Según cuenta la leyenda así fue como nuestros antepasados llegaron aquí, siendo traídos por los Navegantes. En agradecimiento los primogénitos de cada familia son entregados a los Navegantes cada vez que se escucha su llamado, para que ellos también viajen a lugares desconocidos. Pero es un viaje sin retorno, nunca se ha sabido si los ofrecidos llegan a salvo a algún lado o mueren durante el viaje. Si por mi fuera mi hermana no iría a ninguna parte, se quedaría viviendo con nosotros para siempre.
-Mi hermano ya aceptó el llamado, diciendo que debe cumplir con su deber como el primer hijo, nada de lo que yo le dije le hizo cambiar de opinión.
Kleru sonrió a pesar suyo, al parecer alguien más también quiso disuadir a su hermano mayor de no ir a un viaje muy inseguro.
-Sabes yo...
Pero fue bruscamente interrumpido cuando un estallido seguido de un revoltijo de burbujas y arena opacaron el agua. Kleru no supo que había ocurrido y observaba a todas partes desconcertado cuando vio algo que lo paralizó de miedo; Nah'rika había sido atrapada por el pico de un Demonio Picudo.
''¡Imposible!'' ''¿¡También cazan en esta zona!?'' pensó Kleru aterrado.
La chica se veía inmóvil pero parecía no haber muerto, tal vez el golpe repentino la desmayó. Kleru actuó por instinto, aprestó su arpón y nadando con todas sus fuerzas se lanzó hacia la criatura y golpeó con la punta de su arma el pico. La bestia se sorprendió ante esta arremetida pero no soltó a su presa, así que Kleru continuó atacando, golpeando la superficie del pico con la punta de su arma. Por fin la criatura soltó a la inconsciente Nah'rika quien cayó suavemente hacia el fondo, Kleru hizo un gesto de triunfo pero inmediatamente sintió que ahora él había sido atrapado. El Demonio tenía a una nueva presa.
La criatura se dio impulso con sus grandes alas y sus cuatro patas palmeadas y nadó hacia la superficie, cuando tuvo casi todo su cuerpo fuera del agua aleteó con potencia y se elevó en el aire.
Kleru no sabía que estaba pasando y eso sólo aumentaba el terror que se había apoderado de su cuerpo. La respiración había sido cortada de golpe ya que sus agallas no recibían agua, boqueaba desesperado en un vano intento de succionar el vital líquido. También sentía una sensación lacerante en toda su piel, era el viento siendo atravesado por cu captor mientras volaba, también sintió algo que le provocaba ardor y que cegaba sus ojos.
''¡Voy a...morir!'' pensó aterrado.
Entonces el demonio levantó su cabeza y abrió el pico, Kleru notaba que resbalaba rápidamente hacia el fondo del pico donde vio un agujero negro; estaba a punto de ser tragado con vida. Trató de asirse a alguna parte pero todo era muy resbaladizo. La bestia levantó de nuevo la cabeza de forma brusca intentando tragarse a tan molesta presa que se negaba a entrar en sus entrañas, pero el arpón de Kleru quedó clavado en el pico de tal forma que impedía que se cerrara. El ser, muy confundido sacudió la cabeza con brusquedad y por el movimiento el arpón salió despedido cayendo al mar. La vaga esperanza que Kleru sintió se desvaneció rápidamente, viendo como perdía su única arma. Comenzó a sentirse muy cansado, tal vez por la falta de oxígeno pero decidió no rendirse y luchar por su vida hasta el último momento.
Cuando el demonio quiso tragárselo de nuevo Kleru tomó la lengua y la mordió con todas sus fuerzas, esto provocó que el ser lo soltara. El jóven icthus observó que estaba cayendo y en unos minutos se sumergiría de nuevo en la seguridad del mar, cuando otro demonio lo atrapó al aire.
Kleru se estaba dando por vencido, no veía otra escapatoria, otro animal lo había capturado y creyó que su fin había llegado. Entonces el demonio que lo había capturado fue atacado por el anterior quien iba a reclamar su presa. Las dos bestias se enzarzaron en una disputa aérea y mientras luchaban uno de ellos dejó caer a su presa.
Kleru notaba que caía de nuevo, pero esta vez no se dirigía hacia el mar. Observó con desconcierto y terror como se aproximaba a un mundo extraño hasta ahora desconocido para los habitantes del Gran Mar. Minutos después su cuerpo caía sobre un árbol que le amortiguó la caída aunque no lo salvó de darse un buen golpe contra el suelo.
El chico estaba completamente aterrado, sentía que su cuerpo dolía y la piel le ardía, pero lo que más apremiaba era que se estaba ahogando. Sus agallas resecas no recibían agua de donde poder extraer oxígeno, y moriría muy pronto si no hacia algo. Entonces le llegó a su nariz un olor muy familiar y que le dio fuerzas; en algún lugar cerca de él había agua.
Haciendo un gran esfuerzo comenzó a arrastrase hacia donde su olfato se lo indicaba. Boqueaba desesperado pero no se rendiría, más si sabía que cerca de él había agua. Llamando a las pocas fuerzas que le quedaban movió manos y pies, arrastrándose como una lagartija moribunda. Notó que el olor del agua se hacia más intenso mientras se movía, aceleró el paso aunque provocó que sus fuerzas menguaran rápidamente. La vista comenzó a nublarse y sentía que estaba a punto de morir, pero el agua ahí estaba, en alguna parte cerca de él. Las fuerzas se le acabaron y estiró el brazo queriendo dar un último impulso pero ya no pudo, su mano cayó junto a su cabeza que se sumergió parcialmente en un líquido muy familiar. Inmediatamente comenzó a succionar esa agua que aunque entró en su boca revuelta con arena sintió que la vida regresaba. Sus agallas procesaron el líquido extrayendo el tan preciado oxígeno, y dando un último esfuerzo se impulsó hacia adelante, su cuerpo terminó por sumergirse parcialmente. Esperó un momento más y se impulsó de nuevo y esta vez todo su cuerpo se sumergió. Kleru avanzó un poco más y se dejó arrastrar al fondo, sus agallas trabajaban sin descanso extrayendo oxígeno y él se quedó quieto mientras descansaba, sintió sueño y se dejó llevar, ya pensaría en lo demás cuando despertara.
Tiempo después se despertó, abrió los ojos alarmado preguntándose donde estaba y qué había ocurrido. Y cuando recordó su aventura se llenó de asombro y temor.
-¡No puede ser! -exclamó emocionado- ¡que haya sobrevivido a tal aventura para contarla!
Entonces se dio cuenta de su verdadera situación; observó a todos lados y descubrió que estaba en un lugar pequeño y poco profundo, no había caído de vuelta en el mar como creyó inicialmente. Lentamente asomó la cabeza fuera del agua y quedó asombrado; ahí afuera existía un mundo hasta ahora desconocido para los icthus. Kleru observó con atención sus alrededores, quedando boquiabierto ante cada descubrimiento que hacía; los árboles, arbustos, rocas y las pequeñas criaturas que deambulaban arrastrándose por la tierra y volando por el aire.
''¿Hay cosas vivas aquí?'' pensó intrigado mientras observaba a estas formas de vida.
Alzó la vista hacia el cielo y sus ojos fueron heridos por la luz solar; se alarmó creyendo que había sido herido pero se tranquilizó casi inmediatamente cuando la ceguera desapareció después de unos segundos.
''Vaya'' pensó asombrado ''pero que lugar tan interesante, es muy diferente a lo que cuentan los viejos en la tribu; un lugar ardiente donde la piel se seca y el cuerpo es destruido en un abrir y cerrar de ojos. Donde habitan bestias sedientas de sangre que devorarían a uno mientras aún esta con vida. Pues mientras no salga del agua no creo que mi piel se seque y hasta ahora, además de los demonios picudos no he visto algo más aterrador''
Entonces como respondiendo a su comentario estalló una ruidosa gritería de animales muy cerca de él. Asustado Kleru giró en dirección del ruido y para su gran terror vio un acantilado lleno de demonios picudos, todos ellos gritando mientras alzaban el vuelo despavoridos. Kleru se preguntó porque hacían eso cuando vio una gigantesca sombra descender del cielo y atrapar a un demonio en pleno vuelo; dos fuertes patas de cuatro dedos cada una y llenos de garras tomaron al oto ser, descendió con su presa hasta caer en la playa donde levantó paredes de agua y arena, entonces una boca llena de dientes descendió y dio el mordisco final desgarrando el cuello del demonio. Kleru observó horrorizado este escenario.
''Creo que hay cosas peores que los demonios'' pensó con temor.
El enorme monstruo levantó vuelo llevándose entre las patas el cuerpo de la otra criatura y en la boca el cuello desgarrado. Entonces Kleru reparó en algo que hasta ahora había ignorado; el mar. Aunque ningún icthus había visto el mar desde la superficie, eso no significaba que no serían capaces de relacionar esa gran masa de agua que nunca esta quieta con su hogar. La poza donde él estaba se encontraba a varios metros de la playa, para cualquier ser que no fuera un icthus llegar hasta la orilla del mar sería tan fácil como ir del sillón hasta el refrigerador; pero para Kleru era un viaje muy peligroso. Sabía que durante ese tramo no podría respirar debido a la falta de agua, además que el cielo estaba siendo patrullado de nuevo por los demonio picudos quienes se lanzarían sin dudarlo sobre el icthus si intentaba arrastrarse por la arena.
Kleru se mantenía en el fondo de su poza pensando en lo que podía hacer, cuando del exterior le llegó un sonido apagado, asomó su cabeza fuera del agua y vio un trozo de corteza que había caído del árbol cercano. Para él era un objeto tan extraño y misterioso como todo lo que le rodeaba, pero cuando vio lo delgado y ancho que era, además de su coloración muy parecida a la de la arena una idea surgió en su cabeza. Con mucho cuidado salió de su poza y se arrastró lentamente hacia la corteza, sintió de golpe la sensación de ahogarse ya que había salido del agua nuevamente, pero esta vez estaba preparado mentalmente para soportar ese inconveniente.
Se arrastró rápidamente, estiró una mano y tomó la corteza e inmediatamente regresó a su poza, pero descubrió que la corteza no se hundía junto con él sino que se quedó flotando en la superficie del agua, aún así no se dejó desanimar. Aspiró varias veces como si quisiera que sus agallas extrajeran todo el oxígeno posible del agua, después tomó la corteza que flotaba encima de él y acomodándosela lo mejor que pudo sobre la espalda llevó a cabo su plan.
Salió de la posa reptando con la corteza de árbol encima de él y tan rápido como pudo se dirigió hacia la orilla del mar.
Una vez más sentía esa horrible sensación de estar perdiendo el aliento, pero estaba decidido a soportarlo si eso significaba regresar a la seguridad del Gran Mar. La arena se pegaba a su piel lo que se sentía molesto y desagradable, más cuando la humedad que trajo consigo se evaporó y los diminutos granos de arena causaban una sensación de ardor.
Mientras se arrastraba notó que una gran sombra pasó volando justo encima de él, alarmado se echó sobre el suelo y se quedó inmóvil. El aliento le faltaba e involuntariamente abría y cerraba la boca, pero tenía que hacer ese viaje tan peligroso si quería regresar de nuevo a su hogar.
La sombra se alejó y Kleru continuó moviéndose como un reptil. Sentía que el cansancio regresaba producto de la falta de oxígeno, su corazón golpeteaba bombeando sangre que no era oxigenada. Comenzó a boquear frenéticamente, desesperado de estarse ahogando lentamente.
''No, debo lograrlo, estoy tan cerca'' se decía intentando darse ánimos.
Apresuró su paso viendo que el agua cada vez estaba más cerca, el aroma del mar le llegaba más fuerte a su nariz. Veía las olas moverse y llegar a la playa dejando un revoltijo de espuma. Estaba cerca, cada vez más cerca. Entonces el viento comenzó a soplar y una ráfaga le voló su cobertura; aterrado observó como la corteza era arrastrada por el viento a varios metros. Esto sólo empeoró las diferentes molestias que ya experimentaba; ardor de piel, ahogamiento y cansancio.
Tuvo la idea de ir por la corteza pero creyó que esto sólo le quitaría más tiempo del que ya no tenía. Armándose de valor siguió arrastrándose en dirección del mar.
Kleru se arrastraba lo más rápido que podía, ahora consciente de que ya no tenía cobertura y era más fácil de ver por cualquier ser que quisiera comérselo. Pero el mar estaba cada vez más cerca. Esperanzado y aguijoneado por la desesperación hizo algo que le costaría todas sus energías, de improviso se levantó y comenzó a trotar con manos y pies, moviéndose torpemente en sus cuatro miembros se acercó lo más que pudo al agua cuando una ola lo golpeó arrojándolo a unos metros dentro de la playa, pero los ánimos se le subieron de golpe; había tragado agua y se oxigenaba de nuevo. Se levantó he hizo algo que marcaría un hito en la historia de su especie; corrió usando sus piernas. Corría de forma torpe y desparpajada pero lo hacía, sus pies pisaron de nuevo la arena húmeda y después las olas lo golpearon de nuevo, pero esta vez Kleru se arrojó al agua y con sus fuerzas renovadas se dio impulso con sus manos y pies palmeados y atravesó el agua como una flecha, nadando hacia la seguridad.
Abría y cerraba la boca, tragando tanta agua como le fuera posible, sus agallas ya hacían su trabajo extrayendo el oxígeno.
Cuando estuvo un poco más adentro del agua se detuvo como dudando, entonces nadó hacia arriba hasta llegar a la superficie y asomó cuidadosamente la cabeza. Observó por última vez esa tierra misteriosa con cierta sensación de nostalgia.
-¿Regresaré alguna vez? -se preguntó.
Se sumergió de nuevo y reemprendió el regreso a su hogar.
En el camino fue encontrado por Nah'ruka quien se sorprendió enormemente de verlo vivo. Cuando Kleru le contó lo que había ocurrido la jóven icthus no pudo dar crédito a lo que escuchaba; era como si le narraran los hechos de un héroe de los tiempos mitológicos.
Ambos jóvenes regresaron a la tribu, aunque Kleru se quedó con las manos vacías ya que perdió todas las conchas y piedrecillas que había recolectado para su hermana, contando su arpón. De momento decidió no contar nada de lo que había vivido, no sabía como reaccionaría su familia y el resto de la tribu si se enteraban que fue capturado por un demonio picudo y llevado a esa tierra que todo mundo temía.
Cuando llegó a su hogar, sorpresivamente nadie le dijo algo por su demora.
-Oye, ¿dónde está tu arpón? -le dijo su padre.
Kleru había olvidado que lo perdió cuando luchaba por su vida, así que tenía que inventar alguna mentira.
-Fui a cazar shajus en la parte occidental del arrecife, pero mi arpón quedó atrapado en un hueco y se hundió dentro.
-Ten más cuidado la próxima vez, mira que esas armas son complicadas de hacer -le dijo su padre molesto.
Regresó a su recoveco usual de la caverna familiar donde se dejó caer en su mullido lecho de arena y durmió. Al día siguiente Nah'ruka lo buscó y le entregó un collar hecho con cuentas de piedra y conchas que habían sido laboriosamente trabajadas.
-Te lo mereces -fue el sencillo comentario de la chica.
Dos días después llegó el evento tan esperado por muchos, ya fuera con expectación o temor.
Gran parte de los habitantes de la tribu estaban reunidos al borde de un precipicio. Cada familia formando su propio grupo y en medio, sobresaliendo del resto de sus parientes, estaban los jóvenes que iban a ser ofrendados; cada uno ataviado para la ocasión, sus cuerpos habían sido tatuados con diferentes marcas que tenían un significado especial.
Rhurina estaba rodeada de sus padres y hermano, portando un arpón nuevo y una bolsa hecha de fibras de alga donde llevaba lo más necesario para el viaje. De pronto el ambiente se llenó de un sonido grave y profundo emitido por un animal de grandes proporciones. Enseguida sonó otro, y después otro. Era como ser bombardeado por una colección de sonidos fantasmales que invitaban. Entonces a lo lejos, los icthus divisaron una figura que lentamente se hizo cada vez más grande hasta que todos vieron con gran asombro a un gigantesco animal, tan grande como un trasatlántico o incluso más, tenía cierto parecido a una tortuga que nunca sacaba su cabeza fuera del caparazón, con cuatro poderosas aletas a cada lado del cuerpo. Sobre el descomunal lomo tenía una colección de algas, corales y otras criaturas marinas invertebradas. Esta criatura fue seguida por otras más, algunas variaban en tamaño pero todas eran animales gigantescos; Kleru quedó asombrado ante la escena.
-Los Navegantes -susurró azorado.
Los ancianos de la tribu llamaron a los jóvenes elegidos y cada uno se acercó. Kleru observó acongojado como su hermana se separaba de su familia y se integraba a este nuevo grupo. Los ancianos soltaron un discurso, rememorando la historia de los icthus; remontándose a sus antepasados que habían llegado en el lomo de un Navegante, y para honrarlos ellos hacían lo mismo, eligiendo a los primogénitos que habían alcanzado la madurez y estaban sanos de cuerpo y mente. Después cada jóven icthus regresó con su familia para darles el último adiós.
Rhurina se acercó a su padres.
-A donde quiera que vayas, debes saber que partes con nuestra bendición; que seas fructífera y siempre tengas días bienaventurados. Tus hijos serán nuestro recuerdo, y ellos a su vez partirán en su propio viaje. Se fuerte hija nuestra, Rhurina, y que nuestro recuerdo siempre te acompañe.
Después tocó el turno de Kleru, quien debido a la emoción no pudo articular palabra alguna, solamente pudo mostrar el collar a su hermana quien se agachó para que él se lo colocara.
-Se fuerte siempre, hermanito mío, pero también sabio. Cuida de nuestros padres ya que ahora solo tú quedas en la familia.
-Si – fue todo lo que pudo articular Kleru.
Los dos hermanos se abrazaron y como Kleru no parecía dispuesto a dejar ir a su hermana ella tuvo que separarse de forma algo brusca e irse.
Toda la tribu entonaba un emotivo canto mientras los ofrendados nadaban hacia los Navegantes quienes ya movían sus aletas dando a entender que reanudaban su migración, listos para seguir con su misterioso rumbo.
Kleru observó a su hermana alejarse y dirigirse hacia el Navegante más cercano, de camino se encontró con el hermano de Nah'ruka quien le ofreció una mano, Rhurina la tomó y ambos nadaron alejándose de todo lo que conocían y amaban.
Cuando el último ofrendado tomó su lugar entre sus compañeros, las gigantescas criaturas reiniciaron su camino, llevándose a los icthus con ellos a lo desconocido.
Mientras Kleru veía al ser que transportaba a su hermana, se puso a pensar en todo lo que había ocurrido últimamente; desde la perdida de un amigo, pasando por su viaje a una tierra desconocida y ahora con la partida de su hermana.
-La vida es tan cambiante como el mar mismo, no sabemos a donde nos llevarán las corrientes de esta vida -dijo mientras esbozaba una sonrisa triste.
Todo cambia, y lo que es hoy no lo será mañana. Los habitantes del mar aún continuaban unidos al lugar que vio nacer a su especie, pero con el paso del tiempo bien podrían llegar a lugares que nunca se imaginaron. Kleru fue el primero de su especie en dar ese paso, aunque fuera de forma accidental. En un futuro alguien más saldría del agua, pero para iniciar la conquista de la superficie, aunque siempre estarán unidos al mar cambiante.