jueves, 11 de abril de 2024

Mar cambiante

 




Kleru estaba sentado sobre una roca mientras sus ojos exploraban el vasto suelo marino. A la profundidad en la que se encontraba la luz solar lograba iluminar gran parte del arrecife, pero después de cincuenta metros el agua se tornaba oscura. Levantó la vista y observó esa amorfa fuente de luz cuyos rayos se filtraban difuminados en el agua, los habitantes del Gran Mar llamaban “La Lumbrera” y aún desconocían que eso era el sol de su planeta.


Desde hacía unos días la familia de Kleru recibió una noticia sorpresiva que llenó de orgullo a sus padres; su hermana mayor, Rhurina, fue elegida para ser ofrendada a los ''Navegantes'', quienes ya habían sido escuchados acercándose por el Oeste. Kleru también debía sentirse emocionado porque un miembro de su familia fuera bendecido con semejante honor, pero él sabía que ese sacrificio significaba otra cosa; que jamás volverían a ver de nuevo a su querida hermana.


-¿Qué podré hacer? -se preguntaba a menudo.


-Hola Sardinocho -dijo una voz repentina.


Kleru giró la cabeza con cierta molestia y vio a su amigo N'hreku que se acercaba nadando. Observó esos ojos de iris azul que tenían un anillo exterior de color verde, cabellos acuamarinos y piel verdosa.


-¿Qué quieres almejón? -dijo Kleru molesto- estoy ocupado así que no me molestes.


-¿Sentado en esa piedra como una alga vieja y triste como un muerto? Vaya que interesante ocupación.


Su amigo llegó junto a él nadando grácilmente, moviendo los pies palmeados y se quedó flotando mientras sus manos y pies se agitaban para mantener estabilidad.


-Ah, ya sé -dijo N'hreku-, trataste de impresionar a una chica y esta te dijo que la boca te huele a trasero de phakus.

Y soltó una serie de chasquidos que se propagaron por el agua y que eran muy parecidos a una risa burlona, por toda respuesta Kleru agitó su arpón como queriendo ahuyentar a tan molesta visita pero Nh'reku evadió el golpe nadando rápidamente hacia atrás.


Estos eran icthus, una especie acuática con forma humanoide que habitaba un planeta cuya superficie era en su totalidad mares, con unas pocas masas continentales esparcidas aquí y allá. Este mundo tenía la capacidad de sustentar la vida tal y como se conoce, pero los icthus no conocían otra cosa más allá de las profundidades del Gran Mar, para ellos la superficie era un lugar desconocido y misterioso e incluso peligroso, donde habitaban bestias feroces que los devorarían, aunque muy pocos habían ido ahí para confirmar esta teoría, y quienes lo hacían jamás regresaban.


-Estoy triste porque mi hermana fue elegida para ser ofrendada a los Navegantes -dijo Kleru mientras revisaba su arpón.


-¿Rhurina fue elegida como sacrificio? -dijo Nh'reku sorprendido.


Kleru solamente hizo un gesto afirmativo con la cabeza.


-Amigo, ¿quieres que te felicite o te dé el pésame?


-¿Que harías si tu hermano Hro'tar fuera elegido como sacrificio? ¿Cómo te sentirías?


Nhr'eku no contestó de inmediato, se cruzó de brazos y descendió un poco de tal forma que sus pies palmeados agitaran el barro del suelo. Hacia este gesto cada vez que pensaba en algo que le molestaba o le resultara difícil de procesar.


-Se supone que debería sentirme feliz, pero igualmente desearía que no él no hubiera sido elegido -dijo finalmente.


-Pues ya sabes como me siento -dijo Kleru.


Los dos seres guardaron silencio y cada quien se entregó a sus pensamientos. De pronto escucharon un llamado, dirigieron la vista desde done provenía y vieron a un grupo de jóvenes icthus que nadaban hacia algún lugar. Sus ojos adaptados a la baja luminosidad distinguieron a alguien que agitaba la mano llamándolos y repetía el llamado.


-¿Quienes son? -preguntó Kleru.


-Creo que es L'tlacu y otros más -dijo Nh'reku.


-¿Qué querrán?


-Dice que hay un desafío y nos está llamando para que lo veamos -dijo N'hreku mientras observaba.


-¿Qué desafío? -dijo Kleru.


-Van hacia la zona donde hay Demonios Picudos.


-¿¡Qué!? ¿¡Acaso se han vuelto locos!? -exclamó Kleru alarmado.


-Oh, no seas aguafiestas, ven, será divertido -dijo N'hreku dando unas ligeras patadas que lo impulsaron rápidamente hacia adelante.


-¡Eso es muy peligroso! -dijo Kleru de nuevo.


-¡Ven! -repitió N'hreku que ya estaba varios metros adelante.


Kleru hizo un gesto de molestia, pero impulsado por evitar que su amigo hiciera una estupidez agitó sus pies y salió disparado hacia adelante.


Los icthus no emitían palabras de forma normal; sonidos bucales que viajan a través del aire, en cambio ellos se comunican como lo hacen los mamíferos marinos de nuestro mundo; emitiendo una colorida combinación de chillidos, chasquidos y gemidos tan complejos que formaban un lenguaje propio. También usaban gestos corporales y emitían señales de color mediante su piel.


Kleru y N'reku alcanzaron al grupo y los siguieron durante un tiempo. En lo que duró el camino Kleru no paraba de observar hacia arriba, siempre pendiente por si una figura oscura aparecía y que comenzara a acrecentase cada vez más, signo de que descendía hacia ellos rápidamente.


-Relájate -dijo Nh'reku-, aún no llegamos a aguas más profundas.


-Mientras estemos cerca del territorio de esas bestias no estaré relajado -dijo Kleru nervioso.


Aunque Kleru sabía que su amigo tenía razón; por una razón que nadie sabía, al menos aún, los demonios picudos cazaban solamente en aguas profundas; tal vez tenía que ver con el hecho de que esas bestias aparecieran de repente, cayendo desde la superficie a una gran velocidad y zabulléndose varios metros dentro del agua; si hacían esto en aguas poco profundas existía el peligro de que se estrellaran contra el lecho marino. En la zona donde se encontraban en ese instante era poco profunda y debido a ello no era común que los demonios cazaran ahí, aunque no improbable.


Mientras nadaban Kleru dejó de ver hacia arriba y observó a su alrededor; veía los diferentes corales multicolores, que se arremolinaban sobre rocas formando extrañas figuras que hacían recordar a una pequeña y bizarra ciudad; incontables criaturas se escondían entre los corales y muchas de ellas eran sabrosas.


Este panorama idílico tranquilizó a Kleru, haciéndole olvidar por completo el peligro al que se iban a exponer por imprudencia. Pero cuando fijó su vista al frente se sorprendió por el drástico cambio del terreno; el suelo marino lodoso desapareció abruptamente siendo sustituido por el mar abierto; una gran extensión de azul hasta donde la vista alcanzara, pero si se veía hacia abajo se descubriría un abismo oscuro cuya profundidad aún no había sido sondeada. Fue en este instante cuando Kleru supo que corrían un gran riesgo y todo por una estupidez.


El grupo se detuvo, todos se veían preocupados, sabían al peligro que se exponían pero para la gran mayoría eso era parte de la diversión; sentir la adrenalina al participar en una actividad muy riesgosa.


-Muy bien -dijo L'tlacu- aquí estamos.


-¿Y cuál será el desafío? -preguntó una chica icthus.


-Carreras.


-¿Carreras? -dijo otro chico confundido.


-Sí -respondió L'tlacu con aplomo-, pero no serán unas simples carreras. Saben muy bien porqué estamos aquí ¿cierto? Nadaremos en círculos muy cerca de la superficie, no importa cuanto duren, aquí vamos a poner a prueba la valentía de quienes participen. No habrá límite de duración de las carreras, nadaremos hasta que veamos que los demonios comienzan a reunirse encima de nosotros, los icthus que quedemos serán los ganadores y considerados como los más valientes.


Varios jóvenes icthus se separaron del grupo yéndose a reunir junto a L'tlacu, entre ellos N'hreku.


-¿No vienes, Kleru? -preguntó el jóven icthus.


-No gracias, quiero vivir.


Varios jóvenes se reunieron donde iniciaba el precipicio. Algunos reían y otros hacían extravagantes sonidos guturales para llamar la atención. Después, a una señal de L'tlacu todos se lanzaron hacia adelante, nadando a gran velocidad. El agua se llenó de chillidos y chasquidos ruidosos, emitidos por los espectadores para animar a los participantes quienes exaltados por los vítores daban su mejor esfuerzo. Era una carrera desordenada y sin ningún respeto a la deportividad; se empujaban entre sí, los que iban detrás estiraban la mano para atrapar a los que iban delante y hacerles perder ritmo, pero a pesar de estas faltas todos reían y nadie parecía molestarse, incluso Kleru comenzó a divertirse por las payasadas de su amigo, quien a veces incluso montaba a uno de los participantes y lo arreaba golpeándole el flanco con la vara de su arpón, algo que causaba la ira del pobre icthus víctima de esta broma.


-¡N'hreku idiota! -exclamó Kleru-, ¡si te rompen la cabeza no esperes a que...!


Pero la gritería y algarabía fueron brutalmente interrumpidas cuando una amorfa figura apareció de repente, zambulléndose intempestivamente en el agua. Los icthus espectadores vieron con sorpresa y terror este recién aparecido; un Demonio Picudo, estas bestias tenían una apariencia familiar a los extintos reptiles voladores de la Tierra; una cabeza poseedora de un largo pico y rematada con una cresta de caprichosa forma además de tener seis ojos, alas amplias de piel y dos pares de patas. Este animal alcanzaba una envergadura de ocho metros.


Kleru vio con horror a la criatura quien a pesar de ser tan grande y no diseñado para la vida acuática se movía con mucha facilidad dentro del agua. Lo que más aterrorizó a todos fue que en su afilado pico tenía ensartado a un jóven icthus quien todavía se movía haciendo un vano esfuerzo por zafarse. Pero ese no fue el único demonio, pronto el agua circundante se agitó en una confusa masa de burbujas, cuerpos gigantes que caían desde el cielo y los chillidos de alarma de los competidores.


Los que habían estado de espectadores huyeron despavoridamente, nadando hacia aguas poco profundas. Kleru se mantuvo en su sitio a pesar del terror que lo invadía; observaba consternado a la espera de su amigo N'hreku. Algunos de los participantes de la prueba de valor habían escapado, pero otros todavía estaban entre el revoltijo de agua, Kleru vio aterrorizado a varios itchus siendo atrapados por los demonios. Entonces, entre la confusión vio a su amigo quien nadaba rápidamente y evadiendo a los depredadores con agilidad. N'hreku ya no sentía la emoción de participar en una prueba peligrosa ya que esta en verdad se había convertido en algo mortal, ahora sólo pensaba en escapar.


-¡Vamos N'hreku! -chillaba Kleru-, ¡sigue nadando!, ¡debes salir de ahí!


Kleru no podía hacer otra cosa más que animarlo, consciente del peligro que él corría al permanecer ahí.


Nh'reku ya se encontraba a unos cuantos metros del agua menos profunda, ya solo tenía que nadar y...


Pero despareció en medio de una tormenta de burbujas y agua agitada cuando un demonio picudo cayó justo encima de él. Kleru observó aterrado a su amigo, quien estaba dentro del pico abierto de la criatura. Se había quedado mudo por la consternación. Todo lo que pudo hacer N'hreku fue golpear de forma inútil el pico de su captor. Kleru nadó hacia la bestia tratando de ayudar a su amigo, pero el demonio extendió sus alas y una de estas golpeó a Kleru arrojándolo lejos. Cuando se recuperó del impacto vio con impotencia a la criatura ascender hacia la superficie reclamando a Nhr'eku como su presa.


Kleru se quedó ahí, estático con la mente anonada incapaz de procesar lo que había ocurrido. Entonces alguien llegó y lo tomó del brazo, sacándolo de su trance devolviéndolo a la realidad. Él junto a otro jóven icthus nadaron rápidamente alejándose de la zona de la tragedia. No fue sino hasta que estuvo lo suficientemente lejos cuando soltó a llorar, emitiendo unos lastimeros chillidos.


Todo fue conmoción y caos en la tribu cuando se supo lo ocurrido; cerca de seis jóvenes icthus habían sido atrapados por los demonios picudos, algunos de ellos eran primogénitos, eso significaba que ellos jamas recibirían la bendición de ser ofrendados a los Navegantes.


Cuando los padres de Kleru se enteraron que él había estado presente en la tonta prueba de valor lo regañaron airadamente.


-¿Cómo pudiste ser tan tan tonto? ¿Es que acaso no sabías lo peligroso que es tentar a los demonios de esa forma? ¿Cómo crees que nos hubiéramos sentido si te hubiera ocurrido algo? -decía su padre.


-Recuerda que tu hermana pronto se irá, y tú serás el único hijo que nos quede -dijo su madre.


Quisieron seguir reprendiéndolo pero cuando vieron la expresión de dolor que persistía en su rostro desistieron de seguir.


-Por favor -dijo su madre con voz vehemente-, ten mucho cuidado, si perdiéramos a otro hijo...


Pero no pudo terminar porque la emoción la embargó.


''Si perdiéramos a otro hijo'' pensó Kleru.


El resto del día transcurrió sin ningún imprevisto, aunque una atmósfera de tristeza cayó sobre la tribu, después de todo perdieron a varios miembros jóvenes.


Kleru se encontraba en su propio rincón de la cueva familiar; un lugar que él había decorado a su gusto con pinturas y algunos objetos en apariencia extraños pero que él consideraba geniales.


Afilaba con cuidado la punta de su arpón, hecha del diente de algún animal marino. En su mente todavía tenía grabados los últimos momentos de su amigo N'hreku; estirando la mano hacia Kleru mientras este trataba de llegar hasta él mientras en su rostro se reflejaba el terror. Kleru en cierta forma se echaba la culpa de la muerte de su amigo.


-Sí tan solo hubiera nadado más rápido -se decía en voz baja.


Pero también las palabras de su madre le intrigaban.


''Si perdiéramos a otro hijo''


-¿Qué habrá querido decir con eso? -se preguntó el jóven icthus.


Aunque muy en el fondo él sabía a que se refería.


-Kleru, ¿estás bien? -dijo unz voz repentina.


Ahí frente a él se encontraba su hermana, la dulce Rhurina. Ella y Keru eran los únicos hijos de sus padres, quienes debido a una enfermedad no pudieron procrear más hijos.

Rhurina era muy conocida en la tribu por su belleza y su forma de ser gentil y amable. Era obvio que tenía muchos pretendientes, que peleaban entre sí para llamar la atención de la bella icthus, pero cuando fue anunciado que ella y otros más serían ofrecidos entonces los pretendientes dejaron de aparecer, y los que ya existían solamente suspiraban de tristeza al enterarse del incierto destino de Rhurina.


-Es como haberse enamorado de un muerto -diría uno de ellos.


Tristemente para Kleru eso solo aumentaba su tristeza; había perdido a un amigo y muy pronto a su hermana.


-¿Yo? -dijo el jóven icthus después de una pausa-, sí estoy bien, ¿porqué no debería de estarlo?


-Escuché que N'hreku fue devorado por un demonio -dijo Rhurina sentándose a su lado-, y cuando supe que tú estuviste presente me preocupé mucho por ti. Deberías ser más cuidadoso ya que tú serás el único hijo de nuestros padres.


Entonces Kleru se incorporó de forma repentina y observó fijamente a su hermana, Rhurina se sorprendió ante la actitud de su hermano menor.


-Rhuri -dijo Kleru queriendo sonar lo más contundente posible-, ¿podrías no presentarte como ofrenda cuando lleguen los Navegantes?


Rhurina observó a su hermano pasmada.


-¿Qué estás diciendo, Kleru? -dijo su hermana.


-Que no te presentes como ofrenda, huye, podríamos huir juntos, irnos lejos de aquí.


-¿Pero...?


-¡No quiero que mueras! -exclamó Kleru- ¡nadie lo menciona pero sé que ser ofrendado a los Navegantes significa la muerte! ¡Todos ustedes se irán hacia lo desconocido para jamás regresar!


El sorprendido rostro de Rhurina se suavizó mientras esbozaba una sonrisa, la misma que siempre hacia cuando su pequeño hermano tenía miedo y lo tranquilizaba de esta forma.


-Kleru -dijo su hermana con voz suave-, sabes muy bien que esto se tiene que hacer, todo primogénito recibirá el llamado para ser ofrendado, y no vamos a morir; recibiremos la bendición de acompañar a los Navegantes a donde quiera que las corrientes del Gran Mar los lleven.


-¿Y cómo sabes que la muerte no los espera a donde vayan? -dijo Kleru adolorido-, ¡Es un viaje muy incierto! Ustedes serán arrojados a lo desconocido, nunca se ha sabido de todos aquellos que han sido ofrendados.


-Mi pequeño hermano -replicó Rhurina con la misma suavidad-, la muerte nos acecha todo el tiempo, donde quiera que haya vida esta siempre estará atada a la muerte, así es como siempre ha sido. Y tienes razón, no sabemos hacia donde nos llevarán los Navegantes, tal vez hacia otro arrecife más frondoso que este, puede que encontremos a más personas de nuestra raza o a ninguna, e incluso la muerte. Pero, si lo quieres ver de esta forma, la vida misma es un viaje hacia lo desconocido; el mañana nunca será igual que el presente, no sabemos lo que nos depara el futuro. Así que lo siento mucho mi pequeño hermano pero he sido elegida y no faltaré a mi llamado, ¿que crees que pasará si reniego de mi deber?, un gran oprobio podría caer sobre nuestra familia, si escapamos nuestros padres serían víctimas de la vergüenza e incluso el odio de los demás, nunca antes alguien había hecho algo semejante.


-Pues nosotros podríamos ser los primeros -dijo Kleru testarudo.


-Pues yo no lo haré -replicó su hermana en el mismo tono suave pero firme-, así que no insistas.


Rhurina le acarició una mejilla e impulsándose con sus pies palmeados se alejó a atender sus asuntos. Kleru no pudo hacer otra cosa más que hacer una rabieta y apretar los puños sintiéndose impotente.


Al otro día, después de haber realizado sus tareas, Kleru partió hacia un lugar cercano a la tribu al que se le conocía como los Bajos; el lugar indicado para recolectar conchas, trozos de coral y otros objetos utilizados en la elaboración de joyería. Su hermana ya había tomado una decisión y no cambiaría de parecer, a regañadientes Kleru tuvo que aceptarla. Entonces tuvo una idea; hacerle a su hermana un collar de cuentas y dárselo el día que ella fuera ofrendada.


''De esa forma siempre nos recordará'' pensó Kleru cuando se le ocurrió la idea.


Los Bajos era una parte del arrecife donde no había coral, más bien una planicie de arena que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Gentiles dunas blancas serpenteaban a lo largo del suelo donde alguna criatura reptaba ocupada en sus propios asuntos. Kleru esbozó una sonrisa al ver un escenario tan relajante.


-Bien, es hora de buscar esas conchas.


Nadaba lentamente mientras observaba con atención la arena. Después de un tiempo había encontrado algunas conchas y tres pequeñas piedras pero no era suficiente material.


-Demonios, después de todo este lugar es muy conocido por todos así que no es raro que casi no tenga cosas para hacer joyería -dijo Kleru decepcionado.


Entonces a lo lejos vio a alguien más, una chica icthus quien al parecer también estaba buscando lo mismo que él. Se acercó y reconoció a la chica, era Nah'trika, ella también había estado presente en la fatídica prueba de valor.


-Hola -saludó Kleru.


-Hola -respondió Nah'trika con voz triste.


-¿También buscas conchas para joyería?


Ella asintió con la cabeza.


''Vaya, creo que no soy el único quien está apunto de perder a alguien'' pensó Kleru.


Los dos jóvenes buscaron materiales para sus regalos de forma separada, cada quien callado y sumergido en sus propios pensamientos. Entonces Kleru escuchó que la chica lloraba, aunque como seres acuáticos que eran no derramaban lágrimas pero sí emitían sonidos que correspondían al dolor o tristeza.


Por un instante Kleru no supo que hacer, aunque él simpatizaba con sus sentimientos.


-Veo que alguien cercano a ti será ofrendado, ¿cierto? -dijo el chico.


-Sí -dijo Nah'trika mientras emitía gañidos de llanto.


-¿Alguien de tu familia?


-Mi hermano.


-Mi hermana Rhurina también será ofrendada, así que entiendo como te sientes.


Nah'rika observó a Kleru con algo de asombro.


-¿Rhurina? -preguntó.


-Sí


-Mi hermano me dijo una vez que sentía interés por ella.


Kleru solamente se sintió más triste al escuchar esto último.


-Así que tu hermano siento interés por mi hermana, ¿eh?, siendo sincero no sé si alegrarme por ella o sentirme mas triste; dos posibles esposos serán ofrendados a los Navegantes.


-Oye, ¿sabes porqué se hace esto? ¿Cuál será el motivo por el que los primogénitos deben ser ofrendados? -preguntó Nah'rika.


-Según cuenta la leyenda así fue como nuestros antepasados llegaron aquí, siendo traídos por los Navegantes. En agradecimiento los primogénitos de cada familia son entregados a los Navegantes cada vez que se escucha su llamado, para que ellos también viajen a lugares desconocidos. Pero es un viaje sin retorno, nunca se ha sabido si los ofrecidos llegan a salvo a algún lado o mueren durante el viaje. Si por mi fuera mi hermana no iría a ninguna parte, se quedaría viviendo con nosotros para siempre.


-Mi hermano ya aceptó el llamado, diciendo que debe cumplir con su deber como el primer hijo, nada de lo que yo le dije le hizo cambiar de opinión.


Kleru sonrió a pesar suyo, al parecer alguien más también quiso disuadir a su hermano mayor de no ir a un viaje muy inseguro.


-Sabes yo...


Pero fue bruscamente interrumpido cuando un estallido seguido de un revoltijo de burbujas y arena opacaron el agua. Kleru no supo que había ocurrido y observaba a todas partes desconcertado cuando vio algo que lo paralizó de miedo; Nah'rika había sido atrapada por el pico de un Demonio Picudo.


''¡Imposible!'' ''¿¡También cazan en esta zona!?'' pensó Kleru aterrado.


La chica se veía inmóvil pero parecía no haber muerto, tal vez el golpe repentino la desmayó. Kleru actuó por instinto, aprestó su arpón y nadando con todas sus fuerzas se lanzó hacia la criatura y golpeó con la punta de su arma el pico. La bestia se sorprendió ante esta arremetida pero no soltó a su presa, así que Kleru continuó atacando, golpeando la superficie del pico con la punta de su arma. Por fin la criatura soltó a la inconsciente Nah'rika quien cayó suavemente hacia el fondo, Kleru hizo un gesto de triunfo pero inmediatamente sintió que ahora él había sido atrapado. El Demonio tenía a una nueva presa.


La criatura se dio impulso con sus grandes alas y sus cuatro patas palmeadas y nadó hacia la superficie, cuando tuvo casi todo su cuerpo fuera del agua aleteó con potencia y se elevó en el aire.


Kleru no sabía que estaba pasando y eso sólo aumentaba el terror que se había apoderado de su cuerpo. La respiración había sido cortada de golpe ya que sus agallas no recibían agua, boqueaba desesperado en un vano intento de succionar el vital líquido. También sentía una sensación lacerante en toda su piel, era el viento siendo atravesado por cu captor mientras volaba, también sintió algo que le provocaba ardor y que cegaba sus ojos.


''¡Voy a...morir!'' pensó aterrado.


Entonces el demonio levantó su cabeza y abrió el pico, Kleru notaba que resbalaba rápidamente hacia el fondo del pico donde vio un agujero negro; estaba a punto de ser tragado con vida. Trató de asirse a alguna parte pero todo era muy resbaladizo. La bestia levantó de nuevo la cabeza de forma brusca intentando tragarse a tan molesta presa que se negaba a entrar en sus entrañas, pero el arpón de Kleru quedó clavado en el pico de tal forma que impedía que se cerrara. El ser, muy confundido sacudió la cabeza con brusquedad y por el movimiento el arpón salió despedido cayendo al mar. La vaga esperanza que Kleru sintió se desvaneció rápidamente, viendo como perdía su única arma. Comenzó a sentirse muy cansado, tal vez por la falta de oxígeno pero decidió no rendirse y luchar por su vida hasta el último momento.


Cuando el demonio quiso tragárselo de nuevo Kleru tomó la lengua y la mordió con todas sus fuerzas, esto provocó que el ser lo soltara. El jóven icthus observó que estaba cayendo y en unos minutos se sumergiría de nuevo en la seguridad del mar, cuando otro demonio lo atrapó al aire.


Kleru se estaba dando por vencido, no veía otra escapatoria, otro animal lo había capturado y creyó que su fin había llegado. Entonces el demonio que lo había capturado fue atacado por el anterior quien iba a reclamar su presa. Las dos bestias se enzarzaron en una disputa aérea y mientras luchaban uno de ellos dejó caer a su presa.


Kleru notaba que caía de nuevo, pero esta vez no se dirigía hacia el mar. Observó con desconcierto y terror como se aproximaba a un mundo extraño hasta ahora desconocido para los habitantes del Gran Mar. Minutos después su cuerpo caía sobre un árbol que le amortiguó la caída aunque no lo salvó de darse un buen golpe contra el suelo.


El chico estaba completamente aterrado, sentía que su cuerpo dolía y la piel le ardía, pero lo que más apremiaba era que se estaba ahogando. Sus agallas resecas no recibían agua de donde poder extraer oxígeno, y moriría muy pronto si no hacia algo. Entonces le llegó a su nariz un olor muy familiar y que le dio fuerzas; en algún lugar cerca de él había agua.


Haciendo un gran esfuerzo comenzó a arrastrase hacia donde su olfato se lo indicaba. Boqueaba desesperado pero no se rendiría, más si sabía que cerca de él había agua. Llamando a las pocas fuerzas que le quedaban movió manos y pies, arrastrándose como una lagartija moribunda. Notó que el olor del agua se hacia más intenso mientras se movía, aceleró el paso aunque provocó que sus fuerzas menguaran rápidamente. La vista comenzó a nublarse y sentía que estaba a punto de morir, pero el agua ahí estaba, en alguna parte cerca de él. Las fuerzas se le acabaron y estiró el brazo queriendo dar un último impulso pero ya no pudo, su mano cayó junto a su cabeza que se sumergió parcialmente en un líquido muy familiar. Inmediatamente comenzó a succionar esa agua que aunque entró en su boca revuelta con arena sintió que la vida regresaba. Sus agallas procesaron el líquido extrayendo el tan preciado oxígeno, y dando un último esfuerzo se impulsó hacia adelante, su cuerpo terminó por sumergirse parcialmente. Esperó un momento más y se impulsó de nuevo y esta vez todo su cuerpo se sumergió. Kleru avanzó un poco más y se dejó arrastrar al fondo, sus agallas trabajaban sin descanso extrayendo oxígeno y él se quedó quieto mientras descansaba, sintió sueño y se dejó llevar, ya pensaría en lo demás cuando despertara.


Tiempo después se despertó, abrió los ojos alarmado preguntándose donde estaba y qué había ocurrido. Y cuando recordó su aventura se llenó de asombro y temor.


-¡No puede ser! -exclamó emocionado- ¡que haya sobrevivido a tal aventura para contarla!


Entonces se dio cuenta de su verdadera situación; observó a todos lados y descubrió que estaba en un lugar pequeño y poco profundo, no había caído de vuelta en el mar como creyó inicialmente. Lentamente asomó la cabeza fuera del agua y quedó asombrado; ahí afuera existía un mundo hasta ahora desconocido para los icthus. Kleru observó con atención sus alrededores, quedando boquiabierto ante cada descubrimiento que hacía; los árboles, arbustos, rocas y las pequeñas criaturas que deambulaban arrastrándose por la tierra y volando por el aire.


''¿Hay cosas vivas aquí?'' pensó intrigado mientras observaba a estas formas de vida.


Alzó la vista hacia el cielo y sus ojos fueron heridos por la luz solar; se alarmó creyendo que había sido herido pero se tranquilizó casi inmediatamente cuando la ceguera desapareció después de unos segundos.


''Vaya'' pensó asombrado ''pero que lugar tan interesante, es muy diferente a lo que cuentan los viejos en la tribu; un lugar ardiente donde la piel se seca y el cuerpo es destruido en un abrir y cerrar de ojos. Donde habitan bestias sedientas de sangre que devorarían a uno mientras aún esta con vida. Pues mientras no salga del agua no creo que mi piel se seque y hasta ahora, además de los demonios picudos no he visto algo más aterrador''


Entonces como respondiendo a su comentario estalló una ruidosa gritería de animales muy cerca de él. Asustado Kleru giró en dirección del ruido y para su gran terror vio un acantilado lleno de demonios picudos, todos ellos gritando mientras alzaban el vuelo despavoridos. Kleru se preguntó porque hacían eso cuando vio una gigantesca sombra descender del cielo y atrapar a un demonio en pleno vuelo; dos fuertes patas de cuatro dedos cada una y llenos de garras tomaron al oto ser, descendió con su presa hasta caer en la playa donde levantó paredes de agua y arena, entonces una boca llena de dientes descendió y dio el mordisco final desgarrando el cuello del demonio. Kleru observó horrorizado este escenario.


''Creo que hay cosas peores que los demonios'' pensó con temor.


El enorme monstruo levantó vuelo llevándose entre las patas el cuerpo de la otra criatura y en la boca el cuello desgarrado. Entonces Kleru reparó en algo que hasta ahora había ignorado; el mar. Aunque ningún icthus había visto el mar desde la superficie, eso no significaba que no serían capaces de relacionar esa gran masa de agua que nunca esta quieta con su hogar. La poza donde él estaba se encontraba a varios metros de la playa, para cualquier ser que no fuera un icthus llegar hasta la orilla del mar sería tan fácil como ir del sillón hasta el refrigerador; pero para Kleru era un viaje muy peligroso. Sabía que durante ese tramo no podría respirar debido a la falta de agua, además que el cielo estaba siendo patrullado de nuevo por los demonio picudos quienes se lanzarían sin dudarlo sobre el icthus si intentaba arrastrarse por la arena.


Kleru se mantenía en el fondo de su poza pensando en lo que podía hacer, cuando del exterior le llegó un sonido apagado, asomó su cabeza fuera del agua y vio un trozo de corteza que había caído del árbol cercano. Para él era un objeto tan extraño y misterioso como todo lo que le rodeaba, pero cuando vio lo delgado y ancho que era, además de su coloración muy parecida a la de la arena una idea surgió en su cabeza. Con mucho cuidado salió de su poza y se arrastró lentamente hacia la corteza, sintió de golpe la sensación de ahogarse ya que había salido del agua nuevamente, pero esta vez estaba preparado mentalmente para soportar ese inconveniente.


Se arrastró rápidamente, estiró una mano y tomó la corteza e inmediatamente regresó a su poza, pero descubrió que la corteza no se hundía junto con él sino que se quedó flotando en la superficie del agua, aún así no se dejó desanimar. Aspiró varias veces como si quisiera que sus agallas extrajeran todo el oxígeno posible del agua, después tomó la corteza que flotaba encima de él y acomodándosela lo mejor que pudo sobre la espalda llevó a cabo su plan.


Salió de la posa reptando con la corteza de árbol encima de él y tan rápido como pudo se dirigió hacia la orilla del mar.


Una vez más sentía esa horrible sensación de estar perdiendo el aliento, pero estaba decidido a soportarlo si eso significaba regresar a la seguridad del Gran Mar. La arena se pegaba a su piel lo que se sentía molesto y desagradable, más cuando la humedad que trajo consigo se evaporó y los diminutos granos de arena causaban una sensación de ardor.


Mientras se arrastraba notó que una gran sombra pasó volando justo encima de él, alarmado se echó sobre el suelo y se quedó inmóvil. El aliento le faltaba e involuntariamente abría y cerraba la boca, pero tenía que hacer ese viaje tan peligroso si quería regresar de nuevo a su hogar.


La sombra se alejó y Kleru continuó moviéndose como un reptil. Sentía que el cansancio regresaba producto de la falta de oxígeno, su corazón golpeteaba bombeando sangre que no era oxigenada. Comenzó a boquear frenéticamente, desesperado de estarse ahogando lentamente.


''No, debo lograrlo, estoy tan cerca'' se decía intentando darse ánimos.


Apresuró su paso viendo que el agua cada vez estaba más cerca, el aroma del mar le llegaba más fuerte a su nariz. Veía las olas moverse y llegar a la playa dejando un revoltijo de espuma. Estaba cerca, cada vez más cerca. Entonces el viento comenzó a soplar y una ráfaga le voló su cobertura; aterrado observó como la corteza era arrastrada por el viento a varios metros. Esto sólo empeoró las diferentes molestias que ya experimentaba; ardor de piel, ahogamiento y cansancio.


Tuvo la idea de ir por la corteza pero creyó que esto sólo le quitaría más tiempo del que ya no tenía. Armándose de valor siguió arrastrándose en dirección del mar.


Kleru se arrastraba lo más rápido que podía, ahora consciente de que ya no tenía cobertura y era más fácil de ver por cualquier ser que quisiera comérselo. Pero el mar estaba cada vez más cerca. Esperanzado y aguijoneado por la desesperación hizo algo que le costaría todas sus energías, de improviso se levantó y comenzó a trotar con manos y pies, moviéndose torpemente en sus cuatro miembros se acercó lo más que pudo al agua cuando una ola lo golpeó arrojándolo a unos metros dentro de la playa, pero los ánimos se le subieron de golpe; había tragado agua y se oxigenaba de nuevo. Se levantó he hizo algo que marcaría un hito en la historia de su especie; corrió usando sus piernas. Corría de forma torpe y desparpajada pero lo hacía, sus pies pisaron de nuevo la arena húmeda y después las olas lo golpearon de nuevo, pero esta vez Kleru se arrojó al agua y con sus fuerzas renovadas se dio impulso con sus manos y pies palmeados y atravesó el agua como una flecha, nadando hacia la seguridad.


Abría y cerraba la boca, tragando tanta agua como le fuera posible, sus agallas ya hacían su trabajo extrayendo el oxígeno.


Cuando estuvo un poco más adentro del agua se detuvo como dudando, entonces nadó hacia arriba hasta llegar a la superficie y asomó cuidadosamente la cabeza. Observó por última vez esa tierra misteriosa con cierta sensación de nostalgia.


-¿Regresaré alguna vez? -se preguntó.


Se sumergió de nuevo y reemprendió el regreso a su hogar.


En el camino fue encontrado por Nah'ruka quien se sorprendió enormemente de verlo vivo. Cuando Kleru le contó lo que había ocurrido la jóven icthus no pudo dar crédito a lo que escuchaba; era como si le narraran los hechos de un héroe de los tiempos mitológicos.


Ambos jóvenes regresaron a la tribu, aunque Kleru se quedó con las manos vacías ya que perdió todas las conchas y piedrecillas que había recolectado para su hermana, contando su arpón. De momento decidió no contar nada de lo que había vivido, no sabía como reaccionaría su familia y el resto de la tribu si se enteraban que fue capturado por un demonio picudo y llevado a esa tierra que todo mundo temía.


Cuando llegó a su hogar, sorpresivamente nadie le dijo algo por su demora.


-Oye, ¿dónde está tu arpón? -le dijo su padre.


Kleru había olvidado que lo perdió cuando luchaba por su vida, así que tenía que inventar alguna mentira.


-Fui a cazar shajus en la parte occidental del arrecife, pero mi arpón quedó atrapado en un hueco y se hundió dentro.


-Ten más cuidado la próxima vez, mira que esas armas son complicadas de hacer -le dijo su padre molesto.


Regresó a su recoveco usual de la caverna familiar donde se dejó caer en su mullido lecho de arena y durmió. Al día siguiente Nah'ruka lo buscó y le entregó un collar hecho con cuentas de piedra y conchas que habían sido laboriosamente trabajadas.


-Te lo mereces -fue el sencillo comentario de la chica.


Dos días después llegó el evento tan esperado por muchos, ya fuera con expectación o temor.


Gran parte de los habitantes de la tribu estaban reunidos al borde de un precipicio. Cada familia formando su propio grupo y en medio, sobresaliendo del resto de sus parientes, estaban los jóvenes que iban a ser ofrendados; cada uno ataviado para la ocasión, sus cuerpos habían sido tatuados con diferentes marcas que tenían un significado especial.


Rhurina estaba rodeada de sus padres y hermano, portando un arpón nuevo y una bolsa hecha de fibras de alga donde llevaba lo más necesario para el viaje. De pronto el ambiente se llenó de un sonido grave y profundo emitido por un animal de grandes proporciones. Enseguida sonó otro, y después otro. Era como ser bombardeado por una colección de sonidos fantasmales que invitaban. Entonces a lo lejos, los icthus divisaron una figura que lentamente se hizo cada vez más grande hasta que todos vieron con gran asombro a un gigantesco animal, tan grande como un trasatlántico o incluso más, tenía cierto parecido a una tortuga que nunca sacaba su cabeza fuera del caparazón, con cuatro poderosas aletas a cada lado del cuerpo. Sobre el descomunal lomo tenía una colección de algas, corales y otras criaturas marinas invertebradas. Esta criatura fue seguida por otras más, algunas variaban en tamaño pero todas eran animales gigantescos; Kleru quedó asombrado ante la escena.


-Los Navegantes -susurró azorado.


Los ancianos de la tribu llamaron a los jóvenes elegidos y cada uno se acercó. Kleru observó acongojado como su hermana se separaba de su familia y se integraba a este nuevo grupo. Los ancianos soltaron un discurso, rememorando la historia de los icthus; remontándose a sus antepasados que habían llegado en el lomo de un Navegante, y para honrarlos ellos hacían lo mismo, eligiendo a los primogénitos que habían alcanzado la madurez y estaban sanos de cuerpo y mente. Después cada jóven icthus regresó con su familia para darles el último adiós.


Rhurina se acercó a su padres.


-A donde quiera que vayas, debes saber que partes con nuestra bendición; que seas fructífera y siempre tengas días bienaventurados. Tus hijos serán nuestro recuerdo, y ellos a su vez partirán en su propio viaje. Se fuerte hija nuestra, Rhurina, y que nuestro recuerdo siempre te acompañe.


Después tocó el turno de Kleru, quien debido a la emoción no pudo articular palabra alguna, solamente pudo mostrar el collar a su hermana quien se agachó para que él se lo colocara.


-Se fuerte siempre, hermanito mío, pero también sabio. Cuida de nuestros padres ya que ahora solo tú quedas en la familia.


-Si – fue todo lo que pudo articular Kleru.


Los dos hermanos se abrazaron y como Kleru no parecía dispuesto a dejar ir a su hermana ella tuvo que separarse de forma algo brusca e irse.


Toda la tribu entonaba un emotivo canto mientras los ofrendados nadaban hacia los Navegantes quienes ya movían sus aletas dando a entender que reanudaban su migración, listos para seguir con su misterioso rumbo.


Kleru observó a su hermana alejarse y dirigirse hacia el Navegante más cercano, de camino se encontró con el hermano de Nah'ruka quien le ofreció una mano, Rhurina la tomó y ambos nadaron alejándose de todo lo que conocían y amaban.


Cuando el último ofrendado tomó su lugar entre sus compañeros, las gigantescas criaturas reiniciaron su camino, llevándose a los icthus con ellos a lo desconocido.


Mientras Kleru veía al ser que transportaba a su hermana, se puso a pensar en todo lo que había ocurrido últimamente; desde la perdida de un amigo, pasando por su viaje a una tierra desconocida y ahora con la partida de su hermana.


-La vida es tan cambiante como el mar mismo, no sabemos a donde nos llevarán las corrientes de esta vida -dijo mientras esbozaba una sonrisa triste.


Todo cambia, y lo que es hoy no lo será mañana. Los habitantes del mar aún continuaban unidos al lugar que vio nacer a su especie, pero con el paso del tiempo bien podrían llegar a lugares que nunca se imaginaron. Kleru fue el primero de su especie en dar ese paso, aunque fuera de forma accidental. En un futuro alguien más saldría del agua, pero para iniciar la conquista de la superficie, aunque siempre estarán unidos al mar cambiante.


martes, 31 de octubre de 2023

En la profundidad.

 

En la profundidad.



Rupert avanzaba lentamente por el oscuro túnel, iluminando su camino con la potente linterna que traía acoplada en el hombro del traje.

-Vaya que está profundo -dijo susurrando-, pero por lo que he visto nadie ha venido por aquí, si ese es el caso, ¡puede que encuentre vetas de mineral intactas! ¡Seré rico!

Rupert era una de tantas personas que exploraban los confines de la galaxia en busca de fama y fortuna. Había probado de todo; desde trabajos honestos como mercader, operador de cargueros e incluso guardia de una fábrica, y pasando por otros oficios no muy legales tales como asaltador de cargueros -irónicamente-, mercenario y traficante. Ahora había optado por ser minero espacial; había miles de asteroides, mundos y lunas de donde podría recolectar minerales que podrían ser vendidos al mayor postor.

Claro está que al ser minero no se estaba exento de peligros; competencia rival, derrumbes dentro de las cavernas en especial en lugares de mucha actividad sísmica y las criaturas que las habitaban. Rupert ya estaba acostumbrado a esos riesgos, así que no le asustaba la cueva donde se encontraba actualmente. Había aterrizado en la luna de un mundo localizado en las fronteras de la Administración Colonial, incluso existía una colonia en dicho planeta, pero como las fronteras era zonas marginales no siempre había una estricta vigilancia en las colonias, mucho menos para evitar que mineros ilegales como Rupert realizaran expediciones sin permiso.

-Bien por mí -decía Rupert mientras caminaba por la cueva-, hasta ahora sólo me he topado con esas cosas parecidas a gusanos, pero nada que sea peligroso. Bueno, por mí esta mejor, una expedición minera sin obstáculos es mucho mejor... ¿que fue eso?

Dirigió la luz de su linterna hacia un hueco a su derecha, por el rabillo del ojo le pareció ver movimiento. Iluminó por unos minutos el hueco pero no vio nada.

-Hmm, habrá sido mi imaginación -dijo para después continuar su camino.

Continuó su búsqueda de riqueza internándose más en el sistema de cavernas.

Estaba seguro de no perderse ya que regularmente dejaba marcadores luminosos que le mostrarían el camino de regreso a la superficie y a su nave, además que usando un sistema de ecolocalización trazaba un mapa de las cuevas por donde pasaba, que se guardaba en su sistema de exploración. Además tenía puesto un traje especialmente diseñado para exploraciones en cuevas; hecho de una tela resistente de grado militar y placas de metal en la zona del pecho. El casco aislaba su cabeza del exterior carente de oxígeno, y en la espalada cargaba un tanque lleno de este gas vital que la podía durar cerca de tres horas, dependiendo de la actividad física que realizara. Por último portaba un fusil que disparaba ráfagas de energía concentrada, capaces de crear un agujero en la roca. Equipado de esta forma Rupert se sentía muy seguro, aunque se lamentaba de que todo el equipo le costó muy caro.

-Maldición -exclamó fastidiado- he caminado cerca de una hora y no he encontrado nada, sólo tengo oxígeno para una hora más y después tengo que regresar. Pero no me rendiré tan fácilmente, no señor, me costó mucho venir aquí y no me iré sin las manos vacías.

De repente se topó con una figura humanoide a unos metros delante de él, era un traje de exploración que probablemente aún tenía a su usuario dentro. Cuando lo iluminó bien descubrió que era una persona tirada en el suelo.

-¿Hola? -dijo alzando la voz.

Pero no obtuvo respuesta, solo el eco de su voz que salía del altavoz de su traje fue lo que escuchó. Activó su detector de calor corporal para verificar si la persona dentro del traje aún tenía vida. Pero después de unos minutos los resultados fueron negativos. Rupert se acercó lentamente sin dejar de apuntar con su arma, cuando llegó más cerca le dio unos ligeros puntapiés a lo que era la bota el traje y descubrió que era muy ligero, como si estuviera vacío. Entonces Rupert hizo un descubrimiento macabro; sólo había encontrado de la cintura para abajo, la mitad del traje, el resto no estaba; había sido desgarrado de forma violenta. Cuando revisó mejor descubrió dentro del traje solamente una parte de columna vertebral, el coxis y el resto de huesos de las piernas. Muy nervioso dirigió el haz de su linterna a varias partes mientras apuntaba, pero no descubrió nada.

-Creo que no soy el primero en venir a este sitio -dijo con voz trémula-, y parece que sí existen cosas que pueden matarme.

Cuando se tranquilizó reanudó su camino pero ahora con el conocimiento de que debía ser muy cuidadoso. Sin embargo el resto del trayecto fue tranquilo, no hubo señales de criaturas peligrosas.

Entonces llegó a una enorme caverna, era extensa tanto a lo largo como lo ancho y la luz de su linterna no alcanzaba a iluminar el techo.

-¡Vaya! -dijo emocionado-, ¡pero que grande es! Estoy muy seguro que si encontraré algo, lo juro por las canas de mi madre y las barbas de mi padre, aunque nunca lo conocí al muy cabrón.

Continuó su camino con su ánimo renovado.

Afortunadamente la cueva no tenía muchos obstáculos que entorpecieran su avance; sólo algunas rocas grandes que podían ser evadidas con facilidad. Revisó los niveles de oxígeno de su tanque y la batería de su traje, aun tenía para hora y media de camino pero decidió que regresaría, ya que si avanzaba más tal vez el oxígeno y batería no le durarían para el regreso. Justo cuando se daba media vuelta vio algo a su derecha, dirigió el haz de luz y vio algo que le preocupó.

-Un campamento -dijo preocupado.

Se acercó con cautela sin dejar de apuntar; pudiera ser que otros mineros hubieran llegado antes y eso podría explicar el cadáver que encontró, aunque no creyó que otras personas mataran a alguien de forma tan brutal, pero después de tanto tiempo de vagar por el espacio había descubierto que los humanos eran capaces de cualquier cosa.

El campamento constaba de tres estructuras en forma de domo, medirían cerca de cinco metros de alto con un diámetro de siete metros; las estructuras estaban colocadas en paralelo y en un extremo del campamento había un generador de energía y otra instalación más. Cuando Rupert estuvo a unos cuantos metros se dio cuenta que estaba abandonado; no había iluminación ni actividad de algún tipo.

Se acercó a la primera estructura y vio una puerta abierta, entró por ella y activó su detector de calor. No había señales de calor de algún tipo, ni de maquinarias o de formas de vida. Estaba completamente oscuro y el mobiliario desordenado.



Rupert caminó con cuidado mientras iluminaba a todas partes.

-Esto parece ser un comedor -dijo al ver mesas y sillas.

También encontró contenedores de comida en las mesas y tirados en el suelo, tomó uno y revisó la fecha de caducidad.

-Humm, febrero del 2180, caducó hace siete años, ¿que fue lo que ocurrió aquí?

Inspeccionó los otros dos edificios donde hizo más descubrimientos; un laboratorio, algunas computadoras, un centro de control y almacenes.

-Por lo que veo -dijo Rupert pensativo-, esto no parece un campamento minero, más bien era una expedición de científicos, ¿que buscarían aquí esos cerebritos?

Revisó la central de energía y la otra instalación, la cual resultó ser un generador de oxígeno.

-Entonces por eso tiene estas tuberías que van hacia los tres edificios, para llevar oxígeno, tal vez el dióxido de carbono era bombeado hacia aquí para convertirlo de nuevo en oxígeno. Esto me puede ser muy útil, esta casi todo intacto, como si quienes estuvieran aquí se fueran intempestivamente dejando todo atrás.

Rupert decidió que eso sería todo por ese día, a la jornada siguiente regresaría con algunas herramientas para poner a funcionar la central y el generador de oxígeno.

-¡Perfecto! -se dijo emocionado-, no he encontrado rastros de minerales, pero sí un posible campamento de avanzada, si logro hacer funcionar el generador y la central de energía ya no tendré que regresar a la nave a cada rato. Tendré más libertad para...

Rápidamente giró hacia la derecha y arrojó la luz de su linterna al mismo tiempo que apuntaba con su arma. Se quedó un tiempo iluminando unas rocas mientras fijaba sus ojos en ellas.

-Juro esta vez que sí vi algo, no estoy loco, ¡había algo ahí! -se dijo preocupado.

Con cautela rodeó las rocas para verificar que no había algo escondido del otro lado, pero no había nada.



Rupert hizo el gesto de rascarse la cabeza, aunque estuviera dentro del casco, se sentía muy desconcertado por lo que acaba de suceder. Sin tardar más tiempo emprendió el camino de regreso hacia su nave, pero esta vez sabía que no estaba solo.

Una vez en su nave se quitó el traje, cargó el tanque de oxígeno y la batería de su traje. Después activó cuatro robots humanoides que traía consigo, les introdujo en su sistema los datos acerca de la localización del campamento abandonado. Preparó varias cajas con herramientas y otros objetos y le ordenó a los robots que llevaran eso al campamento; Rupert comería y descansaría mientras sus ayudantes transportaban las cajas.

Cuando transcurrieron cerca de siete horas Rupert despertó en su litera, se sentía completamente descansado y listo para otra jornada de trabajo.

-Bien -dijo mientras se acercaba a una consola-, veamos como fue todo.

Revisó el estado de los robots los cuales tenían la órden de quedarse en el campamento a la espera de que Rupert llegara.

-Que extraño -dijo mientras veía la pantalla de la consola-, falta un robot.

Recibía la señal de tres de sus máquinas que estaban en el campamento, faltaba el cuarto robot.

Envió señales de radio para ver si obtenía respuesta alguna pero fue en vano.

-Carajo -dijo un poco molesto-, sólo cuando llegue allá veré que sucedió.

Se puso su traje, comprobó que estuviera listo para la jornada de trabajo, tomó su arma y unos cartuchos al igual que unas herramientas y partió, no sin antes ordenar a la computadora de la nave que desactivara los sistemas y entrara en modo de suspensión.



Emprendió el largo camino hacia el campamento, siempre iluminando con su linterna los traicioneros pasillos de roca. Tenía la esperanza de encontrar al robot perdido, pudiera ser que su sistema falló y fuera necesario reiniciarlo, pero no hubo señales de la máquina perdida.



Cuando llegó donde se encontraba el cadáver o lo que quedaba de él, Rupert le cubrió con algunas piedras a modo de lápida, no había forma de darle un entierro más propio.



Se encontró con una de las cajas que debía ser transportada, estaba volcada con su contenido regado en el suelo.



-Mierda -dijo molesto.



Recogió las herramientas y las metió de nuevo en la caja, revisó los seguros y descubrió que habían sido abiertos. Observó a su alrededor iluminando con su linterna pero no vio nada, ni siquiera al robot faltante.



-Bueno, no puedo perder el tiempo buscando a la chatarra esa, no sé que le pasó y no intentaré descubrirlo, aún tengo a los otros tres -dijo Rupert resignado.



Molesto y más extrañado se dirigió al campamento donde encontró a los otros robots en modo de suspensión, los ''despertó'' y envió a uno de ellos por la caja que dejó atrás.



El resto de la jornada la pasó acondicionando el campamento para su uso; solamente utilizaría una de las tiendas como vivienda que era la que tenía el comedor ya que también ahí estaban los camarotes de los desaparecidos dueños. Después reparó las tuberías que conducían el oxígeno y los cables de energía. Acto seguido le tocó el turno a la central de energía y el generador de oxígeno. Afortunadamente para Rupert estas instalaciones no tenían daño alguno, simplemente dejaron de funcionar cuando un sistema automático dejó de detectar presencia humana.



-Listo -dijo cuando cerró la tapa de los circuitos de la central de energía.



De forma paulatina los sistemas de la tienda que eligió como habitáculo comenzaron a funcionar; luces y consolas se encendieron. El generador de oxígeno comenzó a funcionar y bombeó el gas vital hacia el habitáculo. De regreso a su vivienda Rupert se quitó el casco y aspiró el oxígeno.



-¡Ah! Qué fresco -dijo con satisfacción.



Arregló un poco el comedor para hacerlo más acogedor y minutos más tarde tomaba el la comida. Después hurgó en la única computadora que estaba encendida y descubrió un mapa en 3D del sistema de grutas.



-¡Genial! -dijo entusiasmado al ver su descubrimiento-, con esto podré explorar con más facilidad.

Entonces notó que una cueva estaba señalada con rojo; se encontraba en lo más profundo del sistema de grutas.

-Qué extraño, ¿que podrá significar eso? Y esta otra cueva, tiene un marcador verde.

La cueva que tenía una marca roja tenía una nota que decía: ''¡peligro!''. La cueva marcada de verde tenía otra nota; ''hábitat de ellos''.

-¿Hábitat de ellos? ¿Qué quiere decir eso? -dijo Rupert confundido.



Pero le restó importancia a las advertencias y partió de su campamento llevándose a dos robots, el otro se quedaría en el campamento para vigilarlo.



Dejó la cueva y se internó por una de las grutas indicadas en el mapa. Durante una hora Rupert viajó por el sistema de grutas; siempre buscando indicios de vetas de minerales preciosos. Planeaba extraer un poco de los minerales que encontrara, cerca de diez toneladas, después lo vendería al mejor postor y regresaría a la luna con más robots para que minaran y buscaran vetas, mientras él supervisaba todo desde la comodidad de su nave.



-Esto será pan comido, por lo que veo nadie más ha entrado en este lugar, sin contar a los científicos, así que tal vez yo seré el primero en extraer minerales. Además que parece que no hay criaturas peligrosas, puede que esta expedición minera me deje muchas ganancias.



Se encontraba en una cueva de menor tamaño. Los robots habían traído consigo unas cajas que tenían distintas herramientas; entre estas estaban unas que producían pequeñas ondas sísmicas que viajaban por la dura roca, un medidor especial leía estas ondas para analizar su comportamiento; dependiendo de su velocidad cuando atravesaban ciertas formaciones rocosas era la forma de detectar minerales preciosos.



Rupert y los robots habían tomado distintas zonas de la cueva para tener un rango más amplio de búsqueda, de esa forma las posibilidades de encontrar algo de valor aumentaban. Y aunque hasta ahora no había visto formas de vida no por eso iba a ser descuidado; sobre dos montículos de rocas Rupert colocó dos torretas semiautomáticas; eran dos armas de un sólo cañón cada una, capaces de disparar balas de grueso calibre mediante fuerzas electromagnéticas que destrozarían a los infortunados bichos que fueran detectados por sus sensores, los cuales tenían un rango de acción de veinte metros.



Durante el tiempo que duró eta operación Rupert se sentía intranquilo; a pesar de que tenía a los robots y dos torretas semiautomáticas tenía la extraña sensación de que estaba siendo vigilado. De vez en cuando escuchaba ruidos de piedrecillas que ruedan e incluso de pasos, una vez le pareció ver una figura humanoide entre unas rocas cercanas pero cuando dirigió su haz de luz no descubrió nada.



-Hermano -se decía-, no sé si esta cueva tiene algo, o la luna donde está, pero no dejo de ver y escuchar cosas. Hasta ahora no he visto alguna forma de vida, sólo esos gusanos así que por eso creo que no hay nadie. Pero también están esos extraños bulbos que he visto, parecen huevos pero muy grandes, ¿de qué podrían ser?

Una de las cosas que encontró en esa cueva y en las grutas que lo llevaron a ella fueron los restos de capullos o huevos pero de gran tamaño, donde bien podría caber una persona. Hacia tiempo que habían eclosionado así que la gran mayoría de ellos estaban secos.

-Tal vez en los archivos del campamento haya información de ellos... ¿¡que carajos ocurre!? -exclamó alarmado de repente.

Una de las torretas había emitido un estridente pitido y giró bruscamente en una dirección y comenzó a dispararle a lo que había detectado. Rupert se acercó a esa torreta con su arma lista. Después de unos segundos la torreta dejó de disparar pero seguía apuntando. Lentamente Rupert se acercó a lo que había sido eliminado y cuando la luz de la linterna iluminó el área el minero se llevó una desagradable sorpresa

En el suelo yacía una extraña criatura; el cuerpo lo conformaba una esfera amorfa de piel suave pero repleta de pelos erizados. Tenía diez patas, cinco en cada lado del cuerpo y cada pata terminaba en una mano de tres garras muy afiladas. Si las garras no la hacían lo suficientemente preocupante la boca tenía un extraño arreglo de piezas bucales parecidos a los de una araña pero repleto de dientes afilados; era más que obvio que esa criatura no era vegetariana.

-¡Por las barbas de mi abuelo! -exclamó Rupert preocupado-, ¡es una suerte que haya traído estas torretas! Si no fuera por ellas no habría escuchado a esta cosa acercarse... ¡Eh! ¿Quien está ahí?

Había escuchado ruido en algún lugar cercano e incluso pasos que se alejaban rápidamente. Observó a las torretas pero estas no reaccionaron, no habían detectado algo. Observó ceñudo hacia donde escuchó el ruido durante unos momentos. Reanudó su trabajo pero esta vez más nervioso que antes. Tiempo después ordenó a los robots recoger todo y regresar al campamento. No habían encontrado nada de valor.

Pero las sorpresas no habían terminado ya que en el camino de regreso encontró al robot perdido. Estaba escondido en un recoveco que Rupert y los otros robots habían pasado por alto.

-¡Eh! ¡Tú! -le dijo en cuanto lo vio- ¿qué haces aquí? ¿Porqué abandonaste la directiva que te dí?

Pero la máquina no le respondió, simplemente se quedó ahí parada. Rupert le dijo a uno de los robots que tomara control de sus sistemas y le ordenara acompañarlos. Así el grupo de tres máquinas y minero regresó al campamento.

En cuanto llegaron guardaron las herramientas y entraron en el edificio que había sido acondicionando para vivir; Rupert puso a recargar la batería de su traje y el tanque de oxígeno, así como las celdas de energía de los robots, al robot perdido le revisó su banco de datos para averiguar porqué se había alejado del campamento. Los registros audiovisuales estaban algo dañados pero lo que Rupert pudo observar lo dejó muy extrañado; en la imágenes aparecían figuras humanoides que llevaban de la mano al robot hacia alguna parte, pero no se pudo apreciar bien hacia donde exactamente.

-Qué diablos significa eso -dijo pensativo.

Comió de sus reservas de alimentos y antes de irse a dormir ensambló cuatro torretas y las colocó a distancias equidistantes alrededor del domo. También instaló unos reflectores que iluminaron una gran parte del exterior.

-Bien -se dijo satisfecho mientras observaba a uno de sus centinelas-, desafío a una de esas cosas a que se acerque, mis “muchachos” la llenaran de balas antes de que pueda chillar.

Sintiéndose más tranquilo Rupert se metió a su tienda, dejó el traje en su lugar, se quitó parte de la ropa y tumbándose sobre un catre dejó que el sueño lo dominara.

Tiempo después despertó debido a la muy natural -y a veces molesta- sensación de orinar. Medio dormido se dirigió a un extremo de la tienda donde había un retrete químico que Rupert no logró hacer que funcionara y ahí atendió al llamado de la naturaleza. De regreso a su catre observó brevemente al exterior por una de las ventanas y continuó su camino, cuando se detuvo en seco y regresó apresuradamente. Se restregó la cara para ahuyentar el sueño y observó con atención.

En el linde de la zona iluminada, a un lado de una rocas, Rupert vio una figura humanoide.

''Que diablos es eso'' pensó mientras observaba.

La figura parecía titubear, se movía como si quisiera ver al interior de la tienda. Entonces avanzó lentamente hacia la tienda.

-Vamos, acercate, -dijo Rupert con una sonrisa malévola-, hazlo, y veré como mis ''chicas'' te mandan al otro mundo.

El ser siguió caminando y la luz de los reflectores lo iluminó; entonces Rupert exhaló un grito ahogado.

-¿¡Un niño!? -exclamó asombrado.

La criatura era de estatura baja, cerca de un metro o un poco más, piel de tono ligeramente azulado, boca pequeña y dos grandes ojos azulados. Y en verdad que recordaba a un niño pequeño, de hecho sus facciones eran muy humanas, sólo que no tenía nariz y en la superficie de su piel brillaban unos puntitos blancos. En la cabeza tenía miles de pequeños apéndices parecidos a tentáculos que hacían de cabello.

Rupert observó muy extrañado a este visitante.

-Pero que demonios, eso no es un niño humano, claro que no, carajo ¿será que estas cavernas están habitadas por alguna civilización alienígena?

La criatura siguió acercándose lentamente. Rupert notó que traía algo en la manos pero no podía ver que era.

El ser se acercó hasta sólo quedar a unos cuantos metros de la entrada y dejó en el suelo lo que traía consigo, después se alejó apresuradamente internándose en la oscuridad de la cueva.

Rupert se quedó atónito, observó ceñudo a las dos torretas que estaban afuera.

-¿Porqué carajos no le dispararon? -espetó molesto.

Rabiando Rupert se vistió de nuevo y se puso su traje, tomó su arma y salió al exterior. Lo primero que hizo fue revisar las torretas; a cada una le revisó los sensores de movimiento y usando una pequeña consola revisó su programación.

-No tienen ningún fallo -dijo extrañado-, entonces ¿porqué no lo detectaron?

Muy extrañado y molesto regresó al interior del campamento cuando reparó en una piedra que había en el suelo; era el objeto que dejó la extraña criatura. Con una ceja levantada por el escepticismo Rupert se acercó a la roca y la tomó, noto que emitía una serie de brillos como si tuviera pequeños metales incrustados en su superficie. Una vez dentro del domo se quitó su traje, lo puso en la estación de carga de nuevo y dejó la piedra en una mesa sin darle mucha importancia.

Horas después despertó con cierto malestar ya que le costó conciliar el sueño.

-Buenos días -dijo a la soledad.

Se vistió y tomó el almuerzo, el cual constaba de café instantáneo y un guiso de pollo empaquetado. Terminó de comer y se dispuso a comenzar otra jornada de trabajo. Mientras se dirigía a tomar su traje de la estación de carga reparó en la piedra de la noche anterior. Recordó todo el episodio; desde la aparición de la extraña criatura hasta cuando dejó la piedra.

-¿Qué pudo significar eso? -se preguntó Rupert al evocar el suceso.

Observó atentamente la piedra, vio el brillo emitido por los minerales que contenía.

-Bien, veamos que es -dijo Rupert tomándola.

Buscó en las cajas hasta que encontró un instrumento utilizado para analizar la composición de rocas y minerales. Cortó un trozo de la piedra y lo sometió a un análisis. El proceso duró unos minutos.

-¡Joder! -exclamó con voz ahogada cuando vio los resultados del análisis-, ¡no puede ser cierto! ¡Es icuantum!

El icuantum era un mineral descubierto en los primeros siglos de la exploración espacial. Su principal característica era que tenía una elevada conductividad eléctrica; mayor que la de los minerales conocidos por la humanidad. Las computadoras cuyos circuitos estaban hechos de este mineral era más rápidas y eficientes, revolucionando varios aspectos de la actividad humana tales como la exploración espacial ya que se logró el mejor invento hasta ahora realizado; el salto hiperespacial, un método que aceleró la exploración y la colonización de varios mundos.

El problema era que el icuantum era un mineral muy escaso, y por lo tanto su precio era elevado. El dinero obtenido por la venta de un kilogramo le permitiría a una persona vivir muy bien durante mucho tiempo.

Los ojos de Rupert brillaban y en su mente solo resonaba el sonido del dinero que aún no tenía, pero que en un futuro disfrutaría; la avaricia lo hacía soñar. Pero primero debía obtener ese mineral.

Rupert parpadeó saliendo de su dulce ensoñación. Instintivamente se dirigió a las ventanas y observó hacia afuera, pero no había nadie.

-Hmmm -gruñó pensativo.

Salió de su campamento y se dirigió a la caverna donde trabajó la jornada anterior. Lo acompañaban dos robots quienes transportaban las cajas con herramientas e instrumentos utilizados en minería.

-Ahora sé que hay algo valioso en esta mugre roca -decía Rupert mientras caminaba-, pero ¿dónde podrá estar? Tal vez esa criatura sepa donde hallar icuantum, pero ¿cómo encontrarla de nuevo?

Rupert y sus robots llegaron a la caverna y se dispusieron a trabajar. Se repartieron distintas zonas donde colocarían las sondas sísmicas y colocaron las torretas. Mientras Rupert buscaba un lugar ideal para colocar su dispositivo encontró algo que le extrañó; en una grieta vio lo que parecía ser el la manga de un traje de exploración. Cuando se acercó notó que era una parte de lo que sería el pecho del lado izquierdo y la manga ya mencionada.

-¿Qué es eso? -dijo Rupert notando algo en una parte del tejido desgarrado.

Iluminó una placa de identificación donde rezaba: ''Dr. Isaac Mann''

Rupert vio ceñudo esta placa. Entonces recordó los restos humanos que encontró en su primera incursión.

Hasta ahora no le había importado el destino de los habitantes de su campamento, los cuales supuso que fueron científicos. Pero con este descubrimiento y el recuerdo de la mitad de esqueleto se puso a pensar en lo que le pudo ocurrir a esas personas, y tal vez fue un final funesto.

Tomó el trozo de traje y lo revisó; descubrió que en la parte interna tenía manchas de sangre seca. Iluminó la grieta donde lo encontró y pudo observar que era la entrada de una gruta de tamaño reducido donde a penas cabría una persona; dicha gruta se internaba en el suelo hacia algún lugar.

Rupert comenzó a pensar en todos estos hallazgos y algo le decía que podrían estar relacionados con las dos únicas formas de vida que había encontrado; las arañas con garras y los seres humanoides.

-¿Quien de ellos tendrá que ver con la desaparición de los científicos? -se dijo Rupert.

De pronto escuchó ruidos, piedrecillas rodando y pasos. Rupert alistó su arma y observó a sus alrededores atentamente. Dirigió su vista hacia las torretas pero estas no reaccionaron, seguían girando sobre sus bases escaneando sus alrededores.

-Esas cosas no detectan nada, aún así sé que hay algo por ahí cerca -dijo Rupert.

Se dirigió al centro de su lugar de trabajo y elevó la voz.

-Sal de ahí, no te haré daño.

Por unos instantes no ocurrió nada, incluso los ruidos cesaron. Rupert frunció las cejas sintiéndose consternado. De pronto escucho pasos detrás de él. Giró rápidamente y ahí, a unos cuantos metros estaba uno de esos seres.

La criatura lo observaba atentamente, como si anticipara alguna reacción violenta de parte de Rupert, sus pequeños tentáculos se movían en su cabeza al unísono y en dirección del minero. Parecía tener algo entre las manos como el otro ser de tiempo atrás. Claro está Rupert había apuntado su fusil de forma instintiva pero cuando vio que era uno de esos ''niños azules'' -como él los había llamado-, bajó su arma.

Los dos seres se observaron mutuamente, esperando a que uno diera el primer paso.

La criatura se acercó un poco más y dejó en el suelo lo que tenía en la manos. Rupert lo observó y las pupilas se le dilataron por la avaricia; era otro trozo de icuantum. Literalmente se lanzó sobre el trozo de roca como lo haría un perro hambriento cuando encuentra un mendrugo de pan. Tan intempestiva fue la reacción que el ser se alejó rápidamente creyendo que lo iba a lastimar.

-¡Otro trozo de icuantum! -exclamó Rupert- entonces sí existe alguna veta en este lugar... ¡ah demonios! -dijo después dirigiéndose a la criatura, quien se había alejado a cierta distancia-, disculpa amiguito, es que me emocioné mucho cuando vi este mineral.

Dejó a un lado su arma y lentamente se acercó al ser, quien lo observaba detenidamente.

-No te preocupes -dijo Rupert con un tono de voz amigable-, no te voy a hacer daño. Mira, te daré un poco de comida si me dices donde encontraste este mineral, ¿de acuerdo?

Pero la criatura lo siguió observando atentamente, como si no hubiera entendido lo que dijo. Frustrado Rupert le mostró la roca y la señaló con el dedo en un intento por comunicarse con el ser. Entonces la criatura extendió su brazo hacia él con la mano abierta; durante unos segundos movió la mano ligeramente como si quisiera saludar y el ''cabello'' emitió un extraño brillo azulado. Entonces se alejó unos pasos y después se giró viendo a Rupert y le hizo una seña de que lo acompañara. Intrigado el minero le ordenó a los robots que recogieran todo y después se dispuso a seguir a su extraño guía.

Salieron de la caverna y el grupo siguió al ser, quien los guió a través de una serie de grutas. Durante el camino se encontraron de nuevo con esos capullos que Rupert ya había observado con anterioridad; todos ya estaban vacíos pero algunos tenían aspecto como de haber sido desgarrados desde afuera. A pesar de que el icuantum dominaba el pensamiento de Rupert no por eso dejó de estar ceñudo cada vez que se encontraban con esos capullos.

Después de un tiempo llegaron a una caverna muy grande; mucho más grande que la caverna donde estaba el campamento de Rupert. Cuando quiso iluminar el techo el haz de luz no alcanzó a llegar al techo.

-¡Demonios! -se dijo asombrado.

Pero la criatura no se detenía, seguía avanzando así que Rupert y sus robots la siguieron.

Mientras caminaban Rupert se dio cuenta que no estaban solos; entre las sombras pudo vislumbrar figuras pequeñas que se movían furtivamente, algunas incluso lo observaban brevemente antes de desaparecer entre la oscuridad.

Inicialmente Rupert se sintió tenso, pero al ver que las criaturas eran de la misma especie que su guía se tranquilizó.

''Se ve que esa criaturilla no está sola, hay más como ella. Por lo que sospecho no son una civilización extraterrestre ya que no veo algo que me diga que tengan tecnología avanzada'' pensó el minero.

Habían avanzado por un camino que parecía escarbado entre la roca, como si alguien ya hubiera estado ahí. Bajaron a una parte plana de la caverna y Rupert hizo un extraño descubrimiento; se encontró con unas extrañas figuras que tenían aspecto de brócoli que se extendían a varios metros delante de él. Estas cosas palpitaban ligeramente, cuando Rupert tocó una de ellas se sacudió y expulsó un extraño gas amarillo. Su traje emitió una alarma ya que había detectado una toxina en el gas.

-¡Mierda! -se dijo alejándose de los brócolis,-, mejor me alejo de ellos.

Pero los sensores de su traje también detectaron una ligera concentración de oxígeno.

-¡Imposible! -se dijo sorprendido- pero, ¿qué es lo que lo produce?

Se dio cuenta que su guía se había detenido esperándolo, así que dejó de lado la cuestión del origen del oxígeno y siguió al ser.

Después de un tiempo llegaron a una pared rocosa, tal vez formaba parte de los límites de la caverna. La criatura se detuvo y le indicó con un dedo a Rupert una fractura, Rupert se acercó e iluminó donde le indicaron y casi suelta la linterna por la estupefacción; la fractura media cerca de tres metros de largo y tal vez medio metro de ancho, Rupert se acercó lentamente y observó con atención las innumerables chispas que brillaban debido a la concentración de mineral que tenían.

-Que me den con un rotomartillo -susurró con voz ahogada-, si esto es icuantum entonces debe haber varios kilos en este yacimiento.

Le ordenó a sus robots que utilizaran las sondas sísmicas sobre la grieta; las colocaron y cuando comenzaron a emitir las ondas Rupert observó su comportamiento en una pantalla; primero apareció una capa de color gris la cual representaba a la roca, entonces una forma más oscura se dibujó; cuando Rupert obtuvo la imágen completa casi se le va la respiración.

-¡Imposible! -dijo asombrado-, ¡es un yacimiento de al menos una tonelada de icuantum! ¡Demonios!

Dejó de ver la pantalla y dirigió su atención a la fisura en la roca; Rupert había perdido el color debido a una fuerte emoción que sentía en ese instante. La criatura por su parte solamente lo observaba atentamente, como analizando su comportamiento. Entonces, repentinamente desvió su atención hacia algún lugar de la cueva; lentamente dio unos pasos adelantándose mientras miraba en la oscuridad. Si Rupert no estuviera metido en su ensoñación habría notado que su pequeño guía se veía muy nervioso, casi atemorizado. Entonces de forma imprevista dio media vuelta y salió huyendo emitiendo un extraño chillido. Rupert escuchó el sonido que hizo la criatura, sacándolo de un sueño de dinero y lujos.

-¿Qué sucede? -dijo confundido.

Entonces lo escuchó; un extraño murmullo que comenzó como un susurro lejano pero que rápidamente se acercaba a su posición. El sonido de muchos chasquidos -'¡click clak!'- se aproximaba; Rupert sintió la misma preocupación que su guía.

-Señor -dijo uno de los robots acercándose a Rupert-, mis sensores detectan una gran cantidad de criaturas que se acercan rápidamente.

-¿Qué? -dijo Rupert preocupado-, ¿cuantos son?

-No he podido calcular el número exacto pero creo que son más de cien.

Los chasquidos se aproximaban rápidamente llenado la cueva de un sonido estridente y que le puso los pelos de punta a Rupert.

-¡Rápido, ensamblen las torretas, aunque sea dos y prepárense para el ataque! -ordenó Rupert.

Los robots abrieron las cajas donde estaban los centinelas y comenzaron a ensamblarlos, Rupert por su parte se preparó para defenderse. Echó una ojeada a sus alrededores pero no divisó a su pequeño guía, tal vez se había escondido en alguna parte. Entonces un pensamiento le asaltó la mente.

''Espera, ¿y si esa criaturilla me tendió una trampa y me trajo hasta aquí para ser devorado por esas cosas?''

Pero no tuvo tiempo para seguir pensando porque los chasquidos se hicieron más fuertes y Rupert vio a los invasores; primero eran un grupo de diez o más que aparecieron a unos cien metros de donde estaba, pero después toda una oleada avanzó chasqueando ferozmente.

-¡Demonios! -exclamó Rupert con voz ahogada.

La luz de su linterna iluminó a las criaturas que iban en la vanguardia y descubrió que pertenecían a la misma especie que sus torretas mataron la vez anterior; las arañas con garras en las patas y pelos de punta. Avanzaban rápidamente moviendo sus diez patas de forma eficaz, y sacudían sus piezas bucales llenas de dientes, eso era lo que provocaba los chasquidos.

Pero los invasores fueron recibidos por los disparos de Rupert; ráfagas de energía concentrada se impactaban en sus cuerpos hasta que caían. Muy pronto Rupert descubrió que esos animales eran difíciles de matar; se necesitaban cerca de cinco o seis tiros para poder atravesar su espeso pelaje y dañar la piel y tejidos.

Aún así él no dejaba de disparar; había encontrado una veta de un mineral muy valioso y no lo abandonaría tan fácilmente. Pero las arañas tampoco cederían, seguían avanzando inexorablemente en oleadas, y no importaba que algunas de ellas murieran, abrumarían a Rupert con la fuerza numérica.

Pronto otros disparos se unieron a los de él; los dos robots disparaban dándole apoyo a Rupert, pero no era suficiente, las criaturas avanzaban pisando los cadáveres de sus congéneres ya que sólo tenían un único objetivo; alimentarse, y nada las detendría.

-Pero ¿y las torretas? -preguntó Rupert a uno de sus robots-, ¿acaso no las armaron?

Y como respuesta otros disparos sonaron mientras las criaturas volaban en pedazos; las torretas hacían su trabajo disparando proyectiles de alto calibre mediante fuerzas electromagnéticas. El avance de enjambre disminuyó un poco; parecía que los animales comenzaban a dudar pero no lo suficiente como para detenerse.

Las cavernas, que se habían mantenido silenciosas durante mucho tiempo ahora resonaban con el sonido de los disparos, el ''¡click!'' ''clack'' de las criaturas y los chillidos de estas cuando morían.

Pero para Rupert la situación pasó de ser levemente peligrosa a casi desesperada. No importaba cuantos de estos bichos murieran, seguían llegando más y más y estaban a punto de arrasarlos. De pronto un pitido de alerta sonó en su traje.

-¡Por todos los diablos! ¿¡Y ahora qué sucede!? -exclamó molesto.

De pronto algo ocurrió en las criaturas, las que iban en primera fila comenzaron a sacudirse en estertores para después caer al suelo y sacudir sus patas en agonía; este extraño fenómeno se extendió rápidamente ah todo el enjambre.

Rupert observaba extrañado.

-¿Que demonios?

Entonces notó algo que hasta ese momento había pasado por alto; las extrañas formas que él llamó ''brócolis'' también se sacudían, pero al hacerlo expulsaban su gas venenoso. Como a una señal todos estos organismos se sacudían al unísono expulsando gas que muy pronto llenó el ambiente de la cueva envenenando a las arañas atacantes. Afortunadamente para Rupert su traje lo protegía del veneno.

La oleada de arañas se detuvo y rápidamente comenzó a regresar; en el camino iban muriendo aquellas que no lograban escapar a tiempo de los gases tóxicos. Y así como comenzó el ataque igualmente terminó, de forma rápida a inesperada.

Rupert, los robots y torretas dejaron de disparar y observaron lo que ocurría. El minero observó a su alrededor, viendo como el suelo de la cueva quedó cubierto por los cadáveres de sus atacantes.

-Si no fuera por esos brócolis entonces no la hubiera contado -comentó Rupert.

Entonces fue cuando se dio cuenta de algo que podría ser el principal obstáculo para su futura operación minera; si quería extraer ese valioso icuantum en paz, primero debía hallar la forma de eliminar a esas arañas, y de forma definitiva.

Esperó hasta que la nube de gas venenoso se disipó, entonces le ordenó a sus robots que recogieran todo; regresarían al campamento para planear el siguiente movimiento.

En el camino de regreso Rupert se encontró con el ''niño azul'', el pequeño guía que lo había llevado hasta ese yacimiento de icuantum. Por un instante lo observó ceñudo ya que sospechaba que más bien le había tendido una trampa, pero cuando lo vio hincado frente a un cadáver se llevó una sorpresa; eran los restos de otro niño azul, parcialmente devorado, y alrededor estaban los cadáveres de las arañas que probablemente murieron por el gas liberado por los ''brócolis''.

Por un momento Rupert observó al que estaba vivo quien solamente estaba ahí, de rodillas frente a los restos de uno de sus congéneres. Extendió un brazo para tocar el cadáver y ahí se quedó sin hacer otro gesto.

Rupert pasó de largo dejando al ser llorar a su muerto, si es que en realidad eso estaba haciendo.

De regreso en el campamento comió algo y descanso, después cargó la batería de su traje y las celdas de energía de los robots.

-Maldición -decía mientras le daba mantenimiento a su arma-, no me esperaba semejante ataque, un enjambre completo de esas cosas, en definitiva debo buscar alguna manera de lidiar con esas arañas o serán un estorbo cuando instale mi expedición minera.

Cuando descubrió el icuantum, Rupert ya había ideado un plan; recolectaría al menos cien kilos del mineral, después los vendería utilizando los medios clandestinos que le eran familiares, con el dinero adquirido compraría más robots y herramientas necesarias para la extracción de icuantum; no contrataría personal humano porque no quería gastar en salarios y comprar provisiones adicionales. Pero no podría hacer nada si antes no hacia algo con esa plaga.

Rupert suspiró abrumado ante las expectativas, pero no iba a abandonar una veta tan grande de icuantum, y muy probablemente no sería la única en las entrañas de esa luna. Entonces un pensamiento lo asaltó.

-¿Porque esa criaturilla me mostró ese trozo de icuantum aquella vez?

Esa era una de las preguntas primordiales que debió hacerse antes de dejarse llevar por la codicia.

-No lo entiendo -se decía Rupert mientras limpiaba su arma-, ese niño azul solamente apareció a la entrada de mi campamento llevando el trozo de mineral, y lo dejó ahí como para incitarme a que lo siguiera.

Entonces Rupert se quedó quieto un momento y después dirigió su vista hacia el frente completamente azorado.

-¿¡Y cómo es que sabía que yo vine aquí buscando minerales!?

Pero las reflexiones de Rupert fueron interrumpidas por un sonido sordo que le llegó del exterior. Guardó silencio mientras prestaba atención, internamente deseaba no escuchar un '¡click!' '¡clack!' ya que si las arañas habían llegado hasta su campamento no sería capaz de defenderlo.

Entonces alguien tocó a la puerta, Rupert se sobresaltó e instintivamente apuntó hacia la entrada aunque su arma estaba parcialmente desensamblada. Dejó en la mesa su rifle y se acercó, observó por la ventana pero no vio nada, entonces la puerta sonó de nuevo y cuando dirigió su vista hacia abajo vio a uno de los niños azules, quien lo observaba a su vez.

-¿Eh? -dijo Rupert desconcertado- ¿tú? Bueno, no sé si serás el mismo pero, ¿qué quieres?

-...enemigos...como...matarlos

Rupert se sobresaltó a un más.

-¿Quien dijo eso? -dijo mirando a todas partes asustado.

-...archivos...ahí...decir...

Entonces cayó en la cuenta, observó de nuevo al ser que estaba afuera y este igualmente le dirigió la mirada.

-...archivos...

-¿Está hablando en mi mente? -se dijo azorado Rupert.

Y la criatura señalaba hacia una parte.

-¿Archivos? ¿A qué se refiere? Es más, ¿acaso saldré ahí afuera e iré a donde me quiera llevar?

Algo que observó fue que cuando escuchaba la misteriosa voz en su mente los pequeños tentáculos en la cabeza del ser se agitaban al unísono.

Rupert observó hacia las torretas que había colocado; se movían en ángulos de casi 180°, escaneando el terreno en caso de que alguna criatura no humana se acerca al campamento. Pero por alguna razón ese ser no era detectado por los sensores de las torretas así que podía caminar frente a ellas sin ser acribillado.

-...archivos... -seguía diciendo la criatura.

Más tarde Rupert salía por la puerta embozado en su traje y con su arma. La criatura comenzó a caminar en dirección de uno de los domos que Rupert no utilizó; era el que servía de laboratorio a los investigadores desaparecidos.

Cuando estuvo más cerca notó que una luz salía de la puerta abierta, el niño azul entró por ella. Dudando Rupert se detuvo unos instantes, pero reanudó su camino.

El laboratorio estaba parcialmente iluminado, algunas lámparas estaban encendidas además de las pantallas de las computadoras.

-Que extraño -dijo Rupert-, no recuerdo haber conectado este domo al suministro eléctrico.

Observó a su guía que estaba delante de él, quien lo miraba atentamente.

''¿Acaso el lo habrá conectado?'' pensó.

-...nosotros haberlo hecho... hermanos y este servidor haberlo hecho...

Rupert se sobresaltó.

-Esa voz de nuevo en mi cabeza ¿Puedes leer mentes? -preguntó nervioso.

La criatura lo observó atentamente.

-...sí....

Rupert se sobresaltó de nuevo y se sintió preocupado. La mente de una persona es el último bastión de privacidad que se tiene, y que exista un ser puede leer mentes significaba una amenaza a esa privacidad; no todo mundo quiere que los demás se enteren de sus secretos.

Entonces Rupert notó movimiento y rápidamente apuntó su arma, para su sorpresa descubrió que no estaba solo; había más seres deambulando por el laboratorio. Algunos examinaban los objetos a su alrededor, otros incluso estaban sentados frente a las computadoras y parecía que las utilizaban.

Rupert estaba asombrado y no sabia qué decir, entonces notó que su guía le señalaba hacia uno de los ordenadores que estaba encendido, haciéndole señas de que lo utilizara.

-¿Qué pretendes? -dijo Rupert elevando su voz- ¿para qué quieres que vaya hacia esa computadora?

-...archivos... solución... amenaza...

-¿Amenaza? ¿Te refieres a las arañas?

El ser hizo un gesto afirmativo, pero Rupert seguía dudando.

-Bueno, después de todo debo eliminar a esas cosas, tal vez ahí haya alguna forma de como hacerlo.

Tomó asiento frente a la computadora y observó la pantalla.

-¿Por dónde debo empezar?

Entonces la criatura se acercó y colocó una mano sobre el teclado e inmediatamente se inició una búsqueda de archivos. Rupert se sobresaltó inicialmente cuando vio como la pantalla cambiaba rápidamente, con tanta información pasando delante de él. Entonces se detuvo y ante él había varios ficheros. El ser se alejó del teclado e invitó a Rupert que revisara la información contenida en esos ficheros.

Fue ahí en donde hizo varios descubrimientos; primero que las arañas tenían su nido en una cueva muy profunda, que se internaba al menos dos kilómetros en las entrañas de la luna. Y los ''brócolis'' que despedían gases venenosos eran en sí hongos que desarrollaron esa defensa para evitar que las arañas se los comieran.

-Bien -dijo Rupert un poco fastidiado- es un poco interesante, pero yo no vengo a que me den clases de biología, sino a encontrar una forma de eliminar a esas cosas. ¿De qué me sirve saber donde viven y que los brócolis expulsan veneno para defender de las arañas? ¡Me quiero defender a mí!... espera un momento.

Revisó una vez más los archivos y entonces descubrió algo; los científicos tenían planes para utilizar las esporas venenosas para defenderse de las arañas, incluso ya tenían una fórmula para crear el veneno usando las esporas, pero por lo que Rupert vio no avanzaron más.

-Esto sí puede ser útil -dijo mientras miraba la pantalla-, entonces creo que haré un pequeño cambio de planes; recolectaré algunas muestras de esos hongos, iré a la colonia del planeta y buscaré a alguien que me sintetice suficiente de ese veneno y cuando regrese lo lanzaré en el nido de esas cosas, ¡y asunto resuelto! Qué listo soy, pero ¿porqué esos científicos no terminaron eso?

Entonces Rupert comenzó a revisar los otros ficheros, entre estos había una bitácora hecha por un científico y algo que emocionó a Rupert; una forma de como sintetizar el veneno de las esporas.

-No sólo ya tenían la fórmula del veneno, sino que habían conseguido lo necesario para fabricarlo, pero por alguna razón no lo hicieron, ¿cuál habrá sido la razón?

Por curiosidad Rupert abrió la bitácora y descubrió que estaba dividida en varios archivos de vídeo. Estuvo a punto de abrir uno cuando escuchó a las torretas abrir fuego. Rápidamente tomó su arma y salió al exterior dirigiéndose al domo que usaba como campamento.

Al llegar vio como sus centinelas abrían fuego a unas formas que se movían en la oscuridad, rápidamente encendió los reflectores y estos iluminaron un enjambre de arañas que provenía de la gruta que descendía al otro nivel.

-¡Maldita sea! -exclamó alarmado.

Entró al domo y activó los robots que se estaban recargando, les ordenó tomar sus armas y que le ayudaran a defender el campamento.

Una vez más Rupert y sus robots se enfrascaban en una lucha por protegerse; armas de energía y centinelas disparaban sin cesar, matando a decenas de criaturas pero estas no parecían ceder, seguían llegando mientras caminaban sobre los cuerpos de sus congéneres solo para unirse a ellos con sus cuerpos destrozados por las balas de los defensores.

Después de quince minutos de combate las arañas comenzaron a retirarse, Rupert observó como su número comenzó a disminuir gradualmente hasta que las últimas se dieron media vuelta y huyeron por donde regresaron.

Rupert respiraba de forma intranquila, el visor de su casco se había empañado producto del sudor que corría por su rostro.

-Creo que se han ido -se dijo aliviado.

Las torretas seguían apuntando hacia adelante, listas para disparar sobre cualquier cosa que se moviera.

-Si planeo hacer algo debe hacerse ahora mismo -dijo Rupert mientras observaba el suelo de la caverna cubierta de criaturas muertas-, esas cosas no creo que se rindan tan fácilmente, puede que regresen en mayor número, si eso ocurre entonces no podré detenerlas. No traje muchas municiones ya que no planeaba quedarme mucho tiempo, si encontraba algo entonces me iría para conseguir más equipo y suministros y regresar para montar una expedición minera.

Escuchó un ruido y volteó hacia atrás; los niños azules se habían reunido y observaban el campo de batalla.

-...ellos...devorarnos... -sonó este pensamiento en su mente.

-ellos...querer...salir...de mundo sombra...

-¿Mundo sombra? -dijo Rupert confundido, aunque inmediatamente entendió el significado- ah, en otras palabras quieran salir de la luna, ¿cierto?

El grupo de seres hizo un gesto afirmativo de forma unánime.

-Bueno por mi que se larguen de aquí, están entorpeciendo mi pequeña empresa.

-...creadores...despertarlos... -dijo otro pensamiento.

-¿Creadores? ¿Qué significa eso? -dijo Rupert confundido.

-ellos...crearnos...

Y uno de los seres extendió su brazo hacia el campamento.

-¿Los científicos de aquí los crearon? ¿Y para qué?

Pero todas las criaturas guardaron silencio. Rupert notó este gesto.

-¿Y ustedes saben que les ocurrió?

-ellos...devorarlos...

-Humm, así que las arañas se comieron a los científicos, bueno yo seré el próximo si no lidio con ellas pronto.

Rupert regresó al laboratorio y revisó los archivos de nuevo. Cuando estudió por completo los datos acerca de los hongos se le ocurrió una idea; se llevó a los cuatro robots y algunas herramientas y se dirigió a la cueva donde crecían los hongos. Su plan era desenterrar algunos y colocarlos a lo largo de todo el camino que iba desde esa cueva hasta la que tenía el campamento. Pero había un problema, recordó que esos hongos al ser tocados era cuando expulsaban las esporas venenosas y algo que notó era que podían corroer su traje, pero los niños azules comprendieron lo que quería hacer y se ofrecieron a ayudarle. Usando sus poderes contenían las esporas facilitando el trabajo de Rupert y sus robots. Afortunadamente los ''brócolis'' eran livianos y una persona podía transportarlos de uno en uno. Varias horas fueran dedicadas a esta tarea; desenterrar los hongos y transportarlos hasta el lugar donde serían plantados de nuevo. Durante todo el viaje de transporte los niños azules acompañaban a los transportadores, conteniendo las esporas con sus poderes.

-Demonios -dijo Rupert mientras se tiraba en su camastro dentro del campamento-, estoy exhausto.

La operación había durado cerca de cinco horas, durante las cuales Rupert tuvo que regresar al menos dos veces al campamento para recargar su tanque de oxígeno e incluso dos robots dejaron de funcionar porque sus celdas se descargaron completamente. Para su buena suerte no hubo signos de las arañas y ahora que todo el camino hasta el campamento estaba ''resguardado'' por los hongos probablemente esas criaturas no llegarían hasta ahí. Pero Rupert sabía que no era seguro, esas cosas podían encontrar otro camino para invadir la cueva nuevamente.

-Bien, podría irme llevándome conmigo algunas muestras de esos hongos y la fórmula que hicieron los científicos, buscar a algún químico que me prepare varios tanques de veneno para regresar y arrojarlo al nido de esas cosas y asunto solucionado. Por otra parte podría hacerlo yo mismo, según los archivos esos cerebritos ya tenían todos los materiales necesarios para fabricar el veneno, podría ahorrarme tiempo y dinero que gastaría al contratar a alguien para que lo haga, y tal vez también evitar preguntas innecesarias.

Mientras estaba recostado Rupert escuchó ruido dentro de su habitáculo, perezosamente se giró en su camastro y vio a uno de los niños azules caminando mientras observaba a su alrededor. Rupert le había permitido la entrada cuando la criatura le dijo que podía depurar la programación de los robots para hacerlos más eficientes, además de ayudarle a poner a punto los sistemas del habitáculo. Para sorpresa y alegría de Rupert el ser cumplió con su trabajo; muchos aparatos que no servían o que lo hacían a medias debido a un prolongado tiempo sin ser utilizados ahora funcionaban a la perfección, en especial la cocina automática y el retrete químico.

-Oye, Perséfone -lo llamó Rupert.

Creyó que era adecuado ponerle un nombre ya que si solamente le decía ''oye tú'' o ''niño azul'' sería muy genérico, además que extrañamente esa criatura le recordaba a alguien de su pasado, aunque Rupert no sabía muy bien porqué.

Cuando escuchó el nombre que le asignaron el ser observó a Rupert con atención.

-Entonces, ¿dicen ustedes que los científicos los crearon? ¿Cómo?

-...ellos crearnos...pero no aquí...traernos de otro lugar...nosotros no ser permitidos...

-¿No ser permitidos? -dijo Rupert confundido.

-no...nosotros...no ser permitidos por otros creadores...decir que ser...peligrosos...

-¿Peligrosos? -dijo Rupert escéptico.

Observó bien a esa criatura; su cuerpo pequeño y menudo, manos y pies que ni siquiera tenían uñas, la boca que al parecer no tenía dientes.

''¿En qué sentido estos seres son peligrosos?'' pensó Rupert mientras observaba a su pequeño huésped.

Sin contar el color azul de su piel y ese cabello que se movía como pequeñas serpientes podría pasar como un niño alienígena.

De forma impulsiva Rupert alargó su brazo y tocó la cabeza de la criatura; por un momento Perséfone se asustó por lo sorpresiva de esta acción, pero cuando el humano comenzó a acariciar gentilmente la cabeza se relajó. Los pequeños apéndices comenzaron a tocar la mano y Rupert sintió una repentina sensación de calma, y tranquilidad.

-Que extraño -se dijo- pareciera que me estoy acariciando a mí mismo.

-...¿hija?...

Rupert se sobresaltó al escuchar esto.

-¿Qué? -dijo turbado.

-...¿recordar a hija?...

Bruscamente Rupert apartó su mano de la cabeza del ser y se levantó de su camastro, la criatura lo observó confundido.

-Eso fue hace mucho tiempo... y ahí es donde el pasado debe quedarse -dijo con voz sombría- bien, es hora de trabajar. Perséfone.

La criatura lo observó de nuevo.

-Si tú y los tuyos quieren que me deshaga de esas cosas entonces deben ayudarme; vamos a armar la planta química que los científicos trajeron y fabricar el veneno.

Acto seguido Rupert se puso su traje y salió al exterior.

Rupert y sus robots inspeccionaron el almacén donde encontraron las piezas necesarias para armar una pequeña planta química, incluso encontró los precursores químicos necesarios para crear el veneno, sólo era cuestión de armar la planta y colocar en compartimentos especiales los contenedores de los químicos.

Ensamblar la planta le llevó más de dos horas; muchas de las piezas eran muy pesadas además que su acoplamiento requería una precisión milimétrica. Obvio que Rupert no participó en armar la planta, sólo se dedicó a darle órdenes a los robots; tenía suerte que eran máquinas con una programación que impedía el libre albedrío, o de lo contrario tendría que lidiar con una rebelión de autómatas. Perséfone y sus congéneres se ocuparon de la programación y de conectar la planta al suministro de energía.

-Bien -dijo cuando la planta estuvo ensamblada-, todo listo, hora de colocar los precursores químicos.

La planta química era de un tamaño pequeño a comparación de aquellas que se utilizaban en las fabricas de las zonas industriales; era el tipo de máquina utilizada por personas que no planean quedarse mucho tiempo en un lugar o cuyas necesidades no requerían de una instalación más grande, y cuando su propósito hubiera sido culminado podría ser desensamblada y guardada en la bodega de una nave para su transporte o abandonada.

Con ayuda de los robots colocó los contenedores en sus lugares correspondientes, después activó el proceso en una consola y dejó que el sistema automatizado hiciera el resto, tardaría cerca de cinco horas en terminar.

-Iré a descansar mientras tanto -dijo Rupert.

Mientras descansaba en el habitáculo se dedicó a ver los vídeos de la bitácora; los cuales habían sido grabados por alguno de los científicos desaparecidos. Por nombre de archivo tenían las fechas en las que fueron grabados.

Decidió reproducir el primer archivo. Los videos constaban de fotografías, gráficos y otros elementos que Rupert no comprendió del todo, aunque para su alivio una voz narraba todo lo que había ocurrido.

27/10/2173.

Con el fin de poder llevar a cabo el experimento debíamos encontrar un lugar adecuado para llevarlo a cabo, lejos de la molesta mirada de la administración colonial y de los obtusos miembros del consejo científico; no están listos para atestiguar el próximo paso en la evolución de nuestra especie...

Después de mucho buscar encontramos un lugar propicio para el experimento: la luna de una de las colonias de la zona fronteriza. En esta zona la administración colonial no tiene mucha influencia, así que estaremos a salvo de miradas indiscretas y de tontos de mente estrecha...

01/11/2174

Por fin llegamos a la luna antes mencionada. El viaje no fue fácil ya que tuvimos que ser inventivos para desaparecer sin dejar rastro, pronto comenzaran a preguntarse a donde fueron varios científicos llevándose los organismos modificados y el material orgánico alienígena que será objeto de experimentación.

Cuando llegamos a a luna, el primer descubrimiento que hicimos fue un sistema de cuevas que se ramifica al interior del satélite, no sabemos su extensión exacta pero estimamos que ha de ser muy profunda. Enviaremos sondas robóticas para que la exploren...

03/11/2174

Enviamos las sondas y después de dos días regresaron trayendo consigo un mapeado de una parte de las grutas. Descubrimos una cueva de grandes dimensiones y de suelo casi plano y con pocos guijarros, el lugar perfecto para instalar el campamento. Dentro de las cuevas estaremos a cubierto de satélites y sensores de las naves que pasan cerca de la luna, y también de la radiación de la estrella que orbita el planeta. Pero eso no es lo más importante, para nuestra gran sorpresa las sondas detectaron un lugar donde hay oxígeno respirable, aún no podemos explicar este fenómeno pero será debidamente estudiado. Igualmente las sondas tampoco detectaron la presencia de criaturas peligrosas, sólo unos organismos pequeños que parecen ser inofensivos los cuales desde mi punto de vista no merecen la pena de ser estudiados...

12/10/2174

Logramos instalar el campamento en la cueva antes mencionada sin ningún problema, y fue justo a tiempo ya que los organismos se han desarrollado por completo en sus tanques de gestación; los hemos observado moverse muy agitados e incluso uno de ellos ya estaba completamente consiente. Recuerdo que me observaba atentamente a través del cristal de su tanque, colocó una mano sobre la superficie y por puro reflejo lo imité colocando mi mano en el mismo sitio, entonces la retiré rápidamente porque me pareció sentir algo extraño...

Antes de comenzar con el experimento, Mann insistió que que debíamos investigar exhaustivamente el sistema de cuevas con el fin de descartar la posibilidad de que existan organismos que hagan peligrar el experimento. Algunos de nosotros nos opusimos ya que eso significaría perder tiempo y exponer a los investigadores a riesgos innecesarios, por otra parte Mann tenía razón ya que las sondas no pueden ser completamente fiables, pudieron pasar por alto algunas cosas que sólo podrían ser descubiertas por un ojo humano. No tenemos opción pero creo que seguiremos la sugerencia de nuestro colega...

17/10/2174

Una partida de exploración compuesta por mí, otros dos científicos y algunos robots exploramos el sistema de cavernas y no encontramos nada peligroso, pero sí interesante. Anteriormente las sondas habían detectado la presencia de oxígeno respirable, así que cuando investigamos el lugar donde hicieron la lectura encontramos un inesperado ecosistema; en ciertas cuevas conectadas entre sí encontramos varias especies de hongos que son los que producen oxígeno, aunque aún no sabemos como lo hacen pero hemos tomado algunos para ser estudiados.

Cuando regresamos al campamento descubrimos que nuestros sujetos de estudio habían sido sacados de sus tanques de gestación. Quedé sorprendido y a la vez molesto; le pregunté a mis colegas que se habían quedado acerca del porqué de este hecho, debieron esperar a que todos estuviéramos juntos para sacarlos de sus tanques.

-'Ellos querían salir de sus tanques' -me dijo una investigadora.

-'¿Querían salir?' -le dije extrañado.

-'Sí, por alguna razón creí que ellos ya no querían estar metidos en un lugar tan estrecho así que los saqué'

Quise discutir acerca de este comportamiento tan caprichoso pero me sentía muy cansado como para enfrascarme en disputas inútiles así que lo dejé pasar...

-Así que estas criaturillas no son de por aquí -dijo Rupert después de haber leído estas grabaciones-, fueron traídas por los cerebritos. Estos cabrones serían arrestados por tráfico de especies alienígenas, pero creo que hay más vídeos que ver.

25/10/2174

Ocho días han pasado desde que comenzamos con el experimento, y hemos hecho interesantes descubrimientos; nuestros sujetos de estudio son rápidos a la hora de asimilar conocimientos y usarlos para su beneficio; en un día aprendieron a leer y escribir, en tan solo unas horas pasaron de hacer operaciones aritméticas a resolver ecuaciones de doctorado. En verdad es impresionante lo mucho que han avanzado, ¿de qué serán capaces en los días que están por venir? No logro comprender ni tampoco aceptar la mente tan cerrada de los miembros del centro de investigaciones; les asustaba el hecho de que estos seres fueron creados por la combinación de ADN no humano con el nuestro y no querían enfrentarse a las consecuencias de que una especie híbrida existiera, ¿acaso olvidan que la evolución también se ha dado debido a la hibridación entre criaturas de distintas especies? Que tontos son, los investigadores que estamos aquí seremos quienes atestiguaremos la siguiente etapa de la evolución humana, y si es posible nosotros guiaremos a la nueva especie humanoide hacia un futuro brillante.

Como comentario aparte hemos descubierto la razón de que esos hongos produzcan oxígeno; se alimentan directamente de icuantum. Dentro de sus cuerpos realizan un complicado proceso de descomposición de las moléculas de este mineral, absorbiendo los nutrientes que necesitan y a la vez que expulsan los residuos de dicho proceso entre los que se encuentra el oxígeno.

Este descubrimiento llevó a otro; estas cuevas son ricas de este mineral tan valuado.

En un principio me preocupó este hallazgo ya que podría despertar sentimientos de codicia entre el personal debido a que es un mineral altamente valuado en el mercado. Pero pensándolo mejor esto podría ser beneficioso; de la extracción y venta del icuantum obtendríamos recursos económicos para financiar este experimento. Siendo sincero esto está resultando mejor de lo esperado...

Creo que debo añadir al reporte un evento inesperado; al parecer el material alienígena que trajimos junto con los organismos ha desaparecido, alguien lo robó de su contenedor. Maldición, no puedo creer que ya empezamos con problemas, investigaremos quien fue el ladrón y será castigado, no permitiré que nada o nadie estorbe este experimento...

Rupert comenzaba a aburrirse; los demás reportes trataban acerca de la actividad de los sujetos de experimentación y del análisis de lo hongos. Aún así creyó que estos reportes le fueron de cierta utilidad; si lo que se decía acerca de los hongos era cierto, de que se alimentaban de icuantum, eso quería decir que Rupert había dado con la mayor veta jamás descubierta, si jugaba bien sus cartas él podría convertirse en uno de los hombres más ricos de la galaxia.

-Al menos estos cerebritos hicieron algo útil por mí, ahora sé dónde buscar icuantum. Bien, creo que seguiré leyendo estos reportes, tal vez haya más información valiosa en ellos.

...hemos hecho un preocupante descubrimiento; en una de las cavernas más profundas uno de nuestros compañeros encontró huevecillos. Las sondas los ignoraron ya que estaban sumidos en una especie de animación suspendida, así que no daban señales de vida. Pero cuando nuestro explorador los encontró notó que ya estaban activos. Trajo uno para que fuera examinado y descubrimos que pertenece a una especie invasora que es muy agresiva. Si estos huevos eclosionan pondrán en peligro nuestro experimento. Debemos lidiar con ellos de alguna forma...

-Vaya -dijo Rupert cuando leyó este reporte-, así que así fue como los descubrieron, y debido a ello trajeron la planta química portátil.

Entonces procedió a un último reporte ya que se sentía cansado de tanto leer.

...han establecido su propia sociedad, libre de jerarquía alguna. Pareciera que actuaran bajo una consciencia colectiva; todos trabajan para el bienestar de su sociedad, no hay cábida para el individualismo y el egoísmo. Esto puede ser el inicio de una sociedad perfecta...

Rupert dejó los archivos y se acostó en su camastro. Después de un tiempo transcurrido sintió que alguien lo movía ligeramente, Rupert se desertó sobresaltado y observó a Perséfone junto a él.

-¿Qué sucede? -dijo un poco molesto.

-...veneno...listo... -dijo el ser dentro de la mente de Rupert.

-¿Ya está? Bien, manos a la obra entonces.

Perezosamente vistió su traje y salió al exterior dirigiéndose a la planta, los tres tanques que contenían los precursores químicos ahora contenían gas venenoso presurizado.

-Bien -dijo Rupert mientras observaba los contenedores-, cada uno contiene al menos veinte kilos de gas, sólo espero que sean suficientes para matar a esas malditas cosas.

Con ayuda de los robots cargó los contenedores en plataformas que utilizaba para cargar las cajas de herramientas, después regresó al habitáculo donde comió algo y se preparó para el viaje hacia el nido de las arañas, y después Rupert, sus robots y algunos de los xeno-humanos partieron.

El minero y sus robots iban armados ya que era muy probable que se enfrentarían contra esos bichos para meter los tanques de veneno en el nido, entonces Rupert se dio cuenta de algo que no había considerado, ¿cómo llegar hasta la cueva donde anidan sin ser atacados?

-...nosotros...conocer...otro camino...-le dijo Perséfone mientras caminaban-, uno que ellos...no utilizar...

-¿Ah sí? -dijo Rupert-, bien, espero que aún sean seguros de transitar.

''Demonios, ni siquiera dije alguna palabra y ella adivinó mi pensamiento, o más bien lo leyó'' pensó Rupert con cierta preocupación.

Recorrieron el camino resguardado por los hongos, los cuales no soltaron sus esporas ya que los xeno-humanos que iban con Rupert usaron sus poderes para contener a esos organismos. En vez de seguir por el túnel que habían usado las arañas para invadir la vez anterior, el grupo se internó en la caverna donde Rupert encontró el primer yacimiento importante de icuantum, y también donde estaban los restos del traje del doctor Mann. El grupo de seis xeno-humanos liderados por Perséfone guió a Rupert y sus robots hacia el extremo norte de la cueva donde se encontraba un boquete de no más de dos metros de altura y apenas uno y medio de grosor.

Rupert observó con desconfianza este estrecho túnel.

-¿Debemos entrar por aquí? -preguntó señalando el boquete.

Perséfone y su gente le hizo una seña afirmativa al unísono.

Rupert seguía dudoso, observó el equipo que traían y consideró que sería muy problemático transportar todo por ahí; además de los contenedores también trajo consigo algunas herramientas por si las necesitaba, también llevaba tres tanques de oxígeno ya que el viaje sería largo y no podría regresar al campamento para reabastecerse. Pero la alternativa sería transitar por túneles que igualmente las arañas utilizaban para ir y venir y que estarían atestados de ellas. Resignándose Rupert se metió por el boquete y toda su comitiva lo siguió.

Durante una parte del viaje no hubo problema alguno, pero llegaron a cierta parte donde el túnel se estrechaba más hasta el punto de que debían caminar agachados. Pronto dejaron de utilizar las plataformas y transportaban los contenedores a mano, aunque Rupert no se quejó tanto ya que eran los robots quienes se encargaban de tan tediosa tarea, aunque si le resultó molesto tener que caminar agachado. Los xeno-humanos al menos le ayudaban transportando sus tanques de oxígeno.

Después de un tiempo de viaje el traje de Rupert emitió una alerta, revisó la consola de control e hizo un extraño descubrimiento; detectaba ciertos niveles de oxígeno.

-Creo que leí algo de esto en los archivos -se dijo mientras observaba la caratula de la consola-, eso quiere decir que por aquí cerca hay de esos hongos que se alimentan de icuantum y liberan oxígeno, y si eso es cierto entonces puede que haya una importante veta de ese mineral. Cuando esas arañas mueran entonteces seré rico.

Mientras avanzaban Rupert notó un hueco por el túnel de donde emanaba una mortecina iluminación, además que su traje detectó una elevación en los niveles de oxígeno. Extrañado observó por el hueco y observó algo que lo asombró.

-¡Vaya! -dijo emocionado.

Pero no pudo observar más ya que sintió que alguien le jalaba de la mano.

-...seguir...no detenernos... -decía Perséfone en su mente con cierta prisa.

Rupert reanudó su camino no sin antes darle una última ojeada al hueco.

Después de tanto caminar e incluso tener que arrastrarse durante varios metros llegaron a su destino, y Rupert comprendió que no venían preparados para la tarea. El túnel desembocaba en otra cueva extensa y achatada, casi como si fuera un domo. Pero lo que más preocupó a Rupert no fue la forma, sino que toda la cueva estaba repleta de racimos de huevos del tamaño de una pelota de baloncesto, y al rededor de estos pululaban cientos de arañas que se movían de acá para allá.

-Joder... -susurró Rupert-, ¿¡como diablos se supone que voy a colocar los contenedores ahí dentro!? ¡Si salgo de este hueco esas cosas me atacará sin dudarlo! Y no creo que el gas que traigo conmigo sea suficiente.

-...nosotros...colocar gas...tú hacerlo explotar... -Perséfone de repente.

-¿Qué? -dijo Rupert confundido.

-...nosotros hacerlo funcionar...nosotros hacer que mate a enemigos...

Rupert observó por un momento a Perséfone, dudando seriamente que ella y sus congéneres fueran capaces de hacer algo. Pero algo en su interior le decía, o más bien lo impulsaba a confiar en ellos, casi como si recibiera una órden.

-Bien, ya estamos aquí, no se puede hacer otra cosa -dijo Rupert.

En la tapa de cada contenedor colocó un detonador, el cual la ser activado volaría la tapa y el gas venenoso sería liberado de forma intempestiva debido a la alta presión interna. Y si todo salía bien entonces las arañas morirían ahí mismo,o al menos la mayoría.

Cuando los detonadores fueron colocados los xeno-humanos cargaron uno por uno haciéndolos levitar y los colocaron en lugares indicados por Rupert, quien consideraba que al estar repartidos de forma equidistante el gas abarcaría gran parte de la cueva cuando fuera liberado.

Rupert se preguntaba qué harían sus pequeños ayudantes para pasar inadvertidos entre la multitud de criaturas asesinas cuando se internaron llevando el primer contenedor. Para sorpresa del minero observó atónito que las arañas los ignoraban por completo, caminaban a paso seguro sin que fueran interrumpidos.

-¿¡Cómo es posible eso!? -se dijo asombrado.

El grupito siguió caminando sin interrupción alguna, cuando Rupert notó que algunas arañas que estaban cerca de los xeno-humanos les prestaron demasiada atención. Cinco criaturas comenzaron a mover de forma desenfrenada sus terribles piezas bucales llenas de dientes afilados.

-¡Mierda! ¡Los van a atacar! -susurró Rupert alarmado.

De pronto uno de los xeno-humanos se apartó el grupo y se dirigió hacia las arañas, entonces Rupert presenció algo que lo dejó sin habla; las arañas saltaron sobre la criaturilla y comenzaron a devorarla sin que esta o sus compañeros hicieran algo para evitarlo. El resto de xeno-humanos siguió su camino sin prestar atención a tan horrible escena, pero las arañas los ignoraron.

Colocaron el tanque donde Rupert les indicó y regresaron, pasando a un lado del grupo de arañas que se disputaban los restos del sacrificio. Solamente Perséfone observó por unos momentos lo que quedaba del cadáver pero después reanudó su camino.

Entonces Rupert recordó algo que había leído en los archivos pero que no le prestó atención ya que se estaba durmiendo.

...las criaturas no parecen atacar a los sujetos de experimentación, no se sabe el motivo pero creo que tienen un tipo de trato con ellos...

-¿Qué tipo de trato? -se preguntó Rupert preocupado.

El grupo de xeno-humanos llegó con el minero para llevarse el otro contenedor cuando él os detuvo.

-Esperen un momento -les dijo con tono exigente-, ¿me pueden explicar que sucedió ahí? ¿Porqué uno de los suyos se dejó comer por esas cosas?

-...la misión ser importante... más importante que uno mismo... enemigos estar hambrientos y notar nuestra presencia... él sacrificarse para aplacar hambre... y permitir progreso de misión...

-''Tienen una consciencia colectiva, todos trabajan por el bien de su sociedad'' recordó Rupert un pasaje de los archivos.

Se llevaron el segundo contenedor y lo colocaron en el lugar indicado, esta vez no hubo incidentes de algún tipo, pero cuando dejaron el tercer y último contenedor las arañas dieron muestras de querer alimentarse, fijando su atención en el grupo de xeno-humanos. Perséfone dio un paso al frente y se acercó a las criaturas, una de ellas se abalanzó sobre el ser pero su cuerpo fue destrozado por una ráfaga de energía. Las otras criaturas sufrieron el mismo destino cuando los robots de Rupert les dispararon. Perséfone se quedó estática de la sorpresa cuando sintió que era levantada en brazos . El minero había llegado por ella para salvarla de tan horrenda muerte.

Cuando Rupert vio como Perséfone se había ofrecido para ser devorada por las arañas un sólo pensamiento cruzó su mente: ''No, ella no, no permitiré que la tragedia de hace años se repita''

Salió del túnel seguido de los robots y rescató a su hija adoptiva. Pero ahora la situación había empeorado mucho. Todas las arañas en la cueva escucharon las detonaciones y los chillidos de sus compañeros muriendo, fue cuando descubrieron que alguien se había internado en su nido. Rupert vio una marea de dientes y patas acompañada de un estruendo de cientos de chillidos y chasquidos que se abalanzaban hacia él.

Dio media vuelta rápidamente y corrió hacia la entrada del túnel llevando a Perséfone entre sus brazos.

-¡Hagan lo que les ordené! -le gritó a sus robots.

Las máquinas corrieron hacia los contenedores y cada uno activó los detonadores, las tapas salieron volando y el gas venenosos salió disparado a chorros; los xeno-humanos que se quedaron usaron sus poderes para acelerar la expansión del gas y asegurar que abarcara gran parte de la cueva, pero murieron envenenados, los robots fueron destrozados por las rañas. Mientras Rupert escapaba escuchó un estridente sonido de chillidos de arañas muriendo.

-¡Hijo de perra! -exclamó extasiado-, ¡creo que sí funcionó!

-...¿hijo de...perra? -preguntó Perséfone confundida.

-Oh rayos -dijo Rupert alarmado-, es una expresión, hazme el favor de no aprender mis palabrotas.

Se movía tan rápido como se lo permitía el estrecho túnel, y junto a Perséfone se alejó del nido de arañas.

Pero el viaje de regreso no fue tan tranquilo ya que Rupert no contó conque varias arañas habían sobrevivido y le estaban dando caza. Aún estaban en la parte estrecha del túnel así que luchar ahí no era muy cómodo; a pesar de que ya habían muerto varias no cejaban en su ataque, se lanzaban con todo caminando sobre los cuerpos de los caídos con tal de llegar a su objetivo.

Pronto las balas comenzaron a faltar y Rupert se vio en una situación desesperada. Perséfone hacia lo que podía con sus poderes; provocaba que las arañas se movieran de forma torpe y lenta permitiendo a Rupert dispararles con mejor precisión. Las balas se acabaron y pasó a una lucha cuerpo a cuerpo utilizando un cuchillo y las piedras que encontraba en el suelo.

La lucha había terminado pero Rupert terminó herido, dos arañas lograron desgarrar su traje y herir una pierna y parte del torso. Sangraba profusamente y su traje perdía oxígeno. Le dolía el cuerpo y le costaba respirar.

-Bueno -se dijo mientras rengueaba a través del túnel- creo que hasta aquí llegó todo, las arañas murieron pero a mi me pasará lo mismo, y todo ese icuantum quedará ahí en espera de que otro aventurero se lo quede.

Pero Perséfone lo jalaba del brazo, apremiándolo para que siguiera caminando.

-¿Y a dónde vamos exactamente? -preguntó Rupert, sintiéndose muy cansado-, porque el campamento está muy lejos y ya no me queda oxígeno suficiente para llegar.

-...seguir caminando... no rendirse...tú poder salvarte...comunidad ayudarte... -decía Perséfone con tono apremiante.

-Como quieras -dijo Rupert resignado.

Siguieron avanzando por el túnel hasta que llegaron a una divergencia, Perséfone tomó la desviación guiando a Rupert. Después de un tiempo de camino el minero vio una pálida iluminación que se iba incrementando conforme se acercaban a lo que parecía ser el fin del túnel.

''¿Acaso esto será lo que la gente ve antes de morir, una luz al final del túnel?'' pensó sombriamente.

Salieron a otra cueva y el traje de Rupert emitió una alerta; había detectado una considerable concentración de oxígeno, lo necesario como para respirarlo. Sin esperar más Rupert se quitó el casco y permitió que sus pulmones se llenaran de ese gas vital de origen extraterrestre, aunque sintió una punzada de dolor al intentar aspirar tan fuerte, así que dejó que su propio cuerpo respirara de forma normal.

Cuando se salvó de morir asfixiado observó a sus alrededores y confirmó sus sospechas; era el mismo sitio que había avistado a través del hueco cuando se dirigían al nido de las arañas, pero ahora podía observarlo mejor. La iluminación era provocada por unos hongos bioluminiscentes de los que estaba repleta la cueva, también había de esos que Rupert llamó ''brócolis'' y estos eran los que producían el oxígeno. Pero también notó algo más, no estaba sólo; además de Perséfone estaba rodeado por muchos xeno-humanos quienes lo observaban atentamente.

-Así que este es el hogar de ustedes ¿eh? -dijo Rupert-, bueno, las arañas han muerto así que están a salvo. Y sean agradecidos ya que yo no voy a poder disfrutar de las ganancias del icuantum, moriré aquí en esta cueva. Sólo les pido un favor ¿está bien? Entierrenme junto a una botella de un buen whisky, de preferencia de cosecha terrícola.

Y Rupert soltó una risa ante su propio chiste, pero comenzó a toser sangre violentamente.

-...él matar enemigos...nosotros deber salvarlo...la comunidad debe recibirlo...será uno de nosotros... -dijo Perséfone en la mente de Rupert.

-...salvarlo...

-...enemigos muertos...

-...uno de nosotros...

Rupert sintió un gran temor al escuchar todas esas voces en su mente. No sabía si la cueva resonaba con las voces, o era su cerebro que había sido saturado con extrañas señales que no podían ser percibidas por los oídos, pero sí escuchadas por la mente.

-¡No! ¡Basta! -exclamó atemorizado.

Todos los xeno-humanos se reunieron en torno a Rupert; sus ojos comenzaron brillar y los tentáculos de sus cabezas se movían de forma acompasada como algas marinas siendo mecidas por la marea.

-...uno de nosotros...-decían las voces.

-¡Deténganse! -suplicó una vez más Rupert.

-...uno de nosotros...

-No tengas miedo papá, todo va a estar bien, estaremos juntos de nuevo.

Rupert sintió que se le heló la sangre al escuchar esta voz, y cuando volteó a ver a quien había hablado, Perséfone había adquirido la forma de una persona; el de una hija perdida mucho tiempo atrás.

-¿Melinda? -dijo Rupert con voz trémula.

Melinda/Perséfone sonrió y sus ojos adquirieron una tonalidad azul al mismo tiempo que comenzaron a brillar y Rupert perdió el conocimiento.

Él despertó, abrió los ojos y vio que estaba sumergido en un lugar lleno de agua. Estiró los brazos y tocó una membrana que rompió fácilmente, levantó la mitad de su cuerpo sacándolo del líquido donde estaba sumergido y vio a su alrededor, y él fue observado.

Salió del capullo y se encontró que estaba desnudo, pero eso no importaba. Rupert observó los lugares donde había sido herido por las arañas y notó que estaba sano, las heridas se habían cerrado sin dejar cicatriz alguna. Entonces lo supo; su mente se llenó de golpe de recuerdos de eventos que habían ocurrido.

Los científicos comenzaron a temer de sus creaciones ya que habían evolucionado demasiado rápido y amenazaban con sobrepasarlos; no se habían hecho más fuertes o más rápidos, pero sí más inteligentes y desarrollaron capacidades extrasensoriales como la telekinesis, el poder de leer mentes e incluso de controlarlas. Los xeno-humanos se dieron cuenta que tarde o temprano los científicos los verían como una amenaza, así que planearon una forma de librarse de sus creadores. En lo profundo del sistema de cuevas descubrieron una especie alienígena invasora; las criaturas que Rupert llamó arañas. Se mantenían hibernando, esperando un evento que las despertara de ese letargo y eso fue la intervención de los xeno-humanos. Fueran sacadas de su letargo y manipuladas por estos seres para que atacaran y devoraran a los científicos. Sin embargo pronto estos aliados temporales se convirtieron en una amenaza, devorando periódicamente a algunos de ellos para evitar que se extinguieran y repusieran los miembros que perdieron. Entonces llegó Rupert guiado por sus sueños de riqueza.

Pero eso ya no importaba, de hecho a Rupert no le afectó enterarse que estos seres en apariencia inofensiva pudieran tener un lado malvado. Lo habían salvado y así como ellos compartieron sus recuerdos con él lo mismo ocurrió a la inversa; ahora ellos tenían nociones de ingeniería eléctrica, uso de armas, programación e incluso como pilotar una nave; toda una nueva gama de conocimiento fue añadido al saber colectivo de la Comunidad.

Su plan de extraer icuantum y montar una operación minera que lo volvería rico había perdido todo significado. Ahora sólo estaba él y la Comunidad a la que ahora pertenecía.

Mientras pensaba en todo esto notó que Perséfone estaba a su lado tomándole una mano, ambos se observaron por un rato y sonrieron. Rupert había llegado a esa luna con la esperanza de obtener riquezas, pero encontró un lugar al cual pertenecer y un grupo de seres con quienes se identificaba aunque todo eso sus nuevos congéneres se lo habían implantado en la mente.

Pero eso ya no importaba, ahora Rupert pertenecía a ellos y a la Comunidad, y todos ellos pertenecían a la profundidad de esa luna olvidada.