En
la profundidad.
Rupert avanzaba
lentamente por el oscuro túnel, iluminando su camino con la potente
linterna que traía acoplada en el hombro del traje.
-Vaya que está
profundo -dijo susurrando-, pero por lo que he visto nadie ha venido
por aquí, si ese es el caso, ¡puede que encuentre vetas de mineral
intactas! ¡Seré rico!
Rupert era una de
tantas personas que exploraban los confines de la galaxia en busca de
fama y fortuna. Había probado de todo; desde trabajos honestos como
mercader, operador de cargueros e incluso guardia de una fábrica, y
pasando por otros oficios no muy legales tales como asaltador de
cargueros -irónicamente-, mercenario y traficante. Ahora había
optado por ser minero espacial; había miles de asteroides, mundos y
lunas de donde podría recolectar minerales que podrían ser vendidos
al mayor postor.
Claro está que al
ser minero no se estaba exento de peligros; competencia rival,
derrumbes dentro de las cavernas en especial en lugares de mucha
actividad sísmica y las criaturas que las habitaban. Rupert ya
estaba acostumbrado a esos riesgos, así que no le asustaba la cueva
donde se encontraba actualmente. Había aterrizado en la luna de un
mundo localizado en las fronteras de la Administración Colonial,
incluso existía una colonia en dicho planeta, pero como las
fronteras era zonas marginales no siempre había una estricta
vigilancia en las colonias, mucho menos para evitar que mineros
ilegales como Rupert realizaran expediciones sin permiso.
-Bien por mí -decía
Rupert mientras caminaba por la cueva-, hasta ahora sólo me he
topado con esas cosas parecidas a gusanos, pero nada que sea
peligroso. Bueno, por mí esta mejor, una expedición minera sin
obstáculos es mucho mejor... ¿que fue eso?
Dirigió la luz de
su linterna hacia un hueco a su derecha, por el rabillo del ojo le
pareció ver movimiento. Iluminó por unos minutos el hueco pero no
vio nada.
-Hmm, habrá sido
mi imaginación -dijo para después continuar su camino.
Continuó su
búsqueda de riqueza internándose más en el sistema de cavernas.
Estaba seguro de no
perderse ya que regularmente dejaba marcadores luminosos que le
mostrarían el camino de regreso a la superficie y a su nave, además
que usando un sistema de ecolocalización trazaba un mapa de las
cuevas por donde pasaba, que se guardaba en su sistema de
exploración. Además tenía puesto un traje especialmente diseñado
para exploraciones en cuevas; hecho de una tela resistente de grado
militar y placas de metal en la zona del pecho. El casco aislaba su
cabeza del exterior carente de oxígeno, y en la espalada cargaba un
tanque lleno de este gas vital que la podía durar cerca de tres
horas, dependiendo de la actividad física que realizara. Por último
portaba un fusil que disparaba ráfagas de energía concentrada,
capaces de crear un agujero en la roca. Equipado de esta forma Rupert
se sentía muy seguro, aunque se lamentaba de que todo el equipo le
costó muy caro.
-Maldición
-exclamó fastidiado- he caminado cerca de una hora y no he
encontrado nada, sólo tengo oxígeno para una hora más y después
tengo que regresar. Pero no me rendiré tan fácilmente, no señor,
me costó mucho venir aquí y no me iré sin las manos vacías.
De repente se topó
con una figura humanoide a unos metros delante de él, era un traje
de exploración que probablemente aún tenía a su usuario dentro.
Cuando lo iluminó bien descubrió que era una persona tirada en el
suelo.
-¿Hola? -dijo
alzando la voz.
Pero no obtuvo
respuesta, solo el eco de su voz que salía del altavoz de su traje
fue lo que escuchó. Activó su detector de calor corporal para
verificar si la persona dentro del traje aún tenía vida. Pero
después de unos minutos los resultados fueron negativos. Rupert se
acercó lentamente sin dejar de apuntar con su arma, cuando llegó
más cerca le dio unos ligeros puntapiés a lo que era la bota el
traje y descubrió que era muy ligero, como si estuviera vacío.
Entonces Rupert hizo un descubrimiento macabro; sólo había
encontrado de la cintura para abajo, la mitad del traje, el resto no
estaba; había sido desgarrado de forma violenta. Cuando revisó
mejor descubrió dentro del traje solamente una parte de columna
vertebral, el coxis y el resto de huesos de las piernas. Muy nervioso
dirigió el haz de su linterna a varias partes mientras apuntaba,
pero no descubrió nada.
-Creo que no soy el
primero en venir a este sitio -dijo con voz trémula-, y parece que
sí existen cosas que pueden matarme.
Cuando se
tranquilizó reanudó su camino pero ahora con el conocimiento de que
debía ser muy cuidadoso. Sin embargo el resto del trayecto fue
tranquilo, no hubo señales de criaturas peligrosas.
Entonces llegó a
una enorme caverna, era extensa tanto a lo largo como lo ancho y la
luz de su linterna no alcanzaba a iluminar el techo.
-¡Vaya! -dijo
emocionado-, ¡pero que grande es! Estoy muy seguro que si encontraré
algo, lo juro por las canas de mi madre y las barbas de mi padre,
aunque nunca lo conocí al muy cabrón.
Continuó su
camino con su ánimo renovado.
Afortunadamente la
cueva no tenía muchos obstáculos que entorpecieran su avance; sólo
algunas rocas grandes que podían ser evadidas con facilidad. Revisó
los niveles de oxígeno de su tanque y la batería de su traje, aun
tenía para hora y media de camino pero decidió que regresaría, ya
que si avanzaba más tal vez el oxígeno y batería no le durarían
para el regreso. Justo cuando se daba media vuelta vio algo a su
derecha, dirigió el haz de luz y vio algo que le preocupó.
-Un campamento -dijo
preocupado.
Se acercó con
cautela sin dejar de apuntar; pudiera ser que otros mineros hubieran
llegado antes y eso podría explicar el cadáver que encontró,
aunque no creyó que otras personas mataran a alguien de forma tan
brutal, pero después de tanto tiempo de vagar por el espacio había
descubierto que los humanos eran capaces de cualquier cosa.
El campamento
constaba de tres estructuras en forma de domo, medirían cerca de
cinco metros de alto con un diámetro de siete metros; las
estructuras estaban colocadas en paralelo y en un extremo del
campamento había un generador de energía y otra instalación más.
Cuando Rupert estuvo a unos cuantos metros se dio cuenta que estaba
abandonado; no había iluminación ni actividad de algún tipo.
Se acercó a la
primera estructura y vio una puerta abierta, entró por ella y activó
su detector de calor. No había señales de calor de algún tipo, ni
de maquinarias o de formas de vida. Estaba completamente oscuro y el
mobiliario desordenado.
Rupert caminó con
cuidado mientras iluminaba a todas partes.
-Esto parece ser un
comedor -dijo al ver mesas y sillas.
También encontró
contenedores de comida en las mesas y tirados en el suelo, tomó uno
y revisó la fecha de caducidad.
-Humm, febrero del
2180, caducó hace siete años, ¿que fue lo que ocurrió aquí?
Inspeccionó los
otros dos edificios donde hizo más descubrimientos; un laboratorio,
algunas computadoras, un centro de control y almacenes.
-Por lo que veo
-dijo Rupert pensativo-, esto no parece un campamento minero, más
bien era una expedición de científicos, ¿que buscarían aquí
esos cerebritos?
Revisó la central
de energía y la otra instalación, la cual resultó ser un generador
de oxígeno.
-Entonces por eso
tiene estas tuberías que van hacia los tres edificios, para llevar
oxígeno, tal vez el dióxido de carbono era bombeado hacia aquí
para convertirlo de nuevo en oxígeno. Esto me puede ser muy útil,
esta casi todo intacto, como si quienes estuvieran aquí se fueran
intempestivamente dejando todo atrás.
Rupert decidió que
eso sería todo por ese día, a la jornada siguiente regresaría con
algunas herramientas para poner a funcionar la central y el generador
de oxígeno.
-¡Perfecto! -se
dijo emocionado-, no he encontrado rastros de minerales, pero sí un
posible campamento de avanzada, si logro hacer funcionar el generador
y la central de energía ya no tendré que regresar a la nave a cada
rato. Tendré más libertad para...
Rápidamente giró
hacia la derecha y arrojó la luz de su linterna al mismo tiempo que
apuntaba con su arma. Se quedó un tiempo iluminando unas rocas
mientras fijaba sus ojos en ellas.
-Juro esta vez que
sí vi algo, no estoy loco, ¡había algo ahí! -se dijo preocupado.
Con cautela rodeó
las rocas para verificar que no había algo escondido del otro lado,
pero no había nada.
Rupert hizo el gesto de
rascarse la cabeza, aunque estuviera dentro del casco, se sentía muy
desconcertado por lo que acaba de suceder. Sin tardar más tiempo
emprendió el camino de regreso hacia su nave, pero esta vez sabía
que no estaba solo.
Una vez en su nave
se quitó el traje, cargó el tanque de oxígeno y la batería de su
traje. Después activó cuatro robots humanoides que traía consigo,
les introdujo en su sistema los datos acerca de la localización del
campamento abandonado. Preparó varias cajas con herramientas y otros
objetos y le ordenó a los robots que llevaran eso al campamento;
Rupert comería y descansaría mientras sus ayudantes transportaban
las cajas.
Cuando transcurrieron
cerca de siete horas Rupert despertó en su litera, se sentía
completamente descansado y listo para otra jornada de trabajo.
-Bien -dijo mientras
se acercaba a una consola-, veamos como fue todo.
Revisó el estado de
los robots los cuales tenían la órden de quedarse en el campamento
a la espera de que Rupert llegara.
-Que extraño -dijo
mientras veía la pantalla de la consola-, falta un robot.
Recibía la señal
de tres de sus máquinas que estaban en el campamento, faltaba el
cuarto robot.
Envió señales de
radio para ver si obtenía respuesta alguna pero fue en vano.
-Carajo -dijo un
poco molesto-, sólo cuando llegue allá veré que sucedió.
Se puso su traje,
comprobó que estuviera listo para la jornada de trabajo, tomó su
arma y unos cartuchos al igual que unas herramientas y partió, no
sin antes ordenar a la computadora de la nave que desactivara los
sistemas y entrara en modo de suspensión.
Emprendió el largo
camino hacia el campamento, siempre iluminando con su linterna los
traicioneros pasillos de roca. Tenía la esperanza de encontrar al
robot perdido, pudiera ser que su sistema falló y fuera necesario
reiniciarlo, pero no hubo señales de la máquina perdida.
Cuando llegó donde se
encontraba el cadáver o lo que quedaba de él, Rupert le cubrió con
algunas piedras a modo de lápida, no había forma de darle un
entierro más propio.
Se encontró con una de
las cajas que debía ser transportada, estaba volcada con su
contenido regado en el suelo.
-Mierda -dijo molesto.
Recogió las
herramientas y las metió de nuevo en la caja, revisó los seguros y
descubrió que habían sido abiertos. Observó a su alrededor
iluminando con su linterna pero no vio nada, ni siquiera al robot
faltante.
-Bueno, no puedo perder
el tiempo buscando a la chatarra esa, no sé que le pasó y no
intentaré descubrirlo, aún tengo a los otros tres -dijo Rupert
resignado.
Molesto y más
extrañado se dirigió al campamento donde encontró a los otros
robots en modo de suspensión, los ''despertó'' y envió a uno de
ellos por la caja que dejó atrás.
El resto de la jornada
la pasó acondicionando el campamento para su uso; solamente
utilizaría una de las tiendas como vivienda que era la que tenía el
comedor ya que también ahí estaban los camarotes de los
desaparecidos dueños. Después reparó las tuberías que conducían
el oxígeno y los cables de energía. Acto seguido le tocó el turno
a la central de energía y el generador de oxígeno. Afortunadamente
para Rupert estas instalaciones no tenían daño alguno, simplemente
dejaron de funcionar cuando un sistema automático dejó de detectar
presencia humana.
-Listo -dijo cuando
cerró la tapa de los circuitos de la central de energía.
De forma paulatina los
sistemas de la tienda que eligió como habitáculo comenzaron a
funcionar; luces y consolas se encendieron. El generador de oxígeno
comenzó a funcionar y bombeó el gas vital hacia el habitáculo. De
regreso a su vivienda Rupert se quitó el casco y aspiró el oxígeno.
-¡Ah! Qué fresco
-dijo con satisfacción.
Arregló un poco el
comedor para hacerlo más acogedor y minutos más tarde tomaba el la
comida. Después hurgó en la única computadora que estaba encendida
y descubrió un mapa en 3D del sistema de grutas.
-¡Genial! -dijo
entusiasmado al ver su descubrimiento-, con esto podré explorar con
más facilidad.
Entonces notó que una
cueva estaba señalada con rojo; se encontraba en lo más profundo
del sistema de grutas.
-Qué extraño, ¿que
podrá significar eso? Y esta otra cueva, tiene un marcador verde.
La cueva que tenía una
marca roja tenía una nota que decía: ''¡peligro!''. La cueva
marcada de verde tenía otra nota; ''hábitat de ellos''.
-¿Hábitat de ellos?
¿Qué quiere decir eso? -dijo Rupert confundido.
Pero le restó
importancia a las advertencias y partió de su campamento llevándose
a dos robots, el otro se quedaría en el campamento para vigilarlo.
Dejó la cueva y se
internó por una de las grutas indicadas en el mapa. Durante una hora
Rupert viajó por el sistema de grutas; siempre buscando indicios de
vetas de minerales preciosos. Planeaba extraer un poco de los
minerales que encontrara, cerca de diez toneladas, después lo
vendería al mejor postor y regresaría a la luna con más robots
para que minaran y buscaran vetas, mientras él supervisaba todo
desde la comodidad de su nave.
-Esto será pan comido,
por lo que veo nadie más ha entrado en este lugar, sin contar a los
científicos, así que tal vez yo seré el primero en extraer
minerales. Además que parece que no hay criaturas peligrosas, puede
que esta expedición minera me deje muchas ganancias.
Se encontraba en una
cueva de menor tamaño. Los robots habían traído consigo unas cajas
que tenían distintas herramientas; entre estas estaban unas que
producían pequeñas ondas sísmicas que viajaban por la dura roca,
un medidor especial leía estas ondas para analizar su
comportamiento; dependiendo de su velocidad cuando atravesaban
ciertas formaciones rocosas era la forma de detectar minerales
preciosos.
Rupert y los robots
habían tomado distintas zonas de la cueva para tener un rango más
amplio de búsqueda, de esa forma las posibilidades de encontrar algo
de valor aumentaban. Y aunque hasta ahora no había visto formas de
vida no por eso iba a ser descuidado; sobre dos montículos de rocas
Rupert colocó dos torretas semiautomáticas; eran dos armas de un
sólo cañón cada una, capaces de disparar balas de grueso calibre
mediante fuerzas electromagnéticas que destrozarían a los
infortunados bichos que fueran detectados por sus sensores, los
cuales tenían un rango de acción de veinte metros.
Durante el tiempo que
duró eta operación Rupert se sentía intranquilo; a pesar de que
tenía a los robots y dos torretas semiautomáticas tenía la extraña
sensación de que estaba siendo vigilado. De vez en cuando escuchaba
ruidos de piedrecillas que ruedan e incluso de pasos, una vez le
pareció ver una figura humanoide entre unas rocas cercanas pero
cuando dirigió su haz de luz no descubrió nada.
-Hermano -se decía-,
no sé si esta cueva tiene algo, o la luna donde está, pero no dejo
de ver y escuchar cosas. Hasta ahora no he visto alguna forma de
vida, sólo esos gusanos así que por eso creo que no hay nadie. Pero
también están esos extraños bulbos que he visto, parecen huevos
pero muy grandes, ¿de qué podrían ser?
Una de las cosas que
encontró en esa cueva y en las grutas que lo llevaron a ella fueron
los restos de capullos o huevos pero de gran tamaño, donde bien
podría caber una persona. Hacia tiempo que habían eclosionado así
que la gran mayoría de ellos estaban secos.
-Tal vez en los
archivos del campamento haya información de ellos... ¿¡que carajos
ocurre!? -exclamó alarmado de repente.
Una de las torretas
había emitido un estridente pitido y giró bruscamente en una
dirección y comenzó a dispararle a lo que había detectado. Rupert
se acercó a esa torreta con su arma lista. Después de unos
segundos la torreta dejó de disparar pero seguía apuntando.
Lentamente Rupert se acercó a lo que había sido eliminado y cuando
la luz de la linterna iluminó el área el minero se llevó una
desagradable sorpresa
En el suelo yacía una
extraña criatura; el cuerpo lo conformaba una esfera amorfa de piel
suave pero repleta de pelos erizados. Tenía diez patas, cinco en
cada lado del cuerpo y cada pata terminaba en una mano de tres garras
muy afiladas. Si las garras no la hacían lo suficientemente
preocupante la boca tenía un extraño arreglo de piezas bucales
parecidos a los de una araña pero repleto de dientes afilados; era
más que obvio que esa criatura no era vegetariana.
-¡Por las barbas de mi
abuelo! -exclamó Rupert preocupado-, ¡es una suerte que haya traído
estas torretas! Si no fuera por ellas no habría escuchado a esta
cosa acercarse... ¡Eh! ¿Quien está ahí?
Había escuchado ruido
en algún lugar cercano e incluso pasos que se alejaban rápidamente.
Observó a las torretas pero estas no reaccionaron, no habían
detectado algo. Observó ceñudo hacia donde escuchó el ruido
durante unos momentos. Reanudó su trabajo pero esta vez más
nervioso que antes. Tiempo después ordenó a los robots recoger todo
y regresar al campamento. No habían encontrado nada de valor.
Pero las sorpresas no
habían terminado ya que en el camino de regreso encontró al robot
perdido. Estaba escondido en un recoveco que Rupert y los otros
robots habían pasado por alto.
-¡Eh! ¡Tú! -le dijo
en cuanto lo vio- ¿qué haces aquí? ¿Porqué abandonaste la
directiva que te dí?
Pero la máquina no le
respondió, simplemente se quedó ahí parada. Rupert le dijo a uno
de los robots que tomara control de sus sistemas y le ordenara
acompañarlos. Así el grupo de tres máquinas y minero regresó al
campamento.
En cuanto llegaron
guardaron las herramientas y entraron en el edificio que había sido
acondicionando para vivir; Rupert puso a recargar la batería de su
traje y el tanque de oxígeno, así como las celdas de energía de
los robots, al robot perdido le revisó su banco de datos para
averiguar porqué se había alejado del campamento. Los registros
audiovisuales estaban algo dañados pero lo que Rupert pudo observar
lo dejó muy extrañado; en la imágenes aparecían figuras
humanoides que llevaban de la mano al robot hacia alguna parte, pero
no se pudo apreciar bien hacia donde exactamente.
-Qué diablos significa
eso -dijo pensativo.
Comió de sus reservas
de alimentos y antes de irse a dormir ensambló cuatro torretas y las
colocó a distancias equidistantes alrededor del domo. También
instaló unos reflectores que iluminaron una gran parte del exterior.
-Bien -se dijo
satisfecho mientras observaba a uno de sus centinelas-, desafío a
una de esas cosas a que se acerque, mis “muchachos” la llenaran
de balas antes de que pueda chillar.
Sintiéndose más
tranquilo Rupert se metió a su tienda, dejó el traje en su lugar,
se quitó parte de la ropa y tumbándose sobre un catre dejó que el
sueño lo dominara.
Tiempo después
despertó debido a la muy natural -y a veces molesta- sensación de
orinar. Medio dormido se dirigió a un extremo de la tienda donde
había un retrete químico que Rupert no logró hacer que funcionara
y ahí atendió al llamado de la naturaleza. De regreso a su catre
observó brevemente al exterior por una de las ventanas y continuó
su camino, cuando se detuvo en seco y regresó apresuradamente. Se
restregó la cara para ahuyentar el sueño y observó con atención.
En el linde de la zona
iluminada, a un lado de una rocas, Rupert vio una figura humanoide.
''Que diablos es eso''
pensó mientras observaba.
La figura parecía
titubear, se movía como si quisiera ver al interior de la tienda.
Entonces avanzó lentamente hacia la tienda.
-Vamos, acercate, -dijo
Rupert con una sonrisa malévola-, hazlo, y veré como mis ''chicas''
te mandan al otro mundo.
El ser siguió
caminando y la luz de los reflectores lo iluminó; entonces Rupert
exhaló un grito ahogado.
-¿¡Un niño!?
-exclamó asombrado.
La criatura era de
estatura baja, cerca de un metro o un poco más, piel de tono
ligeramente azulado, boca pequeña y dos grandes ojos azulados. Y en
verdad que recordaba a un niño pequeño, de hecho sus facciones eran
muy humanas, sólo que no tenía nariz y en la superficie de su piel
brillaban unos puntitos blancos. En la cabeza tenía miles de
pequeños apéndices parecidos a tentáculos que hacían de cabello.
Rupert observó muy
extrañado a este visitante.
-Pero que demonios, eso
no es un niño humano, claro que no, carajo ¿será que estas
cavernas están habitadas por alguna civilización alienígena?
La criatura siguió
acercándose lentamente. Rupert notó que traía algo en la manos
pero no podía ver que era.
El ser se acercó hasta
sólo quedar a unos cuantos metros de la entrada y dejó en el suelo
lo que traía consigo, después se alejó apresuradamente
internándose en la oscuridad de la cueva.
Rupert se quedó
atónito, observó ceñudo a las dos torretas que estaban afuera.
-¿Porqué carajos no
le dispararon? -espetó molesto.
Rabiando Rupert se
vistió de nuevo y se puso su traje, tomó su arma y salió al
exterior. Lo primero que hizo fue revisar las torretas; a cada una le
revisó los sensores de movimiento y usando una pequeña consola
revisó su programación.
-No tienen ningún
fallo -dijo extrañado-, entonces ¿porqué no lo detectaron?
Muy extrañado y
molesto regresó al interior del campamento cuando reparó en una
piedra que había en el suelo; era el objeto que dejó la extraña
criatura. Con una ceja levantada por el escepticismo Rupert se acercó
a la roca y la tomó, noto que emitía una serie de brillos como si
tuviera pequeños metales incrustados en su superficie. Una vez
dentro del domo se quitó su traje, lo puso en la estación de carga
de nuevo y dejó la piedra en una mesa sin darle mucha importancia.
Horas después despertó
con cierto malestar ya que le costó conciliar el sueño.
-Buenos días -dijo a
la soledad.
Se vistió y tomó el
almuerzo, el cual constaba de café instantáneo y un guiso de pollo
empaquetado. Terminó de comer y se dispuso a comenzar otra jornada
de trabajo. Mientras se dirigía a tomar su traje de la estación de
carga reparó en la piedra de la noche anterior. Recordó todo el
episodio; desde la aparición de la extraña criatura hasta cuando
dejó la piedra.
-¿Qué pudo significar
eso? -se preguntó Rupert al evocar el suceso.
Observó atentamente la
piedra, vio el brillo emitido por los minerales que contenía.
-Bien, veamos que es
-dijo Rupert tomándola.
Buscó en las cajas
hasta que encontró un instrumento utilizado para analizar la
composición de rocas y minerales. Cortó un trozo de la piedra y lo
sometió a un análisis. El proceso duró unos minutos.
-¡Joder! -exclamó con
voz ahogada cuando vio los resultados del análisis-, ¡no puede ser
cierto! ¡Es icuantum!
El icuantum era un
mineral descubierto en los primeros siglos de la exploración
espacial. Su principal característica era que tenía una elevada
conductividad eléctrica; mayor que la de los minerales conocidos por
la humanidad. Las computadoras cuyos circuitos estaban hechos de este
mineral era más rápidas y eficientes, revolucionando varios
aspectos de la actividad humana tales como la exploración espacial
ya que se logró el mejor invento hasta ahora realizado; el salto
hiperespacial, un método que aceleró la exploración y la
colonización de varios mundos.
El problema era que el
icuantum era un mineral muy escaso, y por lo tanto su precio era
elevado. El dinero obtenido por la venta de un kilogramo le
permitiría a una persona vivir muy bien durante mucho tiempo.
Los ojos de Rupert
brillaban y en su mente solo resonaba el sonido del dinero que aún
no tenía, pero que en un futuro disfrutaría; la avaricia lo hacía
soñar. Pero primero debía obtener ese mineral.
Rupert parpadeó
saliendo de su dulce ensoñación. Instintivamente se dirigió a las
ventanas y observó hacia afuera, pero no había nadie.
-Hmmm -gruñó
pensativo.
Salió de su campamento
y se dirigió a la caverna donde trabajó la jornada anterior. Lo
acompañaban dos robots quienes transportaban las cajas con
herramientas e instrumentos utilizados en minería.
-Ahora sé que hay algo
valioso en esta mugre roca -decía Rupert mientras caminaba-, pero
¿dónde podrá estar? Tal vez esa criatura sepa donde hallar
icuantum, pero ¿cómo encontrarla de nuevo?
Rupert y sus robots
llegaron a la caverna y se dispusieron a trabajar. Se repartieron
distintas zonas donde colocarían las sondas sísmicas y colocaron
las torretas. Mientras Rupert buscaba un lugar ideal para colocar su
dispositivo encontró algo que le extrañó; en una grieta vio lo que
parecía ser el la manga de un traje de exploración. Cuando se
acercó notó que era una parte de lo que sería el pecho del lado
izquierdo y la manga ya mencionada.
-¿Qué es eso? -dijo
Rupert notando algo en una parte del tejido desgarrado.
Iluminó una placa de
identificación donde rezaba: ''Dr. Isaac Mann''
Rupert vio ceñudo esta
placa. Entonces recordó los restos humanos que encontró en su
primera incursión.
Hasta ahora no le había
importado el destino de los habitantes de su campamento, los cuales
supuso que fueron científicos. Pero con este descubrimiento y el
recuerdo de la mitad de esqueleto se puso a pensar en lo que le pudo
ocurrir a esas personas, y tal vez fue un final funesto.
Tomó el trozo de traje
y lo revisó; descubrió que en la parte interna tenía manchas de
sangre seca. Iluminó la grieta donde lo encontró y pudo observar
que era la entrada de una gruta de tamaño reducido donde a penas
cabría una persona; dicha gruta se internaba en el suelo hacia algún
lugar.
Rupert comenzó a
pensar en todos estos hallazgos y algo le decía que podrían estar
relacionados con las dos únicas formas de vida que había
encontrado; las arañas con garras y los seres humanoides.
-¿Quien de ellos
tendrá que ver con la desaparición de los científicos? -se dijo
Rupert.
De pronto escuchó
ruidos, piedrecillas rodando y pasos. Rupert alistó su arma y
observó a sus alrededores atentamente. Dirigió su vista hacia las
torretas pero estas no reaccionaron, seguían girando sobre sus bases
escaneando sus alrededores.
-Esas cosas no detectan
nada, aún así sé que hay algo por ahí cerca -dijo Rupert.
Se dirigió al centro
de su lugar de trabajo y elevó la voz.
-Sal de ahí, no te
haré daño.
Por unos instantes no
ocurrió nada, incluso los ruidos cesaron. Rupert frunció las cejas
sintiéndose consternado. De pronto escucho pasos detrás de él.
Giró rápidamente y ahí, a unos cuantos metros estaba uno de esos
seres.
La criatura lo
observaba atentamente, como si anticipara alguna reacción violenta
de parte de Rupert, sus pequeños tentáculos se movían en su cabeza
al unísono y en dirección del minero. Parecía tener algo entre las
manos como el otro ser de tiempo atrás. Claro está Rupert había
apuntado su fusil de forma instintiva pero cuando vio que era uno de
esos ''niños azules'' -como él los había llamado-, bajó su arma.
Los dos seres se
observaron mutuamente, esperando a que uno diera el primer paso.
La criatura se acercó
un poco más y dejó en el suelo lo que tenía en la manos. Rupert lo
observó y las pupilas se le dilataron por la avaricia; era otro
trozo de icuantum. Literalmente se lanzó sobre el trozo de roca como
lo haría un perro hambriento cuando encuentra un mendrugo de pan.
Tan intempestiva fue la reacción que el ser se alejó rápidamente
creyendo que lo iba a lastimar.
-¡Otro trozo de
icuantum! -exclamó Rupert- entonces sí existe alguna veta en este
lugar... ¡ah demonios! -dijo después dirigiéndose a la criatura,
quien se había alejado a cierta distancia-, disculpa amiguito, es
que me emocioné mucho cuando vi este mineral.
Dejó a un lado su arma
y lentamente se acercó al ser, quien lo observaba detenidamente.
-No te preocupes -dijo
Rupert con un tono de voz amigable-, no te voy a hacer daño. Mira,
te daré un poco de comida si me dices donde encontraste este
mineral, ¿de acuerdo?
Pero la criatura lo
siguió observando atentamente, como si no hubiera entendido lo que
dijo. Frustrado Rupert le mostró la roca y la señaló con el dedo
en un intento por comunicarse con el ser. Entonces la criatura
extendió su brazo hacia él con la mano abierta; durante unos
segundos movió la mano ligeramente como si quisiera saludar y el
''cabello'' emitió un extraño brillo azulado. Entonces se alejó
unos pasos y después se giró viendo a Rupert y le hizo una seña de
que lo acompañara. Intrigado el minero le ordenó a los robots que
recogieran todo y después se dispuso a seguir a su extraño guía.
Salieron de la caverna
y el grupo siguió al ser, quien los guió a través de una serie de
grutas. Durante el camino se encontraron de nuevo con esos capullos
que Rupert ya había observado con anterioridad; todos ya estaban
vacíos pero algunos tenían aspecto como de haber sido desgarrados
desde afuera. A pesar de que el icuantum dominaba el pensamiento de
Rupert no por eso dejó de estar ceñudo cada vez que se encontraban
con esos capullos.
Después de un tiempo
llegaron a una caverna muy grande; mucho más grande que la caverna
donde estaba el campamento de Rupert. Cuando quiso iluminar el techo
el haz de luz no alcanzó a llegar al techo.
-¡Demonios! -se dijo
asombrado.
Pero la criatura no se
detenía, seguía avanzando así que Rupert y sus robots la
siguieron.
Mientras caminaban
Rupert se dio cuenta que no estaban solos; entre las sombras pudo
vislumbrar figuras pequeñas que se movían furtivamente, algunas
incluso lo observaban brevemente antes de desaparecer entre la
oscuridad.
Inicialmente Rupert se
sintió tenso, pero al ver que las criaturas eran de la misma especie
que su guía se tranquilizó.
''Se ve que esa
criaturilla no está sola, hay más como ella. Por lo que sospecho no
son una civilización extraterrestre ya que no veo algo que me diga
que tengan tecnología avanzada'' pensó el minero.
Habían avanzado por un
camino que parecía escarbado entre la roca, como si alguien ya
hubiera estado ahí. Bajaron a una parte plana de la caverna y Rupert
hizo un extraño descubrimiento; se encontró con unas extrañas
figuras que tenían aspecto de brócoli que se extendían a varios
metros delante de él. Estas cosas palpitaban ligeramente, cuando
Rupert tocó una de ellas se sacudió y expulsó un extraño gas
amarillo. Su traje emitió una alarma ya que había detectado una
toxina en el gas.
-¡Mierda! -se dijo
alejándose de los brócolis,-, mejor me alejo de ellos.
Pero los sensores de su
traje también detectaron una ligera concentración de oxígeno.
-¡Imposible! -se dijo
sorprendido- pero, ¿qué es lo que lo produce?
Se dio cuenta que su
guía se había detenido esperándolo, así que dejó de lado la
cuestión del origen del oxígeno y siguió al ser.
Después de un
tiempo llegaron a una pared rocosa, tal vez formaba parte de los
límites de la caverna. La criatura se detuvo y le indicó con un
dedo a Rupert una fractura, Rupert se acercó e iluminó donde le
indicaron y casi suelta la linterna por la estupefacción; la
fractura media cerca de tres metros de largo y tal vez medio metro de
ancho, Rupert se acercó lentamente y observó con atención las
innumerables chispas que brillaban debido a la concentración de
mineral que tenían.
-Que me den con un
rotomartillo -susurró con voz ahogada-, si esto es icuantum entonces
debe haber varios kilos en este yacimiento.
Le ordenó a sus robots
que utilizaran las sondas sísmicas sobre la grieta; las colocaron y
cuando comenzaron a emitir las ondas Rupert observó su
comportamiento en una pantalla; primero apareció una capa de color
gris la cual representaba a la roca, entonces una forma más oscura
se dibujó; cuando Rupert obtuvo la imágen completa casi se le va la
respiración.
-¡Imposible! -dijo
asombrado-, ¡es un yacimiento de al menos una tonelada de icuantum!
¡Demonios!
Dejó de ver la
pantalla y dirigió su atención a la fisura en la roca; Rupert había
perdido el color debido a una fuerte emoción que sentía en ese
instante. La criatura por su parte solamente lo observaba
atentamente, como analizando su comportamiento. Entonces,
repentinamente desvió su atención hacia algún lugar de la cueva;
lentamente dio unos pasos adelantándose mientras miraba en la
oscuridad. Si Rupert no estuviera metido en su ensoñación habría
notado que su pequeño guía se veía muy nervioso, casi atemorizado.
Entonces de forma imprevista dio media vuelta y salió huyendo
emitiendo un extraño chillido. Rupert escuchó el sonido que hizo la
criatura, sacándolo de un sueño de dinero y lujos.
-¿Qué sucede? -dijo
confundido.
Entonces lo escuchó;
un extraño murmullo que comenzó como un susurro lejano pero que
rápidamente se acercaba a su posición. El sonido de muchos
chasquidos -'¡click clak!'- se aproximaba; Rupert sintió la misma
preocupación que su guía.
-Señor -dijo uno de
los robots acercándose a Rupert-, mis sensores detectan una gran
cantidad de criaturas que se acercan rápidamente.
-¿Qué? -dijo Rupert
preocupado-, ¿cuantos son?
-No he podido calcular
el número exacto pero creo que son más de cien.
Los chasquidos se
aproximaban rápidamente llenado la cueva de un sonido estridente y
que le puso los pelos de punta a Rupert.
-¡Rápido, ensamblen
las torretas, aunque sea dos y prepárense para el ataque! -ordenó
Rupert.
Los robots abrieron las
cajas donde estaban los centinelas y comenzaron a ensamblarlos,
Rupert por su parte se preparó para defenderse. Echó una ojeada a
sus alrededores pero no divisó a su pequeño guía, tal vez se había
escondido en alguna parte. Entonces un pensamiento le asaltó la
mente.
''Espera, ¿y si esa
criaturilla me tendió una trampa y me trajo hasta aquí para ser
devorado por esas cosas?''
Pero no tuvo tiempo
para seguir pensando porque los chasquidos se hicieron más fuertes y
Rupert vio a los invasores; primero eran un grupo de diez o más que
aparecieron a unos cien metros de donde estaba, pero después toda
una oleada avanzó chasqueando ferozmente.
-¡Demonios! -exclamó
Rupert con voz ahogada.
La luz de su linterna
iluminó a las criaturas que iban en la vanguardia y descubrió que
pertenecían a la misma especie que sus torretas mataron la vez
anterior; las arañas con garras en las patas y pelos de punta.
Avanzaban rápidamente moviendo sus diez patas de forma eficaz, y
sacudían sus piezas bucales llenas de dientes, eso era lo que
provocaba los chasquidos.
Pero los invasores
fueron recibidos por los disparos de Rupert; ráfagas de energía
concentrada se impactaban en sus cuerpos hasta que caían. Muy pronto
Rupert descubrió que esos animales eran difíciles de matar; se
necesitaban cerca de cinco o seis tiros para poder atravesar su
espeso pelaje y dañar la piel y tejidos.
Aún así él no dejaba
de disparar; había encontrado una veta de un mineral muy valioso y
no lo abandonaría tan fácilmente. Pero las arañas tampoco
cederían, seguían avanzando inexorablemente en oleadas, y no
importaba que algunas de ellas murieran, abrumarían a Rupert con la
fuerza numérica.
Pronto otros disparos
se unieron a los de él; los dos robots disparaban dándole apoyo a
Rupert, pero no era suficiente, las criaturas avanzaban pisando los
cadáveres de sus congéneres ya que sólo tenían un único
objetivo; alimentarse, y nada las detendría.
-Pero ¿y las torretas?
-preguntó Rupert a uno de sus robots-, ¿acaso no las armaron?
Y como respuesta otros
disparos sonaron mientras las criaturas volaban en pedazos; las
torretas hacían su trabajo disparando proyectiles de alto calibre
mediante fuerzas electromagnéticas. El avance de enjambre disminuyó
un poco; parecía que los animales comenzaban a dudar pero no lo
suficiente como para detenerse.
Las cavernas, que se
habían mantenido silenciosas durante mucho tiempo ahora resonaban
con el sonido de los disparos, el ''¡click!'' ''clack'' de las
criaturas y los chillidos de estas cuando morían.
Pero para Rupert la
situación pasó de ser levemente peligrosa a casi desesperada. No
importaba cuantos de estos bichos murieran, seguían llegando más y
más y estaban a punto de arrasarlos. De pronto un pitido de alerta
sonó en su traje.
-¡Por todos los
diablos! ¿¡Y ahora qué sucede!? -exclamó molesto.
De pronto algo ocurrió
en las criaturas, las que iban en primera fila comenzaron a sacudirse
en estertores para después caer al suelo y sacudir sus patas en
agonía; este extraño fenómeno se extendió rápidamente ah todo el
enjambre.
Rupert observaba
extrañado.
-¿Que demonios?
Entonces notó algo que
hasta ese momento había pasado por alto; las extrañas formas que él
llamó ''brócolis'' también se sacudían, pero al hacerlo
expulsaban su gas venenoso. Como a una señal todos estos organismos
se sacudían al unísono expulsando gas que muy pronto llenó el
ambiente de la cueva envenenando a las arañas atacantes.
Afortunadamente para Rupert su traje lo protegía del veneno.
La oleada de arañas se
detuvo y rápidamente comenzó a regresar; en el camino iban muriendo
aquellas que no lograban escapar a tiempo de los gases tóxicos. Y
así como comenzó el ataque igualmente terminó, de forma rápida a
inesperada.
Rupert, los robots y
torretas dejaron de disparar y observaron lo que ocurría. El minero
observó a su alrededor, viendo como el suelo de la cueva quedó
cubierto por los cadáveres de sus atacantes.
-Si no fuera por esos
brócolis entonces no la hubiera contado -comentó Rupert.
Entonces fue cuando se
dio cuenta de algo que podría ser el principal obstáculo para su
futura operación minera; si quería extraer ese valioso icuantum en
paz, primero debía hallar la forma de eliminar a esas arañas, y de
forma definitiva.
Esperó hasta que la
nube de gas venenoso se disipó, entonces le ordenó a sus robots que
recogieran todo; regresarían al campamento para planear el siguiente
movimiento.
En el camino de regreso
Rupert se encontró con el ''niño azul'', el pequeño guía que lo
había llevado hasta ese yacimiento de icuantum. Por un instante lo
observó ceñudo ya que sospechaba que más bien le había tendido
una trampa, pero cuando lo vio hincado frente a un cadáver se llevó
una sorpresa; eran los restos de otro niño azul, parcialmente
devorado, y alrededor estaban los cadáveres de las arañas que
probablemente murieron por el gas liberado por los ''brócolis''.
Por un momento Rupert
observó al que estaba vivo quien solamente estaba ahí, de rodillas
frente a los restos de uno de sus congéneres. Extendió un brazo
para tocar el cadáver y ahí se quedó sin hacer otro gesto.
Rupert pasó de largo
dejando al ser llorar a su muerto, si es que en realidad eso estaba
haciendo.
De regreso en el
campamento comió algo y descanso, después cargó la batería de su
traje y las celdas de energía de los robots.
-Maldición -decía
mientras le daba mantenimiento a su arma-, no me esperaba semejante
ataque, un enjambre completo de esas cosas, en definitiva debo buscar
alguna manera de lidiar con esas arañas o serán un estorbo cuando
instale mi expedición minera.
Cuando descubrió el
icuantum, Rupert ya había ideado un plan; recolectaría al menos
cien kilos del mineral, después los vendería utilizando los medios
clandestinos que le eran familiares, con el dinero adquirido
compraría más robots y herramientas necesarias para la extracción
de icuantum; no contrataría personal humano porque no quería gastar
en salarios y comprar provisiones adicionales. Pero no podría hacer
nada si antes no hacia algo con esa plaga.
Rupert suspiró
abrumado ante las expectativas, pero no iba a abandonar una veta tan
grande de icuantum, y muy probablemente no sería la única en las
entrañas de esa luna. Entonces un pensamiento lo asaltó.
-¿Porque esa
criaturilla me mostró ese trozo de icuantum aquella vez?
Esa era una de las
preguntas primordiales que debió hacerse antes de dejarse llevar por
la codicia.
-No lo entiendo -se
decía Rupert mientras limpiaba su arma-, ese niño azul solamente
apareció a la entrada de mi campamento llevando el trozo de mineral,
y lo dejó ahí como para incitarme a que lo siguiera.
Entonces Rupert se
quedó quieto un momento y después dirigió su vista hacia el frente
completamente azorado.
-¿¡Y cómo es que
sabía que yo vine aquí buscando minerales!?
Pero las reflexiones de
Rupert fueron interrumpidas por un sonido sordo que le llegó del
exterior. Guardó silencio mientras prestaba atención, internamente
deseaba no escuchar un '¡click!' '¡clack!' ya que si las arañas
habían llegado hasta su campamento no sería capaz de defenderlo.
Entonces alguien tocó
a la puerta, Rupert se sobresaltó e instintivamente apuntó hacia la
entrada aunque su arma estaba parcialmente desensamblada. Dejó en la
mesa su rifle y se acercó, observó por la ventana pero no vio nada,
entonces la puerta sonó de nuevo y cuando dirigió su vista hacia
abajo vio a uno de los niños azules, quien lo observaba a su vez.
-¿Eh? -dijo Rupert
desconcertado- ¿tú? Bueno, no sé si serás el mismo pero, ¿qué
quieres?
-...enemigos...como...matarlos
Rupert se sobresaltó a
un más.
-¿Quien dijo eso?
-dijo mirando a todas partes asustado.
-...archivos...ahí...decir...
Entonces cayó en la
cuenta, observó de nuevo al ser que estaba afuera y este igualmente
le dirigió la mirada.
-...archivos...
-¿Está
hablando en mi mente? -se dijo azorado Rupert.
Y la criatura señalaba
hacia una parte.
-¿Archivos? ¿A qué
se refiere? Es más, ¿acaso saldré ahí afuera e iré a donde me
quiera llevar?
Algo que observó fue
que cuando escuchaba la misteriosa voz en su mente los pequeños
tentáculos en la cabeza del ser se agitaban al unísono.
Rupert observó hacia
las torretas que había colocado; se movían en ángulos de casi
180°, escaneando el terreno en caso de que alguna criatura no humana
se acerca al campamento. Pero por alguna razón ese ser no era
detectado por los sensores de las torretas así que podía caminar
frente a ellas sin ser acribillado.
-...archivos...
-seguía diciendo la criatura.
Más tarde Rupert salía
por la puerta embozado en su traje y con su arma. La criatura comenzó
a caminar en dirección de uno de los domos que Rupert no utilizó;
era el que servía de laboratorio a los investigadores desaparecidos.
Cuando estuvo más
cerca notó que una luz salía de la puerta abierta, el niño azul
entró por ella. Dudando Rupert se detuvo unos instantes, pero
reanudó su camino.
El
laboratorio estaba parcialmente iluminado, algunas lámparas estaban
encendidas además de las pantallas de las computadoras.
-Que extraño -dijo
Rupert-, no recuerdo haber conectado este domo al suministro
eléctrico.
Observó a su guía que
estaba delante de él, quien lo miraba atentamente.
''¿Acaso el lo habrá
conectado?'' pensó.
-...nosotros haberlo
hecho... hermanos y este servidor haberlo hecho...
Rupert se sobresaltó.
-Esa voz de nuevo en mi
cabeza ¿Puedes leer mentes? -preguntó nervioso.
La criatura lo observó
atentamente.
-...sí....
Rupert se sobresaltó
de nuevo y se sintió preocupado. La mente de una persona es el
último bastión de privacidad que se tiene, y que exista un ser
puede leer mentes significaba una amenaza a esa privacidad; no todo
mundo quiere que los demás se enteren de sus secretos.
Entonces Rupert notó
movimiento y rápidamente apuntó su arma, para su sorpresa descubrió
que no estaba solo; había más seres deambulando por el laboratorio.
Algunos examinaban los objetos a su alrededor, otros incluso estaban
sentados frente a las computadoras y parecía que las utilizaban.
Rupert estaba asombrado
y no sabia qué decir, entonces notó que su guía le señalaba hacia
uno de los ordenadores que estaba encendido, haciéndole señas de
que lo utilizara.
-¿Qué pretendes?
-dijo Rupert elevando su voz- ¿para qué quieres que vaya hacia esa
computadora?
-...archivos...
solución... amenaza...
-¿Amenaza?
¿Te refieres a las arañas?
El ser hizo un gesto
afirmativo, pero Rupert seguía dudando.
-Bueno, después de
todo debo eliminar a esas cosas, tal vez ahí haya alguna forma de
como hacerlo.
Tomó asiento frente a
la computadora y observó la pantalla.
-¿Por dónde debo
empezar?
Entonces la criatura se
acercó y colocó una mano sobre el teclado e inmediatamente se
inició una búsqueda de archivos. Rupert se sobresaltó inicialmente
cuando vio como la pantalla cambiaba rápidamente, con tanta
información pasando delante de él. Entonces se detuvo y ante él
había varios ficheros. El ser se alejó del teclado e invitó a
Rupert que revisara la información contenida en esos ficheros.
Fue ahí en donde hizo
varios descubrimientos; primero que las arañas tenían su nido en
una cueva muy profunda, que se internaba al menos dos kilómetros en
las entrañas de la luna. Y los ''brócolis'' que despedían gases
venenosos eran en sí hongos que desarrollaron esa defensa para
evitar que las arañas se los comieran.
-Bien -dijo Rupert un
poco fastidiado- es un poco interesante, pero yo no vengo a que me
den clases de biología, sino a encontrar una forma de eliminar a
esas cosas. ¿De qué me sirve saber donde viven y que los brócolis
expulsan veneno para defender de las arañas? ¡Me quiero defender a
mí!... espera un momento.
Revisó una vez más
los archivos y entonces descubrió algo; los científicos tenían
planes para utilizar las esporas venenosas para defenderse de las
arañas, incluso ya tenían una fórmula para crear el veneno usando
las esporas, pero por lo que Rupert vio no avanzaron más.
-Esto sí puede ser
útil -dijo mientras miraba la pantalla-, entonces creo que haré un
pequeño cambio de planes; recolectaré algunas muestras de esos
hongos, iré a la colonia del planeta y buscaré a alguien que me
sintetice suficiente de ese veneno y cuando regrese lo lanzaré en el
nido de esas cosas, ¡y asunto resuelto! Qué listo soy, pero ¿porqué
esos científicos no terminaron eso?
Entonces Rupert comenzó
a revisar los otros ficheros, entre estos había una bitácora hecha
por un científico y algo que emocionó a Rupert; una forma de como
sintetizar el veneno de las esporas.
-No sólo ya tenían la
fórmula del veneno, sino que habían conseguido lo necesario para
fabricarlo, pero por alguna razón no lo hicieron, ¿cuál habrá
sido la razón?
Por curiosidad Rupert
abrió la bitácora y descubrió que estaba dividida en varios
archivos de vídeo. Estuvo a punto de abrir uno cuando escuchó a las
torretas abrir fuego. Rápidamente tomó su arma y salió al exterior
dirigiéndose al domo que usaba como campamento.
Al llegar vio como sus
centinelas abrían fuego a unas formas que se movían en la
oscuridad, rápidamente encendió los reflectores y estos iluminaron
un enjambre de arañas que provenía de la gruta que descendía al
otro nivel.
-¡Maldita sea!
-exclamó alarmado.
Entró al domo y activó
los robots que se estaban recargando, les ordenó tomar sus armas y
que le ayudaran a defender el campamento.
Una vez más Rupert y
sus robots se enfrascaban en una lucha por protegerse; armas de
energía y centinelas disparaban sin cesar, matando a decenas de
criaturas pero estas no parecían ceder, seguían llegando mientras
caminaban sobre los cuerpos de sus congéneres solo para unirse a
ellos con sus cuerpos destrozados por las balas de los defensores.
Después de quince
minutos de combate las arañas comenzaron a retirarse, Rupert observó
como su número comenzó a disminuir gradualmente hasta que las
últimas se dieron media vuelta y huyeron por donde regresaron.
Rupert respiraba de
forma intranquila, el visor de su casco se había empañado producto
del sudor que corría por su rostro.
-Creo que se han ido
-se dijo aliviado.
Las torretas seguían
apuntando hacia adelante, listas para disparar sobre cualquier cosa
que se moviera.
-Si planeo hacer algo
debe hacerse ahora mismo -dijo Rupert mientras observaba el suelo de
la caverna cubierta de criaturas muertas-, esas cosas no creo que se
rindan tan fácilmente, puede que regresen en mayor número, si eso
ocurre entonces no podré detenerlas. No traje muchas municiones ya
que no planeaba quedarme mucho tiempo, si encontraba algo entonces me
iría para conseguir más equipo y suministros y regresar para montar
una expedición minera.
Escuchó un ruido y
volteó hacia atrás; los niños azules se habían reunido y
observaban el campo de batalla.
-...ellos...devorarnos...
-sonó este pensamiento en su mente.
-ellos...querer...salir...de
mundo sombra...
-¿Mundo sombra?
-dijo Rupert confundido, aunque inmediatamente entendió el
significado- ah, en otras palabras quieran salir de la luna, ¿cierto?
El grupo de seres hizo
un gesto afirmativo de forma unánime.
-Bueno por mi que se
larguen de aquí, están entorpeciendo mi pequeña empresa.
-...creadores...despertarlos...
-dijo otro pensamiento.
-¿Creadores? ¿Qué
significa eso? -dijo Rupert confundido.
-ellos...crearnos...
Y uno de los seres
extendió su brazo hacia el campamento.
-¿Los científicos de
aquí los crearon? ¿Y para qué?
Pero todas las
criaturas guardaron silencio. Rupert notó este gesto.
-¿Y ustedes saben que
les ocurrió?
-ellos...devorarlos...
-Humm, así que
las arañas se comieron a los científicos, bueno yo seré el próximo
si no lidio con ellas pronto.
Rupert regresó al
laboratorio y revisó los archivos de nuevo. Cuando estudió por
completo los datos acerca de los hongos se le ocurrió una idea; se
llevó a los cuatro robots y algunas herramientas y se dirigió a la
cueva donde crecían los hongos. Su plan era desenterrar algunos y
colocarlos a lo largo de todo el camino que iba desde esa cueva hasta
la que tenía el campamento. Pero había un problema, recordó que
esos hongos al ser tocados era cuando expulsaban las esporas
venenosas y algo que notó era que podían corroer su traje, pero los
niños azules comprendieron lo que quería hacer y se ofrecieron a
ayudarle. Usando sus poderes contenían las esporas facilitando el
trabajo de Rupert y sus robots. Afortunadamente los ''brócolis''
eran livianos y una persona podía transportarlos de uno en uno.
Varias horas fueran dedicadas a esta tarea; desenterrar los hongos y
transportarlos hasta el lugar donde serían plantados de nuevo.
Durante todo el viaje de transporte los niños azules acompañaban a
los transportadores, conteniendo las esporas con sus poderes.
-Demonios -dijo Rupert
mientras se tiraba en su camastro dentro del campamento-, estoy
exhausto.
La operación había
durado cerca de cinco horas, durante las cuales Rupert tuvo que
regresar al menos dos veces al campamento para recargar su tanque de
oxígeno e incluso dos robots dejaron de funcionar porque sus celdas
se descargaron completamente. Para su buena suerte no hubo signos de
las arañas y ahora que todo el camino hasta el campamento estaba
''resguardado'' por los hongos probablemente esas criaturas no
llegarían hasta ahí. Pero Rupert sabía que no era seguro, esas
cosas podían encontrar otro camino para invadir la cueva nuevamente.
-Bien, podría irme
llevándome conmigo algunas muestras de esos hongos y la fórmula que
hicieron los científicos, buscar a algún químico que me prepare
varios tanques de veneno para regresar y arrojarlo al nido de esas
cosas y asunto solucionado. Por otra parte podría hacerlo yo mismo,
según los archivos esos cerebritos ya tenían todos los materiales
necesarios para fabricar el veneno, podría ahorrarme tiempo y dinero
que gastaría al contratar a alguien para que lo haga, y tal vez
también evitar preguntas innecesarias.
Mientras estaba
recostado Rupert escuchó ruido dentro de su habitáculo,
perezosamente se giró en su camastro y vio a uno de los niños
azules caminando mientras observaba a su alrededor. Rupert le había
permitido la entrada cuando la criatura le dijo que podía depurar la
programación de los robots para hacerlos más eficientes, además de
ayudarle a poner a punto los sistemas del habitáculo. Para sorpresa
y alegría de Rupert el ser cumplió con su trabajo; muchos aparatos
que no servían o que lo hacían a medias debido a un prolongado
tiempo sin ser utilizados ahora funcionaban a la perfección, en
especial la cocina automática y el retrete químico.
-Oye, Perséfone -lo
llamó Rupert.
Creyó que era adecuado
ponerle un nombre ya que si solamente le decía ''oye tú'' o ''niño
azul'' sería muy genérico, además que extrañamente esa criatura
le recordaba a alguien de su pasado, aunque Rupert no sabía muy bien
porqué.
Cuando escuchó el
nombre que le asignaron el ser observó a Rupert con atención.
-Entonces, ¿dicen
ustedes que los científicos los crearon? ¿Cómo?
-...ellos
crearnos...pero no aquí...traernos de otro lugar...nosotros no ser
permitidos...
-¿No ser permitidos?
-dijo Rupert confundido.
-no...nosotros...no
ser permitidos por otros creadores...decir que ser...peligrosos...
-¿Peligrosos?
-dijo Rupert escéptico.
Observó bien a esa
criatura; su cuerpo pequeño y menudo, manos y pies que ni siquiera
tenían uñas, la boca que al parecer no tenía dientes.
''¿En qué sentido
estos seres son peligrosos?'' pensó Rupert mientras observaba a su
pequeño huésped.
Sin contar el color
azul de su piel y ese cabello que se movía como pequeñas serpientes
podría pasar como un niño alienígena.
De forma impulsiva
Rupert alargó su brazo y tocó la cabeza de la criatura; por un
momento Perséfone se asustó por lo sorpresiva de esta acción, pero
cuando el humano comenzó a acariciar gentilmente la cabeza se
relajó. Los pequeños apéndices comenzaron a tocar la mano y Rupert
sintió una repentina sensación de calma, y tranquilidad.
-Que extraño -se dijo-
pareciera que me estoy acariciando a mí mismo.
-...¿hija?...
Rupert se sobresaltó
al escuchar esto.
-¿Qué? -dijo
turbado.
-...¿recordar a
hija?...
Bruscamente Rupert
apartó su mano de la cabeza del ser y se levantó de su camastro, la
criatura lo observó confundido.
-Eso fue hace mucho
tiempo... y ahí es donde el pasado debe quedarse -dijo con voz
sombría- bien, es hora de trabajar. Perséfone.
La criatura lo observó
de nuevo.
-Si tú y los tuyos
quieren que me deshaga de esas cosas entonces deben ayudarme; vamos a
armar la planta química que los científicos trajeron y fabricar el
veneno.
Acto seguido Rupert se
puso su traje y salió al exterior.
Rupert y sus robots
inspeccionaron el almacén donde encontraron las piezas necesarias
para armar una pequeña planta química, incluso encontró los
precursores químicos necesarios para crear el veneno, sólo era
cuestión de armar la planta y colocar en compartimentos especiales
los contenedores de los químicos.
Ensamblar la planta le
llevó más de dos horas; muchas de las piezas eran muy pesadas
además que su acoplamiento requería una precisión milimétrica.
Obvio que Rupert no participó en armar la planta, sólo se dedicó a
darle órdenes a los robots; tenía suerte que eran máquinas con una
programación que impedía el libre albedrío, o de lo contrario
tendría que lidiar con una rebelión de autómatas. Perséfone y sus
congéneres se ocuparon de la programación y de conectar la planta
al suministro de energía.
-Bien -dijo cuando la
planta estuvo ensamblada-, todo listo, hora de colocar los
precursores químicos.
La planta química era
de un tamaño pequeño a comparación de aquellas que se utilizaban
en las fabricas de las zonas industriales; era el tipo de máquina
utilizada por personas que no planean quedarse mucho tiempo en un
lugar o cuyas necesidades no requerían de una instalación más
grande, y cuando su propósito hubiera sido culminado podría ser
desensamblada y guardada en la bodega de una nave para su transporte
o abandonada.
Con ayuda de los robots
colocó los contenedores en sus lugares correspondientes, después
activó el proceso en una consola y dejó que el sistema automatizado
hiciera el resto, tardaría cerca de cinco horas en terminar.
-Iré a descansar
mientras tanto -dijo Rupert.
Mientras descansaba en
el habitáculo se dedicó a ver los vídeos de la bitácora; los
cuales habían sido grabados por alguno de los científicos
desaparecidos. Por nombre de archivo tenían las fechas en las que
fueron grabados.
Decidió reproducir el
primer archivo. Los videos constaban de fotografías, gráficos y
otros elementos que Rupert no comprendió del todo, aunque para su
alivio una voz narraba todo lo que había ocurrido.
27/10/2173.
Con el fin de poder
llevar a cabo el experimento debíamos encontrar un lugar adecuado
para llevarlo a cabo, lejos de la molesta mirada de la administración
colonial y de los obtusos miembros del consejo científico; no están
listos para atestiguar el próximo paso en la evolución de nuestra
especie...
Después de mucho
buscar encontramos un lugar propicio para el experimento: la luna de
una de las colonias de la zona fronteriza. En esta zona la
administración colonial no tiene mucha influencia, así que
estaremos a salvo de miradas indiscretas y de tontos de mente
estrecha...
01/11/2174
Por fin llegamos a
la luna antes mencionada. El viaje no fue fácil ya que tuvimos que
ser inventivos para desaparecer sin dejar rastro, pronto comenzaran a
preguntarse a donde fueron varios científicos llevándose los
organismos modificados y el material orgánico alienígena que será
objeto de experimentación.
Cuando llegamos a a
luna, el primer descubrimiento que hicimos fue un sistema de cuevas
que se ramifica al interior del satélite, no sabemos su extensión
exacta pero estimamos que ha de ser muy profunda. Enviaremos sondas
robóticas para que la exploren...
03/11/2174
Enviamos las sondas
y después de dos días regresaron trayendo consigo un mapeado de una
parte de las grutas. Descubrimos una cueva de grandes dimensiones y
de suelo casi plano y con pocos guijarros, el lugar perfecto para
instalar el campamento. Dentro de las cuevas estaremos a cubierto de
satélites y sensores de las naves que pasan cerca de la luna, y
también de la radiación de la estrella que orbita el planeta. Pero
eso no es lo más importante, para nuestra gran sorpresa las sondas
detectaron un lugar donde hay oxígeno respirable, aún no podemos
explicar este fenómeno pero será debidamente estudiado. Igualmente
las sondas tampoco detectaron la presencia de criaturas peligrosas,
sólo unos organismos pequeños que parecen ser inofensivos los
cuales desde mi punto de vista no merecen la pena de ser
estudiados...
12/10/2174
Logramos instalar el
campamento en la cueva antes mencionada sin ningún problema, y fue
justo a tiempo ya que los organismos se han desarrollado por completo
en sus tanques de gestación; los hemos observado moverse muy
agitados e incluso uno de ellos ya estaba completamente consiente.
Recuerdo que me observaba atentamente a través del cristal de su
tanque, colocó una mano sobre la superficie y por puro reflejo lo
imité colocando mi mano en el mismo sitio, entonces la retiré
rápidamente porque me pareció sentir algo extraño...
Antes de comenzar
con el experimento, Mann insistió que que debíamos investigar
exhaustivamente el sistema de cuevas con el fin de descartar la
posibilidad de que existan organismos que hagan peligrar el
experimento. Algunos de nosotros nos opusimos ya que eso significaría
perder tiempo y exponer a los investigadores a riesgos innecesarios,
por otra parte Mann tenía razón ya que las sondas no pueden ser
completamente fiables, pudieron pasar por alto algunas cosas que sólo
podrían ser descubiertas por un ojo humano. No tenemos opción pero
creo que seguiremos la sugerencia de nuestro colega...
17/10/2174
Una partida de
exploración compuesta por mí, otros dos científicos y algunos
robots exploramos el sistema de cavernas y no encontramos nada
peligroso, pero sí interesante. Anteriormente las sondas habían
detectado la presencia de oxígeno respirable, así que cuando
investigamos el lugar donde hicieron la lectura encontramos un
inesperado ecosistema; en ciertas cuevas conectadas entre sí
encontramos varias especies de hongos que son los que producen
oxígeno, aunque aún no sabemos como lo hacen pero hemos tomado
algunos para ser estudiados.
Cuando regresamos al
campamento descubrimos que nuestros sujetos de estudio habían sido
sacados de sus tanques de gestación. Quedé sorprendido y a la vez
molesto; le pregunté a mis colegas que se habían quedado acerca del
porqué de este hecho, debieron esperar a que todos estuviéramos
juntos para sacarlos de sus tanques.
-'Ellos querían
salir de sus tanques' -me dijo una investigadora.
-'¿Querían salir?'
-le dije extrañado.
-'Sí, por alguna
razón creí que ellos ya no querían estar metidos en un lugar tan
estrecho así que los saqué'
Quise discutir
acerca de este comportamiento tan caprichoso pero me sentía muy
cansado como para enfrascarme en disputas inútiles así que lo dejé
pasar...
-Así que estas
criaturillas no son de por aquí -dijo Rupert después de haber leído
estas grabaciones-, fueron traídas por los cerebritos. Estos
cabrones serían arrestados por tráfico de especies alienígenas,
pero creo que hay más vídeos que ver.
25/10/2174
Ocho días han
pasado desde que comenzamos con el experimento, y hemos hecho
interesantes descubrimientos; nuestros sujetos de estudio son rápidos
a la hora de asimilar conocimientos y usarlos para su beneficio; en
un día aprendieron a leer y escribir, en tan solo unas horas pasaron
de hacer operaciones aritméticas a resolver ecuaciones de doctorado.
En verdad es impresionante lo mucho que han avanzado, ¿de qué serán
capaces en los días que están por venir? No logro comprender ni
tampoco aceptar la mente tan cerrada de los miembros del centro de
investigaciones; les asustaba el hecho de que estos seres fueron
creados por la combinación de ADN no humano con el nuestro y no
querían enfrentarse a las consecuencias de que una especie híbrida
existiera, ¿acaso olvidan que la evolución también se ha dado
debido a la hibridación entre criaturas de distintas especies? Que
tontos son, los investigadores que estamos aquí seremos quienes
atestiguaremos la siguiente etapa de la evolución humana, y si es
posible nosotros guiaremos a la nueva especie humanoide hacia un
futuro brillante.
Como comentario
aparte hemos descubierto la razón de que esos hongos produzcan
oxígeno; se alimentan directamente de icuantum. Dentro de sus
cuerpos realizan un complicado proceso de descomposición de las
moléculas de este mineral, absorbiendo los nutrientes que necesitan
y a la vez que expulsan los residuos de dicho proceso entre los que
se encuentra el oxígeno.
Este descubrimiento
llevó a otro; estas cuevas son ricas de este mineral tan valuado.
En un principio me
preocupó este hallazgo ya que podría despertar sentimientos de
codicia entre el personal debido a que es un mineral altamente
valuado en el mercado. Pero pensándolo mejor esto podría ser
beneficioso; de la extracción y venta del icuantum obtendríamos
recursos económicos para financiar este experimento. Siendo sincero
esto está resultando mejor de lo esperado...
Creo que debo añadir
al reporte un evento inesperado; al parecer el material alienígena
que trajimos junto con los organismos ha desaparecido, alguien lo
robó de su contenedor. Maldición, no puedo creer que ya empezamos
con problemas, investigaremos quien fue el ladrón y será castigado,
no permitiré que nada o nadie estorbe este experimento...
Rupert comenzaba a
aburrirse; los demás reportes trataban acerca de la actividad de los
sujetos de experimentación y del análisis de lo hongos. Aún así
creyó que estos reportes le fueron de cierta utilidad; si lo que se
decía acerca de los hongos era cierto, de que se alimentaban de
icuantum, eso quería decir que Rupert había dado con la mayor veta
jamás descubierta, si jugaba bien sus cartas él podría convertirse
en uno de los hombres más ricos de la galaxia.
-Al menos estos
cerebritos hicieron algo útil por mí, ahora sé dónde buscar
icuantum. Bien, creo que seguiré leyendo estos reportes, tal vez
haya más información valiosa en ellos.
...hemos hecho un
preocupante descubrimiento; en una de las cavernas más profundas uno
de nuestros compañeros encontró huevecillos. Las sondas los
ignoraron ya que estaban sumidos en una especie de animación
suspendida, así que no daban señales de vida. Pero cuando nuestro
explorador los encontró notó que ya estaban activos. Trajo uno para
que fuera examinado y descubrimos que pertenece a una especie
invasora que es muy agresiva. Si estos huevos eclosionan pondrán en
peligro nuestro experimento. Debemos lidiar con ellos de alguna
forma...
-Vaya
-dijo Rupert cuando leyó este reporte-, así que así fue como los
descubrieron, y debido a ello trajeron la planta química portátil.
Entonces procedió a un
último reporte ya que se sentía cansado de tanto leer.
...han establecido
su propia sociedad, libre de jerarquía alguna. Pareciera que
actuaran bajo una consciencia colectiva; todos trabajan para el
bienestar de su sociedad, no hay cábida para el individualismo y el
egoísmo. Esto puede ser el inicio de una sociedad perfecta...
Rupert dejó los
archivos y se acostó en su camastro. Después de un tiempo
transcurrido sintió que alguien lo movía ligeramente, Rupert se
desertó sobresaltado y observó a Perséfone junto a él.
-¿Qué sucede? -dijo
un poco molesto.
-...veneno...listo...
-dijo el ser dentro de la mente de Rupert.
-¿Ya está? Bien,
manos a la obra entonces.
Perezosamente vistió
su traje y salió al exterior dirigiéndose a la planta, los tres
tanques que contenían los precursores químicos ahora contenían gas
venenoso presurizado.
-Bien -dijo Rupert
mientras observaba los contenedores-, cada uno contiene al menos
veinte kilos de gas, sólo espero que sean suficientes para matar a
esas malditas cosas.
Con ayuda de los robots
cargó los contenedores en plataformas que utilizaba para cargar las
cajas de herramientas, después regresó al habitáculo donde comió
algo y se preparó para el viaje hacia el nido de las arañas, y
después Rupert, sus robots y algunos de los xeno-humanos partieron.
El minero y sus robots
iban armados ya que era muy probable que se enfrentarían contra esos
bichos para meter los tanques de veneno en el nido, entonces Rupert
se dio cuenta de algo que no había considerado, ¿cómo llegar hasta
la cueva donde anidan sin ser atacados?
-...nosotros...conocer...otro
camino...-le dijo Perséfone mientras caminaban-, uno que
ellos...no utilizar...
-¿Ah sí? -dijo
Rupert-, bien, espero que aún sean seguros de transitar.
''Demonios, ni siquiera
dije alguna palabra y ella adivinó mi pensamiento, o más bien lo
leyó'' pensó Rupert con cierta preocupación.
Recorrieron el camino
resguardado por los hongos, los cuales no soltaron sus esporas ya que
los xeno-humanos que iban con Rupert usaron sus poderes para contener
a esos organismos. En vez de seguir por el túnel que habían usado
las arañas para invadir la vez anterior, el grupo se internó en la
caverna donde Rupert encontró el primer yacimiento importante de
icuantum, y también donde estaban los restos del traje del doctor
Mann. El grupo de seis xeno-humanos liderados por Perséfone guió a
Rupert y sus robots hacia el extremo norte de la cueva donde se
encontraba un boquete de no más de dos metros de altura y apenas uno
y medio de grosor.
Rupert observó con
desconfianza este estrecho túnel.
-¿Debemos entrar por
aquí? -preguntó señalando el boquete.
Perséfone y su gente
le hizo una seña afirmativa al unísono.
Rupert seguía dudoso,
observó el equipo que traían y consideró que sería muy
problemático transportar todo por ahí; además de los contenedores
también trajo consigo algunas herramientas por si las necesitaba,
también llevaba tres tanques de oxígeno ya que el viaje sería
largo y no podría regresar al campamento para reabastecerse. Pero la
alternativa sería transitar por túneles que igualmente las arañas
utilizaban para ir y venir y que estarían atestados de ellas.
Resignándose Rupert se metió por el boquete y toda su comitiva lo
siguió.
Durante una parte del
viaje no hubo problema alguno, pero llegaron a cierta parte donde el
túnel se estrechaba más hasta el punto de que debían caminar
agachados. Pronto dejaron de utilizar las plataformas y transportaban
los contenedores a mano, aunque Rupert no se quejó tanto ya que eran
los robots quienes se encargaban de tan tediosa tarea, aunque si le
resultó molesto tener que caminar agachado. Los xeno-humanos al
menos le ayudaban transportando sus tanques de oxígeno.
Después de un tiempo
de viaje el traje de Rupert emitió una alerta, revisó la consola de
control e hizo un extraño descubrimiento; detectaba ciertos niveles
de oxígeno.
-Creo que leí algo de
esto en los archivos -se dijo mientras observaba la caratula de la
consola-, eso quiere decir que por aquí cerca hay de esos hongos que
se alimentan de icuantum y liberan oxígeno, y si eso es cierto
entonces puede que haya una importante veta de ese mineral. Cuando
esas arañas mueran entonteces seré rico.
Mientras avanzaban
Rupert notó un hueco por el túnel de donde emanaba una mortecina
iluminación, además que su traje detectó una elevación en los
niveles de oxígeno. Extrañado observó por el hueco y observó algo
que lo asombró.
-¡Vaya! -dijo
emocionado.
Pero no pudo observar
más ya que sintió que alguien le jalaba de la mano.
-...seguir...no
detenernos... -decía Perséfone en su mente con cierta prisa.
Rupert reanudó su
camino no sin antes darle una última ojeada al hueco.
Después de tanto
caminar e incluso tener que arrastrarse durante varios metros
llegaron a su destino, y Rupert comprendió que no venían preparados
para la tarea. El túnel desembocaba en otra cueva extensa y
achatada, casi como si fuera un domo. Pero lo que más preocupó a
Rupert no fue la forma, sino que toda la cueva estaba repleta de
racimos de huevos del tamaño de una pelota de baloncesto, y al
rededor de estos pululaban cientos de arañas que se movían de acá
para allá.
-Joder... -susurró
Rupert-, ¿¡como diablos se supone que voy a colocar los
contenedores ahí dentro!? ¡Si salgo de este hueco esas cosas me
atacará sin dudarlo! Y no creo que el gas que traigo conmigo sea
suficiente.
-...nosotros...colocar
gas...tú hacerlo explotar... -Perséfone de repente.
-¿Qué? -dijo Rupert
confundido.
-...nosotros hacerlo
funcionar...nosotros hacer que mate a enemigos...
Rupert observó por un
momento a Perséfone, dudando seriamente que ella y sus congéneres
fueran capaces de hacer algo. Pero algo en su interior le decía, o
más bien lo impulsaba a confiar en ellos, casi como si recibiera una
órden.
-Bien, ya estamos aquí,
no se puede hacer otra cosa -dijo Rupert.
En la tapa de cada
contenedor colocó un detonador, el cual la ser activado volaría la
tapa y el gas venenoso sería liberado de forma intempestiva debido a
la alta presión interna. Y si todo salía bien entonces las arañas
morirían ahí mismo,o al menos la mayoría.
Cuando los detonadores
fueron colocados los xeno-humanos cargaron uno por uno haciéndolos
levitar y los colocaron en lugares indicados por Rupert, quien
consideraba que al estar repartidos de forma equidistante el gas
abarcaría gran parte de la cueva cuando fuera liberado.
Rupert se preguntaba
qué harían sus pequeños ayudantes para pasar inadvertidos entre la
multitud de criaturas asesinas cuando se internaron llevando el
primer contenedor. Para sorpresa del minero observó atónito que las
arañas los ignoraban por completo, caminaban a paso seguro sin que
fueran interrumpidos.
-¿¡Cómo es posible
eso!? -se dijo asombrado.
El grupito siguió
caminando sin interrupción alguna, cuando Rupert notó que algunas
arañas que estaban cerca de los xeno-humanos les prestaron demasiada
atención. Cinco criaturas comenzaron a mover de forma desenfrenada
sus terribles piezas bucales llenas de dientes afilados.
-¡Mierda! ¡Los van a
atacar! -susurró Rupert alarmado.
De pronto uno de los
xeno-humanos se apartó el grupo y se dirigió hacia las arañas,
entonces Rupert presenció algo que lo dejó sin habla; las arañas
saltaron sobre la criaturilla y comenzaron a devorarla sin que esta o
sus compañeros hicieran algo para evitarlo. El resto de xeno-humanos
siguió su camino sin prestar atención a tan horrible escena, pero
las arañas los ignoraron.
Colocaron el tanque
donde Rupert les indicó y regresaron, pasando a un lado del grupo de
arañas que se disputaban los restos del sacrificio. Solamente
Perséfone observó por unos momentos lo que quedaba del cadáver
pero después reanudó su camino.
Entonces Rupert recordó
algo que había leído en los archivos pero que no le prestó
atención ya que se estaba durmiendo.
...las criaturas no
parecen atacar a los sujetos de experimentación, no se sabe el
motivo pero creo que tienen un tipo de trato con ellos...
-¿Qué tipo de trato?
-se preguntó Rupert preocupado.
El grupo de
xeno-humanos llegó con el minero para llevarse el otro contenedor
cuando él os detuvo.
-Esperen un momento
-les dijo con tono exigente-, ¿me pueden explicar que sucedió ahí?
¿Porqué uno de los suyos se dejó comer por esas cosas?
-...la misión ser
importante... más importante que uno mismo... enemigos estar
hambrientos y notar nuestra presencia... él sacrificarse para
aplacar hambre... y permitir progreso de misión...
-''Tienen una
consciencia colectiva, todos trabajan por el bien de su sociedad''
recordó Rupert un pasaje de los archivos.
Se llevaron el segundo
contenedor y lo colocaron en el lugar indicado, esta vez no hubo
incidentes de algún tipo, pero cuando dejaron el tercer y último
contenedor las arañas dieron muestras de querer alimentarse, fijando
su atención en el grupo de xeno-humanos. Perséfone dio un paso al
frente y se acercó a las criaturas, una de ellas se abalanzó sobre
el ser pero su cuerpo fue destrozado por una ráfaga de energía. Las
otras criaturas sufrieron el mismo destino cuando los robots de
Rupert les dispararon. Perséfone se quedó estática de la sorpresa
cuando sintió que era levantada en brazos . El minero había llegado
por ella para salvarla de tan horrenda muerte.
Cuando Rupert vio como
Perséfone se había ofrecido para ser devorada por las arañas un
sólo pensamiento cruzó su mente: ''No, ella no, no permitiré que
la tragedia de hace años se repita''
Salió del túnel
seguido de los robots y rescató a su hija adoptiva. Pero ahora la
situación había empeorado mucho. Todas las arañas en la cueva
escucharon las detonaciones y los chillidos de sus compañeros
muriendo, fue cuando descubrieron que alguien se había internado en
su nido. Rupert vio una marea de dientes y patas acompañada de un
estruendo de cientos de chillidos y chasquidos que se abalanzaban
hacia él.
Dio media vuelta
rápidamente y corrió hacia la entrada del túnel llevando a
Perséfone entre sus brazos.
-¡Hagan lo que les
ordené! -le gritó a sus robots.
Las máquinas corrieron
hacia los contenedores y cada uno activó los detonadores, las tapas
salieron volando y el gas venenosos salió disparado a chorros; los
xeno-humanos que se quedaron usaron sus poderes para acelerar la
expansión del gas y asegurar que abarcara gran parte de la cueva,
pero murieron envenenados, los robots fueron destrozados por las
rañas. Mientras Rupert escapaba escuchó un estridente sonido de
chillidos de arañas muriendo.
-¡Hijo de perra!
-exclamó extasiado-, ¡creo que sí funcionó!
-...¿hijo
de...perra? -preguntó Perséfone confundida.
-Oh rayos -dijo Rupert
alarmado-, es una expresión, hazme el favor de no aprender mis
palabrotas.
Se movía tan rápido
como se lo permitía el estrecho túnel, y junto a Perséfone se
alejó del nido de arañas.
Pero el viaje de
regreso no fue tan tranquilo ya que Rupert no contó conque varias
arañas habían sobrevivido y le estaban dando caza. Aún estaban en
la parte estrecha del túnel así que luchar ahí no era muy cómodo;
a pesar de que ya habían muerto varias no cejaban en su ataque, se
lanzaban con todo caminando sobre los cuerpos de los caídos con tal
de llegar a su objetivo.
Pronto las balas
comenzaron a faltar y Rupert se vio en una situación desesperada.
Perséfone hacia lo que podía con sus poderes; provocaba que las
arañas se movieran de forma torpe y lenta permitiendo a Rupert
dispararles con mejor precisión. Las balas se acabaron y pasó a una
lucha cuerpo a cuerpo utilizando un cuchillo y las piedras que
encontraba en el suelo.
La lucha había
terminado pero Rupert terminó herido, dos arañas lograron desgarrar
su traje y herir una pierna y parte del torso. Sangraba profusamente
y su traje perdía oxígeno. Le dolía el cuerpo y le costaba
respirar.
-Bueno -se dijo
mientras rengueaba a través del túnel- creo que hasta aquí llegó
todo, las arañas murieron pero a mi me pasará lo mismo, y todo ese
icuantum quedará ahí en espera de que otro aventurero se lo quede.
Pero Perséfone lo
jalaba del brazo, apremiándolo para que siguiera caminando.
-¿Y a dónde vamos
exactamente? -preguntó Rupert, sintiéndose muy cansado-, porque el
campamento está muy lejos y ya no me queda oxígeno suficiente para
llegar.
-...seguir
caminando... no rendirse...tú poder salvarte...comunidad ayudarte...
-decía Perséfone con tono apremiante.
-Como quieras -dijo
Rupert resignado.
Siguieron avanzando por
el túnel hasta que llegaron a una divergencia, Perséfone tomó la
desviación guiando a Rupert. Después de un tiempo de camino el
minero vio una pálida iluminación que se iba incrementando conforme
se acercaban a lo que parecía ser el fin del túnel.
''¿Acaso esto será lo
que la gente ve antes de morir, una luz al final del túnel?'' pensó
sombriamente.
Salieron a otra cueva y
el traje de Rupert emitió una alerta; había detectado una
considerable concentración de oxígeno, lo necesario como para
respirarlo. Sin esperar más Rupert se quitó el casco y permitió
que sus pulmones se llenaran de ese gas vital de origen
extraterrestre, aunque sintió una punzada de dolor al intentar
aspirar tan fuerte, así que dejó que su propio cuerpo respirara de
forma normal.
Cuando se salvó de
morir asfixiado observó a sus alrededores y confirmó sus sospechas;
era el mismo sitio que había avistado a través del hueco cuando se
dirigían al nido de las arañas, pero ahora podía observarlo mejor.
La iluminación era provocada por unos hongos bioluminiscentes de los
que estaba repleta la cueva, también había de esos que Rupert llamó
''brócolis'' y estos eran los que producían el oxígeno. Pero
también notó algo más, no estaba sólo; además de Perséfone
estaba rodeado por muchos xeno-humanos quienes lo observaban
atentamente.
-Así que este es el
hogar de ustedes ¿eh? -dijo Rupert-, bueno, las arañas han muerto
así que están a salvo. Y sean agradecidos ya que yo no voy a poder
disfrutar de las ganancias del icuantum, moriré aquí en esta cueva.
Sólo les pido un favor ¿está bien? Entierrenme junto a una botella
de un buen whisky, de preferencia de cosecha terrícola.
Y Rupert soltó una
risa ante su propio chiste, pero comenzó a toser sangre
violentamente.
-...él matar
enemigos...nosotros deber salvarlo...la comunidad debe
recibirlo...será uno de nosotros... -dijo Perséfone en la mente
de Rupert.
-...salvarlo...
-...enemigos
muertos...
-...uno de
nosotros...
Rupert sintió un gran
temor al escuchar todas esas voces en su mente. No sabía si la cueva
resonaba con las voces, o era su cerebro que había sido saturado con
extrañas señales que no podían ser percibidas por los oídos, pero
sí escuchadas por la mente.
-¡No! ¡Basta!
-exclamó atemorizado.
Todos los xeno-humanos
se reunieron en torno a Rupert; sus ojos comenzaron brillar y los
tentáculos de sus cabezas se movían de forma acompasada como algas
marinas siendo mecidas por la marea.
-...uno de
nosotros...-decían las voces.
-¡Deténganse!
-suplicó una vez más Rupert.
-...uno de
nosotros...
-No tengas miedo papá,
todo va a estar bien, estaremos juntos de nuevo.
Rupert sintió que se
le heló la sangre al escuchar esta voz, y cuando volteó a ver a
quien había hablado, Perséfone había adquirido la forma de una
persona; el de una hija perdida mucho tiempo atrás.
-¿Melinda? -dijo
Rupert con voz trémula.
Melinda/Perséfone
sonrió y sus ojos adquirieron una tonalidad azul al mismo tiempo que
comenzaron a brillar y Rupert perdió el conocimiento.
Él despertó,
abrió los ojos y vio que estaba sumergido en un lugar lleno de agua.
Estiró los brazos y tocó una membrana que rompió fácilmente,
levantó la mitad de su cuerpo sacándolo del líquido donde estaba
sumergido y vio a su alrededor, y él fue observado.
Salió del capullo y se
encontró que estaba desnudo, pero eso no importaba. Rupert observó
los lugares donde había sido herido por las arañas y notó que
estaba sano, las heridas se habían cerrado sin dejar cicatriz
alguna. Entonces lo supo; su mente se llenó de golpe de recuerdos de
eventos que habían ocurrido.
Los científicos
comenzaron a temer de sus creaciones ya que habían evolucionado
demasiado rápido y amenazaban con sobrepasarlos; no se habían hecho
más fuertes o más rápidos, pero sí más inteligentes y
desarrollaron capacidades extrasensoriales como la telekinesis, el
poder de leer mentes e incluso de controlarlas. Los xeno-humanos se
dieron cuenta que tarde o temprano los científicos los verían como
una amenaza, así que planearon una forma de librarse de sus
creadores. En lo profundo del sistema de cuevas descubrieron una
especie alienígena invasora; las criaturas que Rupert llamó arañas.
Se mantenían hibernando, esperando un evento que las despertara de
ese letargo y eso fue la intervención de los xeno-humanos. Fueran
sacadas de su letargo y manipuladas por estos seres para que atacaran
y devoraran a los científicos. Sin embargo pronto estos aliados
temporales se convirtieron en una amenaza, devorando periódicamente
a algunos de ellos para evitar que se extinguieran y repusieran los
miembros que perdieron. Entonces llegó Rupert guiado por sus sueños
de riqueza.
Pero eso ya no
importaba, de hecho a Rupert no le afectó enterarse que estos seres
en apariencia inofensiva pudieran tener un lado malvado. Lo habían
salvado y así como ellos compartieron sus recuerdos con él lo mismo
ocurrió a la inversa; ahora ellos tenían nociones de ingeniería
eléctrica, uso de armas, programación e incluso como pilotar una
nave; toda una nueva gama de conocimiento fue añadido al saber
colectivo de la Comunidad.
Su plan de extraer
icuantum y montar una operación minera que lo volvería rico había
perdido todo significado. Ahora sólo estaba él y la Comunidad a la
que ahora pertenecía.
Mientras pensaba en
todo esto notó que Perséfone estaba a su lado tomándole una mano,
ambos se observaron por un rato y sonrieron. Rupert había llegado a
esa luna con la esperanza de obtener riquezas, pero encontró un
lugar al cual pertenecer y un grupo de seres con quienes se
identificaba aunque todo eso sus nuevos congéneres se lo habían
implantado en la mente.
Pero eso ya no
importaba, ahora Rupert pertenecía a ellos y a la Comunidad, y todos
ellos pertenecían a la profundidad de esa luna olvidada.