Ya tenía recorrido una buena parte del camino pero todavía le faltaba más; aunque ella no parecía quejarse. La suave brisa soplaba a contraviento refrescándole la nuca y las sienes, y aunque el sol estaba en lo más alto del cielo no hacía calor; la noche anterior una ligera lluvia había caído refrescando el ambiente.
Había dejado la pequeña alameda de árboles atrás y subía una colina. Como estaba en terreno alto a donde quiera que dirigiera la vista el escenario era de lo más bello; lomas verdes y en el horizonte enormes nubes blancas alzándose presagiando otra tormenta. A lo lejos se alzaba una enorme estructura en forma de diente de tiburón, tan grande que las nubes apenas y lograban llegar a la mitad; según cuentan las leyendas esa estructura fue construida por los extraños seres llamados “humanos” cuando ellos gobernaban la tierra. La chica recordaba que su madre le contaba esas historias cuando era niña, aunque algunas de ellas se le hacían de tiempos tan lejanos que más bien ya eran mitos.
El paisaje campirano era muy tranquilizador, aunque la viajera tenía que apresurarse ya que aún le quedaba algo de camino hasta llegar al pueblo; por nada del mundo debía viajar de noche, no era para nada seguro; se estremecía con el solo hecho de pensar en lo que podía pasarle. Apresuró el paso dejando a un lado el escenario tan idílico.
Tiempo después ya estaba bajando la colina cuando vio que un viajero iba en dirección contraria a la de ella. Estaba armado con un mosquete de energía y traía un gran saco que iba lleno.
-Buen día –dijo el hombre quitándose el sombrero.
-Buen día –respondió ella.
-¿Vas hacia el pueblo de Listurn? –preguntó el viajero.
-Así es señor –dijo la joven mujer.
-Oh, ten cuidado, parece que pasó algo ahí.
-¿Algo pasó? ¿Qué fue lo que pasó? –preguntó ella intrigada.
-Parece que alguien fue asesinado.
Ella se sorprendió un poco, rara vez se sabía de hechos violentos. No era raro saber de vez en cuando que alguien había muerto por no haber llegado a su casa a tiempo o a alguna zona segura antes del anochecer, pero un asesinato sí que era raro.
-Aún no han dado con el culpable –siguió hablando el viajero- y quién sabe si lo encuentren, pero si yo fuera tu tendría mucho cuidado.
El hombre hizo una ligera reverencia y se alejó, dejando a la joven asombrada y en cierta manera preocupada.
Bajando la colina se podía ver varias estructuras rodeadas de un frondoso bosque; este era el pueblo de Listurn y su destino. El pueblo era una extraña colección de casas con distintas formas; estaban las comunes hechas de piedra y con techo de madera, los pequeños domos de cristal que albergaban vecindarios y las torres donde vivían los pocos pudientes que había en el pueblo. A ella le hubiera gustado vivir en Listurn pero el número de ocupantes era fijo; de acuerdo al Reglamento de Población Global no debían existir más de un cierto número de individuos en una población; en Listurn existían mil habitantes y esa cantidad no debía aumentar; además que a los magos no se les permitía vivir en un pueblo.
Caminaba en la calle principal pero pronto se dio cuenta que no era buena idea por la cantidad de carretas y animales con jinete que debía evadir; así que mejor se subió a la banqueta cercana entonces se dio cuenta de algo; tal y como le había dicho el viajero con quien se encontró se sentía una extraña atmósfera de preocupación y miedo. En cada esquina había grupos de gente que hablaban entre sí mediante susurros, temerosos de ser escuchados. Para empeorar la situación todo aquel que solo sea un visitante era visto con sospecha; ella lo comprobó cuando al pasar a un lado de uno de estos grupos alguien la vio venir y dijo algo de forma apresurada; todos guardaron silencio y la miraron pasar con ojos cautelosos.
Ella se sintió algo incómoda y apresuró el paso alejándose de ellos.
-Oh miren -dijo alguien- es una bruja.
Llamarla “bruja” sonaba un poco grosero no por el hecho de ser mujer, sino del oficio al que ella se dedicaba.
-Nos odian, pero bien que recurren a los estudiantes de lo arcano cuando en verdad tienen necesidad –dijo ella alejándose.
Mientras caminaba entre los grupos de chismosos, lograba escuchar algunos de sus chismes, los cuales no tenían nada de agradables.
-Dicen que lo abrió en canal y le extrajo todos sus órganos…
-Yo oí que solo le quitó su estómago…
-¿Y quién querría eso? La bomba de sangre artificial es más útil…
-¿Y cómo es que tú sabes de eso? ¿Acaso tú eres él asesino?
Pláticas como esta se daban prácticamente en cualquier esquina, cualquiera tenía sus teorías y propias versiones de lo ocurrido, pero la joven decidió no malgastar su tiempo en chismes y siguió su camino.
Después de avanzar un trecho logró llegar a su destino; un pequeño local localizado entre una taberna y un domo vecinal. El exterior lo hacía ver un lugar cualquiera y simplón; en grandes letras de neón tenía escrito “Tienda del Solsticio”; de todos los nombres que se pudieron escoger el fundador de dicho lugar eligió ese; “porque fue en el Solsticio de Cáncer cuando mi padre colocó la primera piedra”, fue el comentario del primer dueño de la tienda, quien al morirse la legó a su hijo, y este a su vez a su hijo y después de cuatro generaciones el descendiente del fundador estaba a cargo de ella.
La chica abrió la puerta y su entrada fue anunciada por la clásica campanilla que anuncia la entrada de un cliente. De inmediato una gruesa figura que estaba mirando una estantería se dio vuelta y miró a la recién llegada.
-Bienvenida –dijo con un tono de voz sin emoción.
El dueño de la tienda miró la pequeña figura cubierta por una capa de terciopelo morado, portando un vestido de azul oscuro muy sencillo, botas de viaje y una bolsa de lona.
-Ah, eres tú Vishna –dijo el dueño de la tienda mientras un monóculo se ajustaba automáticamente en uno de sus ojos.
La chica llamada por este nombre bajó la parte de la capa que le cubría la cabeza dejando al descubierto un cabello rizado corto y castaño.
-Buen día señor Sófocles –respondió ella.
-Es raro verte entre la gente civilizada.
-No me gusta ser muy sociable –dijo Visha acercándose al hombre.
De su bolsa sacó un papel y se lo entregó a Sófocles, él la miró detenidamente y después de decir un desanimado “muy bien” comenzó a buscar en los anaqueles.
Visha mientras tanto ocupo su pequeño tiempo libre en observar a su alrededor. Para estándares de la época en que vivía la chica ese lugar era una tienda de antigüedades, aunque también vendía objetos de uso cotidiano más actuales; había aparatos y otros dispositivos de épocas pasadas, algunos incluso de más de mil años –que estaban resguardados en vitrinas-. De vez en cuando alguien llegaba a comprar alguna cosa y si al curiosear veía alguna antigüedad que le gustaba la compraba. ¿Por qué muchos de estos objetos estaban exhibidos en una tienda cuando bien podían estar en un museo? La razón era porque a nadie le importaba; los registros más antiguos solamente llegaban a unos cuantos cientos de años atrás, sí alguien hablaba de tener archivos mucho más viejos era tildado de loco. Por alguna razón no existían registros de más de mil años, y los pocos que si eran aceptados de ser antiguos estaban tan corrompidos que era imposible saber que contenían; las falsificaciones existían dé a montón aunque los académicos con experiencia eran capaces de identificarlos; los libros impresos eran considerados un mito.
Solamente a los magos les interesaba el estudio de la historia antigua. Ellos coleccionaban cualquier cosa que tuviera que ver con el mundo antiguo; archivos, objetos y muy rara vez lograban obtener algún libro impreso. Estudiaban y develaban el funcionamiento de dispositivos antiguos, al idioma de los archivos era descifrado y de esa forma lograban saber que era lo que contenían. Usando el conocimiento antiguo lograban mejorar el saber actual. Pero una de las principales características de los magos era su secretismo; nunca revelaban a otros que no fueran magos lo que sabían, si alguna vez lo hacían pero era lo más básico. Esta era una de las razones por las que la gente desconfiaba de ellos; aunque tenían el conocimiento para solucionar varios problemas –algunos de ellos muy graves-, los magos nunca enseñaban nada a nadie, incluso se decía que se debía nacer siendo mago para poder aprender de ellos.
Por esta razón nunca faltaban los charlatanes quienes afirmaban haber encontrado objetos, archivos e incluso libros antiguos e intentaban venderlos al mejor postor, y casi siempre lograban su objetivo ya que muy pocos sabían cómo diferenciar un original de una copia; aunque los magos solían encargarse de estos charlatanes, y no de forma pacífica.
Oye –preguntó de pronto Visha-, ¿crees que los humanos hayan existido?
Sófocles estaba buscando algo en una estantería cuando la pequeña maga le hizo está pregunta. Él giró lentamente y se le quedó viendo.
-¿Por qué lo preguntas? –le preguntó mientras el monóculo cambiaba de color.
-Digo –respondió sencillamente ella-, no se sabe nuestro origen, si en verdad nos originamos en este mundo o fuimos traídos de otro lado; incluso algunos dicen que fueron esos míticos humanos quienes nos crearon a su imagen.
Sófocles regresó a seguir buscando en la estantería después de un largo rato de silencio.
-No lo sé y no me interesa –fue su respuesta-, ¿qué importa quién nos haya creado? Existimos y ya, con eso me basta. Si tú sabes algo más por haberlo descubierto en alguno de tus archivos mejor ni lo menciones, no a todos les agrada lo que un mago tenga que decir.
Visha guardó silencio y miró por la ventana; “por eso vivimos apartados de todo” pensó mientras digirió la respuesta que le dio Sófocles.
Era extraño que Visha hiciera esta pregunta, pero los habitantes de ese mundo no se consideraban “humanos” en el sentido de la palabra, y se hacían llamar “meccanus”; homo-mecanicus era la designación científica. Pero no impedía que los meccanus se consideraran “personas”. Había muchas cosas que los diferenciaban de los seres humanos, entre ellas la capacidad de reemplazar cualquier miembro que haya sido herido o lastimado al punto de no poder ser regenerado de forma normal; lo mismo sucedía con los órganos internos, todos eran reemplazables, con el cerebro como la única excepción, si este se perdía la persona moría de forma definitiva.
Tiempo después el tendero colocó varios objetos en el mostrador.
-Aquí tienes lo que buscabas, son 1000denims.
Visha observó algo molesta los artículos.
-¿1000denims? ¿Por tan poco?
-No todo mundo compra uranio, solamente los que saben de armas… y magos, además que es caro conseguir eso.
Por muy caro que fuera Visha necesitaba ese uranio, los experimentos que realizaba necesitaban de fuentes nucleares.
Sin decir más Visha sacó su monedero y colocó diez barras delgadas de plástico en el mostrador, cada una con la denominación de 100denims. Sófocles le ayudó a meter las cosas en su bolsa y dando media vuelta se dispuso a irse.
-Por cierto –dijo Sófocles justo cuando Visha estaba abriendo la puerta-, al hombre que mataron fue un mago, ten cuidado.
Visha solamente inclinó la cabeza ligeramente y salió.
Aunque no lo exteriorizara, para Visha era preocupante saber que un mago había sido asesinado; había pocos y casi no había aprendices, no a toda la gente le agradaban los magos. Otro de los problemas era su aislamiento, era raro que dos magos vivieran muy cerca además de que vivían escondidos.
Mientras caminaba consultó su pequeño reloj de bolsillo, marcaba las 2:30 PM. “Ya es tarde pensó”. Apresuró el paso y se dirigió al pequeño mercadillo donde compraría algunas cosas de uso diario; por nada del mundo debía viajar en plena noche.
Una vez más se encontraba subiendo por la colina. Había tardado más de una hora en comprar por varios factores y ahora salía tarde del pueblo. “La próxima vez traeré conmigo mi montura” pensaba mientras ascendía penosamente; ir ligera no presentaba algún problema pero ahora que cargaba cosas subir por la ladera si era cansado. Ya en la cima ni se detuvo a admirar el paisaje, había pocas nubes y el gran Diente de Tiburón se alzaba solitario en el horizonte. “¿Por qué le decían así?” “¿Y que es un tiburón?” se preguntaba a veces, y en ese momento decidió investigar el significado de la palabra “tiburón”.
El camino que seguía la condujo a un bosque que era donde su casa estaba ubicada. El sendero era ancho y bien cuidado, los árboles aseguraban una buena sombra protegiendo a los viajeros del sol, pero cuando se acercaba la oscuridad este follaje protector era peligroso. Visha se apresuraba a llegar a su hogar antes de que la noche cayera por completo.
En una parte del camino principal se separaba un sendero más estrecho y casi oculto por los arbustos, Visha tomó este sendero y siguió caminando derecho. Conforme la oscuridad avanzaba los ruidos de los animales cesaban poco a poco hasta que ya no se escuchó nada; Visha apretó el paso.
Cuando dobló en un recodo vio una estructura cercana la cual parecía estar dentro de un domo de cristal; era su casa.
La entrada del domo era una puerta de metal con un enrejado que formaba varias figuras geométricas, a cada lado había una estatua de metal de forma humanoide, cada una sostenía un arma en la mano; un martillo y un hacha. Cuando Visha se acercó los ojos de las estatuas se tornaron rojos y cada una levantó sus armas listas para atacar.
-Cero dos, cero dos, ochenta y ocho, Orión a la media noche.
Las estatuas regresaron a su posición cuando Visha mencionó esta frase; el cristal del domo se tornó de nuevo transparente y la puerta se abrió. Cuando la maga dio un paso para entrar a lo lejos se escuchó un ruido extraño; era un rugido gutural profundo y desgarrador.
Lo escuchó por un momento pero inmediatamente entró por la puerta.
Ya dentro sus pies se hundieron en un tupido césped. Las estrellas ya se veían en el cielo y contrastaban con el rojo tenue de un cielo que se despedía de la tarde. Visha respiraba tranquila ahora que estaba dentro de la seguridad de su hogar. Avanzaba por el camino de piedra el cual atravesaba un jardincillo lleno de plantas naturales y sintéticas algunas de las cuales brillaban en vivos colores morados y azules. Segundos después abrió la puerta principal y entró en el edifico principal.
La noche era uno de los momentos del día favoritos de Visha ya que adoraba el silencio y tranquilidad que traía consigo; le hacía olvidar los peligros del exterior que existían a esas horas tan oscuras. Las lámparas de aceite iluminaban el estudio donde se encontraba Visha. La luz producida le daba un toque especial al lugar dándole una atmosfera tenue. El silencio era interrumpido brevemente por el chirriar de algún grillo que se hubiera colado dentro de la casa o cuando Visha pasaba las hojas del libro que estaba leyendo. Ella era uno de los pocos magos poseedora de un rarísimo libro impreso; semejante objeto era invaluable por el solo hecho de ser lo que es.
De pronto escuchó ruido proveniente del exterior. Ella se levantó y se dirigió a una ventana que daba al patio. Se asomó mirando escrupulosamente cuando detectó movimiento; unas sombras se movían entre los arbustos, algunas estaban de pie mientras que otras avanzaban agazapadas como si fueran un lagarto. Vio como una de estas sombras salió de los arbustos pero se detuvo mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo como si estuviera olfateando algo.
De repente uno de los vigías de metal se movió de su sitio y avanzó mientras levantaba su arma. La criatura se quedó quieta por unos instantes pero al ver a esta amenaza que se movía hacia ella rápidamente se metió de nuevo en la maleza.
-Homúnculos -dijo mientras se alejaba de la ventana y regresaba a su libro.
Nadie sabía que eran los homúnculos ni de donde provenían; solamente que salían de noche y que comían cualquier cosa que encontraran, incluyendo personas.
A pesar de que Visha vivía lejos de algún pueblo o ciudad su casa era segura. El campo de fuerza no permitía el paso por ninguna parte a excepción de donde estaba la entrada principal, y en esta parte estaban los vigías siempre alertas ante cualquier intruso.
Pasada la media noche Visha se estaba preparando para dormir, cuando más ruidos se escucharon. Ella prestó atención y se dio cuenta que eran disparos provenientes de algún lugar del bosque. Sonaron durante bastante tiempo hasta que por fin cesaron.
-¿A quién se le ocurrió salir a esta hora de la noche? –se preguntó mientras se quitaba la ropa y se acostaba en su cama, esperó unos momentos y poco a poco sintió que su cuerpo dejaba de responder hasta que su visión se oscureció y perdió la noción del tiempo.
Al otro día se levantó cuando el sol despuntaba alzándose detrás de las montañas. Poco a poco su cuerpo recuperó la movilidad hasta que su mente se despertó por completo. Inicialmente no veía nada, aunque esto era normal, su vista lentamente comenzó a hacerse clara hasta que todo era nítido y colorido. Visha se incorporó perezosamente y se estiró para acabar de desperezarse. Se vistió rápidamente ya que tenía un día largo por delante. Desayunó, se calzó sus botas de montañismo, tomó su bolsa de excursión; se puso una capa y tomó su vara.
Cuando abrió la puerta y salió al exterior miró a su alrededor para asegurarse que no había nada fuera de lo normal pero todo o que vio fue un cielo limpio, indicio de que sería un día soleado y alegre.
Avanzaba entre las ramas y arbustos teniendo cuidado de donde pisaba. Estaba buscando unas plantas que iba a necesitar en un pequeño experimento de cruza; estaba interesada en crear nuevos tipos de plantas. De pronto vio algo que la puso en alerta; había manchas de sangre en el suelo. Tomó su vara y la “activo” –en realidad no era una vara de madera, más bien un arma que le servía para canalizar magia-, la punta más gruesa comenzó a brillar y dos esferas de color rojo aparecieron girando de esta.
Caminaba lentamente mirando a todas partes, tratando de atisbar algún movimiento que le avisara de un peligro inminente. Tal vez alguien había sido víctima de los homúnculos; no era extraño que algún viajero tuviera un encuentro con estas criaturas, o algún valiente –entiéndase por estúpido-, se le ocurriera dar un paseo nocturno con tal de sentir adrenalina. Casi siempre los encuentros terminaban con la muerte de la víctima.
De pronto, de algún lugar entre los arbustos escuchó un gemido. Con mucho cuidado Visha avanzó y con la punta de su vara quitó unas ramas que le estorbaban para pasar, lo que vio la sorprendió. Un hombre yacía tirado en el suelo. Su ropa estaba desgarrada y en varias partes de su cuerpo tenía marcas de mordidas y rasguños.
-Ayuda, por favor –fue la débil suplica del desafortunado.
Visha se acercó y se dispuso a ayudar al herido.
-¿Qué fue lo que pasó? –le preguntó mientras colocaba su bolsa en el suelo y sacaba un pequeño botiquín.
-Estaba caminando por el bosque de noche, cuando varias extrañas criaturas salieron de la oscuridad y me atacaron. Me defendí lo mejor que pude pero eran demasiados y algunos lograron hacerme daño. No tuve más opción que refugiarme en un árbol y ahí repelerlos con mi arma, hasta que se fueron.
-¿Y quién se le ocurre caminar en medio de la noche? –preguntó Visha mientras comenzaba a atenderlo.
-He pasado muchas veces por este bosque en mi vida y nunca me había pasado algo así.
-Los homúnculos aparecieron en esta región por primera vez hace doscientos años, y desde entonces todos saben que no es seguro caminar en la noche.
Se hiso un profundo silencio; Visha seguía colocando vendajes pero el viajero solamente se quedó callado.
-Pude haberme equivocado –dijo después de un rato.
-Puede ser –respondió Visha.
Visha terminó de atenderlo y lo observó detenidamente, cuando notó algo.
-Yo ya te había visto –le dijo.
-¿En serio? –preguntó el viajero.
-Ayer, cuando tu venias de Listurn nos encontramos y hablamos un poco.
-Ahora que lo recuerdo tienes razón, sí, recuerdo que ya nos conocimos.
-¿Y a dónde ibas?
-Trataba de llegar a Casarnu, pero la noche se me vino encima.
Visha recogió su bolsa y se la colgó al hombro.
-Casarnu queda a tres días de viaje si se toma este camino –dijo Visha mientras lo miraba fijamente-, por eso todo mundo toma el camino del Este para poder llegar en un día, si dices que has pasado por aquí a menudo y muy probablemente has estado en Listurn varias veces, ¿Por qué no sabías eso?
El viajero estaba muy incómodo, como si la chica estuviera descubriendo algo que él no deseaba.
-Bueno, como sea –dijo Visha dándose la vuelta disponiendo a irse-, guarda tus secretos, yo no soy un guardia.
Dio un paso cuando algo le llamó la atención; en unos arbustos cercanos había un saco, no le hubiera prestado mucha atención de no ser que un objeto salía de esta. Visha se acercó para investigar que era.
-Oye, no toques mis pertenencias –dijo el viajero molesto.
Visha lo ignoró y se agachó y el objeto que había visto era un frasco, dentro tenía un órgano flotando en un líquido.
-¿De dónde sacaste esto? -preguntó mientras seguía observando el frasco.
-Es de un animal –dijo el viajero. En su voz se notaba un nerviosismo que aumentaba.
La maga dejó el frasco en el suelo y revisó la bolsa; estaba llena de frascos que contenían diferentes órganos.
-¿Por qué alguien viaja con un montón de órganos de personas?
Por el rabillo del ojo Visha le pareció ver movimiento, y oyó el “clic” de un gatillo. El viajero le estaba apuntando con un mosquete de energía.
-Porque pagan mucho por este tipo de cosas, pequeña maga –dijo el hombre al mismo tiempo que jalaba el gatillo.
La bala impactó contra una misteriosa pared invisible frente a Visha. . Muy alarmado el viajero volvió a cargar su arma pero su brazo se congeló por completo; no soportó el peso del arma y se rompió cayendo al suelo donde se rompió como si fuera de mármol. Visha sostenía su bastón el cual brillaba con una fría luz azul.
-Tú mataste al mago en Listurn, ¿verdad?
La mirada de Visha era fría y amenazante, su voz sonaba dura y tranquila, como la de un juez dando una sentencia.
-Y ahora pensabas en acecharme y matarme para hacerme lo mismo, pero no contabas con que en esta zona pasar la noche al exterior es muy peligroso.
Visha regresaba a su casa después de recolectar las plantas que encontró, y tuvo suerte ya que encontró una geoda cuando atravesaba un pequeño riachuelo.
-En verdad estos días son peligrosos –dijo mientras vio su hogar cerca.
Si alguien se salía del camino en cierta parte, en una zona clara rodeada de arbustos y árboles, encontraría una parte donde alguien había revuelto cenizas con tierra; todo lo que quedó del viajero era un trozo de sombrero chamuscado.
Mientras tanto Visha seguiría con su vida de siempre; viviendo sola en el bosque rodeada de sus libros y estudiando lo antiguo para incorporarlo con lo nuevo, después de todo eso era lo que hacía un mago.