martes, 29 de octubre de 2019

Cuentos tecno mágicos 1 - Un día en la vida de una maga.


Ya tenía recorrido una buena parte del camino pero todavía le faltaba más; aunque ella no parecía quejarse. La suave brisa soplaba a contraviento refrescándole la nuca y las sienes, y aunque el sol estaba en lo más alto del cielo no hacía calor; la noche anterior una ligera lluvia había caído refrescando el ambiente.

Había dejado la pequeña alameda de árboles atrás y subía una colina. Como estaba en terreno alto a donde quiera que dirigiera la vista el escenario era de lo más bello; lomas verdes y en el horizonte enormes nubes blancas alzándose presagiando otra tormenta. A lo lejos se alzaba una enorme estructura en forma de diente de tiburón, tan grande que las nubes apenas y lograban llegar a la mitad; según cuentan las leyendas esa estructura fue construida por los extraños seres llamados “humanos” cuando ellos gobernaban la tierra. La chica recordaba que su madre le contaba esas historias cuando era niña, aunque algunas de ellas se le hacían de tiempos tan lejanos que más bien ya eran mitos.
El paisaje campirano era muy tranquilizador, aunque la viajera tenía que apresurarse ya que aún le quedaba algo de camino hasta llegar al pueblo; por nada del mundo debía viajar de noche, no era para nada seguro; se estremecía con el solo hecho de pensar en lo que podía pasarle. Apresuró el paso dejando a un lado el escenario tan idílico.

Tiempo después ya estaba bajando la colina cuando vio que un viajero iba en dirección contraria a la de ella. Estaba armado con un mosquete de energía y traía un gran saco que iba lleno.

-Buen día –dijo el hombre quitándose el sombrero.

-Buen día –respondió ella.

-¿Vas hacia el pueblo de Listurn? –preguntó el viajero.

-Así es señor –dijo la joven mujer.

-Oh, ten cuidado, parece que pasó algo ahí.

-¿Algo pasó? ¿Qué fue lo que pasó? –preguntó ella intrigada.

-Parece que alguien fue asesinado.

Ella se sorprendió un poco, rara vez se sabía de hechos violentos. No era raro saber de vez en cuando que alguien había muerto por no haber llegado a su casa a tiempo o a alguna zona segura antes del anochecer, pero un asesinato sí que era raro.

-Aún no han dado con el culpable –siguió hablando el viajero- y quién sabe si lo encuentren, pero si yo fuera tu tendría mucho cuidado.

El hombre hizo una ligera reverencia y se alejó, dejando a la joven asombrada y en cierta manera preocupada.

Bajando la colina se podía ver varias estructuras rodeadas de un frondoso bosque; este era el pueblo de Listurn y su destino. El pueblo era una extraña colección de casas con distintas formas; estaban las comunes hechas de piedra y con techo de madera, los pequeños domos de cristal que albergaban vecindarios y las torres donde vivían los pocos pudientes que había en el pueblo. A ella le hubiera gustado vivir en Listurn pero el número de ocupantes era fijo; de acuerdo al Reglamento de Población Global no debían existir más de un cierto número de individuos en una población; en Listurn existían mil habitantes y esa cantidad no debía aumentar; además que a los magos no se les permitía vivir en un pueblo.

Caminaba en la calle principal pero pronto se dio cuenta que no era buena idea por la cantidad de carretas y animales con jinete que debía evadir; así que mejor se subió a la banqueta cercana entonces se dio cuenta de algo; tal y como le había dicho el viajero con quien se encontró se sentía una extraña atmósfera de preocupación y miedo. En cada esquina había grupos de gente que hablaban entre sí mediante susurros, temerosos de ser escuchados. Para empeorar la situación todo aquel que solo sea un visitante era visto con sospecha; ella lo comprobó cuando al pasar a un lado de uno de estos grupos alguien la vio venir y dijo algo de forma apresurada; todos guardaron silencio y la miraron pasar con ojos cautelosos.

Ella se sintió algo incómoda y apresuró el paso alejándose de ellos.

-Oh miren -dijo alguien- es una bruja.

Llamarla “bruja” sonaba un poco grosero no por el hecho de ser mujer, sino del oficio al que ella se dedicaba.

-Nos odian, pero bien que recurren a los estudiantes de lo arcano cuando en verdad tienen necesidad –dijo ella alejándose.

Mientras caminaba entre los grupos de chismosos, lograba escuchar algunos de sus chismes, los cuales no tenían nada de agradables.

-Dicen que lo abrió en canal y le extrajo todos sus órganos…

-Yo oí que solo le quitó su estómago…

-¿Y quién querría eso? La bomba de sangre artificial es más útil…

-¿Y cómo es que tú sabes de eso? ¿Acaso tú eres él asesino?

Pláticas como esta se daban prácticamente en cualquier esquina, cualquiera tenía sus teorías y propias versiones de lo ocurrido, pero la joven decidió no malgastar su tiempo en chismes y siguió su camino.
Después de avanzar un trecho logró llegar a su destino; un pequeño local localizado entre una taberna y un domo vecinal. El exterior lo hacía ver un lugar cualquiera y simplón; en grandes letras de neón tenía escrito “Tienda  del Solsticio”; de todos los nombres que se pudieron escoger el fundador de dicho lugar eligió ese; “porque fue en el Solsticio de Cáncer cuando mi padre colocó la primera piedra”, fue el comentario del primer dueño de la tienda, quien al morirse la legó a su hijo, y este a su vez a su hijo y después de cuatro generaciones el descendiente del fundador estaba a cargo de ella.
La chica abrió la puerta y su entrada fue anunciada por la clásica campanilla que anuncia la entrada de un cliente. De inmediato una gruesa figura que estaba mirando una estantería se dio vuelta y miró a la recién llegada.

-Bienvenida –dijo con un tono de voz sin emoción.

El dueño de la tienda miró la pequeña figura cubierta por una capa de terciopelo morado, portando un vestido de azul oscuro muy sencillo, botas de viaje y una bolsa de lona.

-Ah, eres tú Vishna –dijo el dueño de la tienda mientras un monóculo se ajustaba automáticamente en uno de sus ojos.

La chica llamada por este nombre bajó la parte de la capa que le cubría la cabeza dejando al descubierto un cabello rizado corto y castaño.

-Buen día señor Sófocles –respondió ella.

-Es raro verte entre la gente civilizada.

-No me gusta ser muy sociable –dijo Visha acercándose al hombre.

De su bolsa sacó un papel y se lo entregó a Sófocles, él la miró detenidamente y después de decir un desanimado “muy bien” comenzó a buscar en los anaqueles.

Visha mientras tanto ocupo su pequeño tiempo libre en observar a su alrededor. Para estándares de la época en que vivía la chica ese lugar era una tienda de antigüedades, aunque también vendía objetos de uso cotidiano más actuales; había aparatos y otros dispositivos de épocas pasadas, algunos incluso de  más de mil años –que estaban resguardados en vitrinas-. De vez en cuando alguien llegaba a comprar alguna cosa y si al curiosear veía alguna antigüedad que le gustaba la compraba. ¿Por qué muchos de estos objetos estaban exhibidos en una tienda cuando bien podían estar en un museo? La razón era porque a nadie le importaba; los registros más antiguos solamente llegaban a unos cuantos cientos de años atrás, sí alguien hablaba de tener archivos mucho más viejos era tildado de loco. Por alguna razón no existían registros de más de mil años, y los pocos que si eran aceptados de ser antiguos estaban tan corrompidos que era imposible saber que contenían; las falsificaciones existían dé a montón aunque los académicos con experiencia eran capaces de identificarlos; los libros impresos eran considerados un mito.

Solamente a los magos les interesaba el estudio de la historia antigua. Ellos coleccionaban cualquier cosa  que tuviera que ver con el mundo antiguo; archivos, objetos y muy rara vez lograban obtener algún libro impreso. Estudiaban y develaban el funcionamiento de dispositivos antiguos, al idioma de los archivos era descifrado y de esa forma lograban saber que era lo que contenían. Usando el conocimiento antiguo lograban mejorar el saber actual. Pero una de las principales características de los magos era su secretismo; nunca revelaban a otros que no fueran magos lo que sabían, si alguna vez lo hacían pero era lo más básico. Esta era una de las razones por las que la gente desconfiaba de ellos; aunque tenían el conocimiento para solucionar varios problemas –algunos de ellos muy graves-, los magos nunca enseñaban nada a nadie, incluso se decía que se debía nacer siendo mago para poder aprender de ellos.

Por esta razón nunca faltaban  los charlatanes quienes afirmaban haber encontrado objetos, archivos e incluso libros antiguos e intentaban venderlos al mejor postor, y casi siempre lograban su objetivo ya que muy pocos sabían cómo diferenciar un original de una copia; aunque los magos solían encargarse de estos charlatanes, y no de forma pacífica.

Oye –preguntó de pronto Visha-, ¿crees que los humanos hayan existido?

Sófocles estaba buscando algo en una estantería cuando la pequeña maga le hizo está pregunta. Él giró lentamente y se le quedó viendo.

-¿Por qué lo preguntas? –le preguntó mientras el monóculo cambiaba de color.

-Digo –respondió sencillamente ella-, no se sabe nuestro origen, si en verdad nos originamos en este mundo o fuimos traídos de otro lado; incluso algunos dicen que fueron esos míticos humanos quienes nos crearon a su imagen.

Sófocles regresó a seguir buscando en la estantería después de un largo rato de silencio.
-No lo sé y no me interesa –fue su respuesta-, ¿qué importa quién nos haya creado? Existimos y ya, con eso me basta. Si tú sabes algo más por haberlo descubierto en alguno de tus archivos mejor ni lo menciones, no a todos les agrada lo que un mago tenga que decir.

Visha guardó silencio y miró por la ventana; “por eso vivimos apartados de todo” pensó mientras digirió la respuesta que le dio Sófocles.

Era extraño que Visha hiciera esta pregunta, pero los habitantes de ese mundo no se consideraban “humanos” en el sentido de la palabra, y se hacían llamar “meccanus”; homo-mecanicus era la designación científica. Pero no impedía que los meccanus se consideraran “personas”.  Había muchas  cosas que los diferenciaban de los seres humanos, entre ellas la capacidad de reemplazar cualquier miembro que haya sido herido o lastimado al punto de no poder ser regenerado de forma normal; lo mismo sucedía con los órganos internos, todos eran reemplazables, con el cerebro como la única excepción, si este se perdía la persona moría de forma  definitiva. 


Tiempo después el tendero colocó varios objetos en el mostrador.

-Aquí tienes lo que buscabas, son 1000denims.

Visha observó algo molesta los artículos.

-¿1000denims? ¿Por tan poco?

-No todo mundo compra uranio, solamente los que saben de armas… y magos, además que es caro conseguir eso.

Por muy caro que fuera Visha necesitaba ese uranio, los experimentos que realizaba necesitaban de fuentes nucleares.

Sin decir más Visha sacó su monedero y colocó diez barras delgadas de plástico en el mostrador, cada una con la denominación de 100denims. Sófocles le ayudó a meter las cosas en su bolsa y dando media vuelta se dispuso a irse.

-Por cierto –dijo Sófocles justo cuando Visha estaba abriendo la puerta-, al hombre que mataron fue un mago, ten cuidado.

Visha solamente inclinó la cabeza ligeramente y salió.

Aunque no lo exteriorizara, para Visha era preocupante saber que un mago había sido asesinado; había pocos y casi no había aprendices, no a toda la gente le agradaban los magos. Otro de los problemas era su aislamiento, era raro que dos magos vivieran muy cerca además de que vivían escondidos.

Mientras caminaba consultó su pequeño reloj de bolsillo, marcaba las 2:30 PM. “Ya es tarde pensó”. Apresuró el paso y se dirigió al pequeño mercadillo donde compraría algunas cosas de uso diario; por nada del mundo debía viajar en plena noche.

Una vez más se encontraba subiendo por la colina. Había tardado más de una hora en comprar por varios factores y ahora salía tarde del pueblo. “La próxima vez traeré conmigo mi montura” pensaba mientras ascendía penosamente; ir ligera no presentaba algún problema pero ahora que cargaba cosas subir por la ladera si era cansado. Ya en la cima ni se detuvo a admirar el paisaje, había pocas nubes y el gran Diente de Tiburón se alzaba solitario en el horizonte. “¿Por qué le decían así?”  “¿Y que es un tiburón?” se preguntaba a veces, y en ese momento decidió investigar el significado de la palabra “tiburón”.

El camino que seguía la condujo a un bosque que era donde su casa estaba ubicada. El sendero era ancho y bien cuidado, los árboles aseguraban una buena sombra protegiendo a los viajeros del sol, pero cuando se acercaba la oscuridad este follaje protector era peligroso. Visha se apresuraba a llegar a su hogar antes de que la noche cayera por completo.

En una parte del camino principal se separaba un sendero más estrecho y casi oculto por los arbustos, Visha tomó este sendero y siguió caminando derecho. Conforme la oscuridad avanzaba los ruidos de los animales cesaban poco a poco hasta que ya no se escuchó nada; Visha apretó el paso.

Cuando dobló en un recodo vio una estructura cercana la cual parecía estar dentro de un domo de cristal; era su casa.

La entrada del domo era una puerta de metal con un enrejado que formaba varias figuras geométricas, a cada lado había una estatua de metal de forma humanoide, cada una sostenía un arma en la mano; un martillo y un hacha. Cuando Visha se acercó los ojos de las estatuas se tornaron rojos y cada una levantó sus armas listas para atacar.

-Cero dos, cero dos, ochenta y ocho, Orión a la media noche.

Las estatuas regresaron a su posición cuando Visha mencionó esta frase; el cristal del domo se tornó de nuevo transparente y la puerta se abrió. Cuando la maga dio un paso para entrar a lo lejos se escuchó un ruido extraño; era un rugido gutural profundo y desgarrador.

Lo escuchó por un momento pero inmediatamente entró por la puerta.

Ya dentro sus pies se hundieron en un tupido césped. Las estrellas ya se veían en el cielo y contrastaban con el rojo tenue de un cielo que se despedía de la tarde. Visha respiraba tranquila ahora que estaba dentro de la seguridad de su hogar. Avanzaba por el camino de piedra el cual atravesaba un jardincillo lleno de plantas naturales y sintéticas algunas de las cuales brillaban en vivos colores morados y azules. Segundos después abrió la puerta principal y entró en el edifico principal.

La noche era uno de los momentos del día favoritos de Visha ya que adoraba el silencio y tranquilidad que traía consigo; le hacía olvidar los peligros del exterior que existían a esas horas tan oscuras. Las lámparas de aceite iluminaban el estudio donde se encontraba Visha. La luz producida le daba un toque especial al lugar dándole una atmosfera tenue. El silencio era interrumpido brevemente por el chirriar de algún grillo que se hubiera colado dentro de la casa o cuando Visha pasaba las hojas del libro que estaba leyendo. Ella era uno de los pocos magos poseedora de un rarísimo libro impreso; semejante objeto era invaluable por el solo hecho de ser lo que es.

De pronto escuchó ruido proveniente del exterior. Ella se levantó y se dirigió a una ventana que daba al patio. Se asomó mirando escrupulosamente cuando detectó movimiento; unas sombras se movían entre los arbustos, algunas estaban de pie mientras que otras avanzaban agazapadas como si fueran un lagarto. Vio como una de estas sombras salió de los arbustos pero se detuvo mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo como si estuviera olfateando algo.

De repente uno de los vigías de metal se movió de su sitio y avanzó mientras levantaba su arma. La criatura se quedó quieta por unos instantes pero al ver a esta amenaza que se movía hacia ella rápidamente se metió de nuevo en la maleza.

-Homúnculos  -dijo mientras se alejaba de la ventana y regresaba a su libro.

Nadie sabía que eran los homúnculos ni de donde provenían; solamente que salían de noche y que comían cualquier cosa que encontraran, incluyendo personas.

A pesar de que Visha vivía lejos de algún pueblo o ciudad su casa era segura. El campo de fuerza no permitía el paso por ninguna parte a excepción de donde estaba la entrada principal, y en esta parte estaban los vigías siempre alertas ante cualquier intruso.

Pasada la media noche Visha se estaba preparando para dormir, cuando más ruidos se escucharon. Ella prestó atención y se dio cuenta que eran disparos provenientes de algún lugar del bosque. Sonaron durante bastante tiempo hasta que por fin cesaron.

-¿A quién se le ocurrió salir a esta hora de la noche? –se preguntó mientras se quitaba la ropa y se acostaba en su cama, esperó unos momentos y poco a poco sintió que su cuerpo dejaba de responder hasta que su visión se oscureció y perdió la noción del tiempo.

Al otro día se levantó cuando el sol despuntaba alzándose detrás de las montañas. Poco a poco su cuerpo recuperó la movilidad hasta que su mente se despertó por completo. Inicialmente no veía nada, aunque esto era normal, su vista lentamente comenzó a hacerse clara hasta que todo era nítido y colorido. Visha se incorporó perezosamente y se estiró para acabar de desperezarse. Se vistió rápidamente ya que tenía un día  largo por delante. Desayunó, se calzó sus botas de montañismo, tomó su bolsa de excursión; se puso una capa y tomó su vara.

Cuando abrió la puerta y salió al exterior miró a su alrededor para asegurarse que no había nada fuera de lo normal pero todo o que vio fue un cielo limpio, indicio de que sería un día soleado y alegre.
Avanzaba entre las ramas y arbustos teniendo cuidado de donde pisaba. Estaba buscando unas plantas que iba a necesitar en un pequeño experimento de cruza; estaba interesada en crear nuevos tipos de plantas. De pronto vio algo que la puso en alerta; había manchas de sangre en el suelo. Tomó su vara y la “activo” –en realidad no era una vara de madera, más bien un arma que le servía para canalizar magia-, la punta más gruesa comenzó a brillar y dos esferas de color rojo aparecieron girando de esta.
Caminaba lentamente mirando a todas partes, tratando de atisbar algún movimiento que le avisara de un peligro inminente. Tal vez alguien había sido víctima de los homúnculos; no era extraño que algún viajero tuviera un encuentro con estas criaturas, o algún valiente –entiéndase por estúpido-, se le ocurriera dar un paseo nocturno con tal de sentir adrenalina. Casi siempre los encuentros terminaban con la muerte de la víctima. 

De pronto, de algún lugar entre los arbustos escuchó un gemido. Con mucho cuidado Visha avanzó y con la punta de su vara quitó unas ramas que le estorbaban para pasar, lo que vio la sorprendió. Un hombre yacía tirado en el suelo. Su ropa estaba desgarrada y en varias partes de su cuerpo tenía marcas de mordidas y rasguños.

-Ayuda, por favor –fue la débil suplica del desafortunado.

Visha se acercó y se dispuso a ayudar al herido.

-¿Qué fue lo que pasó? –le preguntó mientras colocaba su bolsa en el suelo y sacaba un pequeño botiquín.

-Estaba caminando por el bosque de noche, cuando varias extrañas criaturas salieron de la oscuridad y me atacaron. Me defendí lo mejor que pude pero eran demasiados y algunos lograron hacerme daño. No tuve más opción que refugiarme en un árbol y ahí repelerlos con mi arma, hasta que se fueron.

-¿Y quién se le ocurre caminar en medio de la noche? –preguntó Visha mientras comenzaba a atenderlo.

-He pasado muchas veces por este bosque en mi vida y nunca me había pasado algo así.

-Los homúnculos aparecieron en esta región por primera vez hace doscientos años, y desde entonces todos saben que no es seguro caminar en la noche.

Se hiso un profundo silencio; Visha seguía colocando vendajes pero el viajero solamente se quedó callado.

-Pude haberme equivocado –dijo después de un rato.

-Puede ser –respondió Visha.

Visha terminó de atenderlo y lo observó detenidamente, cuando notó algo.

-Yo ya te había visto –le dijo.

-¿En serio? –preguntó el viajero.

-Ayer, cuando tu venias de Listurn nos encontramos y hablamos un poco.

-Ahora que lo recuerdo tienes razón, sí, recuerdo que ya nos conocimos.

-¿Y a dónde ibas?

-Trataba de llegar a Casarnu, pero la noche se me vino encima.
Visha recogió su bolsa y se la colgó al hombro.

-Casarnu queda a tres días de viaje si se toma este camino –dijo Visha mientras lo miraba fijamente-, por eso todo mundo toma el camino del Este para poder llegar en un día, si dices que has pasado por aquí a menudo y muy probablemente has estado en Listurn varias veces, ¿Por qué no sabías eso?
El viajero estaba muy incómodo, como si la chica estuviera descubriendo algo que él no deseaba.

-Bueno, como sea –dijo Visha dándose la vuelta disponiendo a irse-, guarda tus secretos, yo no soy un guardia.

Dio un paso cuando algo le llamó la atención; en unos arbustos cercanos había un saco, no le hubiera prestado mucha atención de no ser que un objeto salía de esta. Visha se acercó para investigar que era.

-Oye, no toques mis pertenencias –dijo el viajero molesto.

Visha lo ignoró y se agachó y el objeto que había visto era un frasco, dentro tenía un órgano flotando en un líquido.

-¿De dónde sacaste esto? -preguntó mientras seguía observando el frasco.

-Es de un animal –dijo el viajero. En su voz se notaba un nerviosismo que aumentaba.

La maga dejó el frasco en el suelo y revisó la bolsa; estaba llena de frascos que contenían diferentes órganos.

-¿Por qué alguien viaja con un montón de órganos de personas?

Por el rabillo del ojo Visha le pareció ver movimiento, y oyó el “clic” de un gatillo. El viajero le estaba apuntando con un mosquete de energía.

-Porque pagan mucho por este tipo de cosas, pequeña maga –dijo el hombre al mismo tiempo que jalaba el gatillo.

La bala impactó contra una misteriosa pared invisible frente a Visha. . Muy alarmado el viajero volvió a cargar su arma pero su brazo se congeló por completo; no soportó el peso del arma y se rompió cayendo al suelo donde se rompió como si fuera de mármol. Visha sostenía su bastón el cual brillaba con una fría luz azul.

-Tú mataste al mago en Listurn, ¿verdad?

 La mirada de Visha era fría y amenazante, su voz sonaba dura y tranquila, como la de un juez dando una sentencia.

-Y ahora pensabas en acecharme y matarme para hacerme lo mismo, pero no contabas con que en esta zona pasar la noche al exterior es muy peligroso.

Visha regresaba a su casa después de recolectar las plantas que encontró, y tuvo suerte ya que encontró una geoda cuando atravesaba un pequeño riachuelo.

-En verdad estos días son peligrosos –dijo mientras vio su hogar cerca.

Si alguien se salía del camino en cierta parte, en una zona clara rodeada de arbustos y árboles, encontraría una parte donde alguien había revuelto cenizas con tierra; todo lo que quedó del viajero era un trozo de sombrero chamuscado.

Mientras tanto Visha seguiría con su vida de siempre; viviendo sola en el bosque rodeada de sus libros y estudiando lo antiguo para incorporarlo con lo nuevo, después de todo eso era lo que hacía un mago.

lunes, 28 de octubre de 2019

Habrá verdor

En-Vie miraba a su alrededor; analizando y recopilando datos como siempre hacían Ellos. El cielo negro y retumbante anunciaba otra tormenta como las que siempre han existido desde que el planeta obtuvo una atmosfera.

La lluvia torrencial comenzó su precipitada carrera hacia el suelo; pero En-vie no le hacía caso, solo era H2O líquido.

-Bien –dijo mientras era empapado por el agua- las lluvias siguen cayendo de acuerdo a nuestros cálculos; si ningún evento adverso ocurre entonces engendrará vida.

Entonces su receptor neuronal recibió un mensaje:

“Vuelve”

Dejó de recopilar datos y regresó a la Endora.

La compuerta de la entrada se abrió y En-Vie entró; al instante toda el agua líquida que lo cubría se evaporó.

Observó a los tres seres que se encontraban sentados en la sala principal; En-Dou, En-Rau y En-Qui.

-Haz llegado –dijo En-Rau.

-Aparentemente –respondió En-Vie tomando su lugar.

-El proceso de formación del planeta se ha conformado en un 75% -dijo En-Dou-. Como pueden observar la atmosfera se ha enfriado lo suficiente para que el agua en estado gaseoso se condense y propicie la caída de agua líquida.

Todos los seres afirmaron con la cabeza unánimemente.

-En millones de años después la vida podrá ser sembrada en este planeta también –dijo En-Rau.
De nuevo todos asintieron.

-Pero por falta de tiempo tendremos que dejar las cosas como están y hemos de partir –habló a su vez En-Qui.

-¿Sucede algo, Vie? –preguntó En-Dou.

-Solicito saber porque debemos abandonar el planeta cuando aún no está completa su preparación.

Los otros tres seres se miraron entre sí y después a En-Vie.

-Este planeta se encuentra en el exterior de la galaxia, por lo tanto las probabilidades de que una civilización logré germinar en esta roca son mínimas; por no decir nulas –sentenció En-Rau.

-Además de que el tiempo no está de nuestra parte –dijo En-Qui.

-¿El tiempo? –preguntó En-Vie confuso.

-Así es –dijo En Dou-, no hemos sabido de otros Civilizadores en millones de años. La última vez que tuvimos contacto con alguien fueron la serie Xu. Además que los Artificiales no somos muchos. Ten en cuenta que no todos los planetas de esta galaxia son candidatos para ser germinados.

-Debemos ser selectivos a la hora de escoger planetas adecuados –dijo En-Rau- recuerda que nuestro periodo de  vida no es eterno.

En-Vie meditó estas palabras. Analizó su significado y para su pesar determinó que tenían razón, pero aun así no le gustaba la idea.

-Tratar de proteger este mundo sería una pérdida de tiempo –dijo En-Qui.

-¿Y qué tal si no es así? –dijo En-Vie mirándolos a todos.

Sus cerebros parpadearon al  mismo tiempo como preparándose para enfrentar este desafío.

-¿Ah que te refieres? –preguntó En-Rau.

-Lo único que me dicen son solo probabilidades, no certezas sólidas. Es cierto que cualquier evento no previsto puede inhabilitar este planeta para que una civilización nazca. Pero, ¿acaso no tenemos la tecnología necesaria para evitar eso? El "Edora" tiene todo lo necesario para proteger este planeta en formación.

-Cierto –respondió En-Qui- pero no podemos desperdiciar nuestros recursos en un solo planeta. Recuerda que tenemos millones por explorar.

-Además que nosotros no tenemos los recursos necesarios para generar más tecnología en caso de que perdamos parte de ella –dijo En-Dou.

-Por lo tanto, esta discusión queda finalizada –dijo En-Rau-. Preparémonos para abandonar este planeta.

Y todos se levantaron de su lugar.

Tiempo después, En-Vie estaba afuera de nuevo. Veía como el sol era tapado poco a poco por los nubarrones que anunciaban un nuevo monzón.

“Regresa, nos vamos”

Pero ignoró este mensaje y siguió observando el horizonte.

“Regresa, En-Vie”

“No” fue su respuesta.

Oyó pasos detrás de él, y cuando volteó a ver vio a En-Dou.

-Regresa, el Endora va a partir.

-No lo haré –dijo desafiante En-Vie- me quedaré aquí.

-No lo permitiré –dijo En-Dou.

-Mi decisión es irrevocable.

En-Dou lo miró atentamente por un rato. Su cerebro sintético formulo el problema y buscó la solución.

-¿Podrías explicar el porqué de tus acciones? –preguntó.

-Durante más de millones de años hemos viajado por la galaxia buscando planetas habitables para perpetuar una civilización. Hemos encontrado pocos, y cuando en estos sembramos el germen para la vida solamente los abandonamos a su suerte sin interesarnos más por él. ¿No has querido saber que ha sido de ellos después de todo este tiempo?

-Nuestro deber es el de sembrar la vida, no velar por ella –dijo En-Dou.

-¿Y cuál es el objetivo entonces si nos olvidamos de lo que hemos hecho hasta ahora? Yo estoy determinado a ver los frutos de nuestro trabajo, al menos en este planeta.

En-Dou analizó la situación. Sabía que sería muy difícil convencer a En-Vie de que abandonara su tonta forma de pensar. A caso tendría que recurrir a la violencia para obligarlo a ceder, pero no quería llegar a este extremo. Y por otra parte sus otros compañeros lo abandonarían también a él si no se apresuraba.

-Haz lo que quieras –dijo En-Dou-, en ese caso te dejaremos aquí y jamás regresaremos. Para proteger nuestro funcionamiento formatearemos nuestra programación y todo rastro de tu existencia en nuestra memoria será borrado, ¿estás de acuerdo con eso?

-Acepto –dijo En-Vie.

Su compañero no dijo nada, solamente dio media vuelta y se marchó.

El Endora despegó y de un solo impulso atravesó la atmósfera dirigiéndose a su próximo destino. Las conexiones neuronales de En-Vie hicieron algo semejante a una sonrisa. De un contenedor sacó varias capsulas que contenían la bacteria germinadora; y ninguno de sus compañeros notó cuando En-Vie sacó ese contenedor de la bodega. Por si acaso también sacó y escondió una unidad móvil blindada; tal vez la iba a ocupar. Además que bajó del servidor del Endora toda la información necesaria para proporcionar la tecnología a la futura civilización.

Se acercó a la orilla de un lago y comenzó a arrojar las capsulas.

-Ahora, a esperar –dijo mientras arrojaba la última- prometo que habrá verdor.

Y esperó, miles de millones de años.

Vio como las primeras formas de vida aparecían en el agua, después algunas de ellas salieron a la superficie y la vida en suelo seco comenzó. Con su unidad móvil blindada logró desviar o destruir asteroides que amenazaran con borrar la primigenia vida en el planeta. Pero esa fue toda su intervención en el desarrollo de la vida, ya que algunos eventos como extinciones -siempre y cuando no fueran totales-, cambios climáticos extremos y otros eventos eran necesarios para propiciar el surgimiento de nuevas formas de vidas; cada vez más avanzadas y complejas. Así pasó el tiempo hasta que por fin, después de millones de años, surgió la primera especie inteligente capaz de crear una civilización planetaria.

En-Vie estaba sentado en una roca; justo en medio de un campo florido. La civilización había aparecido y ahora se preparaba para explorar el espacio profundo. Su trabajo como Civilizador estaba hecho, ahora podía morir en paz.

Su cuerpo sintético había comenzado a fallar hace unos cientos de años atrás; aunque logró hacerse unas reparaciones ahora el final era inevitable, pero a En-Vie no le importaba. Poco a poco sentía como sus miembros dejaban de responder hasta que sintió que su cerebro artificial empezaba a fallar.

-Justo en un solsticio de primavera–dijo En-Vie balbuceando.

Y su cerebro se apagó por completo, su cuerpo sin vida se desintegró y se unió al suelo para alimentar a otras formas de vida y formar parte del planeta que él protegió.

Solos.

-Maldita sea, sí que está largo el tramo –dijo Paula.

Los peldaños de la escalera resonaban cada vez que sus pies los pisaban. Si miraba hacia abajo veía un túnel ligeramente iluminado por las luces de servicio; si miraba hacia arriba veía el mismo panorama, solo que parecía no tener fin.

-Debemos colocar un ascensor para ahorrarnos el cansancio –dijo mientras subía- subir con esta mochila no es nada cómodo.

La escalera seguía sonando pesadamente mientras ascendía por ella.

Por fin llegó a una plataforma donde Paula descansó un poco y después introdujo una tarjeta en una ranura y tecleó una combinación en una pequeña consola; acto seguido una puerta de servicio se abrió y el viento entró a raudales. No importaba cuantas veces salía al exterior, siempre se admiraba por la belleza de ese mundo flotante.

Nubes de las más caprichosas formas la rodeaban, y el cielo azul lo dominaba todo, el ulular del viento era el único sonido en ese reino de las alturas. Bien valía la pena subir todo ese largo tramo para admirar este espectáculo aéreo; pero no tenía tiempo para eso, no de momento.

La puerta de servicio daba a una pasarela que llevaba a un pequeño hangar donde se encontraba un esquife. Usando el panel de control que Paula tenía en el brazo lo activó. Un pequeño zumbido y la cabina abriéndose era la señal de que estaba listo. Paula metió sus cosas en la parte trasera y enseguida ella lo abordó. El aparato se desacopló de su lugar, avanzó lateralmente y dando media vuelta salió disparado atravesando un enorme cumulus nimbus (un tipo de nube).

Los instrumentos no mostraban ninguna anormalidad, todo estaba tranquilo. Justo frente a Paula se dibujaba una enorme estructura con aspecto de torre que estaba llena de antenas y radares. Aunque fuera muy latosa la tarea de reparar los diferentes aparatos de la torre ella era consciente de la importancia de mantenerlos funcionando.

Su esquife se acopló a un lado de la torre. Sacó sus cosas y observó todo el andamio.

-Bueno control ¿me reciben? cambio –dijo Paula por su intercomunicador.

Pero nadie le contestaba.

-Control, control ¿me reciben? –repitió, pero no obtuvo respuesta.

-¡Maldita sea Julián, deja de chismear con tu novio y contéstame! –gritó muy molesta.

-Fui el baño y por eso no pude contestarte –le respondió una voz-, no seas tarada, y no porque seamos amigos Roberto y yo quiere decir que nos gustemos.

-Sé muy bien que los dos están de guardia y que les gusta platicar de cualquier cosa que sus pequeños cerebros de tontos se les ocurre, ¡en la noche hablen de lo que quieran!

-Mira hija de... –quiso contraatacar Julián.

-Paula, Julián ¿quieren los dos dejar de gritarse y ponerse trabajar? –dijo una tercera voz por la radio- ese radar debe quedar listo para entes del atardecer, Rosa cree que otra tormenta bestial se acerca, es urgente la detección temprana.

Una tormenta bestial; genial, verdaderamente genial, pensó Paula con desagrado.

-Bueno Julián –dijo Paula mirando los radares-, quiero que mandes pulsos de mili-volts a las secciones que te voy a decir, que no sea más voltaje del necesario o se dañaran los aparatos.

Pulsó un botón en su panel de control y la mochila se transformó en su forma aérea. Se elevó dirigiéndose a donde estaban las antenas.

Comenzó la prueba midiendo el voltaje en cada sección de radares; cada sección tenía nueve pequeñas antenas y el voltaje de toda la sección debía ser uniforme, si encontraba alguna variación sus aparatos de medición mostraban inmediatamente la antena con el fallo.

Las tres primeras secciones tuvieron voltajes uniformes pero la cuarta sí mostró una disminución muy notable.

-Creo que encontré la falla, voy a proceder a la reparación –dijo Paula por la radio.

-Entendido, ten cuidado –le contestaron.

Llegó a la sección problemática y encontró la falla; un transmisor dañado. Buscó entre los bolsillos de su mochila y encontró la pieza que necesitaba.

“Ya quedan muy pocos, tenemos que averiguar cómo fabricar más” pensó mientras colocaba el aparato en su lugar.

Mientras se encontraba trabajando una repentina ráfaga de viento la golpeó y uno de sus dedos se rasgó con una parte de la antena.

-¡Maldición! –exclamó mientras se apretaba el dedo lastimado.

-Oye ¿estás bien Paula? –dijo Julián por la radio.

-Sí, solo fue un rasguño.

-Si ya terminaste regresa de inmediato, el viento está aumentando y la detección temprana encontró un severo sistema de tormenta.

-Está bien, ya voy.

Y Paula miró hacia el horizonte donde claramente vio una formación de nubes que era más amenazante que el resto. Un monstruo entre gigantes gentiles.

Descendió hasta donde estaba su esquife, se quitó la mochila y la guardó en su vehículo, lo abordó y emprendió el regreso. Ahora sus instrumentos detectaban una anomalía severa en la atmósfera.

Llegó al hangar, dejó su esquife y sacó sus cosas, rápidamente se dirigió a la puerta y entró de nuevo a la seguridad de la colonia.

Terminó de bajar la casi inacabable escalera y se dirigió hacia la zona de vivienda.

-Atención todos –sonó la voz de un chico por los altavoces- ehm, bueno; la división de investigación atmosférica ha detectado otra tormenta bestial y como es costumbre se dirige hacia acá, que sorpresa –dijo en tono irónico-. Queda prohibida cualquier actividad fuera de la colonia, incluso en las zonas más cercanas a la cubierta exterior. Todos por favor quédense en sus dormitorios y no salgan a menos que sea muy necesario. Y es probable que se libere el oxígeno que tenemos almacenado en caso de emergencias; sí, sé que apesta a plástico quemado pero es eso o morimos asfixiados.

 El que habló fue Alejandro, o simplemente Alex, el líder de la colonia. Tomó ese puesto desde que su padre lo dejó; muchos tomaron los puestos de sus padres desde que los adultos se fueron.

Paula había llegado a la enfermería, atendida por Rebeca.

-Hola Beck – saludó Paula al entrar.

-Hola Poli, -le respondió Rebeca- ¿qué tienes hoy?

Paula levantó su dedo lastimado.

-Oh, ya veo, siéntate y espera un momento –dijo Rebeca.

 Segundos después regresó con un botiquín y comenzó a curarle la herida.

-¿Cómo te ha ido hoy? –preguntó Paula para romper el hielo un poco.

-Pues un poco atareada; un intoxicado, dos chicos que no supieron cómo manejar una toma eléctrica y se llevaron el chispazo de sus vidas; no hubo mucho daño, solo unas quemaduras leves. Y uno que otro con depresión.

-¿Depresión?

-Sí, por lo que sucedió hace tres años.

-¿Todavía no lo superan?

-¿Acaso tú sí, Poli? –preguntó Rebeca mirando a Paula.

Paula se quedó callada. Aunque hayan pasado tres años, el recuerdo siempre persistía, el recuerdo de que una vez tuvo padres.

A Rebeca le decían “doctora” no porque tuviera título; solamente leyó los archivos acerca de medicina y uso programas de aprendizaje rápido, y apenas tenía catorce años. Lo mismo para Paula, ella tenía la misma edad que Rebeca pero tampoco se hacía llamar “ingeniera de sistemas de comunicación” o “especialista en sistemas eléctricos avanzados”. Al igual que Rebeca ella tuvo que aprender esta profesión para sustituir a su padre, quien si ostentaba esos títulos.

La edad promedio de todos los colonos apenas y pasaba de los quince años. Los más jóvenes tenían entre cuatro y cinco años. Y todos ellos eran la tercera generación de colonos; pero el que ellos se ocupen de la colonia siendo tan jóvenes no significa que siempre haya sido así.

Hace tres años una enfermedad se propagó entre la población de los colonos; extrañamente solo los colonos de dieciocho años de edad para arriba fueron los únicos afectados.  Poco a poco todos los adultos murieron víctimas de esa enfermedad, pero la principal preocupación era cuando los más jóvenes llegaran a esas edad; ellos también serían afectados. Sin embargo, uno de las últimas acciones del padre de Rebeca fue crear una vacuna que resultó efectiva en los menores de edad. El doctor murió dejandole a su hija la misión de inocular a todos los chicos contra esa enfermedad. Todos lloraron por sus padres, pero la tristeza se convirtió en terror cuando se dieron cuenta de que todos los adultos habían muerto. Entonces se dieron cuenta que solo tenían una opción; madurar de golpe o morir. Cada quien tomó el puesto que los adultos dejaron y usando programas de educación especiales fue como lograron aprender los diferentes oficios que requería una colonia para funcionar.

Mientras Paula caminaba de vuelta a su cuarto la iluminación bajó de forma brusca su intensidad y las luces de alarma se encendieron. Una sirena comenzó a aullar. Un ligero estremecimiento en el corredor le indicó a Paula que debía llegar a su cuarto y rápido.

 En su camino se encontraba con otros chicos que huían a sus cuartos o se refugiaban en los de sus amigos; un miedo morboso los impulsaba a todos.

Paula llegó corriendo a su cuarto. La puerta se cerró y ella activó el seguro de emergencia; entonces una gruesa placa de metal descendió tapando la puerta de entrada. Ahora solo quedaba esperar.
Acurrucada en una esquina pronto oyó los sonidos típicos de dicha tormenta: un estruendo apagado que llegaba del exterior y que comenzaba a crecer hasta que se escuchaba con claridad. Además del estruendo muchos oían –incluida ella- lo que pareciera ser chirridos en la cubierta exterior e incluso golpes. Otros decían que escuchaban gruñidos y extraños gritos entre todo el estruendo. Por eso les decían “Tormentas Bestiales”, y Paula las detestaba.

A lo lejos escuchó el llanto de un niño pequeño; ella se alegraba de no tener que cuidar de hermanos menores.

Este evento duró cerca de una hora. Durante todo ese tiempo Paula tenía la cabeza entre las rodillas mientras se tapaba los oídos. Imágenes de aquel fatídico día le llegaban como si lo estuviera viviendo de nuevo. Sus ojos se humedecieron pero sin llegar a llorar, solo quería que todo pasara.
Mucho tiempo después se despertó sobresaltada viendo que su cuarto estaba oscuro.

“¿Habrá pasado algo?” se preguntó Paula con temor.

Salió al pasillo y notó que un haz de luz entraba por una pared. Era una ventana cuya protección de tormenta se había retirado, dejando pasar la luz de un nuevo día a través del cristal.

Paula observó el mar de nubes que en ese instante tenía una tonalidad dorada por el sol del amanecer.

-Que hermoso –dijo alguien detrás de ella, era Alex.

-Oh, ¿sigues vivo? –dijo Paula a modo de saludo.

-Sí, al parecer todos lo estamos –respondió Alex colocándose a un lado de ella.

Era delgado y su cara no era exactamente la de un Adonis. Pero lo que le faltaba de físico lo compensaba con inteligencia y carisma, además de una capacidad innata de liderazgo hizo que se ganara la confianza de todos los jóvenes colonos, a quienes consideraba sus amigos. 

-Otro día solos –dijo Paula.

Alex creyó notar un ligero tono de melancolía. Y no la culpaba porque a él también le pasaba lo mismo, aunque no podía permitirse mostrar debilidad.

-Así es Poli –respondió Alex suspirando mientras se acercaba a la ventana.

-Lindo día –agregó Alex al mirar.

Pero Poli estaba callada mientras miraba hacia el exterior.

-¿Te pasa algo? –preguntó Alex.

-¿Eh? –dijo Paula como si la sacaran de un sueño- oh, nada, solo que... ¿qué pasará con nosotros
Alex? ¿qué es lo que debemos hacer de ahora en adelante?

Alex observó las nubes mientras meditaba las preguntas de Poli.

-Pues por lo mientras Poli, debemos seguir viviendo, seguir trabajando, seguir luchando. Eso es lo que nuestros padres hubieran querido. Y con el tiempo nos pasaran cosas buenas, pero eso solo depende de nosotros.

-Una vez más despertamos en este mundo extraño, una vez más sobrevivimos a una tormenta asesina –dijo Paula mientras veía por la ventana-. Pero también una vez más despertamos para ver el mar de nubes de nuevo, despertamos para seguir viviendo y trabajando, para hacer esta colonia un mejor lugar donde vivir.

-Y lo hacemos como lo hemos hecho desde hace tres años –dijo Alex-. Solos.

El chico sonrió.

-Eso fue poético sabes –dijo mientras miraba a Paula.

Ella también le sonreía.

Y de esa forma los jóvenes colonos lograrían sobrevivir. Por sí solos.

Lejos en el cielo.


La gran bóveda celeste dominaba imponente aquel extraño mundo donde la gris tierra no existía, solo un mar de nubes se extendía hasta donde la vista alcanzaba, los hombres habían abandonado su lugar natural de residencia en los tiempos arcaicos, algunos ancianos recuerdan cuando llegaron al Reino de los Cielos donde para su desgracia no habitaba ninguna divinidad aunque no le dieron importancia a esto y comenzaron a crear su nuevo hogar.

Las ciudades construidas sobre los cielos tenían forma de enormes domos, como si se tratara de la cabeza de un gigantesco hongo, así que cuando el viajero se acercaba a una de estas urbes solo miraba una gran estructura semi redonda que sobresalía de entre los cumulonimbos y los cirrus.

En el borde de una de estas ciudades, en una zona descubierta del domo, deambulaba sin preocupación ni prisa una niña, lejos del bullicio de la ciudad interna y de todo aquello que un escolar puede llegar a aborrecer -escuela, maestros tiranos y padres ocupados- la niña en cuestión disfrutaba alegremente su ocioso paseo mientras entonaba una canción.

¿Dónde estás? ¿dónde te veré? 
Amor mío no me dejes aquí 
en el gran cielo te quiero encontrar 
no te vayas, quédate a mi lado 
y te prometo caminar en la nube. 

Y así la pequeña seguía su paseo caminando por las estructuras de metal que quedaron abiertas a los arrebatos de los aires, al llegar a una viga que se suspendía sobre el vacío la niña no titubeó y caminó por este armazón con la agilidad de un gato, extendiendo sus brazos y dando largos pasos mientras tarareaba su cancioncilla. A mitad de su recorrido la pequeña se detuvo y miró a lo lejos, entre las nubes un objeto lejano semicircular que empezó a surgir como una gran galleta de entre el gran mar lácteo formado por las nubes, pero esta galleta gigantesca era muy gris y tenía manchas aún más oscuras que su superficie.

La niña miró a la luna que aparecía en el cielo como si el satélite realizara un rondín para vigilar a los habitantes de los cielos y hacerles recordar que no están solos en la gran inmensidad azulada. Después de observar a este nuevo personaje estelar la niña reanudo su caminata peligrosa por la viga hasta que felizmente logró llegar al otro lado y siguió su paseo por el techo del domo. Pero después de dar unos cuantos pasos escuchó un ruido sordo y lejano, como si se tratara de una gran motor, miró a todos lados repetidamente con esa curiosidad casi exigente de los niños pero para su sorpresa no vio nada e inmediatamente hizo una mueca y volteó a ver hacia arriba descubriendo una línea blanca extendiéndose por el cielo, dicha línea era dibujada por un objeto en forma de flecha que se movía con gran rapidez, la chiquilla inconscientemente alzó el brazo y lo agitó en señal de saludo sin esperar que el piloto de la nave le respondiera.

Mientras seguía caminando una corriente de aire levantó su vestido azulado, pero un rápido movimiento de brazos regresó a su lugar a la libertina falda mientras la chiquilla con su cara enrojecida por la pena miró a su alrededor para ver si algún mirón pudo aprovecharse de su desventura, al no ver a nadie suspiró aliviada y enseño la lengua como mofándose ¿pero de quién? Después de arreglar su vestido se acomodó los pocos cabellos castaños obscuros que se soltaron de su peinado y emprendió su caminata de gran altura.

Al fin llegó a su destino después de tanto camino y escasas pero emocionantes aventuras, vio otra viga de metal plateado que sobresalía de una parte del domo, la niña una vez más se subió a esta estructura, un acto que mataría a sus padres de miedo si la estuvieran observando, caminó con los brazos extendidos y con pasos pequeños hasta llegar al extremo, después se sentó y miró al cielo mientras balanceaba sus pies al compás de una nuevo verso de la misma canción.

Oh gran espejo azul que estas sobre mi
Dime por favor en donde la has visto,
donde quiera que esté dile por favor
que siempre la amaré hasta mi extinción.

Pero de repente escuchó un ruido metálico procedente de algún lugar abajo de ella, rápidamente escudriñó con su vista la cavidad de donde salía la viga sobre la cual estaba sentada y vio una figura humanoide subir por una pared del domo, la niña se sorprendió enormemente al observar esta extraña figura subir la pared como un insecto, solo en los relatos de tiempos más viejos que la ciudad flotante se hablaba de hombres capaces de subir por las paredes y salvar a inocentes de malvados villanos. Aunque el porqué de que esta extraña figura podía subir por la pared del domo tenía una explicación más razonable, en la espalda tenía una especie de mochila de donde sobresalían dos grandes brazos robóticos de cuatro dedos cada uno y que se adherían a la pared mediante el uso de fuerzas de Van der Waals.

Dicha figura trepadora estaba vestida con un traje azulado con verde y en la cabeza tenía una gorra con esta misma combinación de colores, era un técnico encargado de revisar tramo por tramo una sección del domo que se le asignaba cada semana. Dicho sujeto se encontraba escaneando esa sección del domo en busca de desperfectos microscópicos que pudieran poner en peligro la estructura, como la pared estaba pulida en esa área el técnico pudo ver el reflejo de alguien sentado en una viga que lo observaba atentamente.

El hombre volteó para ver esta figura y se encontró con una niña de unos 11 años que le saludaba afectuosamente, el técnico sorprendido le regresó el saludo y como la distancia de la pared al extremo de la viga no era mucha este le preguntó.

-Oye niña ¿qué haces aquí?

-Solo estoy sentada a la espera del fin de los tiempos-le respondió la niña.

-¿El fin de los tiempos?-preguntó intrigado el técnico.

-Bueno así decía un viejo libro que tenía mi abuelo, al parecer en la Era de la Superficie dicho libro tenía mucha importancia.

-En aquellos tiempos creían en muchas cosas -dijo el técnico con un gesto irónico- pero ¿tú crees en un ser divino?

La niña respondió señalando al Astro Rey.

-Pero ese es el sol-dijo el técnico.

-Bueno al menos me gusta creer en una estrella que existe y que nos da calor evitando que nos congelemos.

-Pero las personas se sienten obligados a creer en algo para que su vida tenga sentido ¿no crees?

La niña iba a responder cuando de pronto una ráfaga de aire sopló tan fuerte que le hizo perder el equilibrio y la lanzó al vacío, cayendo hacia las nubes.

Mientras caía se sentía confundida y sin saber que pasaba pero cuando miró hacia arriba vio que la ciudad flotante se alejaba más y más pero el mar de nubes se acercaba igual de rápido, aun creyéndose valiente empezó a gritar muy fuerte moviendo las piernas y brazos desesperadamente como si eso pudiera detener su caída, entonces cerró los ojos y pensó solo en lo más importante para ella -porque que tal vez no tenía mucho tiempo para otra cosa- El rostro largo y sereno de su padre, adornado con cabellos castaños más claros que los de ella, en la redondeada cara de su madre retocada con una cabellera larga que le llegaba hasta los hombros y su dulce sonrisa que siempre la tranquilizaba cuando el mar de nubes se tornaba negro y reventaba en relámpagos, en su pequeño y peludo hámster “El señor manchas” nombre dado por unas manchas negras en formación triangular que adornaban el vientre blanco, en sus amigos, en sus parientes, en fin en todo lo importante para ella, en todo aquello que jamás vería de nuevo. “No” pensaba “no quiero morir, quiero verlos de nuevo, quiero a mi mamá” y las lágrimas salieron a torrentes de sus ojos pero eran arrastradas por la velocidad a la que caía.

Pero de repente su caída se aminoró rápidamente hasta que se detuvo completamente, no se atrevía a abrir los ojos -por miedo quizá- pero sentía que unos dedos pequeños la sostenían de sus brazos y torso, atreviéndose a mirar abrió los ojos y se encontró cara a cara con otros pero de color azul, más bien de un color azul artificial; era un robot volado que la sostenía con sus brazos metálicos mientras se mantenía en el aire gracias a dos aparatos ovalados que tenía en su espalda y ejercían una fuerza anti gravitacional.

El robot se elevó llevando consigo a la niña al cual no dejaba de llorar, cuando por fin se acercaron de nuevo al domo, se dirigieron al lugar donde la niña se había encontrado con el técnico el cual la recibió con una cara blanca del susto.

-Oye ¿estás bien? ¿te hiciste daño? -preguntó ansiosamente el técnico.

La niña sin decir palara alguna solo movió la cabeza de un lado para otro en señal negativa mientras se restregaba los ojos con sus manos. El técnico suspiró y le dijo severamente.

-Que eso te enseñe a no sentarte en donde sea, mira que tuviste suerte de que trajera conmigo un explorador remoto o si no... ni quiero pensar en lo que te hubiera pasado.

La niña miró apenada a su accidental tutor y vio al robot que la había salvado que volaba alrededor de ellos, entonces se dio cuenta que el guante derecho del técnico emitía una luz de color azul y en el dorso del guante tenía una pequeña imagen holográfica donde se veían las imágenes observadas por el robot, entonces la niña miró al técnico y le sonrió.

-Yo creo...

-¿Mhmm?- dijo el técnico sorprendido por esta inesperada respuesta.

-Yo creo en la capacidad del hombre de realizar grandes cosas para ayudar a sus semejantes -dijo la niña- así sean muy grandes o pequeñas, pero si lo que hacen lo hacen desde el corazón entonces todos seremos capaces de seguir adelante y afrontar lo que el futuro nos depare.

El técnico sonrió y le acaricio la cabeza, esa era la forma de dar las gracias por haberla salvado.

-Eso es parecido a lo que dice ese viejo libro de tu abuelo -le dijo el técnico.

-Bueno -le respondió la niña-, aunque uno no crea en los dioses puede ser alguien bueno ¿no?

-Si tienes razón- le dijo el técnico.

De pronto de entre las nubes lejos de la ciudad flotante apareció un gran objeto alargado, como si se tratara de un gran barco pero teniendo la forma de una ballena, en uno de sus costados tenía escrita en grandes letras negras “TRITONIUS”.

-También creo en la capacidad del hombre para imaginarse cosas y hacerlas realidad- dijo la niña mientras miraba al enorme nave que ascendía hacia el cielo azul.

-Con algo de voluntad podemos hacer cosas grandiosas-le dijo el técnico.

Y así niña y técnico miraban a la gran nave que se alejaba de ellos y ser perdía en el horizonte, lejos en el cielo.