lunes, 28 de octubre de 2019

Lejos en el cielo.


La gran bóveda celeste dominaba imponente aquel extraño mundo donde la gris tierra no existía, solo un mar de nubes se extendía hasta donde la vista alcanzaba, los hombres habían abandonado su lugar natural de residencia en los tiempos arcaicos, algunos ancianos recuerdan cuando llegaron al Reino de los Cielos donde para su desgracia no habitaba ninguna divinidad aunque no le dieron importancia a esto y comenzaron a crear su nuevo hogar.

Las ciudades construidas sobre los cielos tenían forma de enormes domos, como si se tratara de la cabeza de un gigantesco hongo, así que cuando el viajero se acercaba a una de estas urbes solo miraba una gran estructura semi redonda que sobresalía de entre los cumulonimbos y los cirrus.

En el borde de una de estas ciudades, en una zona descubierta del domo, deambulaba sin preocupación ni prisa una niña, lejos del bullicio de la ciudad interna y de todo aquello que un escolar puede llegar a aborrecer -escuela, maestros tiranos y padres ocupados- la niña en cuestión disfrutaba alegremente su ocioso paseo mientras entonaba una canción.

¿Dónde estás? ¿dónde te veré? 
Amor mío no me dejes aquí 
en el gran cielo te quiero encontrar 
no te vayas, quédate a mi lado 
y te prometo caminar en la nube. 

Y así la pequeña seguía su paseo caminando por las estructuras de metal que quedaron abiertas a los arrebatos de los aires, al llegar a una viga que se suspendía sobre el vacío la niña no titubeó y caminó por este armazón con la agilidad de un gato, extendiendo sus brazos y dando largos pasos mientras tarareaba su cancioncilla. A mitad de su recorrido la pequeña se detuvo y miró a lo lejos, entre las nubes un objeto lejano semicircular que empezó a surgir como una gran galleta de entre el gran mar lácteo formado por las nubes, pero esta galleta gigantesca era muy gris y tenía manchas aún más oscuras que su superficie.

La niña miró a la luna que aparecía en el cielo como si el satélite realizara un rondín para vigilar a los habitantes de los cielos y hacerles recordar que no están solos en la gran inmensidad azulada. Después de observar a este nuevo personaje estelar la niña reanudo su caminata peligrosa por la viga hasta que felizmente logró llegar al otro lado y siguió su paseo por el techo del domo. Pero después de dar unos cuantos pasos escuchó un ruido sordo y lejano, como si se tratara de una gran motor, miró a todos lados repetidamente con esa curiosidad casi exigente de los niños pero para su sorpresa no vio nada e inmediatamente hizo una mueca y volteó a ver hacia arriba descubriendo una línea blanca extendiéndose por el cielo, dicha línea era dibujada por un objeto en forma de flecha que se movía con gran rapidez, la chiquilla inconscientemente alzó el brazo y lo agitó en señal de saludo sin esperar que el piloto de la nave le respondiera.

Mientras seguía caminando una corriente de aire levantó su vestido azulado, pero un rápido movimiento de brazos regresó a su lugar a la libertina falda mientras la chiquilla con su cara enrojecida por la pena miró a su alrededor para ver si algún mirón pudo aprovecharse de su desventura, al no ver a nadie suspiró aliviada y enseño la lengua como mofándose ¿pero de quién? Después de arreglar su vestido se acomodó los pocos cabellos castaños obscuros que se soltaron de su peinado y emprendió su caminata de gran altura.

Al fin llegó a su destino después de tanto camino y escasas pero emocionantes aventuras, vio otra viga de metal plateado que sobresalía de una parte del domo, la niña una vez más se subió a esta estructura, un acto que mataría a sus padres de miedo si la estuvieran observando, caminó con los brazos extendidos y con pasos pequeños hasta llegar al extremo, después se sentó y miró al cielo mientras balanceaba sus pies al compás de una nuevo verso de la misma canción.

Oh gran espejo azul que estas sobre mi
Dime por favor en donde la has visto,
donde quiera que esté dile por favor
que siempre la amaré hasta mi extinción.

Pero de repente escuchó un ruido metálico procedente de algún lugar abajo de ella, rápidamente escudriñó con su vista la cavidad de donde salía la viga sobre la cual estaba sentada y vio una figura humanoide subir por una pared del domo, la niña se sorprendió enormemente al observar esta extraña figura subir la pared como un insecto, solo en los relatos de tiempos más viejos que la ciudad flotante se hablaba de hombres capaces de subir por las paredes y salvar a inocentes de malvados villanos. Aunque el porqué de que esta extraña figura podía subir por la pared del domo tenía una explicación más razonable, en la espalda tenía una especie de mochila de donde sobresalían dos grandes brazos robóticos de cuatro dedos cada uno y que se adherían a la pared mediante el uso de fuerzas de Van der Waals.

Dicha figura trepadora estaba vestida con un traje azulado con verde y en la cabeza tenía una gorra con esta misma combinación de colores, era un técnico encargado de revisar tramo por tramo una sección del domo que se le asignaba cada semana. Dicho sujeto se encontraba escaneando esa sección del domo en busca de desperfectos microscópicos que pudieran poner en peligro la estructura, como la pared estaba pulida en esa área el técnico pudo ver el reflejo de alguien sentado en una viga que lo observaba atentamente.

El hombre volteó para ver esta figura y se encontró con una niña de unos 11 años que le saludaba afectuosamente, el técnico sorprendido le regresó el saludo y como la distancia de la pared al extremo de la viga no era mucha este le preguntó.

-Oye niña ¿qué haces aquí?

-Solo estoy sentada a la espera del fin de los tiempos-le respondió la niña.

-¿El fin de los tiempos?-preguntó intrigado el técnico.

-Bueno así decía un viejo libro que tenía mi abuelo, al parecer en la Era de la Superficie dicho libro tenía mucha importancia.

-En aquellos tiempos creían en muchas cosas -dijo el técnico con un gesto irónico- pero ¿tú crees en un ser divino?

La niña respondió señalando al Astro Rey.

-Pero ese es el sol-dijo el técnico.

-Bueno al menos me gusta creer en una estrella que existe y que nos da calor evitando que nos congelemos.

-Pero las personas se sienten obligados a creer en algo para que su vida tenga sentido ¿no crees?

La niña iba a responder cuando de pronto una ráfaga de aire sopló tan fuerte que le hizo perder el equilibrio y la lanzó al vacío, cayendo hacia las nubes.

Mientras caía se sentía confundida y sin saber que pasaba pero cuando miró hacia arriba vio que la ciudad flotante se alejaba más y más pero el mar de nubes se acercaba igual de rápido, aun creyéndose valiente empezó a gritar muy fuerte moviendo las piernas y brazos desesperadamente como si eso pudiera detener su caída, entonces cerró los ojos y pensó solo en lo más importante para ella -porque que tal vez no tenía mucho tiempo para otra cosa- El rostro largo y sereno de su padre, adornado con cabellos castaños más claros que los de ella, en la redondeada cara de su madre retocada con una cabellera larga que le llegaba hasta los hombros y su dulce sonrisa que siempre la tranquilizaba cuando el mar de nubes se tornaba negro y reventaba en relámpagos, en su pequeño y peludo hámster “El señor manchas” nombre dado por unas manchas negras en formación triangular que adornaban el vientre blanco, en sus amigos, en sus parientes, en fin en todo lo importante para ella, en todo aquello que jamás vería de nuevo. “No” pensaba “no quiero morir, quiero verlos de nuevo, quiero a mi mamá” y las lágrimas salieron a torrentes de sus ojos pero eran arrastradas por la velocidad a la que caía.

Pero de repente su caída se aminoró rápidamente hasta que se detuvo completamente, no se atrevía a abrir los ojos -por miedo quizá- pero sentía que unos dedos pequeños la sostenían de sus brazos y torso, atreviéndose a mirar abrió los ojos y se encontró cara a cara con otros pero de color azul, más bien de un color azul artificial; era un robot volado que la sostenía con sus brazos metálicos mientras se mantenía en el aire gracias a dos aparatos ovalados que tenía en su espalda y ejercían una fuerza anti gravitacional.

El robot se elevó llevando consigo a la niña al cual no dejaba de llorar, cuando por fin se acercaron de nuevo al domo, se dirigieron al lugar donde la niña se había encontrado con el técnico el cual la recibió con una cara blanca del susto.

-Oye ¿estás bien? ¿te hiciste daño? -preguntó ansiosamente el técnico.

La niña sin decir palara alguna solo movió la cabeza de un lado para otro en señal negativa mientras se restregaba los ojos con sus manos. El técnico suspiró y le dijo severamente.

-Que eso te enseñe a no sentarte en donde sea, mira que tuviste suerte de que trajera conmigo un explorador remoto o si no... ni quiero pensar en lo que te hubiera pasado.

La niña miró apenada a su accidental tutor y vio al robot que la había salvado que volaba alrededor de ellos, entonces se dio cuenta que el guante derecho del técnico emitía una luz de color azul y en el dorso del guante tenía una pequeña imagen holográfica donde se veían las imágenes observadas por el robot, entonces la niña miró al técnico y le sonrió.

-Yo creo...

-¿Mhmm?- dijo el técnico sorprendido por esta inesperada respuesta.

-Yo creo en la capacidad del hombre de realizar grandes cosas para ayudar a sus semejantes -dijo la niña- así sean muy grandes o pequeñas, pero si lo que hacen lo hacen desde el corazón entonces todos seremos capaces de seguir adelante y afrontar lo que el futuro nos depare.

El técnico sonrió y le acaricio la cabeza, esa era la forma de dar las gracias por haberla salvado.

-Eso es parecido a lo que dice ese viejo libro de tu abuelo -le dijo el técnico.

-Bueno -le respondió la niña-, aunque uno no crea en los dioses puede ser alguien bueno ¿no?

-Si tienes razón- le dijo el técnico.

De pronto de entre las nubes lejos de la ciudad flotante apareció un gran objeto alargado, como si se tratara de un gran barco pero teniendo la forma de una ballena, en uno de sus costados tenía escrita en grandes letras negras “TRITONIUS”.

-También creo en la capacidad del hombre para imaginarse cosas y hacerlas realidad- dijo la niña mientras miraba al enorme nave que ascendía hacia el cielo azul.

-Con algo de voluntad podemos hacer cosas grandiosas-le dijo el técnico.

Y así niña y técnico miraban a la gran nave que se alejaba de ellos y ser perdía en el horizonte, lejos en el cielo.

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