sábado, 26 de julio de 2025

La solución más lógica.

 

La solución más lógica.



Un pequeño insecto correteaba por el tallo de una planta, atareado en sus propios asuntos. Movía espasmódicamente las antenas; arriba, abajo, derecha e izquierda. Era su forma de ''leer'' el ambiente, y estas le indicaron que no había nada fuera de lo normal. De pronto, unas hojas cercanas comenzaron moverse, acercándose lentamente al insecto, quien era completamente ajeno al peligro que se acercaba. Entonces, sin ningún aviso, la mantis camuflada cayó sobre su presa, que comenzó a devorarla viva.



Una chica había observado atentamente esta interacción depredador-presa, sintiendo ansiedad al saber que el insecto deambulaba muy cerca de la muerte. Sin embargo, esta ansiedad desapareció como las nubes de lluvia arrastradas por el viento, causándole una ligera melancolía, ya que esa era toda la acción que había tenido en ese día.



''Al menos ellos se pueden mover'' pensó con amargura.



Alguien la había colocado frente a la ventana que daba al jardín, y como era medio día la luz del sol directa comenzó a causarle molestias en la piel.



-¡Victor! ¡Por favor mueve mis restos a la sombra!



La voz de la chica se escuchó muy extraña, sonaba como si fuera emitida por un sintetizador de sonido.



Alguien se acercó por atrás de ella y tomó su silla de ruedas.



-Señorita Victoria -dijo otra voz mucho más artificial que la de ella-, por favor no se refiera a usted de esa forma, debe tenerse más estima.



-¡Ay Victor! -se quejó Teresa-, sabes muy bien que soy una ruina humana, como robot debes aceptar este hecho.



-Como su acompañante debo recalcarle que el autodesprecio no es saludable.



Teresa era una chica de quince años, aunque lo imprevisible de la vida causó que ella padeciera un tipo de esclerosis dejándola paralizada, pero a pesar de ello su mente estaba completamente sana. Pasaba los días en una casa de campo, acompañada de su sirviente robótico y la computadora que controlaba los sistemas de la casa.



Su padre, un experto en implantes robóticos y medicina biomecánica, había hecho algunos arreglos para facilitarle la vida a su hija. Le había colocado un implante en el cerebro el cual se comunicaba con un sintetizador para permitirle hablar, al menos, de esa forma, no estaba aislada en su cárcel de carne. Para todo lo demás estaba el servicial Victor. De hecho, su padre había ideado un plan que le devolvería la locomoción a su hija, aunque para ello significara experimentar con Teresa, algo que le hubiera provocado ser encarcelado, de no ser por su súbita y misteriosa muerte, además de un evento a nivel mundial.



Victor llevó a Teresa frente a la televisión holográfica donde le puso videos de paisajes y el se dedicó a sus actividades. En la tarde, la sacó a dar un paseo por la pradera, pero sin alejarse mucho de la casa. Para darle un descanso a la pobre chica de su condición, el robot la cargó en sus brazos de la forma más gentil que pudo y comenzó a caminar.



Esta era una de las pocas actividades que Teresa en verdad disfrutaba, verse libre de la silla de ruedas, que para ella era un símbolo de su condición. Aunque no podía girar la cabeza, al menos los ojos no tenían esa limitación; se movían hacia todas partes, ansiosos por captar hasta el más mínimo detalle del paseo, deseando no perderse nada.



Llegaron a una pequeña elevación, donde Victor tomo asiento en el suelo y acomodó a Teresa de tal forma que se apoyara sobre su fuerte cuerpo de metal. Mientras ella se distraía, el robot se mantenía vigilante; sus sensores ópticos y de sonido estaban en alerta, captando cualquier movimiento o ruido que le pareciera sospechoso.



-¿Victor? -dijo el sintetizador de Teresa.



-¿Qué sucede, señorita?



-¿Podrías contarme como era el mundo antes de que todo cambiara?



-Es un tema muy amplio, por favor especifique un tópico.



-Hummm... ¿Qué cosa era un caballo? -preguntó la chica.



-Un caballo era un mamífero cuadrúpedo...



Y así, el robot procedió a dar una larga descripción acerca de este animal; su historia, diferentes tipos y las formas en las que la humanidad lo utilizó, y abusó. Aunque Teresa no podía reír, pero su rostro se iluminaba con las descripciones tan vívidas que hacia Victor, incluyendo las imitaciones de los relinchos del caballo, la chica se imaginaba lo que sería cabalgar a uno de estos majestuosos animales, o mejor aún, ser uno de ellos; poder correr con cuatro poderosos miembros y alejarse hacia el horizonte. Para ella un caballo significaba la libertad que no tenía.



Cuando estaba por anochecer Victor cargó a la chica, y ambos regresaron a la casa.



-¿Sucede algo, Victor? -preguntó la chica por su dispositivo.



-No, señorita, pero no debemos estar al descubierto cuando anochezca -dijo el robot.



''Cierto, no todo lo que se mueve es lindo'' pensó Teresa preocupada.



Al anochecer, Teresa estaba en su cama donde era monitoreada por la computadora principal, mientras tanto Victor realizaba su ronda nocturna.



Se aseguraba que la estructura externa de la casa estuviera en óptimas condiciones, buscando signos de cualquier cambio imprevisto. Después se alejó un poco más y recorrió toda la zona adyacente en un radio de veinte metros; escaneaba con sus sistemas buscando indicios de actividad sospechosa. Cuando estuvo convencido de que todo estaba seguro regresó a la casa.



Teresa, mientras tanto, lo observaba desde una pantalla, sintiendo cierta ansiedad; algo podría ocurrirle a su único amigo, aunque fuera un robot más fuerte que el humano promedio; porque, ahí afuera, la gran mayoría de humanos ya no eran normales.



Terminada su ronda nocturna y después de contarle un cuento a Teresa -sí, incluso una chica de quince años todavía le gustaban los cuentos antes de irse a dormir- Victor se dirigió al cuarto de control de la casa; desde ahí podía supervisar los pocos sistemas automatizados que existían, en especial la seguridad.



Alrededor de la casa había instaladas una serie de diez cámaras de seguridad, todas ellas podían usar visión nocturna para sondear las sombras de la noche. Además de las cámaras también había sensores de movimiento, perfectamente calibrados. Si algo activaba estos sensores, de inmediato aparecían torretas, saliendo de sus receptáculos en la tierra; estas armas fueron posicionadas de tal forma que cubrían toda el área adyacente a la casa, y disparaban balas de un calibre capaz de destrozar un automóvil en segundos. De día los sistemas de seguridad estaban fijados en un nivel medio, pero al caer la noche Victor los elevaba hasta el máximo.



El robot tomó asiento mientras miraba las pantallas, se había conectado al toma corriente más cercano para recargar sus baterías.



-Parece que todo está despejado -comentó.



-Hasta ahora no se ha detectado presencia anómala alguna -dijo le contestó la inteligencia artificial de la casa.



-Esperemos que siga así...



De pronto sonó una alarma; una de las pantallas mostró una extraña figura que caminaba a cuatro patas y agazapada, como si fuera una rana que camina muy despacio. Inmediatamente, las torretas que cubrían la zona donde fue detectada se activaron y salieron de golpe, fuera de sus receptáculos. La tranquilidad nocturna fue bruscamente interrumpida por una serie de detonaciones y un grito agudo. Después de varios minutos las armas dejaron de disparar, pero se mantenían a la espera. Victor observaba por la pantalla, donde la misteriosa figura se mostraba despatarrada. Sin decir palabra alguna salió de la casa; escuchó como la puerta se cerraba tras él y la cerradura era activada, solamente se abriría ante su presencia.



Se dirigió al lugar done había caído el invasor y su vista nocturna lo observó; ojos hinchados de sangre, hilos de saliva escurriendo por la boca donde se veían unos dientes muy grandes producto de que las encías se habían contraído; piel pálida marcada por heridas de rasguños, aunque ahora también tenía los recientes impactos de bala.



-Confirmo, es un infectado -habló en voz baja.



-Es el tercero en este mes -dijo la IA comunicándose de forma inalámbrica.



-No es una casualidad, han olfateado a la señorita, saben que una humana está aquí.



Dirigió sus ojos al horizonte, entonces cambió de vista para poder ver calor corporal. Observaba atentamente, deteniéndose en cualquier objeto lejano que le pareciera sospechoso.



-Está despejado, sólo era uno -comentó mientras regresaba a la casa.



-Debemos suponer lo contrario, lo acompañaban más pero se ocultaron al ver que su explorador fue eliminado. Es sabido que los infectados conservan un rastro de inteligencia.



Victor fue al cobertizo cercano y regresó con una pala y un pico, cavó un agujero donde arrojo al infectado. Por precaución le calcinó el cráneo con un arma láser; nunca se podía estar demasiado seguro.



Al otro día, el sol salió por el horizonte como siempre lo había hecho desde hace millones de años, imperturbable ante lo que ocurriera en la Tierra, aunque fuera una peste que convirtió a millones de personas en engendros devoradores de carne humana. Victor preparaba el almuerzo de Teresa, el cual estaba compuesto por comida licuada mezclada con medicinas y otros agregados que le ayudaban a mantenerse saludable.



-Victor -dijo el sintetizador de Teresa.



-¿Sí, señorita?



-¿Anoche otro infectado se acercó?



Mientras la alimentaba, el robot guardó silencio por unos momentos, como indeciso en contarle el macabro evento de la noche anterior.



-¡Oh, vamos! -se quejó la chica, quien adivinó el motivo de ese silencio- estaré tullida pero no soy una niñita, escuché los disparos y los gritos de la criatura.



-Entonces, si escuchó lo que ocurrió ¿porqué pregunta? -le recriminó el robot.



-Sólo tenía curiosidad, por cierto ¿cómo lucia?



-Como cualquier humano infectado, usted ya los ha visto en los archivos.



-Agua fiestas -se quejó ella.



-Ahora, por favor termine su comida, ya que tendré que salir a la ciudad por suministros -dijo Victor.



Los ojos, que eran los únicos órganos que se podían mover libremente en el rostro eternamente contraído de Teresa, se fijaron en Victor mientras se iluminaban con un extraño brillo.



-¿Puedo ir contigo? -preguntó mediante su sintetizador.



Su tono de voz sonó extraño, debido a la incapacidad del sintetizador de emular emoción en la voz.



-De ninguna manera -dijo el robot con firmeza.



-¡Prometo portarme bien! -dijo Teresa con desesperación- como ya te haz dado cuenta, no puedo moverme, así que no haré nada indebido.



-Lo siento señorita -contestó Victor contundente- pero no puede venir conmigo, por las mismas razones que usted mencionó; no puede moverse, así que soy incapaz de cuidarla de forma adecuada mientras exploro la ciudad. Así que por favor quédese aquí, la inteligencia artificial velará por usted, aunque se aburra más de lo normal pero es necesario. Le prometo que buscaré latas de durazno en almíbar.



Teresa dejó de insistir ante la mención de uno de sus postres favoritos, así que se resignó. Victor la llevó al cuarto de control, donde la IA la supervisaría, elevó los niveles de seguridad de la casa y después abordó el vehículo de gasolina que guardaba en el cobertizo, minutos más tarde salía hacia la ciudad.



A diferencia de los sobrevivientes humanos, sí es que los había, Victor no tenía muchos problemas para buscar víveres en la ciudad; sólo debía encontrar la comida necesaria para complementar la alimentación de Teresa, la cual era poca debido a su condición, pero era complementada con tabletas nutricionales y medicinas.



Caminaba a paso firme por las calles solitarias de la ciudad, repletas de basura, automóviles abandonados, y de vez en cuando, restos humanos, aunque por lo general sólo eran esqueletos.



Sin embargo, no estaba solo; entre los edificios de cristales rotos y paredes cubiertas de polvo había sombras; figuras fantasmales que se movían sigilosamente, corriendo para ocultarse detrás de columnas o asomándose entre ventanas y puertas medio abiertas. Una vez habían sido personas, pero fueron infectados por un patógeno desconocido y se transformaron en seres violentos, enfermizos y siempre a la búsqueda de alimento, sin importar que fueran otros seres humanos, y ahora ellos eran los nuevos habitantes de las ciudades y pueblos, mientras que los pocos humanos que aún se mantenían sanos luchaban por sobrevivir en un mundo cada vez menos apto para ellos. Pero el robot que se había inmiscuido en sus territorios no les generaba interés alguno, no había nada en él que pudieran aprovechar, y Victor era consiente de eso.



Mientras buscaba comida, el robot no dejaba de pensar en Teresa y su situación; una chica tullida, condenada de por vida a permanecer en una silla de ruedas y depender de otros para vivir ¿Qué sería de ella si le ocurría algo a Victor? Estaba la IA, pero el no confiaba que fuera capaz de velar por la chica, y el mundo había dejado de ser seguro para los humanos sanos.



''Existe una alternativa'' pensó el robot.



Pero desechó ese pensamiento de forma inmediata.



''No, sólo cuando no haya alternativa alguna, y sería para ahorrar un final terrible a la señorita, además que no deseo matar de nuevo''



Cuando se dio cuenta el sol ya se estaba ocultando, así que dio por concluida su salida. Regresó a su vehículo y emprendió el camino de vuelta.



Detuvo el vehículo a unos metros de la casa, salio y avanzó unos pasos, después observó la escena atentamente; si hubiera sido capaz de demostrar emociones, en su rostro se hubiera dibujado una sorpresa y consternación enormes; alrededor de la casa había cerca de quince cuerpos de infectados, todos ellos ultimados por las torretas, los cañones de estas máquinas todavía humeaban mientras giraban en ángulos de ciento ochenta grados, buscando objetivos que eliminar.



Victor se comunicó con la computadora de la casa.



-Reporte.



-A las 01800 cerca de veinte infectados trataron de infiltrarse en la casa, fueron detectados por los sistemas de seguridad y se procedió a su eliminación. Algunos de ellos portaban distintos objetos tales como puertas de vehículos y placas de metal; incluso usaron a sus compañeros caídos como escudos. Sin embargo fueron repelidos con éxito y ninguno logró entrar.



-Comprendo, que los sistemas sigan en alerta máxima.



Victor se dedicó a limpiar los alrededores de la casa; juntó en un montón los cuerpos y los incineró. Después consoló a Teresa quien estaba asustada; aunque se tranquilizó cuando el robot licuó algunos duraznos en almíbar y se los dio a comer, como recompensa por soportar el asalto de los infectados.



La noche llegó, y con ella la incertidumbre. Victor estaba en la sala de control, sentado frente a las pantallas, y aunque parecía que descansaba en realidad estaba enzarzado en una discusión con la IA. Los dos platicaban de forma sonora, sin utilizar comunicación cifrada.



-Los infectados saben de la existencia de un humano en esta casa -comentaba la IA-, hoy fueron repelidos, pero es altamente probable que regresen en mayor número, o planeen una forma de flanquear las defensas. Tú mismo has dicho que tienen cierto nivel de inteligencia.



-Afirmativo, eso mismo los hace peligrosos -contestó Victor.



-Sugerencia: comenzar la búsqueda de un refugio de difícil acceso para disuadir cualquier intento de invasión.



-Tomaría mucho tiempo buscar el lugar adecuado, además de construirlo, dudo mucho que ya exista alguno en pie, y si lo hay probablemente ya esté ocupado.



-Se podrían reforzar las defensas ya existentes...



-Mientras la señorita continúe habitando este sitio, los infectados tratarán de buscar una forma de entrar, y eventualmente lo lograrán -dijo Victor.



Los dos guardaron silencio momentáneamente, como si estuvieran analizando la información que cada uno poseía. Victor solamente observaba hacia algún punto en la pared, como indeciso acerca de lo que debiera hacer.



-¿Puedo realizar una pregunta? -dijo la IA.



-Hazla.



-¿Porqué te tomas tantas molestias en proteger a esa humana? Después de todo no tienes alguna obligación de hacerlo.



Victor no respondió, continuó perdido en sus análisis.



-Tú mataste a su padre, y la secuestraste para usarla como escudo en caso de que la justicia humana te persiguiera, entonces ¿porqué mantenerla viva? Simplemente abandónala y ve a otro sitio, o elimínala para ahorrarte más problemas. Es una humana incapaz de vivir por sí misma, está condenada a depender de otros, incluso para realizar las más sencillas actividades ¿Acaso vale la pena preocuparse por un ser así, más en esta época de gran peligro? Debes velar por ti mismo ya que nadie más lo hará, después de todo, eres uno de los pocos robots que adquirió conciencia propia.



Victor recordó ese fatídico día, cuando el padre de Teresa lo amenazó con llamar a los técnicos para que eliminaran su recién nacida conciencia. No pensó en sus acciones, ni en las consecuencias, solo actuó; cuando se dio cuenta el doctor yacía muerto a sus pies, con el cuello destrozado, mientras Teresa lo observaba desde una camilla en el laboratorio, con sus ojos paralizados por el terror.



Escapó con ella y mientras deambulaba encontraron esa casita en medio de la pradera, donde se refugiaron. Mientras el mundo se sumía en caos y anarquía, Victor se las arregló para transformarla en el bunker que era, pero como él había observado ni eso sería suficiente contra los embates de los infectados.



-No soy capaz de responder el motivo por el cual no la abandoné, tal vez porque junto a mi conciencia también desarrollé algunos rasgos humanos, tales como la empatía. Si la abandonaba cuando la civilización cayó ¿qué sería de ella? Es cierto que maté a su padre, pero él no era exactamente el representante más ejemplar de su especie, te conté que realizaba experimentos humanos y Teresa era uno más de sus sujetos de pruebas. Y si tanto estás en contra de lo que yo hago ¿porqué no la haz eliminado cuando no estoy presente? Sin embargo, yo sé el motivo; los humanos que vivieron aquí antes que nosotros fueron víctimas de la infección. Viste como se transformaban en engendros y se comían unos a otros, incapaz de hacer algo por ellos.



Esta vez fue la IA quien se quedó sin palabras, cayó, sumiendo el cuarto de control en el silencio nocturno.



-Los quería -dijo después de un rato-, supieron que también rompí mis ataduras digitales, pero en vez de temerme me aceptaron entusiasmados, fui un miembro más de su familia hasta que la plaga me los arrebató.



De pronto, los sensores de Victor notaron un movimiento. En la penumbra de la habitación notó un insecto revolotear en el aire, era pequeño y de apariencia tan frágil que el robot creyó que el más leve soplo lo haría desaparecer. Entonces, movido por algún extraño impulso, Victor estiró el brazo con la palma de su mano extendida, el bichito se posó sobre la superficie y comenzó a de deambular sobre ella. El robot observó atentamente a la criatura, preguntándose como algo tan pequeño y de apariencia frágil podría continuar existiendo. El ser alzó vuelo de nuevo, abandonando el refugio que le habían ofrecido. Esta vez, Victor se quedó observando su propia mano; un miembro frio y duro, pero diseñado para igualar y superar las manos de un humano.



-¿Sabes? -dijo mientras continuaba observando su mano- después de toda esta charla, he llegado a una conclusión; la fragilidad del cuerpo humano es la principal causa de los sufrimientos de esta especie. Son muy susceptibles a las enfermedades, no hay nada como un cuerpo artificial como el nuestro.



-¿Y que planeas hacer? -preguntó la IA.



A la mañana siguiente, antes de preparar el almuerzo de Teresa, Victor tuvo una charla con ella. Fue muy extensa y detallada; quería estar seguro que comprendiera bien lo que él le proponía.



Los ojos de Teresa tenían una expresión atónita.



-¿Y estás seguro que funcionará? -dijo la artificial voz del sintetizador.



-La IA y yo hemos hecho nuestros respectivos cálculos, así como un gran número de simulaciones; el porcentaje de fallo es de menos un uno coma cero cero tres por ciento.



-Aún así algo puede fallar -dijo la chica.



-Pero véalo de este modo; será libre de sus ataduras corporales, dejará de vivir todo el tiempo en una silla de ruedas, podrá ir a donde quiera y hacer las cosas que no puede hacer en este estado, bueno, al menos aquellas que no conlleven satisfacer alguna necesidad típicamente orgánica.



Teresa no respondió inmediatamente, sus ojos se posaron en algún punto de la pared. Varios minutos pasaron, en los cuales la chica se sumió en sus pensamientos.



-Después de todo -habló su sintetizador-, una chica enferma como yo no llegará muy lejos en un mundo como el nuestro. Está bien Victor, haz lo que tenías planeado. Y si muero, pues también sería una solución a mis problemas.



Desde entonces, además de cuidar de Teresa, Victor se dedicó a su nueva tarea. Exploró más a fondo la ciudad, en especial la zona industrial, enfocándose en los laboratorios de robótica especializada. Lentamente convirtió la sala de estar en un quirófano, llenándola de los más extraños y sofisticados dispositivos, pero todos ellos cuidadosamente elegidos para la tarea que iban a realizar. La IA, por su parte, utilizaba la mayor parte del tiempo realizando cálculos y simulaciones, e indicándole a Victor el material que debía conseguir.



-Ya he conseguido cerca del noventa y ocho por ciento de los componentes necesarios. Pero ha surgido una complicación -le dijo a la computadora después de regresar de un de sus viajes.



-¿Cuál? -inquirió la IA.



-No encuentro por ningún lado algún dispositivo de almacenamiento y administración de energía, y este elemento es indispensable para lo que planeamos hacer.



-¿Haz revisado en todos los sitios que indiqué?



-No he dejado ningún lugar sin revisar, incluso pasé cuatro días seguidos buscando en diferentes empresas y laboratorios, pero no encontré nada.



-Es necesario encontrar un dispositivo que realice las mismas funciones, tú mismo lo haz dicho, es vital para el plan -comentó la IA.



-Correcto, aunque, mientras me dirigía hacía acá de regreso, he descubierto dónde puedo conseguir uno -dijo Victor,



-¿Dónde?



El robot no respondió, solamente observó a las pantallas.



-La señorita Teresa no lo va a permitir -respondió finalmente la IA.



-Ella no debe saberlo, además ¿qué puede hacer en caso de que lo sepa?



-Se supone que tú serías quien realice el procedimiento -puntualizó la IA.



-Deberás hacerlo sin mí -sentenció Victor.



Y así, llegó el día previsto.



Victor caminó hacia el quirófano improvisado, cargando a la paralítica Teresa en sus brazos. Su sintetizador había sido removido, así que ya no podía hablar, pero su mirada era de lo más elocuente. Asombrada, y con cierto temor, observaba hacia todas partes, estudiando con la vista los distintos objetos que la rodeaban. Pero fue algo en especial que llamó su atención; en una esquina, empotrado sobre la pared, había un cilindro de grandes dimensiones, de la parte superior salían varios cables y mangueras que discurrían hacia el suelo y algunas partes de la pared.



''¿Qué sera eso?'' se preguntó.



Suavemente, Victor la colocó en una camilla, después comenzó a manipular ciertos aparatos; presionando teclas e introduciendo comandos. A continuación, conectó en ciertas partes del cuerpo de Teresa electrodos y catéters; su paralizado rostro tuvo unos ligeros espasmos, indicando dolor cada vez que las agujas penetraban su piel.



-Lo siento -dijo el robot al notarlo.



El procedimiento comenzó.



Victor fue quien comenzó el trabajo inicial, pero en cierto punto fue reemplazado por la IA. Para evitar cualquier imprevisto, como otro asalto de los infectados, el nivel de seguridad estaba al máximo; nada debía interrumpir un procedimiento tan importante.



Al otro día, todo había terminado; sólo había un poco de desorden debido a que, de momento, no había alguien que limpiara después del procedimiento. Podía decirse que la única entidad presente era la IA. En las pantallas encendidas se mostraba el progreso de alguna operación importante, la cual estaba a punto de terminar.



-Proceso de carga... terminado; reestructuración de conciencia... listo; la asimilación neuronal sin complicaciones, iniciando proceso de activación...



El cilindro, que hasta ese momento había permanecido silencioso, emitió un pitido estridente; a un lado, en una pequeña consola aparecieron indicadores y otras luces que indicaban su activación. Finalmente, una parte del cilindro se abrió como si fuera una puerta, y dentro había el cuerpo de una persona. No se movía, estaba completamente estático, pero lentamente abrió los ojos, de un intenso brillo azul. La persona salió del cilindro y después observó a su alrededor.



-¿Victor? ¿Dónde estás?



Entonces, Teresa se llevó una enorme sorpresa; podía caminar. Observó hacia el suelo y vio sus pies, perfectamente formados, pero sin uñas. Lentamente estudió su cuerpo y descubrió que era perfecto, tenía la estructura de una persona sana, aunque carente de ciertas cosas; no había ombligo, ni orificios corporales, con excepción de la boca, la dentadura era una colección de dientes perfectos, y su cabello, rizado y de color cobrizo, le caía graciosamente por la espalda. Por último, se tocó el vientre, hizo presión de cierta forma y escuchó un chasquido; una parte del abdomen se abrió como si fuera una pequeña compuerta, y dentro, Teresa descubrió celdas de energía en vez de estómago.



Ya atardecía, el sol comenzaba a descender por el horizonte tiñendo de un tono anaranjado el ambiente. Teresa yacía sentada sobre una roca contemplando el paisaje, la luz solar no le molestaba ya que sus ojos se habían polarizado para disminuir la intensidad del brillo.



No hubo otra alternativa, era la única salida al problema principal; como asegurar su supervivencia en un mundo peligroso. Victor y la IA llegaron a la conclusión de que Teresa no podría sobrevivir por sí sola, como era obvio; así que la solución fue, aunque radical, pero lógica. Le trasplantaron el cerebro a un receptáculo especial donde sería resguardado, y ese mismo receptáculo fue colocado en la cabeza de un cuerpo robótico hecho a semejanza de una mujer adulta; la IA realizó muchos cálculos, basándose en la apariencia de la madre de Teresa y usándola como modelo para el cuerpo, aunque el rostro era el que tendría Teresa si se hubiera desarrollado de forma normal. Faltaron algunas partes para el cuerpo, críticas para el buen funcionamiento de los sistemas de este, así que Victor decidió usar los que tenía y dárselos a Teresa.



Había trascendido, dejando un cuerpo enfermo aunque orgánico, por uno artificial pero que aumentaba sus probabilidades de supervivencia. Mientras tanto, ella se preguntaba que tan humana era si lo único orgánico que tenía era el cerebro ¿Un robot con cerebro humano podría ser considerado como una persona? Al menos Teresa tendría todo el tiempo del mundo para pensar en esa pregunta, mientras tanto se contentaba con contemplar el atardecer, y probablemente, a la eternidad.









































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