lunes, 11 de noviembre de 2019

Ave María - cuento de terror.


Dios te salve María llena eres de gracia.

Recitaba  una mujer mientras atravesaba un jardín en medio de la noche. Las rosas rojas y blancas se apretujaban unas con otras como si compitieran por su atención pero ella ni las miraba, no en esta noche. Su túnica blanca hecha de una tela muy fina que mirando a trasluz transparentaba la figura de su cuerpo juvenil. En su cabeza de cabellos negros como la noche tenía un velo blanco con una insignia en forma de cruz pero invertida y que parecía tallada en sangre.

Bendita eres tú de entre todas las mujeres, tanto efímeras como eternas.

Por fin llegó a una escalinata, estaba cubierta de una alfombra roja con adornos de flores en color blanco, pero por lo mullida que era los pasos eran silenciosos, aunado a que ella estaba descalza. Al terminar de subir se encontró ante una capilla con una puerta de madera con chapa era de oro; la madera estaba llena de diferentes figuras talladas. Sacó una llave dorada y abrió la puerta introduciéndose en la capilla.

Bendita sea esta noche cuando todos tus hijos nos regocijamos por los frutos de esta tierra.

Dentro todo estaba oscuro, a pesar de ser una capilla ni una sola vela estaba encendida solo la luz de la luna se colaba a través de los grandes ventanales, iluminando una mesa de mármol que se encontraba justo en medio de la estancia, sobre esta mesa se encontraba una sábana cubriendo un objeto de forma humanoide.

Por favor Madre Sagrada, ruega por nosotros los pecadores porque seguiremos sucumbiendo en la lujuria.

La sacerdotisa se colocó frente a la mesa y levantó las manos como si estuviera en un trance religioso, cuando empezó a rezar el objeto empezó sacudirse debajo de la sabana, se escuchó un retintineó de cadenas y unos gemidos desesperados, era una persona.

Sagrada Virgen sigue proporcionándonos tu fuerza, sabiduría, líbranos de nuestros enemigos y ayúdanos en nuestras horas de debilidad y te pagaremos con el dulce néctar que corre dentro de los hijos de los mortales.


A cada palabra su entonación se hacía cada vez más fuerte, sus ojos se dilataban gradualmente y un ligero estremecimiento recorría todo su ser, mientras tanto la persona debajo de las sabanas se sacudía muy fuerte, usaba todas sus fuerzas para librarse de sus ataduras y escapar pero…

Oye nuestros ruegos en esta noche de luna roja, cuando todos aquellos que viviremos eternos nos regocijamos y te adoramos como la Virgen Sagrada que eres, vela por nosotros los pecadores ahora y en la hora de la muerte, amen.


Y acabando de recitar estas palabras rápidamente hundió su mano en la victima la cual emitió un largo gemido desgarrador casi como si estuviera gritando. La sabana se tiñó de un rojo sangriento y el cuerpo aún se sacudía desesperadamente. Mientras tanto la sacerdotisa removía su mano como si buscara algo, pero de un fuerte jalón la sacó trayendo en ella un objeto que chorreaba, levantó su mano y el corazón de su víctima seguía palpitando. La sangre goteaba por su brazo pero el dueño original del órgano había dejado de moverse. La sangre escurría del cadáver y caía de la mesa empapando el suelo.

La sacerdotisa bajó el corazón y lo lamió mientras los colmillos le crecían muy grandes. Se oyó un desgarrón entonces su ropa cayó descubriendo su cuerpo desnudo, dos alas de murciélago habían aparecido en su espalda extendiéndose grandes y oscuras.

Salve Ave María.           
                                                                           
Fueron las últimas palabras que concluían el ritual de María Tepes, la Virgen Negra.         

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