Dios te salve
María llena eres de gracia.
Recitaba una
mujer mientras atravesaba un jardín en medio de la noche. Las rosas rojas y
blancas se apretujaban unas con otras como si compitieran por su atención pero
ella ni las miraba, no en esta noche. Su túnica blanca hecha de una tela muy
fina que mirando a trasluz transparentaba la figura de su cuerpo juvenil. En su
cabeza de cabellos negros como la noche tenía un velo blanco con una insignia
en forma de cruz pero invertida y que parecía tallada en sangre.
Bendita eres tú
de entre todas las mujeres, tanto efímeras como eternas.
Por fin llegó a una escalinata, estaba cubierta de
una alfombra roja con adornos de flores en color blanco, pero por lo mullida que
era los pasos eran silenciosos, aunado a que ella estaba descalza. Al terminar
de subir se encontró ante una capilla con una puerta de madera con chapa era de
oro; la madera estaba llena de diferentes figuras talladas. Sacó una llave
dorada y abrió la puerta introduciéndose en la capilla.
Bendita sea esta
noche cuando todos tus hijos nos regocijamos por los frutos de esta tierra.
Dentro todo estaba oscuro, a pesar de ser una
capilla ni una sola vela estaba encendida solo la luz de la luna se colaba a
través de los grandes ventanales, iluminando una mesa de mármol que se
encontraba justo en medio de la estancia, sobre esta mesa se encontraba una
sábana cubriendo un objeto de forma humanoide.
Por favor Madre
Sagrada, ruega por nosotros los pecadores porque seguiremos sucumbiendo en la
lujuria.
La sacerdotisa se colocó frente a la mesa y levantó
las manos como si estuviera en un trance religioso, cuando empezó a rezar el objeto
empezó sacudirse debajo de la sabana, se escuchó un retintineó de cadenas y
unos gemidos desesperados, era una persona.
Sagrada Virgen
sigue proporcionándonos tu fuerza, sabiduría, líbranos de nuestros enemigos y
ayúdanos en nuestras horas de debilidad y te pagaremos con el dulce néctar que
corre dentro de los hijos de los mortales.
A cada palabra su entonación se hacía cada vez más
fuerte, sus ojos se dilataban gradualmente y un ligero estremecimiento recorría
todo su ser, mientras tanto la persona debajo de las sabanas se sacudía muy
fuerte, usaba todas sus fuerzas para librarse de sus ataduras y escapar pero…
Oye nuestros
ruegos en esta noche de luna roja, cuando todos aquellos que viviremos eternos
nos regocijamos y te adoramos como la Virgen Sagrada que eres, vela por
nosotros los pecadores ahora y en la hora de la muerte, amen.
Y acabando de recitar estas palabras rápidamente
hundió su mano en la victima la cual emitió un largo gemido desgarrador casi
como si estuviera gritando. La sabana se tiñó de un rojo sangriento y el cuerpo
aún se sacudía desesperadamente. Mientras tanto la sacerdotisa removía su mano
como si buscara algo, pero de un fuerte jalón la sacó trayendo en ella un
objeto que chorreaba, levantó su mano y el corazón de su víctima seguía
palpitando. La sangre goteaba por su brazo pero el dueño original del órgano
había dejado de moverse. La sangre escurría del cadáver y caía de la mesa
empapando el suelo.
La sacerdotisa bajó el corazón y lo lamió mientras
los colmillos le crecían muy grandes. Se oyó un desgarrón entonces su ropa cayó
descubriendo su cuerpo desnudo, dos alas de murciélago habían aparecido en su
espalda extendiéndose grandes y oscuras.
Salve
Ave María.
Fueron las últimas palabras que concluían el ritual
de María Tepes, la Virgen Negra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario